Hace siete años Kaori Orita pisó suelo argentino por primera vez, y la conexión que sintió con el tango la motivó a hacer un radical cambio de vida. Su nombre significa “perfume” o “fragancia de la mañana” y suele hacerle honor con distintos tocados de flores de sutil aroma en sus coloridos looks. También coincide con el genuino sentimiento que florece desde su interior: la fusión de la cultura japonesa con el amor por la idiosincrasia argentina. En una distendida charla con Teleshow, la cantante repasa su vida en Japón, la mudanza a Buenos Aires y el sueño cumplido que está viviendo como jurado en Canta Conmigo Ahora (El Trece).
Hasta los 18 años vivió en la zona rural de Kagoshina, donde su familia realizaba trabajos en el campo, y siguió ese legado hasta que al cumplir la mayoría de edad se instaló en la ciudad de Osaka. Al inicio de la conversación asume que siempre tuvo “un alma inquieta”, por sus ganas de conocer otros lugares del mundo: “Era mi sueño viajar a otro país, y primero fui a Portugal para estudiar portugués, donde conocí el tango”.
Tal como había contado en una entrevista con Infobae en septiembre de 2020, primero aprendió a bailar el compás de 2x4, y su sensibilidad la llevó a sentirse identificada con el profundo deseo de expresarse a través de la música. “Vine a vivir un año y medio acá, decidida a aprender las técnicas para cantar tango, pero la verdad es que no me imaginaba ser cantante y mucho menos este presente”, reconoce con humildad, pese al gran desafío que implicó aprender otro idioma y especializarse en el emblemático género rioplatense.
La decisión de dejar su país natal no fue fácil, y resultó muy difícil de comprender para sus seres queridos. Aunque el flechazo ya había surtido efecto en su corazón, después de su paso por la capital porteña regresó, y recién varios meses más tarde concretó su traslado definitivo a la Argentina. “Cuando volví a Japón era todo silencioso, y yo no daba más de extrañar el tango”, expresa, sobre la nostalgia que la invadió.
Ese sentimiento que parecía inexplicable para su entorno en aquel entonces, con el paso del tiempo le trajo verdaderas respuestas. La despedida incluyó la ruptura con su pareja de aquel entonces, la renuncia a un trabajo estable y una única misión: honrar los valores nipones que lleva impresos en su personalidad, sin abandonar su vocación artística.
“La cultura japonesa es hermosísima, tenemos mucha tradición, pero nos cuesta mucho aceptar el cambio y conocer otras artes”, reflexiona, quien luce un vestido tanguero debajo del kimono, y la mitad del rostro maquillada con la estética japonesa, contrastada con el make up para las noches de milonga. “Ustedes son muy ricos en las variantes culturales y tienen mucha capacidad de adaptación, son muy creativos; todos pueden ser artistas”, celebra.
“En mi país para dedicarse al arte hay que pertenecer a un círculo alto, hay que tener dinero”, explica, y se alegra cuando ve las distintas formas de expresión que existen además del canto. “Conocí mucha gente que pinta, baila, hace artesanías, y por eso siento que esta es una ciudad colorida y llena de voces”, sostiene mientras se le escapa una sonrisa que transmite orgullo y admiración.
Por momentos pide disculpas porque todavía no conoce algunas palabras del español y busca sinónimos, y asegura que su faceta de “japonesa estudiosa” está en su máximo esplendor desde que integra el panel de los 100 jurados del programa que conduce Marcelo Tinelli. “La producción nos manda las canciones que van a interpretar los participantes, y yo aprendo 64 temas cada semana, porque para otros compañeros deben ser muy conocidos los temas, pero yo si no es tango no sé casi nada”, confiesa.
Decidida a conocer las versiones originales para comparar con la interpretación de cada talentoso artista que se sube al escenario, los fines de semana arma una playlist especial y se deja llevar por los detalles que le causan intriga: “Estudio como loca, porque pienso que las personas que vienen se están preparando con la misma pasión con la que debo estudiar yo; y como cada canción cuenta una historia, eso me hace crecer”.
—¿Cómo estás viviendo la experiencia de estar en televisión?
—Estoy súper agradecida y emocionada por la diversidad, la generosidad y el amor a la familia que se siente en este programa. Son tres cosas muy argentinas. Es interesante descubrir cómo los géneros musicales se cruzan unos con otros, y me dio la posibilidad de abrir mi corazón.
—¿Conocías otras provincias de nuestro país o las estás conociendo a través de los participantes?
—No pude todavía viajar a otras partes, pero cuando escuché varios de Catamarca, Salta, Mendoza, Córdoba, sin visitar esas provincias pude conocer su arte. Algo que me conmueve es que en cada pedazo de tierra del interior de Argentina existan talentos. En su momento viajé a Nueva York, y aunque es un destino soñado para muchos, a mí me pareció que la Argentina es más rica culturalmente.
