Para cualquier niño o adolescente de los ‘60, descubrir a Los Beatles fue poco más una revolución que una revelación. Un momento iniciático con fecha y lugar guardado a fuego en la memoria. Carlos Alberto Mestre tenía once años cuando curioseando en una disquería vio a cuatro flequilludos sonriendo asomados a un balcón. Era la tapa de Please, Please Me, y sentía que esos cuatro jóvenes lo miraban a él. No resistió la tentación, lo hizo girar y le llamó la atención particularmente “Twist and shout”, que repitió cinco veces, una atrás de la otra. Al poco tiempo, su maestro de grado lo llevó al cine Rivera Indarte a ver Anochecer de un día agitado y el mundo hizo plop definitivamente. El niño que había cantado en el coro, el preadolescente que despuntaba sus inquietudes en el folklore se iba a dejar llevar por la ola del rock and roll.
Nito nació el 3 de agosto de 1952 en una casa llena de música y de historias. Hermano menor de un varón en una familia de clase media típica de Caballito, se crio con su padre Eduardo de origen catalán, de profesión médico cirujano y oficio de violinista; y su madre Tecla, nacida en Dinamarca, con raíces lituanas y las historias más maravillosas para contar. Los Beatles llegaron a su vida casi al mismo tiempo de la muerte de Eduardo. Y ya en el colegio secundario, un encuentro se iba a convertir en una de las fábulas más queribles de la historia de nuestro rock.
En el Instituto Social Militar Dámaso Centeno, Nito cursaba a la mañana y tenía su grupo informal, The Century Indignation con el que hacía covers. Una tarde oportuna se sorprendió al escuchar a un flaco alto y espigado que se llamaba como él, se apellidaba García y tocaba el piano como un animal. Charlie formaba parte de To Walk Spanish y la química quedó reservada para el año siguiente, cuando compartieron curso y se hicieron inseparables.
A finales de 1969, Sui Generis debutó en un baile escolar y después de unos cuantos sinsabores, consiguieron su primer contrato discográfico. Vida (1972), Confesiones de invierno (1973) y Pequeñas anécdotas sobre las instituciones (1974) marcaron a una generación y se mantienen como banda de sonido iniciática de la adolescencia. “Toda el aura de Sui sigue existiendo. Sigue vigente y pasa de generación en generación. Es algo clásico”, explicó Mestre en una entrevista con Teleshow. Y arriesgó una explicación para cosas que a veces no la tienen. “Creo que se da por una enorme combinación de cosas: salir en el momento justo con las canciones justas, con las letras justas, con las voces justas, con dos tipos que se juntan y que tiraron para adelante la amistad, el amor por la música, la imagen”.
Su despedida el 5 de septiembre de 1975 es una de las fechas insoslayables de cualquier enciclopedia de rock argentino. Fueron dos shows delirantes y mágicos en el Luna Park, que se volvieron disco y película para documentar el concierto de una banda de rock más importante hasta entonces. Y generó la primera sensación de vacío en dos jóvenes que apenas superaban los veinte años. Después de Sui Generis, se dieron la mano y se fueron cada uno por su lado. Nito se tomó un taxi y se bajó cerca de Puente Saavedra para comerse unas porciones de pizza, cuando minutos atrás lo aplaudían un millón de manos. No iba a tardar en encontrarse con su compañero del colegio, con quien la amistad se mantuvo inalterable a los designios del destino.
Al dúo le quedaba una última travesura bajo la forma de PorSuiGieco, el primer supergrupo del rock argentino, de neta raigambre folk y lo suficientemente informal como lo indicaba la época. Era un acrónimo de Raúl Porchetto, Sui Generis y León Gieco, quienes junto a María Rosa Yorio brindaron algunos pocos conciertos y registraron una cinta que al día hoy permanece como una joya oculta en el repertorio de la música argentina. Allí aparece la primera canción que firma Nito, “Fusia”, una ternura folk guiada por la flauta traversa, que desnudaba sus intenciones musicales de cara al futuro.
