Fernando Cabrera es un viaje de ida. Los caminos para descubrirlo suelen ser diferentes: esa profesora de guitarra que te lo hizo escuchar, el amigo que lo incluyó en una playlist, el video de despedida a Diego Maradona que, musicalizado con “Te abracé en la noche”, te conmovió. Sí, los senderos para descubrirlo son diversos pero con una característica: una vez que se comienza a andar -o escuchar- no hay vuelta atrás. Y si no que lo digan músicos como Jorge Drexler, Rubén Rada, Liliana Herrero, Fito Páez, Joan Manuel Serrat y tantos otros que lo consideran un referente. “Cabrera es una leyenda. Genera belleza en la incomodidad sotreta de vivir”, lo definió Andrés Calamaro. En esta entrevista con Teleshow esperamos que el lector lo compruebe.
Para los que saben o saben escuchar, Cabrera es un músico diferente por su forma de trabajar, de componer, por los acordes que utiliza. En su universo se mezclan los orígenes de la música uruguaya, el candombe, lo experimental, el Negro Rada, Eduardo Mateo, Astor Piazzolla y Spinetta. En la búsqueda de la palabra, el sonido y la nota perfecta, el músico uruguayo se anima a explorar sonidos y palabras, a mezclar la academia con lo popular. En una escena musical como la uruguaya, llena de distintos, él logra ser un distinto.
Desde su última presentación en Buenos Aires pasaron dos años. El 13 y 14 de julio volverá a reencontrarse con su público en el Teatro Astros. La entrevista comienza más que bien. Aunque Cabrera viene de participar en un programa de televisión y le aguardan otras notas, se dispone para la charla más que con profesionalismo, con humanidad.
Haciendo un juego de palabras con algunos de sus trabajos más conocidos la primera pregunta es si en sus presentaciones encontraremos ¿algo Simple, algo que No recuerdo o un poco de Viveza? Cabrera sonríe al responder que “habrá unas cuantas canciones de Simple y algunos estrenos. Después daré una vuelta por todo mi repertorio, una mezcla de todas mis épocas. Y sí tendremos algo de Viveza, pero del álbum porque no me considero un vivo, al contrario, me considero crítico de esa faceta del Río de la Plata y así lo expreso en esa canción”.
En sus creaciones, Cabrera demuestra que no ejerce la viveza criolla sino el respeto por la música. “La canción tiene una enorme cantidad de posibilidades. Aparentemente es tan simple como común y corriente, pero es algo que nos carga de emociones y placeres estéticos. En una canción coexiste el mundo de las palabras y el de los sonidos. Además tiene una gran facilidad de traslado. No precisa de ningún vehículo o aparato, va a cualquier lado solo con tu memoria y por eso para mí, a veces, la canción es milagrosa”.
El artista uruguayo es uno de los músicos más reversionados, tanto que sus temas ya parecen otros. Eso ocurrió con Te abracé en la noche, una de sus creaciones más conocidas reversionada por No te va gustar, la banda uruguaya más popular entre los argentinos. “No me molesta cuando las reversiones son más conocidas que mis propias versiones”, dice con su ego bajo control. “Hay músicos muy famosos que cuando cantan una composición mía lo que hacen es permitirme llegar a una mayor cantidad de gente y es una posibilidad de difusión inmensa. Me siento honrado cada vez que un colega elige una canción para integrar su repertorio, para mí es el mayor premio que se puede obtener en la vida”.
Para Cabrera lo más valioso no son los reconocimientos internacionales sino cuando “la gente interpreta mis temas, cuando los profesores de música de las escuelas me cuentan que enseñan mis canciones o cuando alguien me asegura que Te abracé en la noche lo ayudó a despedir mejor a un ser querido”. Algo de eso ocurrió con NTVG cuando la entonó en un recital para brindarle un adiós conmovedor a Marcel Curuchet, su tecladista, que había muerto en un accidente. Así lo sentimos cientos de argentinos cuando vimos el conmovedor video que con ese versión armó el club Quilmes para despedir a Diego Maradona. Le pido al lector que se detenga un momento para volver a mirarlo y sentir ese “beso en la noche, que se fue contigo”.
