Elena Roger: “Para Édith Piaf lo más importante era cantar y eso me genera mucha admiración”

Desde hoy y por doce semanas, la artista vuelve a interpretar al personaje que la consagró a nivel mundial. La emoción del reencuentro y la importancia de poner el cuerpo y el alma a cada desafío

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Elena Roger habla de Édith Piaf, antes del reestreno de la obra

Al borde de la Plaza Congreso, la marquesina del Teatro Liceo se roba todas las miradas de una húmeda Buenos Aires. La gigantografía de Elena Roger anuncia el regreso a personificar a Édith Piaf en el musical de Pam Gems que la consagró en Londres y la enamoró para siempre de la genial artista francesa. Serán doce semanas mágicas con funciones de miércoles a domingo en un ejercicio laberíntico del túnel del tiempo, que le permitirá reencontrarse con el papel más importante de su prestigiosa carrera y que ocupará su agenda siempre cargada e inquieta

Una vez adentro, el teatro ofrece la magia de su estampa clásica y muestra con orgullo su cédula de identidad que marca 150 años. En sus olores y en sus sonidos se adivina el paso del tiempo y el revoloteo de esos duendes que suelen habitar estos lugares mágicos. También en su arquitectura, apenas modificadas por las mesas que reemplazan a las butacas más cercanas al escenario y que realzan una aproximación al café concert. Y nada parece más atinado, porque Piaf se consagró en ambos sitiales, en los cabarets de mala muerte y en los grandes escenarios del mundo.

En una entrevista con Teleshow, a horas del reencuentro con su público, Elena observa cada uno de estos detalles y piensa cada sílaba de sus respuestas. El escenario impacta por su minimalismo oscuro e imponente que se proyecta hacia toda la sala. Piaf se lee en letras borroneadas, castigadas como el cuerpo de esa mujer que se propuso ser leyenda y no dudó un instante en conseguirlo. Ese personaje clave en su carrera, ese que hace trece años le valió la consagración en la escena británica y que vuelve a estrenar en Argentina con producción de Adrián Suar y Preludio.

Piaf se topó con Elena casi de casualidad. En el tocadiscos de su madre, donde tuvo sus primeras aproximaciones a la música, no había lugar para El Gorrión de París. Fue recién cuando viajó a Europa para representar a Evita que llegó a sus manos un compilado, ya en formato compact disc, y al poner play reconoció muchos de esos himnos. “No sé bien por qué, pero ‘Padam Padam’ o ‘Non, je ne regrette rien’ estaban en mi memoria”, recuerda. Ese era todo su bagaje cuando decidió ponerse en la piel de Piaf, allá por 2009. “Me preparé, fui a París, vi todos los videos, leí las biografías y de a poco me fui enterando de toda esta maravillosa vida de mujer de abajo que llega muy arriba y que intenta sostenerse de la mejor manera posible”, explica.

Elena Roger como Édith Piaf
Elena Roger como Édith Piaf

Después de la explosión Piaf, que representó en Londres, Madrid y Buenos Aires, Elena no volvió a interpretarla más que en algunas canciones de su repertorio ocasional. Guardó por más de una década el traje de fajina y la densidad artística que significaba habitarla. Por eso, para ella también es un reencuentro con su pasado y con el papel que le dio más satisfacciones en su vida. Esa mujer que salió de lo más bajo, llegó a lo más alto y murió demasiado pronto y demasiado triste. “Me fui encontrando otra vez con el personaje, con sus miserias y con sus virtudes, y eso me da mucha felicidad”, resume Elena.

La dirección vuelve a estar a cargo de Jaime Lloyd, el director inglés responsable del estreno en Londres que le valió a Roger el Premio Lawrence Olivier a la “Mejor Actriz” y que viajó especialmente al país para supervisar la puesta a punto. “Él es muy inteligente y muy increíble”, sintetiza Elena. “Ahora nos reencontrarnos con él y su nueva cabeza, modificando algunas cosas para mejorar lo que había hecho en su momento; es todo un viaje y es un proceso muy enriquecedor”, agrega la artista, que en la química de los ensayos palpó la esencia de aquel amor y movilizó un cúmulo de sentimientos suspendidos en el tiempo. “No pensábamos que iba a ser tan fuerte el hecho del reencuentro”, dice con la voz algo tomada por la emoción. “En estos años pasó la vida, llegaron los hijos, progresaron las carreras, afloraron tristezas. Y volver a encontrarnos demuestra un compromiso con el proyecto”, agrega con gratitud.

