En ese camarín en el que abundan los colores neutros y la luz natural que ingresa por un ventanal, Marcelo Tinelli intenta reubicarse. El sillón es confortable, amplio y mullido, pero estando sentado, su 1.87 parece todavía más extenso. Cambiará de posición a menudo, tratará de acomodarse, pero nunca parecerá incómodo. Y durante la entrevista con Teleshow -extensa, concedida sin apuros- siempre mirará de frente. Apenas desviará la vista para seguir las eventuales contingencias de un partido de fútbol que el televisor exhibe en silencio.
Al otro lado de un largo pasillo se despliega el nuevo estudio de LaFlia, montado sobre lo que fue el Bailando: un escenario circular en el centro del lugar con parlantes dispuestos en el piso, una tribuna armada para 100 jurados (alta como es, obligó a subir varios metros la parrilla de luces), otras dos más pequeñas a los costados, destinada a familiares y amigos de los participantes, pantallas de led en abundancia. Todo asoma como nuevo, reluciente, a estrenar.
Una joven canta, la música suena todo volumen, los técnicos repasan cualquier detalle, el Chato Prada ronda, supervisándolo todo. Ahora se desarrolla un ensayo, pero a principios de esta semana allí, en los Estudios Baires de Don Torcuato, se grabaron las primeras cuatro emisiones de Canta Conmigo Ahora. Por estas horas se edita el programa del debut, que saldrá al aire el lunes a las 22.30 por ElTrece. Será particular para Tinelli: a diferencia de las temporadas anteriores, nada irá en vivo. Todo ya fue realizado.
Y entonces, ¿la expectativa también resulta distinta? “No. Es tremenda -dice, y se sincera-. Me volvió a pasar lo mismo que cuando empecé VideoMatch: no sabía qué era. Hay algo desconocido como fue aquella noche, cuando iba a estar sentado atrás de un escritorio y pensaba cómo lo iba a hacer. Ahora me pasó lo mismo. Cuando venía para acá a grabar, pensaba: ‘¿Cómo será estar ahí? ¿Qué pasará?’. Lo hablaba con los jurados en la previa: ‘Vamos a aprender todos un formato en la tele’. No es que yo la tengo clara porque tengo 40 años en la tele. No. Acá, es aprender todo de nuevo”.
Y es que al igual que el sillón de su camarín, el estudio -que se asemeja a un microestadio- es amplio y confortable. Bullicioso, nunca estará en silencio. Multicolor, es luminoso por momentos, pero quedará en penumbras cuando lo amerite la ocasión. Y aunque jamás se lo notará incómodo, Tinelli comprende que debe hallar un nuevo rol como conductor, mirando de frente al espectador.
—Apenas grabaste cuatro programas, ¿pero ya encontraste tu lugar?
—Lo voy encontrando. En el cuarto ya me sentí un poco mejor.
—Conducir este formato es como hacer otro deporte.
—Le dije lo mismo al jurado. Yo siempre jugué con el vivo: empezaba a las 10.30, a las 12 decía “¡Chau, chau, chauuuu!”, y todo lo que pasaba ahí, hasta los errores, los tomábamos a favor: “¡Huy, se te cayó la lapicera!”. Acá, si se cae la lapicera... “¡Corten!”, y empezamos de vuelta. Voy por las escaleras, tengo tanto para subir con los jurados (en la tribuna), para un lado, para el otro, que cuando terminé el primer programa me preguntaron cómo me sentía: “Como si hubiera jugado dos partidos de 90 minutos en la altura de La Paz...”. ¡Estaba muerto! (Risas). Llegué a casa hecho pelota y quedé tirado. Fue como: “¡Guau! Qué fuerte esto”.
—Comprás un formato afuera y primero le das la idiosincrasia del país.
—Sí, lo tenés que argentinizar.
—Y después, tu sello.
—Sí.
—Pero en este formato el conductor no tiene tanta presencia.
