Febrero de 2019. Neo Pistea, Duki, Ysy A, Cazzu, Khea, C.R.O., Coqeein Montana, Obie Wanshot, Lucho SSJ y Marcianos Crew son los golden boys de la escena de ese momento y están reunidos en un galpón enorme para rodar el videoclip del remix de “Tumbando el club”, el himno nacional del trap argentino. Detrás de todos ellos, en un segundo plano y algo fuera de foco, aparece El Doctor agitando una pala ancha de albañil.
Por esos días, el rapero estaba lejos de ser tomado en serio. En 2015 había irrumpido con sus primeras canciones y un perfil explícito a base de sexo, drogas, armas y trap & roll. Y fue mirado con sorna: que estaba carteleando, que nada de lo que decía era cierto, que sus rimas no le pegaban a la base.
Pero El Doctor ya venía con la piel dura. La suya es una especie de historia de superación. Pero no una edulcorada al estilo Hollywood, sino más bien amarga, violenta y made in La Matanza: cuando tenía 11 años, su mamá lo echó de la casa, un poco harta de su comportamiento. Así que no le importaba ser despreciado por una escena con la que no se identificaba del todo.
Como un paria, despuntó su estilo en los únicos lugares en donde no lo discriminaban y solo pudo organizar shows en villas y cárceles. Hoy ya es parte del circuito, se presenta en venues más tradicionales (Otra Historia, Crobar, Groove...) y lo sigue una legión cada vez más grande de “doctorianas y doctorianos” quienes festejan que se mantenga “real” en un momento en que buena parte de quienes rapean viraron hacia estilos como el rkt o el reggaetón pop. De paso, aunque no lo necesite ni le importe, recibe la admiración de colegas que, incluso, no son del ghetto, como Vicentico o Paco Amoroso.
Se sabe que el trap más que un género, es un estilo de vida, al límite y desde el margen, que le da letra a una música oscura y adhesiva. En ese juego, nadie como El Doctor, que no es una joya en el barro. Es el mismísimo barro. El barrio. Salir de caño a ganarse el pan. Ponerle el pecho a la calle. Zafar de la gorra y de la muerte. Drogarse hasta perder la consciencia. Encontrar consuelo efímero en la primera boca o el primer culo que se cruce. Y así, en repeat. Hasta que dé.
“30 mil pe$o$”, “Ricky Sarkany”, “Paliza”, “Falopa y pasta base”, “Merca y rivotril”. Los títulos y las barras de sus temas no dejan espacio a interlineados. Pura embriaguez servida por un tipo que tiene un flow irregular, al que le patina la erre y no le importa disimularlo. Que toma elementos del drill y el crunk, pero también del punk y el hardcore. Que puede citar tanto a Mala Fama como a Cyndi Lauper. Que usa como marca de agua un pegadizo “pu, pu, puuummm”, tres balazos hacia adelante que suenan como el reverso crudo del suicida e improbable “bang, bang, bang” de Serú Girán (“Viernes 3 AM”). Que no es ni de Macri ni de Kirchner. Ni de Boca ni de River. Que se mueve como pez en el agua en Recoleta o la Zavaleta. Mientras los chetos miran con desconfianza.
Primera pregunta para El Doctor: ¿cómo se llama realmente? Responde sin dramas y aclara: “No lo quiero decir públicamente, pero tengo un par de ‘fans de John Lennon’ que lo saben’”, dice en referencia solapada a Mark Chapman. Igual no corre riesgos, porque se llama como otro de los Beatles. Además, es de espalda ancha. Y seguro que no tiene problemas en apoyarte un fierro en la sien si la situación lo amerita.
“Estoy viviendo la vida que siempre soñé. Me pude ir de La Matanza y logré algunos objetivos, como sacar un álbum. También, hay una aceptación de parte del público que antes no había. Pero lo que me tocó de lo malo, es algo que no pude evitar. A veces veo que hay artistas que cantan y quieren tener algo que, para mí, no saben lo que están diciendo. Porque esas no son cosas lindas, ¿no?”, apunta para diferenciarse.
