Florencia De La V, íntima: “En este país yo fui un emblema, la bandera de un colectivo que fue totalmente invisibilizado”

Emocionante, divertida y honesta, se muestra tal cual es una entrevista cautivante. Habla de su rol en Intrusos, pero también del día que su padre la echó de su casa por lo que pudieran pensar los vecinos. De la hipocresía de la sociedad, de la prostitución, de los hombres que “cazan niñas” en Salta para violarlas en manada. Y de su historia de superación personal, de resiliencia: “Todas las veces que la vida me dijo no, yo lo transformé en un sí”

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El desafío de conducir Intrusos

No fue una entrevista más. Un déjà vu laboral y emocional me hicieron retroceder 25 años, cuando en otras circunstancias había estado por primera vez frente a Florencia De La V. En esa época yo era pasante de los programas de Mauro Viale y un día la productora me envió a una dirección sobre la avenida Corrientes a tratar de convencer a “la travesti” que había cautivado en un boliche a David Copperfield.

Recuerdo que no fue fácil convencerla, pero Flor finalmente estuvo por primera vez frente a Mauro Viale, desnudando una realidad que, hasta ese entonces, todos hacíamos que no veíamos y escondíamos bajo la alfombra.

La lucha bien valió la pena. Hoy, Florencia es mamá de Isabella y Paul, está casada con Pablo Goycochea y conduce Intrusos. Ya pasaron cinco meses desde que se puso al mando del programa ícono del espectáculo argentino, en la pantalla de América, y siente que es su lugar: “Que los auspiciantes que estaban se quedaran y que vinieran nuevos, me dio la seguridad para ir apropiándome de la silla”.

Para esta entrevista con Teleshow, De La V llega con puntualidad a los estudios de Infobae. Como siempre, con un look impecable; en esta ocasión luciendo un trench y unos stilettos color arena. Pide un té y se entrega a una charla a corazón abierto. Es consciente y confiesa con total humildad que haber realizado aquella nota con Viale hizo su aporte a una sociedad que cambió, y que sigue transformándose. Porque nada es fácil.

En una charla distendida y sin eufemismos, Florencia cuenta lo doloroso que resulta que en una familia valoren más los pensamientos de los de afuera que los de los propios hijos: “Muchísimos padres tiran a la calle a sus hijos por el qué dirán”, lamenta. También hubo tiempo para hablar del país, los políticos y los argentinos que padecen hambre. Indignada, cuenta que durante sus giras jamás imaginó ver cómo hombres salen a cazar animales y niñas para violarlas en manada: “Eso existe acá en Argentina, se llama chineo y pasa en Salta”.

El recuerdo de una infancia con carencias y la satisfacción de haber convertido en “sí” todos los “no” que la vida tenía previstos para ella. El poder del deseo y el orgullo de ser simplemente lo que uno sueña ser, en palabras de Florencia De La V.

Flor De La V, con
Flor De La V, con Teleshow (Gustavo Gavotti)

—¿Cómo está y cómo se siente siendo la conductora de Intrusos, luego de haber estado del otro lado?

—Estoy muy contenta, en un gran momento personal y profesional. Incluso siento que llegó en un momento a punto caramelo. Nunca me hubiera imaginado ocupar esa silla, nunca me hubiera imaginado ocupar ese lugar. Y después, a medida que pasó el tiempo, siento que es mi lugar, me encanta, no hay nada que disfrute más. Creo que tiene que ver con que, en el fondo, somos todos chusmas.

—Cuándo le ofrecieron Intrusos, ¿qué fue lo primero que se le vino a la cabeza?

—”¿Estoy escuchando bien?”. Eso fue lo primero. Aparte había debutado hacía muy poco, era mi segundo programa de La noche De La V en el canal, y cuando llegué vi a dos personas de la gerencia que me estaban esperando. Siempre pensás que es mala noticia, nunca pensás que te van a venir a felicitar…

—No, porque en este medio no es muy común que te feliciten.

