“Los Auténticos Decadentes, presentes desde 1986″, gritó Cucho Parisi sobre el final del show de su banda en el Luna Park. Fue este sábado a la noche y ya habían montado una vez más su avalancha de éxitos combinada con algunas de las versiones que componen los primeros dos volúmenes de ADN, el disco triple en el que homenajean a sus raíces e influencias. Solo quedaba margen para darle cierre a otro capítulo de esta fiesta interminable que ya lleva más de 35 años: una retirada épica con “Live is Life”, junto a las imborrables imágenes del calentamiento de Diego Armando Maradona en tonos rojos y blancos (¡herejía!).
Aunque a lo largo de su historia abordaron todo tipo de géneros y no se los puede ubicar estilísticamente en una década específica, el punto de partida de los Deca son, sin duda, los años 80. Y esta noche lo reafirmaron tanto en repertorio como en los invitados. El primero en aparecer fue El Tirri, quien por un rato volvió a ser Luciano Jr. de Los Fabulosos Cadillacs, para ponerse en rol de MC y tocar la percusión (en ”Pendeviejo” y “Enciendan los parlantes”).
En la remera del Francés Bernardou se leía “Sumo” y ese fue el guiño para que aparezca Roberto Pettinato, quien aportó su saxofón deforme en una festiva versión de “Los viejos vinagres”. De la mano de Goyo Degano (”Con un tiro alto como el de Harry Styles”, lo recibió Cucho) y parte de los Bandalos Chinos, recrearon “Luna de miel en la mano” (Virus). Y, más adelante, montaron una relectura aun inédita de “Costumbres argentinas” (Los Abuelos de la Nada).
Otra banda clave en la genética decadente son Los Twist y por eso estuvo Pipo Cipolatti, quien por un rato se puso el traje de Alberto Castillo para entonar, algo errático, “Por cuatro días locos”. También hubo más presencias que matizaron las canciones de manera virtual, desde las pantallas: los Miranda! (en “Bailando”), Natalia Lafourcade (”Golpes en el corazón”) y Mon Laferte (”Amor”).
Con entradas agotadas, un detalle no permitió que la celebración fuera total: las butacas dispuestas en el campo del Luna Park limitaron el baile y fueron inútiles, porque casi nadie se sentó. Sin embargo, no interrumpió la cercanía de la banda con su público: en pleno show, muchos se acercaron a pedirle fotos a Jorge Serrano y el cantante aceptó gustoso. Incluso, hasta recibió con una sonrisa una carta de parte de un nene de unos 8 años.
Una particularidad en sus recitales es que el micrófono y el protagonismo va rotando entre Cucho, Serrano y el guitarrista Diego Demarco. Cada uno le imprime su humor al mood del grupo (el primero, arengador; el segundo, romántico; el tercero, pícaro), pero hay dos pivotes que se mantienen inalterables y le dan cierto orden a la gran orquesta decadente (esta noche fueron 17 arriba del escenario). De un lado, Nito Montecchia, la luz del ritmo con su guitarra. Y del otro, Eduardo El Animal Trípodi, el metrónomo, quien marca el tiempo ya sea con su bombo xeneize, con maracas o con un güiro plateado que parece una jarra de fernet 70/30.
La dinámica les permitió elasticidad si querían volcarse al dub (sugerido en la versión de “Besándote”), al ska (”Beatle”, “Skabio”), a los cumbiones irresistibles (”Corazón”, “El gran señor”, “Jurabas tu”) o al desenfreno total (la incancelable “Vení Raquel”, “Ya me da igual”).
Para aplacar el griterío que despertó “La guitarra”, el Francés se disfrazó de bombero y empapó a las primeras filas del Luna para coronar una falsa retirada. Con buena parte de la platea aun goteando, llegaron los bises: los primeros en aparecer fueron Nito y Serrano, electroacústica y voz en plan fogón, para hacer prender todas las lucecitas del estadio y llegar al pico de intensidad con “Loco (Tu forma de ser)”.
“Como me voy a olvidar” junto con “Y la banda sigue” fueron las dos últimas, mientras desde la pantalla giraba un vinilo con la etiqueta decadente. Una declaración de principios final de parte de un grupo que sigue haciendo historia sin escatimar alegría.
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