Ya en el proceso de desintegración de Sui, Nito le empezaba a dar forma a Nito Mestre y Los Desconocidos de Siempre, el grupo que iba a definir su siguiente paso musical. Era una banda de lujo, por la que pasaron Alfredo Toth, Rodolfo Gorosito Juan Carlos Mono Fontana, Ciro Fogliatta y María Rosa Yorio. Con los Desco grabó tres discos y al principio el público les dio la bienvenida, al punto de volver al Luna Park, pero la popularidad se fue apagando progresivamente y la banda llegó a su fin en 1980. Ya era hora de armar su propio camino.
Formalmente, su carrera solista comenzó con 20/10, editado en 1981. Hoy tiré viejas hojas / esas que hablan del pasado, canta un Nito despojado en el tema que abre la placa y que se convertiría en uno de sus principales éxitos. Le siguió Escondo Mis Ojos Al Sol (1983) donde pisa fuerte en el folklore latinoamericano: allí versiona a Víctor Jara (”Te recuerdo Amanda”), graba con Mercedes Sosa una versión de “La colina de la vida” (de Gieco en los años de Porsuigieco), además de visitar “Alto en la torre”, una de las joyas ocultas de Sui con arreglos épicos del Mono Fontana. En la misma sintonía, realiza la gira por el continente con el proyecto Porque cantamos, con Juan Carlos Baglietto, Celeste Carballo y Oveja Negra, una postal de los primeros tiempos de la democracia. Y también se casó por primera vez con Pamela Gowland, su compañera de la vida, quien a pesar de transitar algunas turbulencias siguen juntos hasta hoy.
Tocando el cielo y cayendo al infierno
Los primeros ‘90 le regalaron uno de sus grandes recuerdos con la música, cuando abrió los shows de Paul McCartney en Argentina. Era la primera vez que el beatle pisaba esta tierra y Nito se puso en campaña para conseguir el visto bueno de la producción encabezada por Daniel Grinbank para tocar en el estadio de River. También desarrolló una pequeña estrategia para poder conocerlo, y lo cruzó al bajar del escenario, minutos antes que Paul haga delirar a la multitud que se había dado cita en el Monumental.
Nito le llevó de regalo unos jazmines de su propio jardín -“¿qué le podés regalar a Paul McCartney?”, se preguntaba casi como justificativo- y a cambio se llevó un disco autografiado y algunas fotos de recuerdo. Pero el principal souvenir fue un consejo que le dio el beatle y que le permitió reconciliarse con su pasado, ese que cada tanto lo atormentaba en forma de Sui Generis, que sentía que lo oprimía y no le dejaba lugar para las canciones nuevas. “Tenés que tocar los clásicos, la gente viene a verte porque naciste -en mi caso- con Sui Generis”, le dijo Sir Paul. Y cumplió a rajatabla.
Mientras continuaba con su camino personal con la música, Nito empezaba a librar una batalla interna por su adicción al alcohol hasta que después de unos cuantos llamados de atención, en 1997 tocó fondo. Había dejado de comer, tomaba pastillas para dormir, sentía que llevaba su cuerpo al extremo y no podía hacer nada para frenarlo. Lo internaron de urgencia y estuvo seis semanas en terapia intensiva. Fue el llamado de atención que necesitaba. “Yo tengo algo, esto lo hablé con los grupos, con los médicos, con los amigos, algo adentro que me lleva a estar vivo. Una fuerza vital interna. En el peor momento, cuando estaba solo, dejando el alcohol, sin trabajo, me había ido de la casa donde vivía con Pamela, arrancando de cero, bajo cero, decidí “soy terco y tenaz, empecemos de nuevo”, contó en Infobae.
