El hombre, Norberto Palese, posee una voz convincente, segura, inconfundible, pero además una elegancia natural y una caballerosidad no impostada. La figura, Cacho Fontana, revoluciona la radio con un nuevo estilo de programa, Fontana show, y la televisión, conduciendo un ciclo de preguntas y respuestas. Las marcas mas conocidas se lo disputan. Es sinónimo de éxito y popularidad. El profesional riguroso, el animador popular, el hombre que parecía tenerlo todo; sin embargo en el amor tuvo un camino sinuoso y traicionero.
Muy joven, sin la fama a cuestas, a los 23 años se comprometió con Dora Palma, para todos, Dorita. Ella era una locutora radial brillante, compañera en la radio. Se casaron en 1954. Al tiempo nació Estela Nieves. Era 1956, la época de Fontana en radio El Mundo. Quizá la juventud, la inexperiencia o las urgencias laborales hicieron que la pareja se quebrara con solo dos años de convivencia.
Cuatro años después del divorcio llegó a su vida Beba Bidart, una mujer increíble, un torbellino de arrabal y pasión, 12 años mayor. Se amaban, se admiraban. Vivieron juntos doce años. Al terminar ella admitía: “Siento por Cacho un gran respeto, lo sigo queriendo mucho. Además somos muy buenos amigos. Si él me necesita siempre me va a encontrar. Fue el hombre que más quise ¿por qué no reconocerlo? ¿Acaso no fuimos marido y mujer? Cuando el recuerdo es bueno, vale tenerlo en la cabeza y en el corazón”.
Enero del 70 en la puerta de Radio Rivadavia una bellísima adolescente aguarda que el conductor de Fontana Show, salga. Se vieron hace unos minutos cuando él la entrevistó por ser la protagonista de un anuncio de cigarrillo y parte de Los Campanelli, el programa éxito de los domingos. A la salida del estudio se fueron a tomar una gaseosa a un bar cercano. Al otro día, ella recibió una docena de rosas. La muchacha se llamaba Liliana Caldini tenía 17 años, medía un metro setenta y era la hija de una contadora y un militar retirado. Él transitaba los 38 y se había separado de Beba Bidart.
Después de ese primer encuentro, el locutor le anunció que viajaba a Italia para transmitir el festival de San Remo para Canal 13. Ella le contó que se iba a Mar del Plata. Días después, Fontana atendió el teléfono en el cuarto de su hotel italiano. “Soy Liliana, estoy con dos amigos y quiero verte”.
Loa rumores comienzan, ellos desmienten el romance. El 23 de abril, Cacho cumple años. Festejos a solas, ella le regala un reloj Piaget. En agosto, ambos viajan nuevamente a Italia. En la Argentina, la periodista Valentina, pionera en el rubro “chimentos” da la noticia bomba: “Cacho Fontana y Liliana Caldini se casaron en Italia”.
Cuando vuelven Ezeiza hierve de periodistas esperándolos. “Sí, estamos de novios”, concede él. Cuatro meses después ella anuncia “Dejo la profesión. No tengo vocación. Soy la mujer de Cacho y quiero resguardar nuestra intimidad como algo sagrado. Tuvimos que pelear mucho por esto y ahora tenemos que defenderlo”.
Siete años después, él anuncia en el programa de su amiga Pinky: “Voy a ser padre dentro de unos meses. Estoy loco de contento y tengo ganas de que sea un varón”. No fue un varón sino dos mujeres, las mellizas Ludmila y Antonella, que nacen luego de un parto tan difícil como riesgoso.
Enero del 82. “No estoy enamorada de Cacho. Fueron doce años casi perfectos pero la crisis es muy grave”, anuncia Liliana. “Voy a cumplir 50 estoy en crisis profesional. Liliana tiene 30 y las mujeres de esa edad también entran en crisis”, admite él.
Ella asegura que él tiene mal carácter y exige demasiado, que la vida no puede ser mala cara y mal humor siempre, que ya no hay alegría entre ellos. Él asegura que la quiere, la admira pero que nunca vivió un gran amor y que entre ellos todo seguirá siendo “prudente”.