Así como Cabrera es referente de grandes músicos, él tiene los propios. Nombra a Tom Jobim, que “fue todo: compositor, arreglador, pianista, letrista”. Entre sus connacionales está Eduardo Mateo y Rubén Rada, y de este lado del río aparecen Luis Alberto Spinetta y Astor Piazzolla. Aclara que todos son referentes no solo por sus creaciones sino también por su ética. “Sabían que había que formarse, en vez de conformarse buscaban renovar lo conocido aunque eso les costara caro. Hacían lo que deseaban, decían lo que tenían para decir sin importarles más nada, ni las críticas que recibían ni el dinero que perdían”.
Lejos de una postura anti sistema, Cabrera no desprecia lo masivo. “Nunca conseguí hacer un hit, pero si estuviera dentro de mis herramientas, por supuesto que lo haría. No hay nada malo en que una canción sea masivamente conocida y además te dé dinero. No es nada fácil, nadie tiene la fórmula para hacer una canción que explote mundialmente. El que logra hacer eso cuenta con todo mi respeto. Hay miles de aspirantes a ser Ricky Martín, Madonna o Britney Spears, pero solo ellos llegaron a ese lugar”, reflexiona, y admite: “Yo nunca podría llegar a esa masividad, lo mío es mucho más reducido, para gente que ve la música no tanto como un entretenimiento o algo para bailar sino para tomarse un rato y escucharla, implica otro involucramiento”.
Cabrera admite que su música nunca animará un festejo de casamiento ni es de las que se escuchan en un estadio “con la novia en tus hombros, o te lleva a sacarte la camiseta y agitar una bandera”. Su propuesta es más intimista, lo que no es sinónimo de una actitud pasiva: “Aunque te encuentres en un teatro a oscuras, sentado en una silla y escuchando, tu cabeza está a mil y participa de lo que sucede en el escenario”.
Si le dan a elegir entre esa masividad de Ricky Martin que no tiene y ser referente de músicos como Jorge Drexler o Calamaro, que sí tiene ¿qué elegiría? “En este momento estoy muy conforme con lo que tengo. Si me lo preguntabas hace 30 años, capaz que no, pero hoy me siento bien donde estoy, no quiero cambiar nada. Vivo rodeado de halagos y me satisface lo que hago”.
Al escuchar su respuesta no se puede menos que asociar con la letra de su canción “Critica”, donde afirma: “Mis canciones son cerradas, mis pasiones son erradas. Que canto mal. Tengo la cabeza atada. Tengo la mirada dañada. Qué soy feliz”. ¿Cuánto hay de propio en esa descripción? Cabrera vuelve a sonreír al admitir que puede haber algo de referencia porque al componer “siempre tomamos cosas de uno”, y asegura que mucha gente que fue testigo de sus trabajos hoy está muy contenta con su presente.
Desde su primer “desembarco” en Buenos Aires de la mano de Drexler pasaron casi 20 años. Hoy no encuentra diferencia en la relación con su público sino en la cantidad que fue creciendo y lo lleva a distintas provincias argentinas donde también cuenta con una gran cantidad de seguidores. “No quiere decir que soy infinitamente popular. Venía con bastante temor de hacer un Astros y resulta que se agregó una función. Para mí es una gran felicidad”, dice, y asombra su asombro.
Aunque asegura que extrañaba el contacto con el público, con humor admite que la pandemia “me vino bien para zafar de casamientos, bautismos, porque siempre fui un poco ermitaño”. Ya más serio recuerda que la pandemia fue atroz para el mundo artístico porque por más de dos años no hubo ingresos, que él pudo vivir de algunos ahorros, pero conoce a muchos que la pasaron muy mal. Pese a que no le gusta la vida social, sí la familiar. En Simple se destaca “50 años de Horacio”, la canción que le dedica a su hermano. En otros trabajos compuso canciones para sus padres y sus hermanos. ¿La familia lo inspira o es una buena manera de no gastar en regalos? Su carcajada inunda el lugar, pero asegura que no fue por ahorrar sino “por manifestar todo lo que sentía por ellos”.