—Totalmente. Y esa era una de las grandes preguntas que me hacía cuando elegí el formato. Yo soy un fanático de los big show. Vi este formato, me gustó, pero no lo pensé exclusivamente para mí ni para un conductor: lo vi para la productora. En los de Inglaterra, Brasil y Colombia, es verdad que los conductores no tienen mucha participación. Pero en un momento me enganchó para mí. “Hacelo vos”, me dice el canal. Y yo me sentía un elefante en un bazar: “¿Adónde entro acá, dónde me pongo? Me voy a tener que buscar otro rol”. Y después me di cuenta, al menos por cómo lo hago yo, de que es un formato muy de conductor, aunque no apareceré tanto. Antes presentaba una pareja de baile, bailaban y yo me quedaba a un costado; en las devoluciones presentaba a los jurados y yo me quedaba hablando con otro (fuera de aire). Acá está todo el tiempo mi cara. Además, estoy hablado de fondo. Y los que están participando me quieren al lado de ellos: quieren saludarme, abrazarme. El otro día los de la productora (dueña del formato) me dijeron que a un participante lo saludara desde allá (desde un costado de la escenografía). Y el participante me dijo: “¿No me vas a venir a saludar? No puedo creer estar con vos al lado...”. Esas cosas para mí son hermosas y quiero hacerlas. En otros países el formato tapa el conductor, y acá, tengo que argentinizarlo y tinellizarlo. En un programa que grabamos, me trepé entre los jurados. “¡¿Qué hace?! ¡Está loco este muchacho!”, decían los productores del formato. Y después, les encantó. Yo quiero darle mi impronta.
—Si hay algo que te han reconocido es descubrir personajes y encontrarle el pulso a la gente. Y te amparabas en el rating. Pero ahora no lo tenés el minuto a minuto.
—No. Será intuición, lo que surge en ese momento. Y después, lo que vamos viendo con lo que le gusta o no a la gente cuando sale al aire. El Hotel de los Famosos iba un mes adelantado y se la jugaron; Masterchef también. La televisión de hoy es así. “¿Te gustaba más la cara de Donato (de Santis) o la de (Damián) Betular?”; “No lo sé...”. Bueno, acá es lo mismo: “¿Te gustó lo que habló El Puma (Rodríguez) o lo que habló Cristian Castro?”. Grabamos 140 minutos del primer programa, tenemos que dejar 88, 90: hay que sacarle 50 minutos. Si vos fuera el editor, ¿de dónde le sacás? ¿Algunos comentarios graciosos del conductor, algunos devoluciones del jurado, hacés más cortito a los participantes que no anduvieron tan bien? Y... no sabés qué puede funcionar y qué no.
—¿Ya viste el primer programa?
—No, todavía no está terminado. Igual, me cuesta verme en la tele.
—¿En qué sentido?
—Me cuesta verme... Soy muy buen editor: las notas de VideoMatch siempre las edité yo, el corte final. Pero me cuesta verme a mí.
—¿Te cuesta verte en pantalla?
—Sí... no sé... Ya lo vi. No estoy mirándome en pantalla. Y como soy yo, editando, me sacaría todo el tiempo a mí. Siempre le quiero dar el lugar a otro. Si tuviera que editar, sería: “No, ese comentario al Bahiano dejaseló; sacame a mí”. Me sacaría todo yo (risas).
¿Si voy al Mundial? Depende del programa: si le va bien, no voy a Qatar; si termina en dos meses y medio, viajaré. Si Canta Conmigo no llega a los dos dígitos, el canal va a necesitar poner ahí algo que sí los haga
—¿Cuáles son las expectativas en cuanto al rating?
—Tratar de hacer dos dígitos para mantenernos en el aire. El programa tiene una producción formidable y estamos enfrentándonos a un canal que está muy fuerte, como es Telefe. Podríamos decir que somos el PSG, pero enfrente está el Real Madrid. ¿Podés ganarle? Sí. ¿Podés perder? También. Pero más allá de ganar o perder, acá la expectativa está puesta en los dos dígitos. Es un formato corto: 11 semanas. Si el programa anda bien en esos dos meses y medio, se continúa hasta diciembre. Ojalá podamos seguir, y sino, será un formato muy muy bueno que durará dos meses y medio. La expectativa del canal para ese horario, pensando en lo comercial, es de dos dígitos. Y yo lo entiendo de esa manera, y no estoy angustiado por eso. Al contrario: me encantaría hacer un buen rating. A mí me importa el rating y trabajo para eso. Es más: voy a poner en cámara lo que le gusta a la gente; si algo le gusta más, voy a ir por ese lado. Siempre lo hice. Antes lo hacía en el momento, veía qué gustaba y qué no; acá lo voy a tener unos días después. Lo que haya que corregir, se corregirá.
—Por lo pronto, no tuviste ningún problema en terminar con el Bailando.