—Claro. Cuando me lo propusieron me quedé pensando, aunque internamente enseguida supe que lo iba a hacer. Me fui a mi casa y seguía en el auto, sorprendida, porque estamos hablando de una marca, de un programa emblemático del canal, era todo un desafío para mí como conductora. Pero nunca me había pasado tener esa convicción: siempre que me proponen hacer cosas soy muy insegura, dudo bastante, y en este caso había algo que me decía que lo tenía que hacer.

Florencia De La V, en
Florencia De La V, en su debut como conductora de Intrusos

—Porque siempre estuvo del otro lado.

—Claro. Pero haber paneleado, haber pasado por diferentes programas, me mostró la otra cara de hacer periodismo y de lo que sucede con los programas de espectáculos, y me parece que el valor agregado tiene que ver con eso, con mi experiencia como actriz y conductora, y también ponerme en el lugar de los periodistas. Cuando me junté con mi producción, con Ana Laura Guevara y Julián León, les dije eso: “Lo quiero hacer, pero quiero hacer un programa periodístico, un programa de espectáculo con contenido”. Y es lo que estamos haciendo.

—¿Usted sabe todos los contenidos que van a salir al aire?

—Sí.

—No es que llega, se sienta y cada integrante del programa dice lo que quiere y se sorprende al aire.

—No, tengo una producción con la que trabajamos codo a codo. Cuando me pasan la planilla, muchas veces nos queda afuera más de la mitad del material que se produjo para el programa; imaginate lo que trabajan. También me di cuenta de que tengo un código a la hora de presentar ciertas cosas y me siento escuchada.

—¿Cuál es su límite? ¿Qué temas decide no tocar?

—Las enfermedades son límites. Después, me fijo mucho en la fuente. Hoy, con el tema de las redes sociales e Internet, te llega mucha información, entonces lo importante es chequear la fuente, que sea confiable.

—¿Se enojó alguien ya en Intrusos?

—Nunca, jamás. Y lo que me ha pasado es que me han felicitado colegas: se siente bien cuando vienen excompañeros o gente que ni siquiera es conocida, a decirme que les gusta el programa, que les gusta cómo lo llevo, me hace sentir bien, porque no es nada fácil hacer un programa de espectáculos. El otro día Ángel (De Brito) me felicitó en Twitter y se lo agradecí, porque él es un genio en lo que hace.

—Noto que este Intrusos es un programa con “buena leche”.

—Sí. Como a mí me tocó estar del otro lado, me parece que se puede informar sin lastimar, y también se puede ser irónico sin lastimar. Hay cierto límite. También lo que yo busco es entretener, que sea divertido, a mí lo que me gusta es el cuento: ylo más importante es la historia que uno arme cuando está contando algo.

—¿Se acuerda del primer día que condujo Intrusos? ¿Estaba asustada?

—Estaba tan nerviosa, no me daba cuenta. Estaban mis hijos, mi marido. Vos imaginate que era un programa al que yo iba de invitada, tiene 22 años desde que debutó. En un momento yo era el móvil emblemático de verano: iniciaba la temporada en un móvil conmigo. Después fui atravesada por un montón de situaciones lindas y feas, entonces fue entrar por esa puerta, por todo lo que significa el programa, no solamente por mi historia profesional. Imaginate si yo llegaba a estrellar esa nave, porque eso también era otro desafío: que el programa se siga sosteniendo. Y lo que me pasó, casi inmediatamente, fue que los auspiciantes dijeron que sí.

Florencia De La V en
Florencia De La V en Intrusos, con sus hijos y su marido

—¿Se preguntó qué habrá pensado Jorge Rial cuando se enteró que iba a conducir Intrusos?

—No, la verdad que no pensé en eso. Aparte, ya habían pasado bastantes gestiones. Lo bueno o lo que trajo este nuevo Intrusos es un cambio de época, un cambio de paradigma. Está transitando una etapa de amplitud en todos los aspectos y, sobre todo, de valorizar la diversidad. La perspectiva de género fue lo que cambió y lo que trajo este nuevo Intrusos con una mirada y un enfoque totalmente distintos. Es algo en lo que hago mucho hincapié en las notas o en ciertos temas que trato, y que quizás antes no se contemplaban.