—Y también hubo un reencuentro tuyo con el personaje.

—Piaf es un personaje muy querible, y además de ser una mujer que vivió en una época difícil para la mujer, siempre fue muy vanguardista en todo lo que tuvo que vivir, y luchó y puso el pecho un montón de situaciones feas en su vida. Como ella misma decía, nació en las calles en la calle, en la capa de un policía en unas escaleras, y de ahí llegó a ser la cantante mejor paga del mundo. Eso es un logro maravilloso. Era una iluminada y una artista increíble, porque con un vestido negro, sola en un escenario, sin moverse demasiado, simplemente cantando sus canciones con sus letras maravillosas cautivaba públicos enteros.

—¿Cómo dialoga la obra con el contexto histórico?

—La obra cuenta todo el ambiente de París y los elementos escenográficos que son mínimos pero que te crean la ilusión de estar en un lugar lujoso o en un lugar muy pobre o de repente viendo una pelea de box. Y también se trata el tema de la guerra, donde ella sacó una gran cantidad de gente de los campos de concentración, entraba con una cantidad de músicos y salía con más, falsificaban documentos. Cuando falleció tenía la bandera francesa sobre su cajón, era una heroína de guerra.

Elena Roger habla de Édith Piaf, antes del reestreno de la obra

—¿Cómo era la mirada sobre ella en su tiempo y cómo es hoy?

—Al principio la criticaban mucho, porque ella salió de la calle y justo asesinan al hombre que la llevó a cantar al primer club. Y ella parece que estaba implicada, queda ahí en el medio. Después se hace famosa y se despega de eso, y ayudó mucho a otros cantantes, como Yves Montand, Charles Aznavour, Atahualpa Yupanqui, les dio un lugar en el mundo del espectáculo. Era muy querida, no sé tanto con las mujeres que pasaba no se habla mucho de eso, pero se la ve una persona que era generosa que no era agarrada con el dinero daba invitaba fiestas. Que tenía una relación con Marlene Dietrich que nunca se supo si era sexual o no, se acostaba con un montón de hombres, no le importaba nada. Y disfrutaba de la vida.

Cuerpo y alma. A su manera, Elena también disfruta de su trabajo y no entiende el arte de otra manera que no sea involucrándose con la obra o el proyecto que le toque interpretar. Así pasó por ejemplo con las obras Mina, che cosa sei?!, inspirada en la cantante italiana, con la encarnación de Evita en pleno Broadway y su más reciente interpretación de la abuela Cocó Sharp en la serie juvenil Entrelazados de Disney+. Pero también se expande a sus proyectos musicales con Escalandrum donde versionó a Astor Piazzolla y a María Elena Walsh.

—¿De dónde viene ese abordaje casi conceptual ante cada desafío artístico?

—Se trata de tener empatía. Me siento en el deber de saber, estar, acompañar, y entender cuando canto una canción, cómo fue creada y de dónde sale. Después yo le puedo dar mi interpretación con lo que traigo en mi vida y mis experiencias. Con respecto a Piaf, cada canción tiene algo de su vida, ella se juntaba con los compositores y decía “yo una vez conocí un legionaire, y me pasó esto, y lo otro”, y sale “Mon legionaire”; “amé mucho a Marcel Cerdan” y sale “Hymne à l’amour”, o Mon dieu”, y así tantas. Eso al momento de interpretarlo es muy fuerte para mí, y me llena de imágenes, de lo que pudo haber sufrido o cuánto lo habrá querido. Y me hace poner a alguien mío en esa figura, vincularla con alguna historia similar para llenar de imaginación mi cabeza y así poder transmitir lo que quería cantar.

—¿Cómo fue este trabajo cuando hiciste Evita?

—Cuando me tocó interpretar a Evita, me tocó hacerlo en una obra que hablaba muy mal de ella, muy mal de la Argentina, y la primera vez que la leí dije “Uy, ¿de qué me disfrazo, cómo hago esto?” Me agarré al personaje y empecé a tener empatía con ella, en el sentido de que por más que la obra la juzgara, si ella puteaba o maltrataba, entendía por qué, era su manera de ir contra lo que le había pasado. Se trata de entender a cada personaje, así los puedo disfrutar.