—Es que necesitaba terminar. En el 2019 tuvimos muchos problemas para armar el elenco: nos costaba conseguir famosos que bailaran; el jurado, complicado... Además, hacíamos un campeonato anual, como el de fútbol, pero de baile. Era difícil, estábamos repitiendo figuras. No solo eso: cuando vino la pandemia, ya no teníamos los protocolos para poder hacerlo. Son señales... Ya queríamos ir para otro lado y ese año hicimos el Cantando con Laurita (Fernández) y Ángel (de Brito). Yo no trabajé porque no nos dieron los protocolos: fui con (Adrián) Suar a Casa de Gobierno con Ginés (González García, exministro de Salud), pero no nos dejaron porque no se podía hacer. El 2021 arrancamos con un Bailando... raro. El programa se nutría de la gente que estaba en los costados (del estudio), los bailarines eran una excusa para que yo pueda ir y charlar. En cambio, cuando arrancamos el año pasado, no tenía a nadie. ¿Sabés qué terrible salir a camara y yo, que estoy acostumbrado a la gente, al griterío, a los familiares, al jurado, al público... no veía a nadie? Salía y estaba la mujer bombero de LaFlia con un barbijo, Fede Hoppe y dos productores con barbijos, los camarógrafos todos tapados; no había nadie de aquel lado, atrás tampoco; había un telón; dos médicos para emergencias y un utilero. Parecía el teatro negro de Praga. Era muy difícil hacerlo así. Y darle energía. Por supuesto, no fue el mejor año en cuanto números, pero viendo el rating de la tele, haber estado en 9.7 promedio en el año, habiendo empezado como empezamos, en 18, pero a las 11.30 de la noche, en un horario casi marginal de la tele...
—Vos, ¿cómo vivías ese rating?
—En un momento me relajé y dije: “Bueno, ya esta´”.
—En un principio lo sufriste.
—En un momento sufrí los cambios de horarios, pero después los entendí: tenían que buscar otras cosas que pudieran andar mejor. Después, venir 11.30 de la noche acá... Lo primero que dije fue: “Hasta el último día vamos a estar en vivo”. “¿Pero te parece venir en vivo a las 11.30 de la noche, todos, a Don Torcuato?”, me decían. “Sí... Vayamos en vivo”. Está bueno hacerlo en vivo a esa hora y estar acá, presentes, acompañando.
—Entonces el Bailando, como formato, ya se había terminado antes.
—Es que el último no fue un Bailando: para mí, ya lo habíamos terminado. Pero en el 2021 nos dieron la posibilidad de hacerlo, teníamos eso y lo hicimos. Pero no fue el Bailando en 360°, como yo le digo, con el jurado acá, el público allá, los familiares de aquel lado.
—También hay una exigencia porque sos Tinelli.
—Sí, totalmente. Y la tomo como tal.
—Si el Real Madrid llega a los cuartos de final de la Champions...
—(Interrumpe) Es un fracaso, totalmente.
—¿Te afecta?
—No, no me afecta. He hecho muchos fracasos en mi vida, he hecho éxitos también, y si me va mal en algo, trataré de corregir para que me vaya bien. Por supuesto que no es lindo que a uno le vaya mal en un trabajo. Pero una idea no anda bien, se tratará de cambiar y de buscar lo que le guste a la gente.
—Creí ver varios mensajes en el aviso publicitario de Canta Conmigo Ahora.
—A ver...
—Vas corriendo de noche, solo, y en un momento te cansás. Y lanzás un grito. Entonces empezás a recibir, de a poco, respuestas de la gente, en forma de eco, cada uno desde su casa. ¿Simbolismo puro?
—(Ríe) No lo había pensado así... Pero hay mucho de simbolismo ahí también.
—¿Estabas cansado?
—No, no, no...
—¿Necesitabas ese cariño, esa respuesta de la gente?
—Lo que sí me parece es que la dirigencia del fútbol un poco me sacó estar metido con la cabeza de lleno en el programa. Y me sacó muchas veces la cercanía con la gente. Eso lo sentí. Pero lo sentí en la diaria. Hoy me siento mucho más metido en esto y cercano a la gente. Me dice Ricardo Montaner: “Venite a comer un asado”; “¡Sí, vamos! Llevo a lo chicos”. Te enganchás más. Ahora estoy mucho más cercano al programa, como era yo antes: soy un enfermito del laburo, amo lo que hago. Me llevó mucho desgaste ser presidente de San Lorenzo; ser vicepresidente es otra cosa. Me tomé la licencia porque un día estando acá, grabando la apertura del 2021 con Adrián Suar y Pablo Codevilla, me empezaron a llegar un montón de mensajes de la gente: me mandaban audios por WhastApp, directo. San Lorenzo había perdido con Huachipato por la Copa Sudamericana. Y me puteaban... Sufrí amenazas. “Flaco, ¿hasta dónde vas a aguantar? ¿Por qué no te tomás una licencia y hacés el programa tranquilo? Estás grabando la apertura y parás porque te está puteando”, me decían. ”Tenés razón...”. Ahí me tomé la licencia, que se extendió. Al canal tampoco le gustaba esta onda de que estuviera tan expuesto, y es lógico. A la gente de la productora, tampoco: “Dale, flaco, dedicate a esto, a lo que tenés que hacer”.