—La veo muy comunicadora ¿le gustaría conducir un noticiero?

—Nunca lo pensé, no, no sé si estaría para tanto. Sí te cuento que escribo una columna hace un año y medio en Página 12 que me gusta mucho, porque me conecto con otras cosas, con algo mío que realmente no lo tenía explotado. Cuando me proponen hacer esta columna de actualidad, yo estaba atravesando un proceso que tiene que ver con el tema de la diversidad, de explorar el nuevo mundo que se viene, porque mi vivencia de lo que era la diversidad fue totalmente prejuiciosa, los años 80 y 90 fueron extremadamente prejuiciosos, hasta para el ambiente mismo LGBT. Me acuerdo cuando yo salía, por ejemplo, las lesbianas, en ese momento se les decía tortas, iban a un lugar, las travas a otro, los gays a otro y así, era todo sectorizado, no se podía mezclar: era tan discriminador el ambiente como la misma sociedad. Era tanto el perjuicio que teníamos que hasta lo aplicábamos con nosotras mismas, con nosotros. Cuando empecé a escribir la columna yo ya había empezado una búsqueda de todo este mundo nuevo que para mí era ajeno, el nuevo vocabulario, las disidencias, lo hegemónico, los transexuales, la pansexual, y pensaba: “Si a mí, que pertenezco a este mundo, me sigue provocando muchísima incertidumbre, muchísimas preguntas, prejuicio de lo desconocido y un montón de cosas, me tengo que meter, porque yo en este país fui un emblema, una bandera durante muchísimo tiempo de un colectivo que fue totalmente invisibilizado”. Sentía que necesitaba conocimiento y así fue cómo empecé a leer a diferentes escritoras, y me di cuenta de que hay un mundo enorme.

El costo de los prejuicios y algo a recuperar

—¿Cuál de todas las columnas que publicó la impactó más?

—Y... me parece que la de mi papá es fuerte. La escribí para el Día del Padre. Después, hay muchas de mi infancia…

—Para los que no leyeron esa columna, ¿la puede contar?

—¿La de mi papá?

—Sí.

—Yo ya me había ido de mi casa cuando había iniciado mi transición. Es un camino que es difícil de transitar porque en general lo hacés en soledad, nunca es acompañada por tu familia, porque lo difícil del travestismo en Argentina es que cuando vos decidís iniciar ese camino en el 80 % de los casos sos expulsada de tu hogar, lamentablemente. Entonces, hasta ese momento, entraba y salía, o me vestía de noche, no era algo que había elegido todavía para mi vida. Cuando decidí iniciar este camino me fui de mi casa y mi papá no me había visto en la transición completa, entonces decidí volver después de mucho tiempo para un Día del Padre. Le compré algo y fui. Llegué: sentía la música de fondo, el olor a asado en el ambiente, un clima festivo, pero medio que se cortaba con una hojita de afeitar. En un momento él se acerca y me dice por lo bajo que me vaya porque le daba vergüenza por los vecinos. Me fui, destrozada. Lamentablemente, él fue un soldado fiel para esta sociedad hipócrita y prejuiciosa en la que nos criamos. Mi papá, en su pensamiento, valorizaba mucho más el afuera que su propio hijo o hija.

—Valoraba más el qué dirán.

—Exactamente, entonces es para pensar. ¿Cuántas familias ha destruido el qué dirán? ¿Cuántas familias ha destruido una sociedad machista, prejuiciosa, manejada por el catolicismo? Son un montón de cosas que nos fueron metiendo y que hicieron que muchísimos padres tiren a la calle a sus hijos, que los abandonen por el qué dirán. Es mucho más fuerte lo que puede pensar tu vecina que pensar que tu hija se pueda estar prostituyendo a los 14 años en la calle. ¿Por qué muchísimos años nadie pensó por qué una criatura se estaba prostituyendo a esa edad? Muchos pensaban que estaban en la calle porque querían y no porque no tenían forma de sobrevivir. Esta sociedad te obligaba a prostituirte para poder sobrevivir, no tenías otra manera. Ser una travesti en la Argentina todavía sigue siendo una carga, porque a pesar de que existe una ley de cupo laboral trans, que es el 1% para el sector público y que se extiende al privado, yo les propongo un ejercicio ¿cuántas personas trans se cruzan a diario en sus trabajos?