Con esa tenacidad encaró su recuperación. Borró de su pasado el material que había grabado para un futuro disco. No quería escuchar nada que lo relacionara con el pasado. La salida hacia adelante fue Colores puros, un trabajo luminoso y acústico, respaldado por colegas como León Gieco y Fito Páez. Así de plantado estaba cuando volvió frecuentar a Charly García. Quizás todo había sido un truco del destino para orquestar la tan mentada vuelta de Sui, el clamor popular de más de una generación y el proyecto que tenían los viejos compañeros de colegio para afrontar el fin de siglo.
Eternos adolescentes
Mestre definió al disco que gestó el regreso de Sui como “problemático, divertido, inconcluso”. El concepto de García en plena etapa Say No More, se basaba una versión demasiado libre de la pared de sonido de Phil Spector, con las voces al frente. Para el repertorio, eligieron algunas composiciones rescatadas de los años mozos con otras novedades y unas cuantas adaptaciones de canciones de sus influencias. Un proyecto que se sostuvo cuando el yin y el yang hizo su trabajo, los opuestos se complementaron y lograron dar forma a las canciones en el estudio. Para eso, Nito implementó una constitución explorando al máximo las pautas que los acercaban y resistiendo a los embates que lo conectaban con su pasado.
“El disco se llama Sinfonías para adolescentes porque nosotros nunca dejamos de ser adolescentes. Guardamos ese espíritu siempre adentro nuestro y cuando nos juntamos con Charly surge enseguida solo. Las canciones del disco están hechas con entusiasmo adolescente. Lo bueno es que a esta altura de nuestra vida ya hemos vivido muchas adolescencias, así que sabemos bien de qué se trata”, explicó Mestre a este medio.
El disco se presentó oficialmente en la cancha de Boca y la aventura quedó plasmada en Si - Sinfonía para adolescentes. No fue el único reencuentro en la vida de Mestre, que desde entonces y hasta hoy continuó con su trabajo incansable de guardián de los clásicos y promotor de nuevas canciones. Ya definitivamente reconciliado con la vida, con su compañera de vida y con la banda de nuestras vidas, en 2005 edita el álbum Mestre y en 2009, el EP que resume en parte su historia. Se trata de Flores de Nashville, en el que rinde tributo a sus padres (“Flores en el mar”, con letra dedicada a Tecla y el violín para recordar a Ernesto) a su compañera (“My dear”) y a la meca de la canción folk. La cronología de estudio se culmina a la fecha con Trip de agosto, un guiño desde el título a los comienzos con Sui Generis y un sonido anclado en el folk rock clásico revisitado desde la actualidad.
La previa a los 70 lo encuentran andando. Llevando su música por donde quieran oírla, como en el proyecto “América canta Sui Generis”, un puente en el espacio y el tiempo. Y sumando kilometraje como conductor de Rock and Road, un programa de El Garage TV en el que combina la música con otra de sus pasiones, los autos. Una tertulia sobre ruedas donde convoca a sus amigos y fluyen las anécdotas y las canciones. Ni más ni menos que la vida en movimiento. “Yo tengo casi 50 años de carrera, no abandono. No pienso abandonar nunca, porque nací cantante. Es lo que me hace feliz, lo que hace feliz a la gente”, contó a este medio para ponerle palabras a los hechos.
Y con el beneficio del número redondo, vale apelar al archivo para hacer dialogar a Nito con esos adolescentes a los que el destino los cruzó en un colegio de Caballito: “El deseo oculto de esos dos pibes de 18 años era trascender en el tiempo. ¿Quién no quiere trascender en el tiempo? Que pase el tiempo y decir: ‘Bueno, cuando tenga 70, esto se va a seguir escuchando. ¡Qué bueno sería!’. En realidad, creo que ni lo pensamos, porque cuando tenés 18 no pensás en los 70. Pero pasado el tiempo y habiendo ocurrido, es algo muy grato porque sos como el primo de todos”.
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