Para comenzar esta crónica, imagine el lector esta situación. Todos los italianos o casi todos los franceses o todos los peruanos más los venezolanos entonan al unísono: “I will always love you...”. Parece algo imposible, sin embargo no lo es. En 1992, 62 millones de personas, es decir la población total de esos países, habían comprado la banda sonora de la película El guardaespaldas y convertido su tema principal “I Will Always Love You” en un himno romántico que resonaba en todas las radios occidentales. Pese a que la crítica había calificado a la película con apenas cuatro de diez puntos, arrasaba en los cines. Los espectadores amaron esa historia de amor distinta y la convirtieron en uno los títulos más emblemáticos y recordados de los 90.
El guardaespaldas narra la historia de una estrella pop, Rachel Maron, que ante las amenazas de muerte que recibe contrata a Frank Farmer, un ex agente del FBI, como custodio. El hombre es tan eficaz como pintón y ella es tan talentosa como vulnerable, así que entre canciones y acciones, protegida y protector se terminan enamorando. Hasta ahí podríamos decir -en este caso escribir- que es una historia más e incluso ni siquiera muy original. El mismo año que se estrenó la película se supo que la princesa Estefanía de Mónaco estaba enamorada de Daniel Ducruet, su custodio y padre del hijo que esperaba. Unos años antes, en 1987, la princesa Diana vivió un romance con Barry Mannakee, su jefe de seguridad. El hombre fue despedido de su trabajo y al tiempo murió en un accidente de moto demostrando que los finales felices a veces solo se dan en pantalla.
Si los romances anteriores demuestran que la historia de amor entre una celebridad y un custodio podía ser algo real, El guardaespaldas rompió con algunos tópicos que en su momento escandalizaron y escandalizaron mucho. Narraba la historia de amor no entre una muchacha pobre y débil sino entre una artista poderosa, millonaria y algo engreída, y entre un hombre más pobre pero que lejos de ser un cazafortunas simpaticón era profesional y bastante agrio. Lo que más escandalizó no fue la ruptura de los roles tradicionales que se esperaban en dramas románticos sino que sus protagonistas eran una afroamericana y un blanco, y para colmo de los prejuiciosos, en ese romance, el color de piel no era un problema.
La idea de esta historia surgió de la mente creativa de Lawrence Kasdan. El guionista no había logrado que ningún productor se interesara en su historia pero en 1985, filmando Silverado, conoció a Costner y todo cambió. El actor se entusiasmó con el libreto, pero en ese momento no pudo avanzar con la idea. Es que el actor comenzaba una época de oro en su carrera donde protagonizaría Los intocables, Venganza, JFK y Robin Hood entre otras películas y arrasaría con los Oscar de 1990 como actor y director de Danza con lobos. En 1991 recordó la idea de Kasdan. Decidió producir, protagonizar pero no dirigir El guardaespaldas. Cuando le preguntaron quién sería la protagonista no dudó: Whitney Houston.
Su propuesta hizo empalidecer a más de uno. Desde 1985, la cantante estaba en la cima. A los 22 años su primer álbum había vendido 18 millones de copias en todo el mundo y tres años después su fortuna ya llegaba a los 45 millones de dólares. Pese a que era una mujer éxito solía ser criticada por la comunidad afroamericana. Se la consideraba una “uncle Tom” (término despectivo para referirse a las personas que renuncian a sus raíces para agradar a los blancos) y así se lo hicieron saber en una entrega de premios de 1988 donde en vez de una ovación fue abucheada. La defenestraban por las letras algo melosas de sus baladas pero ella se defendía: “Te cuenta la historias que la gente quiere oír”.
Además de las críticas por su música, Houston debía enfrentar los rumores que aseguraban que era lesbiana -cuando la pregunta es ¿y qué delito hay en eso?- y que entre sus amantes estaba su secretaria y varias actrices. Se decía que su pareja con Bobby Brown, seis años menor que ella, era una pantalla y que aunque se mostraba suave y tímida era violenta e irascible.
A Costner todos estos rumores no le importaron. Para él, Whitney era la adecuada por su innegable voz, su elegancia natural, su presencia atractiva en cámara y fama internacional. Cuando le ofreció el papel ella dudó. Tiempo antes había rechazado protagonizar Dreamgirl y eso que era un musical. ¿Por qué debería aceptarlo ahora? Además, ella cantaba no actuaba.
Houston le planteó sus dudas a Costner. Primero le dijo que Rachel le parecía demasiado engreída y perversa, el actor coincidió y aceptó volverla más cálida y vulnerable. Houston planteó su principal temor. Si como cantante y teniendo el innegable talento que tenía la destrozaban, ¿qué pasaría al verla como actriz cuando ella jamás había actuado? Kevin se encargó de asegurarle -en persona y no mediante asistentes- que él estaría junto a ella, que la acompañaría todo el tiempo en su trabajo y que jamás permitiría que alguien la destruyese con sus críticas.
Costner cumplió a rajatabla su promesa de cuidarla. Antes de comenzar a rodar, Whitney tomó lecciones de actuación pero él le aconsejó seguir su instinto y encanto natural. “Eso fue lo difícil. Aprender las líneas y dejarlas fluir como si estuviese cantando”, admitiría ella en una entrevista en Los Angeles Times, de 1992. Cuando Whitney realizó su primera prueba de cámara se maquilló en exceso y su rostro perdió encanto. Lejos de amonestarla delante de todos, Kevin la llevó a su camerino y le explicó que en el cine no era necesario maquillarse tanto como para los videoclips.