—Hoy, ¿sigue pasando lo mismo?

—Sigue pasando. Por algo no hay chicas trans trabajando en muchos lugares. A pesar de todo sigue habiendo muchísimo prejuicio en cómo nos ven. Me parece que hay algo que debemos entender: nosotras somos tan diversas como la misma humanidad, porque en general ciertos parámetros de belleza también siguen siendo condicionantes a la hora de ir a buscar un trabajo y de cómo te miran y cómo te ven.

—Hablando de belleza, siempre se la ve impecable. ¿Es fácil estar así?

—No. Para mí es un sacrificio. Escribiendo me di cuenta de que soy presa de un sistema que nos obliga a nosotras a ser de determinada manera, y lo digo bien y que se entienda, no me pongo en el lugar de víctima ni nada porque soy consciente de eso. Trabajo como conductora en un programa diario donde me tengo que vestir, tengo que armar cinco looks semanales, tengo que ser de determinada manera, tengo que entrar en los talles de las marcas que hay; si yo engordo medio gramo, no entro. Entreno cinco veces a la semana, tengo un nutricionista, lo justo y necesario, pero soy consciente de que tengo que entrar en un molde y no debería ser así. Yo debería poder ponerme lo que sea. Pero lamentablemente no existe eso acá, y me parece que es una problemática bastante interesante para plantearnos.

—Queda claro que no es magia, que es todo producto del sacrificio y la disciplina.

—Es sacrificio y disciplina.

—¿Tiene mucha presión por su imagen?

—Mucha. Mucha. Tenemos presión desde los medios de comunicación y desde la publicidad. Nosotros nos tenemos que ver de cierta manera. Eso que hablan de cuerpos hegemónicos es cierto. Vos fijate lo que pasa cuando vamos a la playa, nos ponemos el pareo y es como si fuera el último salvavidas del Titanic: es mentira eso de que nos sacamos y nos aceptamos…

—¿Cuerpos reales es un slogan?

—Es un slogan. Y siento que ninguna escapa a los prejuicios que existen sobre nosotras. Si vas a una fiesta te pintás o te ponés un vestido o un taco, pero si vos te ponés a analizarlo todas en algún momento caemos presas de un sistema que nos obliga a ser de determinada manera. Va a costar muchísimo tiempo hasta que se empiece a naturalizar. De lo contrario, no hubiera sido un boom la foto de Wanda (Nara), esa foto (en la playa) que publicaron sin filtros.

—Usted es una de las pocas que lo dice abiertamente. Todos dicen: “Es el metabolismo, no hago dieta”.

—Es mentira. A mí me encantaría que dentro de unos años pase por otro lado. En general, el interés con la mujer siempre tiene que ver con lo de afuera, nunca con lo de adentro. Lo ves en los Oscar: a los hombres les preguntan del papel y a la mujer, qué tiene puesto.

—¿Cuál es su dieta? ¿Qué come?

—Como muy sano.

—Por ejemplo, ¿qué desayuna?

—Huevo y palta. Hago spinning todos los días, 40 minutos, y una sesión de abdominales y estiramiento. Y después almuerzo, seguramente, algún pescado, en general siempre como lo mismo: mucha lenteja, mucha proteína vegetal. Me costó mucho el tema de las tres horas. ¿Viste cuando te dicen que tenés que comer cada tres horas? No sabés lo complicado que es el decir, porque uno trabaja, tenés que acomodar los horarios. Pero te juro: funciona. Es una locura también.

—Diciplina y estrés.

