Enero del 70. En la puerta de Radio Rivadavia una bellísima adolescente aguarda que el conductor de Fontana Show, salga. Se vieron hace unos minutos cuando él la entrevistó por ser la protagonista de un anuncio de cigarrillos y parte de Los Campanelli, el programa éxito de los domingos. A la salida del estudio se fueron a tomar una gaseosa a un bar cercano. Al otro día, ella recibió una docena de rosas. La muchacha se llamaba Liliana Caldini, tenía 17 años, medía un metro 70 y era la hija de una contadora y un militar retirado. El conductor, Cacho Fontana, transitaba los 38 y se había separado de Beba Bidart.
Después de ese primer encuentro, Fontana le anunció que viajaba a Italia para transmitir el Festival de San Remo para Canal 13. Ella le contó que se iba a Mar del Plata. Días después, el locutor atendió el teléfono en el cuarto de su hotel italiano: “Soy Liliana, estoy con dos amigos y quiero verte”.
Loa rumores comienzan; ellos desmienten el romance. El 23 de abril Cacho cumple años. Festejos a solas. Liliana le regala un reloj Piaget. En agosto ambos viajan nuevamente a Italia. En la Argentina, la periodista Valentina, pionera en el rubro chimentos, da la noticia bomba: “Cacho Fontana y Liliana Caldini se casaron en Italia”.
Cuando vuelven, el Aeropuerto de Ezeiza hierve de periodistas esperándolos. “Sí, estamos de novios”, concede él. Cuatro meses después ella anuncia: “Dejo la profesión. No tengo vocación. Soy la mujer de Cacho y quiero resguardar nuestra intimidad como algo sagrado. Tuvimos que pelear mucho por esto y ahora tenemos que defenderlo”.
Siete años después Fontana anuncia en el programa de su amiga Pinky: “Voy a ser padre dentro de unos meses. Estoy loco de contento y tengo ganas de que sea un varón”. No fue un varón sino dos mujeres: las mellizas Ludmila y Antonella, que nacen luego de un parto tan difícil como riesgoso.
Enero del 82. “No estoy enamorada de Cacho. Fueron 12 años casi perfectos pero la crisis es muy grave”, anuncia Liliana. “Voy a cumplir 50, estoy en crisis profesional. Liliana tiene 30 y las mujeres de esa edad también entran en crisis”, admite Fontana.
Ella asegura que él tiene mal carácter y exige demasiado, que la vida no puede ser mala cara y mal humor siempre, que ya no hay alegría entre ellos. Él asegura que la quiere, la admira, pero que nunca vivió un gran amor y que entre ellos todo seguirá siendo “prudente”.
Después de 12 años, Caldini toma a sus hijas y se va a la casa de sus padres. En una entrevista con la revista Gente asegura que con Fontana eran demasiado diferentes. “A él lo enfurecía mi extraversión. A mí, su reserva. Fue fiel y leal pero con un carácter terrible. Es un triunfador, pero no sale a caminar porque cree que las vidrieras lo miran a él y no él a las vidrieras”, decía una Liliana enojada.
Muchos años después, Fontana recordaría ese tiempo. “Costó que la gente aceptara mi relación con Liliana. Tardamos como cuatro años en mostrarnos en público. Para muchos yo era un viejo verde, cansado, con mucha guita, que buscaba una chica joven para divertirse. Hoy esa historia sería el cuento de Caperucita. Ella está en Miami y tenemos un muy buen vínculo”. Por su parte, Caldini destacaba que al tener dos hijas, debían mantener el contacto casi por obligación. Y al fin, esa circunstancia derivaría en una relación con cierta armonía. Incluso, como Ludmila no vive en la Argentina y Antonella suele llevar una agenda laboral cargada, ella estaba a disposición para lo que él necesitara. Porque el tiempo cura heridas. Y aunque no las olvida, al menos las cicatriza.
Este domingo 4 de julio, Liliana Caldini murió a los 70 años. Lo hizo en paz, con las cuentas saldadas con el hombre que marcó su vida.
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