—¿Y para vos, cómo fue? Porque de ser alguien muy querido empezaste a ser muy criticado.
—Sí. Y críticas de gente de San Lorenzo, que yo amo profundamente. Si alguien ha hecho muchas cosas por San Lorenzo soy yo, de toda la vida: el campeonato del 95, el equipo que armamos en el campeonato del 2007, cuando nos salvamos del descenso en el 2012, la Copa Libertadores, los viajes al Vaticano con el Papa, la vuelta a Boedo, la compra de las tierras... San Lorenzo es mi vida, es la pasión de mi abuelo, de mi viejo. Y ser insultado por la gente de San Lorenzo... Me daba pena. No me enojaba: me daba enorme tristeza. No puede ser eso así... Pero el fútbol no es una ciencia exacta: del palo para adentro, sos genio; del palo para afuera, sos chorro, corrupto, ladrón...
La dirigencia del fútbol un poco me sacó estar metido con la cabeza de lleno en el programa. Y me sacó muchas veces la cercanía con la gente
—Fuiste más allá de San Lorenzo: la AFA, la Superliga. Hoy, ¿qué balance hacés? ¿Te arrepentís? ¿Cerraste la puerta del futbol y la dirigencia?
—No me arrepiento. Y en todos los aspectos de mi vida: nunca cierro las puertas de nada. Tampoco sé cuales voy a abrir. Y de todo saco un balance positivo, aun habiendo pasado momentos muy difíciles como fue la elección de AFA, el camino en la dirigencia de San Lorenzo. Pero me sirvió para forjarme: pasar por momentos difíciles te hace más fuerte. Yo viví una infancia muy difícil, con un papá alcohólico y una mamá con problemas psiquiátricos severos, y todo eso a otra persona por ahí podría haberla puesto en otro lugar, y a mí me fortaleció, desde chiquito. No éramos una familia de dinero, ¿y adónde estudié yo? En la universidad de la calle. Más allá de haber seguido Periodismo, me hice en la calle, con mis amigos, repartiendo tarjetas de plomería, haciendo los sandwiches en el equipo de (José María) Muñoz, sirviendo café Y no lo digo de falsa humildad. Todo eso me templó. Entonces, no: estoy cero arrepentido.
—Aunque sos un hombre de fútbol desde siempre, ¿no terminaste encontrándote con algo que no esperabas?
—Es que tampoco me encontré con delirios, con locuras. Cuando está la pasión en el medio... La gente hace locuras por pasión.
—Más bien, hablo del negocio.
—Sí, pero bueno... Tampoco soy un cándido.
—El 38 a 38 nos sorprendió a todos...
—Pero podía pasar... Si te lo ponés a pensar, podía pasar. No sé si estaban todos decididos a cambiar un esquema que ya venía en el fútbol. Ya está, ya pasó. Y por algo pasó. Por ahí me sirvió a mí para no estar en ese lugar, porque no tendría que haber estado. ¡Menos mal! Por ahí me sirvió...
—Te veo bien, te noto más delgado.
—Sí, estoy entrenando más. Y me estoy cuidando bastante con la comida. Desde hace tres meses estoy a full, todos los días en el gimnasio. Hace dos días que no voy, pero mañana retomo.
—¿Desde la época que corrías que no entrenabas tanto?
—Más que la parte aeróbica, ahora trabajo más la zona media, y estoy levantado más peso, me siento más fuerte. Esa subida que hago (en la tribuna del jurado de Canta Conmigo)... antes no la podía ser. Antes estaba flaco de correr; ahora no sé si he bajado pero me siento mejor físicamente.
—¿Por qué este cambio?
—Porque este año me propuse arrancar el gimnasio. Voy con El Chino, el mismo profe de Guille (Valdés). Y me encanta.