—Mucho estrés. Pero también tiene que ver con algo que quizás antes no se tenía conciencia: la salud del cuerpo. Porque también estamos hablando de eso, estamos hablando de tener un cuerpo saludable.

—¿Cuáles son los gustos que se da?

—La comida asiática. La comida filipina me encanta. Hamburguesas veganas. Y el pancho también. ¿Sabés de qué es la salchicha? De zanahoria ahumada.

—¿Cocina?

—Mucho. Amo la cocina.

—¿Cuál es su fuerte? ¿Su plato preferido?

—Me gustan mucho los estofados y las pastas. Para mí la cocina y esos momentos con mi familia son importantísimos. Hacer un estofado el domingo es como algo muy tradicional. La vida es difícil para todos, todos tenemos problemas, todos tenemos que llegar a fin de mes, algunos más, otros menos. Entonces, a la vida hay que ayudarla. A veces uno busca la felicidad en las cosas imposibles, en el cinco estrellas, que está buenísimo soñar, pero muchas veces la tenés frente a tus ojos y no la sabés valorar. Para mí esas pequeñas cosas, el estar cocinando pasta con tus hijos un domingo, ponerle queso, mirarlos cuando saborean... Eso me encanta y lo disfruto mucho.

—¿En algún momento pensó que la felicidad era otra cosa?

—Sí, obviamente.

—¿Qué era la felicidad?

—Creía que tenía que ver con lo laboral, hasta que un día me di cuenta de que no es así. ¿Quién se quiere quedar en el trabajo? ¿Vos te querés quedar en tu trabajo? Sé honesta: no. Yo tampoco. Termina mi trabajo y me quiero ir a mi casa, me quiero sacar todo y quiero ocio. Es lindo nuestro trabajo, pero es un trabajo. Cuando me di cuenta de eso dije “no”. Disfruto otras cosas: estar en mi casa, estar con mis hijos, leer; disfruto no hacer nada. O hacer otras cosas. Pero sí, en un momento creía que la felicidad pasaba por el trabajo. Y hoy creo que no, hoy mi trabajo es mi trabajo y me encanta. De hecho, me ofrecen otras cosas, ahora mientras estoy haciendo Intrusos…

 Pablo Goycochea y Florencia
Pablo Goycochea y Florencia de la V, el día de su casamiento (Verónica Guerman / Teleshow)

—Cuando era joven, ¿pensó que iba a formar una familia y tener hijos?

—Lo soñaba mucho de chiquita. Soñaba con casarme de blanco, con tener una familia, tener un marido. Sentía que me iba a casar: visualizaba una persona e hijos, todo. Cuando crecí la vida me fue enseñando, o me quería demostrar, que no iba a poder. Como fue conmigo con mi identidad. Antes de convertirme en trans me decían que así no iba a conseguir nada. Y no sé si esa frase caló tan hondo en mí que era yo le quería demostrar al mundo que podía hacer lo que quisiera. Y así fue como salí en la vida. Y después, cuando me fueron pasando las cosas, cuando conocí a Pablo (Goycochea), me casé y tuve el proyecto de familia, dije sí. Cuando uno sueña fuerte o desea algo con tanta intensidad que lo lleva al universo, se cumple. Es lo que me pasó. No es fácil cuando vos tenés una vida llena de no convertirlos en sí. Desde el documento: ¿quién iba a pensar que nosotras íbamos a tener un documento de identidad, que nos íbamos a convertir en sujetas de derecho? Es un montón. Y eso pasó acá en la Argentina, y fue un ejemplo en Latinoamérica. Entonces desde ese lugar, ya lo que hemos conseguido y adquirido... Y por eso, humildemente, mi lugar no es menor, lo que yo he hecho, desde haber empezado en esa nota con Mauro Viale hace 25 años en adelante, fue un camino en una sociedad que fue cambiando. Que sigue transformándose porque no fue fácil. Debuté en La Peluquería en el 2012: en ese año había una conductora trans, una travesti conduciendo el mediodía de Telefe. Y ya con marido, con hijos. Era una fuerte declaración política. Por primera vez en la vida nos sacaban de ese lugar oscuro de la prostitución, de lo negativo. Cualquier niño, niña que estaba en su casa podía fantasear con tener una vida maravillosa sin que le digan lo contrario, porque tenías con quién identificarte. No era como cuando yo era chica que estaba Pinky, Mirtha (Legrand) o Susana (Giménez), Acá había una persona LGBTQ. Y sin tener que andar con una bandera, simplemente siendo.