De sus ocho hermanos, tres ya tienen su canción; ¿qué pasa con los otros? Con humor revela que hay celos y reclamos pero justifica que no es tan simple componer. “En mi juventud quizás en una tarde o en 20 minutos se me ocurría una canción. Pero ahora no. Puedo tardar años, meses, y en el mejor de los casos, varios días”. Muchas veces le surge una idea motor, pero no puede terminarla y la guarda en carpeta. La retoma tiempo después, pero pueden pasar años hasta la versión final. “Lo que pasa que trabajo con varias al mismo tiempo y voy terminando lo que voy terminando, por eso siempre tengo muchas inconclusas. Pero trabajar trabajo siempre. Cuando las termino no hay nada más lindo. Siento que es la razón de mi vida, lo que más satisfacción me da”.
Con 40 años de trayectoria ¿sigue sintiendo el desafío que significa presentarse en un escenario? “Más que temor siento ansiedad. Soy un músico profesional que la gente conoce, pero todavía lo vivo como si fuera ese muchacho de 14 años que está iniciándose”. Músico que ama la música puede compartir escenario con un consagrado como Joan Manuel Serrat pero también aceptar propuestas alejadas del circuito comercial pero bien cerca de su público. Así el 19 de agosto se lo podrá disfrutar por primera vez en la ciudad de Chascomús, en el teatro Brazzola, con Pablo Romero y Ángeles Braceras como músico invitados.
El algoritmo de las plataformas ubica a “Te abracé en la noche”, “El tiempo está después”, “Por ejemplo”, “Horizontes” y “Viveza” entre sus creaciones más populares. ¿Pero cuál sería el listado que Cabrera propondría y no un algoritmo? “Lo tengo que pensar; son como 300 canciones. Pero además de esas tendría que estar ‘Agua’ y ‘Caminos en flor’”.
Hace un tiempo el expresidente uruguayo José Mujica aseguró que su país tenía demasiados músicos y escritores y le faltaban ingenieros. Ante esta afirmación y, cuando cabría esperar el enojo del músico, Cabrera vuelve a sonreír para responder. “Estoy completamente de acuerdo. En Uruguay existe una gran carencia de ingenieros y artistas, en general, hay muchísimos”, reflexiona, y ensaya una explicación: “Mi país desde hace ya más de 100 años tiene una extensa clase media lo que facilita que manden a los chicos a estudiar un instrumento, hay bibliotecas, existe la costumbre de ir al cine. Se consume cultura artística”.
Cantó a dúo con Calamaro y con Serrat, es uno de los compositores más versionados del Río de la Plata, podría ser un snob, pero nada más alejado como lo demuestra cuando se le pregunta sobre su admiración por Pichu Straneo. El humorista no solo fue su peluquero hace varias décadas, el músico lo define como “el más maravilloso ejemplo de lo que puede dar el carnaval uruguayo, donde además de formarte tenés que ser hábil para cantar, bailar y hacer humor. El carnaval es el verdadero teatro popular tanto que se habla de eso”. Cabrera admira a esas personas que, como Straneo, “no asistieron a la mejor escuela de teatro o danza pero son capaces, ya sea por intuición o por aprendizaje, con maestros del ambiente del carnaval, de entregar actuaciones memorables, artistas que encontrarían un lugar en Broadway sin ningún inconveniente”.
El artista intimista, el compositor curioso y estudioso, el letrista admirado por su profundidad poética nominado a los premios Gardel, guarda un sorpresa más: su fanatismo por el programa de humor Sin codificar. “Lo seguía y disfrutaba de ese humor sin palabrotas, groserías sexuales ni nada que se le parezca. Ese humor inocentón, como para niños, me gustaba enormemente. El programa demostraba que se podía hacer ese tipo de humor y tener éxito. Me engancho porque me parece tanto en el que lo hace como en el que lo consume, que el humor genera una abstracción muy parecida a la música: pasan cosas raras que te sacan de la realidad y no son fácilmente explicadas por la lógica”.
La pregunta final es si el humor y la canción tienen tanto en común ¿Qué hacemos luego de un mal día? ¿Escuchamos Simple o mejor enganchamos un viejo programa de Sin Codificar? “Ponemos Sin Codificar después de un mal día pero a la mañana siguiente, con la cabeza fresca y habiendo descansado escuchá Simple”.
Tomaremos el consejo porque ya sea enfurecidos o felices, agobiados o aliviados, siempre resulta maravilloso encontrarse con artistas que generan belleza en la incomodidad sotreta de vivir. Cabrera es uno de ellos.
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