0223... prefijo de Mar del Plata. Cinco años de parate televisivo y viajes les permitieron juntar material para la temporada y por eso la charla es desde “la feliz” para Teleshow o mejor desde MDQ para todo el mundo. Ellos siguen grabando y editando hasta antes de salir al aire. En una de las pausas en el estudio que montaron su ciudad, hablaron con este sitio. El primero en atender el teléfono fue Sebastián Weinbaum, aunque la charla resulta tan amena que pronto se lo menciona como “Culini”. Minutos después llegó su hermano mayor, Eugenio y se disculpó por la demora.
MDQ se emite los viernes desde las 22.45 por El Trece y aunque ya es un clásico y muchos lo ven como un ciclo “de culto”, continúa manteniendo su esencia familiar, sigue siendo hecho a pulmón. A la dupla de conductores, que también hacen las veces de productores y editores, se le suman dos de sus otros cinco hermanos, Karina y Chicho y un equipo muy reducido de colaboradores.
Casi una hora al teléfono en simultáneo basta para acreditar que lo que se ve en televisión es tal cual: la buena onda entre ellos, los códigos que tienen a la hora de responder justo sobre lo que el otro estaba pensando y cómo se complementan. Gran obra de Hermina su mamá quien falleció en el 2021 a los 89 y a quien mencionaron en más de una oportunidad a lo largo de la charla con Teleshow, y de Milo, su papá.
El lugar más raro al que fueron, cómo nació su programa que harían aún si no tuvieran pantalla, fueron algunas de las cosas que develaron, pero además, contaron cómo conviven el Eugenio/Culini padre y marido con los viajes de aventura que los tienen gran parte del año afuera y en los que en más de alguna oportunidad se jugaron la vida. ¿Dejarían que sus hijos hicieran las cosas que hacen ellos? Claro que no.
Después de un 2020 con fronteras, restaurantes, cines y hasta escuelas cerradas, la gente quiso volver a salir, y también celebrar que otros lo hicieran. Tal vez por eso este regreso de MDQ a la pantalla hace dos semanas fue especial. “Fue mejor de lo que esperábamos”, dijo el menor de los hermanos sobre el rating y el mayor agregó: “Lo traducimos en público que nos apoya y nos para para pedirnos una foto, eso nos da confianza, nos pone contentos y desde lo televisivo, representa algo grande”.
¿La clave? No lo hacen pensando en el rating. “Te puede gustar o no, pero es algo distinto porque es un programa hecho por gente que no es de la tele, somos dos personas comunes y corrientes que empezaron a viajar con una cámara para mostrarle a amigos otras culturas, tratado de buscar algo que no se conozca”, dijo Eugenio sobre cómo comenzó el ciclo, en una época donde no había celulares, ni redes sociales y que una video cámara no era tan simple de manejar, barata y chica como ahora. Hoy sería muy distinto, celular y cuenta de Instagram les servirían para su cometido.
En 1989 cuando el envío comenzó, era MDQ Surf, y se emitía en un canal local de Mar del Plata. Los hermanos trabajaban grabando eventos familiares, casamientos y fiestas de quince para poder comprar el espacio pago en televisión. En 1999 estuvieron en Canal Nueve y desde el 2001 son parte de la grilla de la emisora de Constitución: “Fueron años a perdida, recién empezamos a poder no trabajar extra cuando aparecimos en Azul Tv que no tuvimos que pagar el espacio y después estar en El Trece, te abre más puertas”.
—Más allá de al pandemia, ¿por qué demoró tanto su regreso a la pantalla?
Eugenio: —Tardamos mucho en aparecer no porque no tengamos ganas de estar al aire, sino que lleva mucho tiempo en un mundo tan globalizado encontrar cosas nuevas, rincones que te pueden gustar o no, pero vas a encontrar algo que no vas a ver en otro lugar. Ponemos el alma y el corazón. Nos jugamos la vida por compartir esos momentos que son imposibles conocer. Ir a destinos turísticos, fuera la de parte económica no es difícil, pero ir a un mundo desconocido, meterte en el corazón de un ritual, sí lo es. Nos da placer y nos apasiona compartirlo. La cámara es la persona que está con nosotros, porque viajamos solos. Hay cosas grabadas de antes y después de la pandemia, la idea es comenzar la temporada con una base e imágenes con la que podamos decir ‘estamos bien para arrancar’ teniendo el contenido cuidado que nos caracteriza.
Sesbastián: —Además muchas festividades son una vez al año y se tienen que alinear los planetas para que nos dejen filmar. Por ejemplo estuvimos con la tribu Mursi, la del plato en la boca, considerada como la más peligrosa porque son guerreros, caemos con la cámara encendida y se nos vinieron con machetes amenazantes, la adrenalina se multiplica y reaccionas como en la Edad Media porque están detenidos en el tiempo. Además, editamos nosotros, contamos el cuento que vivimos. En eso nos ayudan Chico y Karina con los guiones, además un chico que hace 3D.