Su visión sobre la actualidad

—¿Qué opina de nuestro país y de la clase política?

—A mí me duele mi país. Amo la Argentina, no podría vivir en otro lugar. Tuve la posibilidad de viajar, hay lugares hermosos y todo, pero la Argentina… Tenemos todo. Pero, lamentablemente, también tenemos los políticos que tenemos. Cuando era chica, el primer contacto fuerte que tuve con esta realidad política fue un peso enorme, un billete que era lleno de ceros. Y el Austral era lo nuevo, y traía algo distinto. Después Alfonsín, la democracia, el volver a creer, esa plaza llena. Después Menem, el 1 a 1, la pizza con champagne, la convertibilidad. El corralito. Y después cinco presidentes. Después Néstor, Cristina. Y la gente sigue estando mal. Digo, hemos pasado de todo y no mejoramos como sociedad. No avanzamos. Sí avanzamos a nivel legislativo, pero la gente no está mejor. Hace falta mucho más pensar en esas personas, en las que no tienen de verdad, en las personas que se toman cuatro colectivos para venir a la Capital, trabajar en trabajos precarizados, que yo no sé cómo hacen para llegar a fin de mes. Les hago un monumento a esas madres: en una encuesta del Ministerio de la Mujer de la provincia salió que casi el 70% no tiene ayuda de su marido. Los hombres se van, desconocen, se olvidan de la familia, y la mujer puede, siempre. La mujer siempre está ahí. Siempre hace un guiso, y quizás no come ella. Esas cosas me emocionan. ¿Cómo pueden esas mujeres llevar adelante una economía de la escasez? ¨Porque no es una economía…

—Es amor.

—Tal cual, eso me emociona y me encantaría que alguna vez algún Gobierno… que se dejen de pasar la pelota, que se dejen de echar las culpas. Es culpa de todos. Es culpa de la indiferencia. Es culpa de lo inhumanos que han sido. Pero me parece que es hora de hacer. Es hora de pensar en cómo podemos construir una Argentina, la Argentina que queremos todos. En esta Argentina que ven los extranjeros cuando vienen, que ven un país hermoso, que ven una Argentina que tiene tanto, que tiene tantas cosas para dar, pero la gente no se puede morir de hambre. Muchas veces ves imágenes de afuera, no necesitás ir afuera para ver la pobreza. Necesitás cruzar acá el tercer cordón del Conurbano. Necesitás ir a ver lo que pasa en El Impenetrable. Cómo la gente puede vivir sin agua todavía. Cómo la gente no tiene electricidad. Cómo argentinos pueden vivir de esa manera. Esas son las cosas que yo me pregunto. Yo viajo mucho por todo el país, viajé haciendo gira. Conozco muchos, muchos lugares y vi cosas que en mi vida pensé que iba a ver.

—¿Qué fue lo peor que viste?

—No puedo creer que exista el chineo en Salta.

—¿Qué es el chineo? perdón mi desconocimiento.

El chineo es una tradición... mirá, no sé ni cómo expresarlo. Es una tradición milenaria en la que hombres salen a cazar, eso creo que es en Orán, en Salta, y cazan animales y también niñas, y las violan en manada. Eso existe acá, en Argentina. Eso pasa en Salta. Eso está pasando en este momento. Se llama chineo. Salen a cazar y cazan niñas que van al colegio. O sea, las persiguen como si fueran animales. ¿Quién se hace cargo de esto? Es que es fuerte. No puedo creer que eso exista. No puedo creer que se permita. Y sobre todo en una provincia donde se rasgan las vestiduras hablando de moralidad, y estas cosas suceden a la vista de todos. Es espantoso.