“En Argentina no hay nadie que viva el trap al 100″, desafía El Doctor por enésima vez. En muchas de sus canciones trata a sus colegas de falsos y les promete quebrarlos o jubilarlos, según el caso. “Igual, por más que estén mintiendo en sus temas, me sirve que se hagan los piolas para que haya menos discriminación y amortigüe cuando entre lo mío, que va siempre con una dosis de realidad. Para que le entre sin vaselina a la gente”, dice y hace como que se lubrica dos dedos para ser usados de ariete en una imaginaria penetración.
“Nací en Parque Patricios, pero soy de San Lorenzo, igual”, cuenta sobre sus orígenes y delata una pasión futbolera que casi lo lleva a ser un pesado del tablón. Hace treinta años, su mamá trabajaba de diseñadora gráfica y quedó embarazada. Pero estaba sola. “Ahí nos fuimos a la casa de mi abuela, en el barrio San Francisco, de La Matanza. Y ella no estaba orgullosa de que mi mamá esté embarazada soltera, sin saber quién era mi padre”, explica y hace un recuento incompleto de otros barrios carenciados del conurbano oeste en los que vivió: Los Pinos, Rafael Castillo, La Merced, La Cantábrica, Vía Muerta, Rivadavia 1…
—¿Qué otras cosas se te cruzaron en el camino que te tocó y decís: “Por ahí hubiera sido más fácil sin esto”?
—Y… varias. La droga, la delincuencia. Capaz que hubiese sido distinto. Es muy lindo, sí, que después digan: ‘Ah, sí, este es real’. ¿Pero de qué te sirve ser real y salir con armas de fuego si después no podés tener la aceptación de cierta parte de la crema? Arriesgas tu vida para que exista el rap de verdad, gangster, pero también se te cierran puertas.
—¿Qué te diferencia del resto de la escena?
—Como dije un par de veces en mi entorno familiar: yo de lo malo, saco lo bueno… pero hasta cierto punto lo podés hacer. No es la idea de que todo sea malo y hacer un bisnes con una realidad mala. Si a mi me hubiese tocado estar en una casa, con mi mamá, comiendo una tostadita… como muchos artistas que veo que dicen que son de barrio, pero viven en un cuento de hadas, con familiares que los quieren, gente que los ama. Hoy en día tengo a mi equipo de trabajo, estoy hablando con mi familia de vuelta, con mi hermanito Lauti… Pero ellos viven en un cuento de hadas, no tuvieron una vida triste. Y mejor, ¿no? A mi me hubiese gustado tener el apoyo de mi familia. Y yo no tuve nada de eso… Pero tampoco tengo ese berretín de pobre, de que la madre es sagrada y todo eso. Porque también hay madres buenas y hay madres que son malas, ¿no? Hay padres buenos, padres malos. Hay gente que le pega mucho a sus hijos.
—¿Hoy te llevás mejor con tu mamá?
—La verdad que sí. El otro día cayó a un showcito y me sorprendió, porque ni me avisó. Y sí, compré con eso. Pensé: “Vino hasta acá...”. Nunca tuve el apoyo de ella, tampoco de lo malo, cuando estaba haciendo otros bisnes, cosas de la calle. Hay madres que fuman porro con sus hijos y los cubren con sus delitos. Pero mi mamá siempre fue la contra, en todo sentido. Y mi papá… En el tiempo que estuve con él, solo pensaba en sí mismo, en sus necesidades. Priorizaraba sus cosas, no a mí. Éramos distintos. De parte de mi familia paterna, mis tíos y mis abuelos, todos tienen problemas con la justicia.
“El Doctor” era una joda y quedó. Se ganó el apodo de parte de unos “amigos de la noche” y en torno a eso forjó su personalidad rapera cuando descubrió que tenía habilidades para freestylear. “Nos juntábamos en un bar en Ramos Mejía. Ahí conocí al Misionero, a Ale Pluz, Mustafá (Yoda), (Sergio) Sandoval...”, recuerda sobre sus inicios en los que tuvo roces con históricos del rap.