—¿Dónde los encontró la pandemia?
Eugenio: — Nos agarró volviendo de Uganda, llegamos con lo justo, pensamos que nos íbamos a quedar, allá tienen el ébola, ya no se habla pero es mortal. (En el primer capítulo que salió al aire este año Culini se sentía mal y pesó que había contraído el virus). En pandemia la pasamos mal porque muchos seres queridos la padecían y vimos a muchos padres de amigos que no la contaron. Nos quedamos encerrados, trabajando editando contenido previo y cuando se libero no lo podíamos creer, fue volver a una libertad que antes no valorábamos.
—¿Cómo arman esos viajes?
Eugenio: —Elegimos el destino, muchas veces con ayuda de familia y amigos que nos dicen que vieron algo. Y grabamos nosotros, preferimos que no haya una calidad impresionante, porque con cámaras o luces podes cortar la magia que se vive en un ritual. Es preferible que se vea borroso, pero que sea la vedad.
Sebastián: — Es un poco al alzar, vamos por la intuición, contactos que podamos conseguir. De muchos rituales no hay información, por eso son desconocidos, de lo que no se conoce es donde hay curiosidades fuertes y tratamos de buscar cosas que sorprendan y dejar algo. Volvemos sanos pero tratamos de ir un poco mas. En la frontera de El Congo y Uganda estuvimos con gorilas en estado salvaje, estábamos con dos guías amarados con dardos, hay todo tipo de animales ahí, vas caminando por la selva y macheteando y de golpe abrimos una rama y... una familia de gorilas, te intimida.
—Solo ustedes dos en ese momento...
Sebastián: —Sí. Son bastante arriesgadas las notas y nos encanta y dejamos el alma, nos animamos hace 33 años y con mirarnos sabemos si tenemos que salir rajando. Sería un riesgo sumar a otra persona. Con una mirada sabemos si seguir o retroceder.
Eugenio: —Claro, nos conocemos tanto que una mirada nos da la pauta. No somos profesionales de ningún deporte, amamos surfear pero no somos escaladores, seguimos siendo los mismos perejiles de siempre, pero nos encanta cruzar ese límite para sorprendernos. Nos complementamos, Culini no le tiene miedo a las alturas y yo sí, pero no a los animales. Somos cazadores de imágenes y de aventuras y tocados con la varita porque amamos lo que hacemos y es un placer.
Y así, cada pregunta funciona como disparador para una anécdota de cuento, que ellos relatan como quien cuenta que fue al supermercado a comprar pan. Apenas terminan un viaje, del que vuelven por lo menos cinco kilos abajo, arrancan con la producción de otro y la mayoría duran varias semanas, un mes aproximadamente, para conocer el espacio, entrar en confianza para que los lugareños les permitan ingresar con cámara, y demás. “Buscamos contantemente destinos y en base a eso nos amoldamos a la fecha, por ejemplo en Venezuela fuimos a un ritual de espiritismo que se hace una vez al año, es difícil de grabar y hay que tomar recaudos para volver sanos y con material”, destacó Culini.
Eso implica perderse eventos familiares como cumpleaños y demás acontecimientos, hasta cuestiones simples y mas del día adía como temas escolares, de logística y demás, lo que implica un esfuerzo de ellos, pero también de sus esposas e hijos, que los esperan en casa muchas veces sin siquiera saber exactamente dónde están o cómo localizarlos.
Papá de Simón, Tomás y Milo, casado con Andrea, Eugenio confesó que cada vez que se va “extraña un montón”: “Son viajes largos, no podes hacer un safari con poco tiempo, necesitas un par de meses porque querés plasmarlo. Durante el viaje estamos ocupados y con adrenalina y no dormimos, pero no podes dejar de pensar en la familia, ‘¿estarán bien? cómo los extraño’ y además en los lugares donde vamos no tenés señal. Cuando estás corriendo peligro tu cabeza está en eso, pero cuando llega la noche y tenés tiempo te pones a pensar en la familia”.
Sebastián está casado con Paz y tiene un hijo, Ulises: “Cuando viajamos no digo a donde voy o lo que vamos a hacer para no preocuparlos y lo ven al aire”, dijo aunque ellos saben que su marido y papá no va a la playa a tomar sol. “Soy consciente de que si te tiene que pasar algo te pasa, cuando te tenga que llegar el momento llegará, vamos confiados”, agregó.
“Por más que lo minimicemos, cuando volvemos se enteran dónde estuvimos”, dijo Eugenio y recordó qué les decía su madre en esos momentos: “¿Pero ustedes son idiotas?”. Además, destacó a su mujer y a su cuñada: “Es difícil encontrar la compañera ideal para hacer esta vida. Cuando vuelvo me cuenta qué hicieron los chicos, que uno durmió con mi foto, ellos son quienes se quedan acá llevando una vida más rutinaria, y tienen una madraza”.