Después de 12 años, ella toma a sus hijas y se va a la casa de sus padres. En una entrevista con la revista Gente asegura que eran demasiado diferentes. “A él lo enfurecía mi extraversión. A mí su reserva. Fue fiel y leal pero con un carácter terrible. Es un triunfador, pero no sale a caminar porque cree que las vidrieras lo miran a él y no él a las vidrieras”, decía una enojada ex.
Muchos años después, Fontana recordó ese tiempo. “Costó que la gente aceptara mi relación con Liliana. Tardamos como cuatro años en mostrarnos en público. Para muchos yo era un viejo verde, cansado, con mucha guita, que buscaba una chica joven para divertirse. Hoy esa historia sería el cuento de Caperucita. Ella está en Miami y tenemos un muy buen vínculo”.
Después de Liliana llegó María Mañas, una mujer sin vinculación con el mundo del espectáculo. Era su cuarto vínculo, pero decidió volver a apostar al amor. “Es una mujer muy dulce nada tiene que ver con nadie, ella es ella. Juntos estamos construyendo un nuevo futuro, creo que esta vez no vamos a equivocarnos”, le aseguraba Fontana a sus amigos. Pero el amor volvió a esquivarlo. En 1986 la relación que quería ser eterna resultó efímera. Se habló de un presunto embarazo. En mayo María Mañas viajó a Estados Unidos y Cacho volvió a la soledad.
Verano de 1987 un rumor recorre todas las redacciones. Se asegura que el locutor mantiene una relación con Nancy Herrera, pareja de uno de sus mejores amigos: Alberto Olmedo. “Con el Negro éramos muy amigos, era un tipo que jamás guardaba rencor… Yo no lo traicioné. Se van a reír, pero espero que me crean qué fue lo que pasó. Había un problema con su pareja, Nancy Herrera y quería solucionarlo. Como no había lugar para encontrarnos lo hicimos en el mueble (un hotel alojamiento) y nos sentamos alrededor de una mesa frente a frente, con una copa de champán... pero la cama armada como al llegar. Cuando salgo, tenía todos los fotógrafos encima y fuimos tapa de todas las revistas. En ese momento yo me quise morir”.
Después llegó otro rumor, con Noemí La Tana Rinaldi. El ya estaba por los 54 años y ella un poco más que la mitad. Se los vio en Mar del Plata en lo que parecían escapadas de fin de semana. Él confesaba “La admiro y la respeto profundamente, creo que la relación será indestructible. Hablar así de una persona como Noemí es la felicidad”. Ella aseguraba “Es todo un caballero, vital, decidido, auténtico… soy muy feliz con él”. El verano terminó y también esa relación nunca confirmada pero tampoco desmentida.
Marzo de 1989. Marcela Tiraboschi es una joven de 22 años y una de las secretarias en el programa de Gerardo Sofovich. Cacho cumplió 57, pero al ver a esa mujer siente que la pasión vuelve a su vida. Fueron nueve meses de romance. En la madrugada del 22 de octubre, Tiraboschi lo denuncia en la Comisaría 11. Fontana comenzó un largo y tortuoso paso por Tribunales que duró cuatro años; finalmente fue sobreseído. El cuerpo pasó facturas: sufrió una hemiplejia. “Marcela Tiraboschi me hizo descubrir una posibilidad humana y personal que desconocía… Yo sé quiénes lo hicieron, sé cuánta plata hubo, puedo decir de todo para defenderme, pero no es el asunto. El tema es que estoy con el honor limpio. Dos personas del medio que no me querían me armaron una cama, di broncas…”, afirmó dos décadas después.
“Esto vino después de Las 24 horas por Malvinas, desde ahí no me llamaron más, el medio me pagó con silencio… Estuve cinco años guardado, sin salir de mi casa, por la vergüenza que sentí por el hecho del que se me acusaba. Yo creo que a la Tiraboschi me la plantaron por salvar un hijo. Este mensaje se lo estoy mandado al que sabe que yo sé”.
Después de esa experiencia no se le conocieron otros amores. En los últimos tiempos reconocía que “Fontana fue un hombre que pagó mucho por ese nombre, por el seudónimo”, pero que “me han gustado mucho las mujeres”. Lástima que ese gusto le trajo tantos disgustos. No se lo merecía.
Con material del archivo periodístico de TEA.
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