Además de protegerla en el set, Costner se encargó de defenderla ante los racistas retrógrados. Cuando le expresaban sus dudas acerca de los besos interraciales, él no se inmutaba y solo respondía: “¿Quién podría no enamorarse de Whitney Houston?”. Y acá vale un dato histórico. Tanto escándalo por esa historia de amor quizá se explique porque hacía apenas 25 años que en Estados Unidos se había aprobado el matrimonio interracial. Y va un dato más. Ese mundo racista mucho no cambió. Oliva Wilde contó que cuando su personaje Trece se besa con Omar Epps, el actor negro que encarnaba a Foreman en Dr. House, recibió amenazas de muerte. Y eso ocurrió en el año 2009 y no en los tiempos de la esclavitud.
Con semejantes antecedentes -o prejuicios- la película fue un hito para las mujeres. Por primera vez, una mujer afroamericana era la jefa y no la empleada y por primera vez el conflicto no era por el color de piel sino porque los protagonistas estaban más enamorados de sus trabajos que de otros seres.
Convencida al fin con su personaje, protegida por Costner, Houston fue terminante en una condición: no haría desnudos. “A pesar de que a todos les gustaría verme sin bombacha esto no va a ser posible”. Las escenas de sexo son casi escenas de castidad, sin embargo la película tiene momentos que dan “cátedra de erotismo”. ¿Qué espectador no recuerda la escena de la katana y el fular sin que se alboroten las hormonas? Si algo indican los manuales básicos de seducción es que muchas veces insinuar es mucho más potente que mostrar y que el juego de la seducción puede ser mucho más atractivo que la concreción del deseo y de esos momentos hay y hay de sobra en El guardaespaldas.
Estrenada, la película fue un éxito comercial pero recibió 7 nominaciones al premio Razzie, conocidos como los anti-Oscar y que celebran las peores cintas del año. Fue nominada a peor película, peor guion, peor actriz y peor actor, entre otras candidaturas, aunque no llegó a ganar ninguno.
Para muchos, la actuación de Whitney era mala. Ante las críticas ella admitía que era una actriz mediocre y que lo único que le importaba era cantar. “Soy una voz. Es el don que Dios me dio”, decía. Lo que sus críticos no sabían es que esa “actriz mediocre” realmente actuó para vivir o para reconectarse con la vida. En medio del rodaje supo que estaba embarazada de su pareja, Bobby Brown. Imagine el lector, la alegría y también la expectativa. A las semanas sintió un dolor muy fuerte y sufrió un aborto espontáneo. “Fue muy doloroso, emocional y físicamente”, contaría Whitney muchos años después.
Al terminar de filmar surgió otro gran problema. Al editar las escenas, Mick Jackson, el director, comprobó que entre los personajes no existía la química explosiva que se espera de dos seres enamorados sino que lo que transmitían era la complicidad de dos amigos. Y sí, ya sabemos que a veces es más difícil encontrar un buen amigo antes que un gran amante, pero eso que pasa en la vida real arruina cualquier película romántica. Fue entonces que Kostner volvió a demostrar que era hombre de palabra. Para no dejar mal a su amiga, se encargó de supervisar la edición. Decidió darle más primeros planos a Houston. Así logró que ella brillara aunque su rol de actor quedara algo desdibujado.
Después de la película el camino artístico de Houston siguió en ascenso. Se cansó de vender discos, imponer temas, organizar giras, ganar premios y encabezar listas de éxitos. En su vida privada entraba en una zona oscura donde las adicciones comenzaron a cercarla. “Tenía tanto dinero y tanto acceso a lo que quería”, le confesó a Oprah Winfrey, esa especie de gran confesora de las celebridades. Además aceptó que tenía una relación violenta y tóxica con Brown. “Pasaba los días y las noches drogándome con Bobby, mirando televisión. Estuve siete meses sin sacarme el pijama…”.
En 2006 se divorció y encaró dos internaciones para rehabilitarse. Parecía que poco a poco retomaba las riendas de su vida. Dos días después de ensayar para la fiesta de los Premios Grammy 2012 la encontraron boca abajo en la bañadera del hotel. Intentaron reanimarla durante 20 minutos. No funcionó. Había cumplido 48 años.
Días después se realizó su funeral. Aunque algunos pedían un homenaje público la familia decidió organizar un funeral estrictamente privado. En el oficio religioso cantó un coro de gospel. El alcalde de Newark, Cory Booker, la recordó “como uno de nuestros ángeles”. Entre los que se acercaron a despedirla estaba Stevie Wonder, Mariah Carey, R. Kelly y Alicia Keys, que cantó “Send me an angel”.
Kevin Costner no podía faltar en la triste despedida. “Sequemos nuestras lágrimas y recordemos el dulce milagro de Whitney. Le dije que iba a estar con ella ‘in every step of the way’ (en todos los pasos del camino), como dice la canción de El guardaespaldas”, comenzó su discurso. Se recompuso y siguió: “Whitney, si puedes escucharme, no es que fueras lo suficientemente buena. Eras la mejor”. La despidió no como el actor que era sino como ese amigo que alguna vez le prometió que la cuidaría y que ante su muerte se quedó con la certeza de que “ahora hay una mujer en el cielo haciendo que Dios se pregunte cómo es que creó algo tan perfecto”.
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