—¿Dejarían que sus hijos o esposas hagan las cosas que ustedes hacen?
Sebastián: —Paz no es del palo de la acción y Ulises es chico, no lo dejaría hacer nada. Sí, cuando sea más grande y tenga más consciencia.
Eugenio: —No nos da miedo, pero si veo a mi hijo hacer ciertas cosas, lo pongo en penitencia (risas). Sufriría mucho, pero todos practican surf, el mar es hermoso pero tiene su riesgo. Por ejemplo ellos surfean pero no se metieron al agua hasta que aprendieron a nadar. Hay que tener cuidado, a ellos les gusta la aventura, pero ven MDQ y me dicen que estoy loco. Nosotros nos damos cuenta de muchas cosas al verlas en pantalla.
—Las vacaciones ideales...
Sebastián: —En casa con la familia. No me muero por salir de casa, porque viajamos u n montón, pero si podemos compartir una actividad de acción, lo hacemos.
Eugenio: —Es complicado porque si vas a un destino lindo, te dan ganas de grabar...
En septiembre del 2021 a los 89 años murió Herminia, su mamá quien sin planearlo, se convirtió en figura del programa. Aunque las madres siempre se preocupan por sus hijos, ella los apoyó y los dejó ser, aún sabiendo los riesgos que corrían en cada viaje.
“Ella siempre va a estar presente, era una madraza, la muerte es parte de la vida y es lo único que sabemos que nos va a pasar cuando nacemos”, dijo Eugenio y recordó: “Su partida no fue una sorpresa, vino con aviso, pudimos despedirnos de ella todos los días dándole besos, diciéndole que la amamos y todo el afecto que le teníamos”. A pesar de que los últimos meses no se sentía bien, cuando le preguntaron si quería participar de MDQ, su respuesta fue la esperada: “Son dos giles, si me dejan afuera los mato”.
Herminia llegó a grabar tres capítulos de esta temporada del ciclo que ella “amaba hacer”. La mamá de siete hijos empezó a trabajar con ellos a los 70: “Venimos de una familia carenciada, sin mas de lo necesario, la comida no faltó porque existía un fiado, somos muchos hermanos, ropa comida y de golpe en un momento nos enteramos de que ella trabajaba callada cuidando gente mayor para tener un mango. Mucho no facturábamos, pero le dijimos que viniera a trabajar con nosotros y le cambió la vida, se convirtió en una estrella haciendo lo que amaba, lo hacía fantástico porque era histriónica y le gustaba estar con sus hijos”.
Aunque no hacía deportes extremos como ellos, “tuvo vida extrema, inmigrante, postguerra con siete hijos”, dijo Sebastián y recordó que siempre los alentaba y tenía confianza. Con sus apariciones en pantalla, Herminia se convirtió un poco en mamá, tía y abuela de cada televidente que sintió su pérdida y los conductores, leyeron uno por uno cada comentario de amor que les llegó a través de las redes.
“El pasado es tu historia, el futuro incierto porque nadie sabe qué pasará, abrís la puerta y se te puede caer un piano. El presente es eso, un presente, un regalo y hay que tomarlo como tal”, es una de las frases que recordaron que ella siempre les decía y tanto ellos a sus 49 y 60 años como sus hermanos tienen como de cabecera. A la hora de experimentar: “Tenemos la seguridad de que no debería pasarnos nada”. Una sola vez, Herminia los “retó” por una proeza en la que arriesgaron su vida: “’¿A ustedes qué les pasa?’ nos dijo cuando volvimos de la Pororoca, un tsunami de rio al que fuimos con tablas de surf”.
Si tuvieron miedo, la respuesta es que sí. Y recordaron cuando caminaron por el borde de una cornisa para ingresar a un templo, o le dieron de comer a hienas salvajes. Pero ambos coinciden, lo dice el menor de ellos y el mayor asiente, que el mayor temor “es que le pase algo a un ser querido”: “Cuando hacemos algo, en lo personal nos ponemos nerviosos, pero tomamos los recaudos y soy consciente de que puede pasar de todo en cualquier momento y cualquier segundo. Mamá decía eso, que todo es un milagro”.
A Culini por ejemplo, lo atemoriza más la naturaleza, el mar, los rayos. Hoy, descartan jubilarse. “Laburamos en familia y recorremos el mundo y es una bendición para pensar en otra cosa, si no te gustara sería tremendo y tortuoso”, dijo el menor y Eugenio, quien comenzó con su camarita hace más de treinta años, cerró: “Amamos esto y lo haríamos con bastón y sin cámara. Es una forma de vida”.
SEGUIR LEYENDO: