Se abren las puertas de los estudios de Polka en Don Torcuato, Provincia de Buenos Aires, y al pasar los molinetes de la entrada, ya es oficial: comienza la experiencia de ver en primera fila el backstage de Canta Conmigo Ahora, el ciclo de Marcelo Tinelli. El recorrido inicia con una fuente de agua ubicada en el centro de un amplio jardín, que conduce a una galería donde se encuentra la sala de control, y allí está Pablo El Chato Prada, en plena charla con integrantes del equipo técnico. El productor recibe a Teleshow y se muestra tan entusiasmado como el día del estreno.
El debut fue el pasado 25 de julio por la pantalla de El Trece, pero la magia no se pierde en lo que los participantes perciben como “El Pasillo de los Sueños”, nada menos que el lugar donde están los camarines de Cristian Castro, El Puma Rodríguez, Bahiano, Coti Sorokin, La Bomba Tucumana y Manuel Wirtz. Es ahí donde se cruzan con sus ídolos durante algunos minutos, intercambian halagos, capturan el hito con una selfie y se sorprenden cuando los alientan los mismos artistas que más tarde los estarán observando atentamente en el panel de los 100 jurados.
“El detrás de escena es inmenso: todo arranca desde la visualización de los casting, la convocatoria, cuando vienen al estudio a ensayar y después, la conexión que hay con los familiares”, relata El Chato acerca de lo que denomina “la producción invisible”, que implica cada programa de hora y media que se emite de lunes a jueves a las 22.30. El despliegue de este formato incluye 130 micrófonos para que todos estén comunicados durante la grabación, cuando en ciclos como La Academia de ShowMatch coordinaban menos de 25.
Lo que podría ser un laberinto para cualquiera, se vuelve una ruta habitual para los aspirantes a convencer a los expertos. El punto de encuentro para los concursantes es el bar, donde sobrevuela la ansiedad, la ilusión y también el miedo, por la posibilidad de que esta sea la última vez, en caso de no alcanzar el primer o el segundo puesto del podio.
En simultáneo, en exteriores hay varias carpas montadas para que los jurados se preparen. En la principal entran y salen alrededor de 70 artistas, que eligen los últimos detalles de sus glamorosos looks. Mate y café de por medio, se consultan dudas sobre la ubicación que les corresponde en las gradas –que cambia en algunas ocasiones-. Aunque algunos no se conocían antes de coincidir en este proyecto, en pocas semanas se volvieron un grupo unido que transmite el deseo de pasarla bien y entretener.
Ahora sí, llega el momento de ingresar al estudio, que tiene tres puntos de acceso: uno para los familiares que irán a las tribunas laterales, otro cerca de la rampa por donde suben los participantes y un sector por el que entran los jurados. Junto a Federico Hoppe viene Tinelli, listo para comenzar.
La previa al encendido de las cámaras incluye un saludo del conductor a todos los presentes, arenga y, en complicidad con el sonidista Federico Ruiz, empieza a sonar un clásico de Queen, “We Will Rock You”. Hace mover del primero al último y no faltan las palmas que acompañan el ritmo del hit. Motivador nato, Tinelli consigue el objetivo, y procede a explicar que habrá seis presentaciones y solo dos pasarán a la siguiente etapa como finalistas, tal como viene ocurriendo en cada emisión.
Justo debajo de las gradas luminosas donde se sientan los expertos está Emily Lucius, atenta para retratar parte del back en su rol de host digital. La coordinación de camarógrafos, productores y asistentes funciona como si el ciclo estuviera en vivo. Demuestran el profesionalismo de hacer todo en una sola pasada: prácticamente no se repiten tomas, y la corrida de Marcelo desde el escenario hasta el costado del panel donde realiza sus comentarios mientras cantan los participantes, es en tiempo real.
Más de 20 veces por jornada de filmación, Tinelli va y viene de una punta a la otra para recibir y despedir a los concursantes. En ese breve lapso de tiempo el silencio se apodera del estudio: es el minuto en que el valiente artista que está parado en el escenario se persigna y suelta un suspiro antes de presentarse con nombre y apellido. Suenan los primeros acordes y la mayoría reconoce qué canción es: Marcelo y Hoppe tararean detrás de cámara, al igual que Marcela Feudale, la icónica voz que aporta latiguillos, carcajadas y dichos que muchas veces representan lo que está pensando el espectador.
Desde adentro, la voz de cada participante acapara todos los rincones del estudio, y cuando sorprenden con una afinación que roza lo imposible, la expresión “piel de gallina” queda chica para magnificar cuando un sonido llega al corazón. “Lo que hacemos acá es elegir talentos y eso es maravilloso porque nos pone en un lugar hermoso, y nos gusta estar cerca de los que van a exponer su arte”, asegura el Chato sobre la calidad vocal que los sorprendió cuando hicieron el casting. Consciente de que cuando se trata de algo extraordinario, las angustias y las expectativas son difíciles de manejar, señala: “Hacemos un gran trabajo de contención porque para cada uno de ellos esto es un nuevo mundo, y los acompañamos para afrontar esos nervios lógicos del debut, y que se sientan cómodos”.
Lo que sucede en las siguientes tres horas implica una combinación de audacia para detectar quién tiene algo para decir después de cada audición, y empatía para comprender cuando la emoción, la seriedad o el humor son prioridad. El contenido se genera sobre la marcha, y Prada no duda en darle el crédito a Tinelli por su alma inquieta: “Nuestro conductor es diferente a las versiones del formato que se han hecho en el resto del mundo; son otro tipo de conductores, más aplomados, y él tiene otro movimiento, otra cintura, otra conexión, tanto con los participantes, como con los jurados. Esa es su esencia pura”.
Las cámaras se apagan, el equipo se retira, y Tinelli se queda unos minutos más para acceder a las selfies que le piden desde las tribunas. Lo mismo hace L-Gante, invitado especial en algunas emisiones, que genera furor no solo en quienes vinieron a acompañar sino también en los propios jurados.
La primera parte, la grabación, culminó. Pero el trabajo todavía no está terminado: resta la post-producción, donde se compaginará el material. Las puertas de Polka se vuelven a abrir, pero esta vez para despedirse, con la sensación de que alentar y acompañar a quienes anhelan cumplir sus sueños, siempre será la decisión correcta.
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