—Si tuviera al Presidente frente a frente ¿qué le diría?

—Esto. Igual hay tantas cosas para decir.

—¿Qué cosas?

—A mí me pasa algo particularmente con Alberto y con su gestión. No justifico, pero creo que esta pandemia fue un espanto para la humanidad. Digo, si cayó la economía del mundo imaginate nosotros, que ya estábamos flojos de papeles. Es fácil echarle la culpa a una persona, pero me parece que no tiene que ver con estos tres años de gobierno. Tiene que ver con una sucesión. Hay muchas cosas que deberían cambiar. Me parece que la gente… Por eso Milei existe, porque la gente está descreída y no puedo creer que eso suceda. Es lamentable.

—¿Le gustaría incursionar en la política para solucionar estos temas?

—Ay, sabés que me resulta difícil. A mí me gusta la política porque siento que es una herramienta de transformación, pero hay que laburar y yo estoy cansada de escuchar a estos pseudo nuevos políticos. Si vieras las pelotudeces que presentan. Porque nosotros tenemos que entender que cada político tiene asesores, secretarios, gente, todo un equipo. Entonces, pero en vez de presentar estas idioteces, ¿por qué no piensan cómo podemos solucionar la pobreza? Te juro que el otro día leía un proyecto de una persona puntual, que no la voy a nombrar porque la verdad que no quiero…

—Darle prensa.

—Exactamente. Pero me da vergüenza, te juro.

—De la vicepresidenta, ¿qué opina?

—¿De Cristina? Siento que fue muy importante lo que hizo en su momento. Me parece que hay muchas cosas que les podemos criticar a los políticos, pero me parece que los políticos pasan y las leyes quedan. Y a veces cuando se ponen los pantalones con ciertas cosas o con ciertos temas que fueron extremadamente tabú para nuestra sociedad, como el matrimonio igualitario, la Ley de Identidad de Género, el cupo laboral trans, eso marca una diferencia. Como en su momento el divorcio, con Alfonsín. Para mí esas cosas tienen muchísimo valor. Después, si hicieron algo mal, que se los juzgue y que se haga justicia.

—¿Como ciudadana vive la incertidumbre que vivimos todos los argentinos?

—Sí. Sí porque creo que todos tenemos la misma preocupación, el tema de la seguridad, el tema de qué vas a comprar, no sé, huevos y un día… O azúcar, no puede estar 300 pesos el azúcar. Porque aparte a mí lo que me pasa es que yo puedo pagar, yo puedo llenar mi heladera. Yo tengo para darle de comer a mis hijos todos los días. Y no sabés lo que comen. No sabés lo que come un chico. Son como focas bebés, no me comen a mí porque no pueden. Los chicos están en crecimiento y se tienen que alimentar. Yo pienso todos los días mientras hago la comida cómo hacen las mujeres para alimentar a sus hijos. Me pregunto cómo hacemos porque vos vas al supermercado, digo el azúcar, la harina, los huevos, un maple de huevo 700 pesos. El transporte. El viajar. Yo a veces pienso, digo los políticos ¿qué piensan? que presentan estas cosas, estos proyectos que son vergonzosos, ¿por qué no piensan en algo de verdad que pueda ayudar a las personas en el sentido de, no sé, el IVA a la leche? A las personas que necesitan. Por ejemplo, el pre-viaje. Todo bien, estamos financiando a gente que tiene, a gente que puede pagar.

—El previaje son vacaciones, no es comida.

—Bueno, sí, pero eso genera movimiento, turismo y todo bien, pero también piensen en el otro. Yo digo que los políticos se hagan cargo, que piensen en las personas que menos tienen. Porque hablamos de Precios Cuidados, bueno no están, los Precios Cuidados, no existen. Tiene que haber una solución. Tiene que haber una forma de darle esperanza a las personas. Que la gente vuelva a creer en la Argentina. Que la gente vuelva a confiar.

Florencia de la V (Gustavo
Florencia de la V (Gustavo Gavotti)

—¿Qué opina de las personas que marchan por los planes sociales?

—La gente tiene hambre. Esa gente que no tiene otra posibilidad. Es triste, pero es así. Lamentablemente el trabajo está precarizado y no tienen, son años, son décadas, décadas de haberse olvidado de estas personas. No es de ahora esto. Entonces no tienen otra forma. No hay. No comen si no tienen un plan. Hoy no hay otra solución. ¿Por qué existen tantos merenderos? ¿No se preguntan eso? La gente tiene hambre. La gente tiene que darle de comer a sus hijos. Lamentablemente hay gente, punteros políticos que se aprovechan de eso, de la necesidad. Eso es lo que uno piensa.

—¿Alguna vez pasó hambre?

Cuando era chica, sí. Yo vengo de una familia muy muy humilde. Sé que muchas veces habremos comido lo justo. Me acuerdo de haber escondido pan abajo de mi almohada, cosas así. ¿Sabés qué feo pasar hambre? No te podés dormir si tenés hambre.

—¿Qué se les dice a esas madres que tienen que darle de comer a sus hijos?

—Yo no sé si a esas madres, yo creo que más que nada a los políticos. Me parece que mucha gente se olvida. No sé si se olvida o si alguna vez transitaron, si alguna vez habrán cruzado, habrán viajado en el tren a Constitución. La gente que no tomó bondi, la gente que no pateó la calle, o los que no tuvieron necesidad no sé si se ponen tanto en la piel del trabajador. A mí me cuesta a veces creer. Yo siento que es difícil poder dimensionar las necesidades si uno no las transitó. A veces me pasa eso con algunos políticos. Ven todo desde un lugar tan lejano. No es lo mismo acariciar a un pobre en campaña que haberlo vivido.

—¿El poder y el ego enferma a los políticos?

—Obvio. Sí. Sí, sí.

—¿Cómo maneja a su ego?

—Cuando me di cuenta de que era una trabajadora más. A mí el medio o el pertenecer, yo soy una persona popular. Yo me volví conocida por mi profesión y esta cosa popular me abrió la puerta de muchos hogares. Pero yo soy una actriz. Soy una conductora. Por ejemplo, en mi camarín, llego y soy Florencia mamá, me pongo el overol y salgo a trabajar. Después me lo saco. Me parece que ahí es, ahí es cuando uno puede manejar el ego, cuando te das cuenta de que sos una trabajadora más. Ellos, los políticos, deberían saber que son un trabajador más.

—Para finalizar, le propongo un juego. Le regalo una caja con todas las cosas que perdió en su viday tiene la posibilidad de abrirla y recuperar, por un momento, solo una cosa ¿Qué sería?

—Yo perdí un bordado de mi mamá. Era un trapito que estuvo en mi casa años, que estuvo en su máquina de coser. Ella bordaba que no sabés lo que era, le encantaba. Yo creo que este amor que tengo por la costura me viene de ella. Cuando por primera vez abrí esa máquina Singer estaba ahí. Estaba entre sus cosas. Era un bordado hermoso de flores y durante años fue como mí, no sé, como un anclaje emocional. Lo tenía ahí y era como que estaba cerca de ella. Cuando mis hijos nacieron yo busqué ese trapito para ellos, porque no le había dado valor hasta que había tomado conciencia de lo que significó para mí. Después no sé qué pasó, dónde terminó. Pero me encantaría tenerlo.

—¿Qué le diría a su mamá y qué cree que su mamá diría hoy de usted?

—Ay, no sé. Yo creo que estaría muy orgullosa. Muy. Muy. Igual no sé qué le diría porque hace tanto que se fue, tantas cosas le preguntaría. Pero sí, me encantaría tenerla. No hay un día que no piense en ella. Encima me pasa que cada vez más veo fotos mías en diferentes situaciones y me veo más parecida a ella.

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