Te preguntan: ‘¿Vas a volver con tu ex?’, ‘¿Vas a estar con otra nueva?’. Y no sabés lo que te va a deparar la vida. Hoy estoy bien así, estoy tranquilo, me siento bien
—Cuando se separan, muchos se anotan en el gimnasio, quieren verse mejor. ¿Te pasó de ese lado?
—No sé... Cuando uno se separa tiene más tiempo para uno. Y podés hacerte tiempo para el gimnasio pero también para tomar un vino con un amigo, para visitar a gente que antes no veías, para leer un libro, mirar una serie, estar con tus hijos, que por ahí no estabas tanto. Y el gimnasio... Puede ser que estando en pareja dejás algunas cosas porque ese día te quedaste desayunando con tu mujer. Cuando estás solo, tenés otros tiempos.
—Después de la separación, ¿cómo estás vos?
—Estoy muy bien. Me siento muy bien. Las separaciones son dolorosas en el momento porque cuando hay hijos de por medio, son los que más sufren. Y yo pienso mucho en ellos. Siempre les explico a mis hijos, a todos, a los cinco, que la separación siempre es de la parte sentimental de dos personas adultas; los padres nunca se separan. Yo tengo esa idea muy marcada. De hecho, tengo excelente relación con mi tres exmujeres. Con Sole (Aquino), estuve con su trasplante, y me emociona que ahora Mica (Tinelli) pueda disfrutar de su mamá, que viajó a verla a México. Paula (Robles) es mi amiga: puede invitarme a su cumpleaños, yo la invito al mío.
—Sos de relaciones muy largas. Después de la ruptura, suele venir un periodo en el que tardás en formar una nueva pareja. ¿Ahora será también de esa manera?
—La verdad que no lo sé. Con Guille nos cruzamos en el gimnasio; recién estuvimos los dos juntos en la psicopedagoga de Lolo (el hijo que tienen en común). Cada movimiento que uno hace, te preguntan: “¿Vas a volver con tu ex?”, “¿Vas a estar con otra nueva?”. Y no sabés lo que te va a deparar la vida. Lo que vivo es el hoy, y en el hoy estoy bien así, estoy tranquilo, me siento bien, ya acomodándose la vida con Lolo, que era lo que más me importaba, teniendo dos papás muy presentes. Después, veremos qué me pasa a mí.
—Brad Pitt hizo una broma cuando subió a recibir un premio: lo miró y dijo “Voy a ponerlo como foto de perfil en Tinder”. ¿Ya te encontrarán en Tinder con una selfie en el estudio de Canta Conmigo Ahora?
—Y... ¡puede ser! (Ríe fuerte). No, no. Yo soy una persona tranquila, no estoy a la búsqueda de algo. Estos son días muy lindos para mí porque me he encontrado con mi primo hermano (El Tirri), viviendo conmigo después de mucho tiempo. Para mí es muy importante: es el hermano que no tuve. Él no toma alcohol pero mi hijo Francisco, que también vive conmigo, sí; y por ahí nos abrimos una botellita de vino los tres y nos quedamos charlando a la noche, y se da algo muy hermoso. Perdés cosas de pareja que eran muy lindas, pero ganás otras, como todo en la vida. Yo no estoy en la búsqueda de algo, ni sé qué me puede pasar mañana con tal persona. Y si voy a comer con mis amigos, voy a comer con ellos: no estoy tratando de sacar teléfonos. Lo que se tenga que dar, se dará.
—Hace unas semanas dejaste en las redes un comentario por el dólar y le pediste al Gobierno un cambio de rumbo.
—Me preocupa mucho. No quiero hacerme cargo de los comentarios en las redes que surgen cada vez que digo algo porque estás de un lado, del otro, “ah, estás en contra del Pro”, “sos kirchnerista”, “ahora estás en contra, te diste vuelta”. Lo que digo es que estamos viviendo una situación muy difícil, y también lo digo como empresario: invertir en Argentina es muy complicado, te cambian las reglas permanentemente, los impuestos ya son absolutamente irrisorios para pagar, sobre todo para personas como nosotros, que damos 400 puestos de laburo todo el tiempo. Y así como otros importan piezas para sus máquinas, nosotros importamos talentos, artistas que los contratamos a un dólar y después lo tenés que pagar a 120%. “¿Y esto de dónde sale?”, pensás. La verdad que se hace muy difícil. “¿Por qué no te vas?”, me dicen, pero yo soy reargento, amo este país. Teniendo dos hijas viviendo en el exterior y una que se está por ir ahora, que es Juani, que se va a modelar a París, me gusta vivir acá. Pero si no se dan siete u ocho acuerdos entre los líderes más importantes de la política, cada cuatro años vamos a ir dando un volantazo, más allá del dólar. Estamos en un momento muy complicado, pero si hablábamos hace cuatro años te hubiera dicho lo mismo, y en el 2011 también. Cada tres o cuatro años los argentinos estamos viviendo un momento difícil. Y estamos tan acostumbrados... Vos hablás con gente de afuera y te preguntan: “¿Cómo hacen con un dólar a 168 y después a 350?”; “Y... vamos viendo”; “¡¿Qué es lo que van viendo?!”.