Elena Roger en la platea
Elena Roger en la platea del Liceo. Desde este lunes hará Piaf durante doce semanas (Matias Arbotto)

—Por qué decís que Piaf es el personaje que más satisfacciones te dio?

—Mina... fue la primera obra que hicimos autogestionada, fue muy importante para mí y para mi carrera pero yo cantaba las canciones, no la interpretaba. En el caso de Evita tenía una gran responsabilidad y no se estaba contando la historia que quizás yo hubiese querido contar, pero en el caso de Piaf no hay nada que yo tenga que salir a defender. Siento que es una obra muy hermosa y muy humana. Es la música que te eleva, te lleva, es tremendamente emotiva. Y ella tenía mi altura” (risas).

—¿Seguís descubriendo cosas en la figura de Piaf?

—Sí, por eso me gusta, y siento que además puedo entender ese mundo del cantar. Hace poco vi una entrevista donde dice que no le tiene miedo a la muerte y que lo más importante para ella es cantar. Y eso me genera mucha admiración, porque por momentos me siento cansada, que me agota la vida, o que tengo mocos y si no soy perfecta para mí es un desastre. Y la admiro porque ella salía, desafinaba y estaba ahí. Hay un concierto que ella hace cuando ya está a punto de morir, que tiene mi edad de ahora, 47 años. Artrosis, toda encorvada, está ahí y canta. Yo no sé si podría hacer eso.

—¿Cómo vivís esta reapertura de la industria cultural luego de la pandemia?

—Me encanta porque Buenos Aires es un lugar que siempre tuvo muchísimas opciones y distintos tipos de espectáculos, y se ve que la gente no perdió las ganas de consumirlo por la pandemia al contrario, ves un montón de gente en las calles yendo a los teatros. Siempre es difícil hacer teatro, y tendríamos cambiar la costumbre de pedir entradas, o rebajas. Está bueno pagar para ir al teatro, es una conciencia que uno debería tener que si puede, porque también es una manera de que se pueda seguir haciendo teatro. Es raro, uno no va a la carnicería y pide algo de onda, pero hay algo en el arte que está ahí dando vueltas que quizás habría que tener un poco más de conciencia.

Una abuela genial. Mientras se preparaba para protagonizar esta obra ambientada en el siglo pasado, Elena acababa de rodar la segunda temporada de Entrelazados, una serie propia de este tiempo y con mirada al futuro. Allá es Cocó Sharp, una estrella de la comedia musical, en un mundo de adolescentes y con algunas cuentas pendientes con su pasado. “Es un mundo totalmente distinto al que estamos hablando. Cocó no es un personaje real, pero hay mucho de mí y de mi vida, aunque no es biográfico ni mucho menos. Todavía no tengo nietos...”, bromea Elena. Pero sí tiene hijos -Bahía de 8 años y Risco de 4- con su pareja, el actor y director Mariano Torre, que de a poco empiezan a disfrutar del trabajo de su madre.

—¿Cómo te sentiste en el papel?

—Me gustó mucho representarlo, porque es una serie que aborda el tema de la sanación de los vínculos familiares y también de nuestra sanación física y mental. A veces cargamos con cosas que traemos del pasado y decimos “esto no es mío, es de mi abuela”. Es una búsqueda muy profunda y una historia en la que no hay personajes totalmente malos ni totalmente buenos; todos tienen sus defectos y sus virtudes.

—La obra está dirigido a un público infanto-juvenil. ¿Tus hijos te ven en la tele?

—Mi hija se pone el apellido de mi personaje, dice que es Bahía Vida Torre Roger Sharp (risas). Es divertido, nosotros lo normalizamos en casa. Hace mucho tiempo que no tenemos televisión, pero contra las plataformas no pudimos. Igual se ven cosas muy interesantes también y hay un abanico tremendo de posibilidades, que a veces a mí me abruman. De hecho estoy medio negada a ver series, porque como hay tanto que ver que de repente me engancho con algo, pero no me da la cabeza para todo.

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