“En ese momento, los que estaban en la escena se emburraban unas migas de sus dos o tres moviditas. Los raperos y los eventos de esa época no eran como los de hoy, que siento que hay más solidaridad. El under es muy discriminativo. Es más rígido que lo que es la crema y los que están pegados, que son gente más solidaria, siento yo”, diferencia.
—¿Tu estilo de esa época era como el de ahora?
—Sí, yo sacaba rimas que no tenía nadie. Aparte, no escuchaba solamente rap. No tenía compu, pero tenía un amigo que sí y que me descargaba las pistas para rapear. Yo pensaba en pistas que no conozcan los raperos, porque ellos iban a poner una de Mo B. Dick, Eminem, 50 Cent, 2Pac, pero no iban a conocer una pista de Björk o de Madonna que más o menos zafe para rapearle arriba. Entonces yo caía y me armaba un formato así.
—Antes de eso, ¿ya hacías música?
—Sí, tenía una batería que se la dieron a mi papá unos tanos que andaban robando bancos y le debían plata. Se la dieron como un chiquitaje. Una marca nacional. Mi papá nunca la pudo vender y me la dio. Entonces empecé a tocar, los vecinos me amaban (se ríe). También me junté con un pibe que tenía una (guitarra) eléctrica y tocábamos. Yo escuchaba mucha radio, siento que eso me influenció mucho. Tenía un equipito con el que me grababa temas de la radio y después, como no tenía Internet, me iba a un cyber a buscar más información y más música para mis pistas. Eso hizo que mi estilo para rapear fuera mutando.
Otra de las cuestiones que marcan el momento en alza de El Doctor es su faceta de conductor en su propio stream show. Se llama 808 Studio, se emite por el canal de Twitch de Peek Latam y, además de abrir la puerta a su mundo privado a través de anécdotas picantes, entrevista a invitados que pueden ser colegas (de Klan a El Noba, de La Joaqui al Peke77), pero también personajes televisivos como Mauro Szeta y Esteban Lamothe.
El programa tuvo su propio viral el día en que se confirmó su presencia en el inminente festival Primavera Sound Buenos Aires y en el chat le preguntaron si estaba contento de estar en el mismo cartel que Travis Scott. La reacción de El Doctor: “¡Estoy en el mismo flyer que Björk! Que se chupe una chota Travis Scott. A Björk la escucho desde hace una banda, desde que soy chiquito. Y a Travis Scott lo conozco hace tres días”.
—¿Cómo te llevás con la industria?
—Más o menos. En Estados Unidos hay muchos late night shows y van raperos que putean a full y nunca nadie les dijo: “No, que Fulanito no vaya”. Y vos sabrás las internas que debe haber en las oficinas que dicen: “Podemos traer a este, pero a este no porque en los temas dice esto y no lo podemos permitir”. ¿Por qué? ¿Porque lo dice uno? Tendrían que ir a los programas (de televisión) todos los artistas explícitos. El rap tendría que ser menos discriminado, no te tienen que poner esas trabas en el camino. ¿Como puede ser que Miley Cyrus hace un tema con Juicy J y Wiz Khalifa y Ariana Grande con Lil Wayne y acá no pasa eso? Igual, creo que el único que putea en los temas soy yo, me parece. Acá hay un par que la dicen, un poco con carpa, pero nunca del todo. Todavía creo que soy el primer rapero que hay acá, el primer rapero que existió.
—¿Y qué sentís ahora que algunos de tus colegas te dan sus respetos?
—Nació de ellos. Yo trato de no molestar, nunca le sogueé nada a nadie ni jamás faranduleé con eso. Siempre me hice valer por mi mismo, desde el día uno, yo solo, sin hacer efeté (feats, colaboraciones) con nadie. Como Luis Miguel y Chayanne, que son conocidos por temas de ellos solos, no porque hicieron uno con Fulanito. Muchos artistas quieren hacer temas conmigo, pero no me gusta hacer feats.
—¿Sentís que la música actual perdió rebeldía?