—Acá, en el estudio de Canta Conmigo, tenés una inversión muy grande.
—Sí, una locura, un delirio. No sé... Después haremos los números finales y veremos. Como yo creo que va a haber una pérdida, dejámela para el final, no me la muestres ahora... (sonríe). Cuando terminemos esto, mostrame los números.
—¿Mirás la cotización del dólar?
—No, ya no lo miro. Acá tenemos artistas internacionales, un formato que pagamos en dólares. Es muy difícil, es muy difícil... Pero los argentinos nos tenemos que amigar. Siempre estamos hablando de un país como si no fuera nuestro: “Este país de mierda”; “Y vos, contame, ¿qué hacés?”. Es muy fácil criticar. Yo escucho en la tele algunos conocidos o conocidas conductoras, que hablan: “Mirá este trucho, que estuvo en la mesa del hambre”. “Guau... ¡Qué fuerte!”, digo. “Este trucho” es por mí. La persona que está hablando mal de otra persona está refiriéndose primero a ella más que al otro: ¿qué frustración tendrá esa persona dentro de la política, o por ahí la relación que ha tenido con algún político, desconozco, como para estar hablando así de mí? Con la mejor buena voluntad fui a un lugar (por la Mesa del Hambre), y debo haber sido de los únicos que puso plata, porque salí de ahí y le dije a Daniel Arroyo: “Mirá, a mí me gusta hacer cosas, como con mi fundación. ¿Qué se puede hacer acá?”. Me puso en contacto con Victoria Tolosa Paz para hacer pozos de agua en las comunidades del norte de Argentina. Hicimos siete pozos de agua; fui allá, los inauguramos, dos los pagamos nosotros con nuestro bolsillo y cinco, con empresarios amigos. Siempre hacemos colaboraciones: estamos haciendo cosas en San Juan, Necochea, Bolívar. Me encanta colaborar. Entonces, hablar tan livianamente de la gente... Ya es una costumbre argentina decir las cosas por decirlas, defenestrar al otro.
Así como otros importan piezas para sus máquinas, nosotros importamos artistas que contratamos a un dólar y después, hay que pagar a 120%. Sé que (en el programa) habrá una pérdida, pero no me la muestren ahora... La cotización del dólar, ya ni la miro
—¿No te lleva eso a replantearte algo? Hasta a expresarte en Twitter, por ejemplo.
—No, no. Cada uno sabe quién es.
—¿La política tampoco es una puerta cerrada?
—Te mentiría si te dijera que es una puerta cerrada porque no cierro ninguna perta. Cuando estaba en la radio, la televisión era una puerta cerrada para mí, hasta que vino Juan Alberto Badía.
—Pero digamos, en cinco años, ¿cómo te imaginás? ¿En la televisión, en la política, en el fútbol, como empresario?
—No me imagino en cinco años. Disfruto del hoy. Y estoy haciendo este programa. La pandemia me puso en un lugar diferente en cuando a la finitud de la vida. Uno vive planteándose cosas, grandes emprendimientos... Mirá, me gusta mucho el vino tinto, y era de guardar vinos: uno para cuando cumpliera tal edad, y otro, al cumplir tal otra. Y hoy, quiero disfrutar. Y si tengo que abrir un vino, abro el mejor que tengo. Te lo pongo en el vino, pero es así para todo. Quiero dar lo mejor, hoy. No voy a estar esperando... No estoy pensando en el día de mañana.
—Al Mundial de Qatar, vas.
—Depende del programa: si le va bien, no voy a Qatar; si el programa termina en dos meses y medio, estaré en Qatar. Si Canta Conmigo no llega a los dos dígitos, el canal va a necesitar poner ahí algo que haga dos dígitos. Tengo las entradas y una reserva de hotel: algo adelanté, me cubrí. Pero anoche estaba con mis amigos: “Che, ¿cómo no vas a ir?”. “Bueno... está el programa...”. Yo quiero que le vaya bien al programa, fundamentalmente.
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