—En una entrevista confesaste que no sabías muy bien quién era Marcelo Tinelli antes de que te convoquen, ¿cómo fue conocerlo?
—Es cierto, solo había escuchado del Bailando, pero cuando empecé a contarle a mis amigos que me habían llamado de su producción todos me decían: “¡Tinelli es muy importante!”; “¡Qué bueno que vayas a trabajar en un programa de Tinelli!”. Y ahora que lo conozco, lo respeto cada vez más. No lo digo para elogiarlo, sino porque pienso qué difícil debe ser estar en su posición, con un desafío tan grande de más de 100 personas, y además ayuda a mucha gente.
—Tenés al lado tuyo a Cristian Castro en la tribuna, ¿cómo te llevás con él?
—Es increíble lo amable que es, tanto él como Manuel Wirtz y Alejandro Paker, que los tengo cerca también. Cuando no entiendo algo Cristian me ayuda siempre y le dice a Marcelo: ‘Ella quiere decir tal cosa’. En el momento me cuesta responder rápido, me sigue costando bastante entender y hablar al mismo tiempo, pero me ayudan mucho. Cuando después miro el programa me sorprendo de todo lo que estaban diciendo. A veces lo que yo interpreté como algo verdadero era un chiste capaz.
—Compartís muchas horas con ellos también, se los ve con una buena dinámica de grupo
—Son todos artistas impresionantes, así que hay mucha admiración. Paker llora muchas veces con los participantes, pero aunque esté sumamente emocionado, si no cumple con los estándares que tiene no se levanta. Me sorprende mucho su capacidad como profesional, y además a mí no me gustaba la música pop ni el estilo urbano, sin embargo hay jurados que son excelentes artistas de estos mismos géneros y son buenísimas personas. Quiero disculparme por no haber sabido antes que lo que ellos hacen también es muy hermoso y profundo, porque me di cuenta que tenía algunos prejuicios.
—Estás desde el 2015 en la Argentina. Viéndolo a la distancia, además del tango, ¿qué fue lo que más te gustó?
—La generosidad. Me recibieron de una manera muy linda. Yo no tenía a nadie acá, fui haciendo amigos de a poco y hasta pude sacar mi disco. Ya no tengo a mis papás, y solo queda mi hermano en Japón. Acá siento que son como dicen ustedes, familieros, y en mi país por ejemplo no vendrían al programa tantos parientes a alentar. Tenemos una cultura donde no solemos decirnos muchos halagos. En el programa veo que un padre le dice a su hijo: “Qué genio que sos”, y los japoneses no tenemos esa soltura y esa confianza con la familia. Para el participante es un reconocimiento de alguien muy querido, y que le digan que cantó maravillosamente es un apoyo emocional único que lo posiciona en su meta artística.
—En Japón estabas en pareja, no habrá sido difícil la partida...
—Sí, no fue nada fácil, pero cada uno encontró la felicidad. Ya no hablamos mucho con mi ex, pero el otro día me puso like en Instagram (suelta una carcajada). Se enteró que yo estaba en el programa y yo también supe que se casó. Eso me impactó mucho, pero ahora estoy contenta. Me costaba tener un noviazgo estable, y aprendí mucho. Después de siete años apareció una persona con la que finalmente pude construir una relación. Conocí el amor en la Argentina después de haber sufrido tanto (risas), que creo que es lo que me conecta con el tango.
—Ya tenés la pasión argentina en tu corazón entonces
—Completamente. Siento que los argentinos trabajan mucho con la cuestión emocional, hacen terapia. El canto me ayudó para resolver problemas familiares y explorar más mi personalidad. Antes tenía el concepto de la que vida es muy triste, muy melancólica, pero gracias a vivir acá descubrí que los problemas se pueden resolver, que hay otra mirada sobre la transformación.
—Además de tu rol de jurado, ¿qué otros proyectos tenés?
—Estoy preparando mi show, me presento el miércoles 21 de septiembre en Bebop Club de Palermo. Tenía miedo de armar un espectáculo porque soy muy perfeccionista, y me aterraba que no le gustara a la gente. No tenía fe en mí misma y por el respeto que le tengo a los músicos que me acompañan, no quería cantar en un lugar con poca gente o lo que es peor: vacío. Ahora tomé valor gracias a la popularidad que nos da el programa. Quiero que me escuchen, y sé que yo canto un tango distinto, capaz más dulce o con más sutileza, como dicen mis maestras (Sandra Luna y Lidia Borda), pero soy muy respetuosa de la verdadera tradición. No hay mayor premio para mí que cuando alguien me dice que escuchó tango, porque es un género que no debe morir nunca y yo quiero hacer mi aporte con humildad.
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