—Sí. En un momento la cumbia villera, el rock y el punk puteaban, estaban en contra del sistema. Hoy en día, los que bardeaban a todos los políticos, están en un partido o avalando a uno. ¿Cómo puede ser que la música más rebelde aplauda a un político? ¿Dónde están los artistas que estaban en contra de todo? Si hoy te ponés un poco en contra, te dicen que sos un gil, que tenés que aplaudir a la yuta. Y para mi eso es re aburrido.
—FAFA, tu último disco, es tan atrapante como desprolijo y dijiste sentirte aliviado con el hecho de haberlo editado. ¿Por qué?
—Tengo muy claro que lo mío no se parece a nada y siempre supe que a alguien le podía gustar. Mi vida estuvo varias veces en riesgo y por eso dije: “Esto tiene que salir, porque si me llego a morir no se va a enterar nadie”. Por suerte sobreviví y pude sacar mis temas. Ahora ya estoy laburando en otro álbum con mucho amor. Tiene su oscuridad, pero no tiene ni los problemas ni la desprolijidad de FAFA. Yo pensé que no podía superar a mi último disco. Y sí, pude. (El rapero) Tuqu Ran escuchó algo y me dijo: “Esto es la profesionalización de El Doctor”. Así que estoy más motivado con este trabajo, que está siendo todo producido por Patito Wav, que todavía no se lo conoce tanto pero me lo van a robar apenas lo vean.
—¿Qué te llevó a robar?
—Robaba por ambición y necesidad de siempre querer estar mejor. A la vez, poder tener otro bisnes, ¿no? Aparte, de tener la influencia del barrio donde uno viene, de los berretines, la jerga, los prejuicios y todo eso. No lo hacía por diversión, porque te da ansiedad, te da miedo.
—”Si no triunfo, de nuevo entonces robaré”, decís en tu tema “No esta vez”. ¿Volverías a eso si te va mal con la música?
—Sí, sí.
—¿Cómo era tu vínculo con La Butteler, la barrabrava de San Lorenzo?
—A un par de los integrantes de la barra los tengo arriba, es como estar con Mick Jagger. Así como hoy en día frecuento a los más pegados de la música, estuve con los más pegados de la delincuencia. Es algo que me tocó y algunos que son ídolos me decían: “Gordo, vos tenés que ser re barra”. Y era mi sueño, pero tenía que dedicarle mucho tiempo, como a la música. No la podía romper con la música si estaba todos los días de la semana yendo al entrenamiento de San Lorenzo. Un partido empieza a las 21 horas y a las 9 de la mañana ya tenía que estar ahí. Capaz que tenía un show el mismo día que había partido, y ya estaba afónico. La gente rescatada dice: “Acá queremos venir con la familia, no queremos a la barra”. Pero la barra no va a quebrar nunca. Y no es ninguna deshonra ser barra, porque gracias a la gente como esa tu club conserva el respeto que tiene que tener. Una banda.
—En tu Instagram venís contando que llevás mejor tu adicción a las drogas. ¿Cómo estás con eso?
—Sufro de una adicción, pero trato de que mis allegados no sientan que me tienen que estar vigilando, porque tampoco me gusta que me vean corte: “Uh, te drogaste”, y se sientan mal. Si tu manager parpadea y te vas a drogar, entonces no tiene sentido. Hay que poner de uno para parar. Hace poco estaba en una gira, ya habíamos hecho 8 shows y teníamos como 15 más. Y me dijeron: “Doctor, si te vas a drogar después de todos los shows, vas a terminar con el cerebro re mal”. A partir de ahí, después de cantar, me como una hamburguesa, un sanguche y me voy a dormir. Lo más difícil es que, tanto otros artistas famosos o los fans cuando me cruzan, me dicen: “Mi sueño es drogarme con vos, porque vos sos El Doctor”. Es la típica, que ya un poco te zarpa. Pero yo soy más que droga, yo soy más que un par de temas. Y capaz que no lo pueden entender, pero me chupa un huevo si se ofenden y no cumplo sus expectativas, porque yo sé bien lo que quiero. Y si me gusta drogarme, me gusta hacerlo solo o con alguien que quiera. No para hacer un marketing de estar de gira, drogado.
—¿Qué tan real es El Doctor?
—Tan real como parece.
SEGUIR LEYENDO: