El primero de nosotros: las claves de una serie que se animó a abordar en el prime time el drama de una enfermedad terminal

Tras 60 capítulos, la ficción de Telefe dijo adiós. Un desenlace esperado, el cierre de cada una de sus líneas argumentales y por qué quedará en el recuerdo como una novela “para llorar”distinta

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Ya desde su tráiler de El primero de nosotros se presentó como una historia diferente, que se animó a tocar un tema tabú

El guión ya era audaz desde el comienzo. En el tráiler, se adelantaban escenas dramáticas: durante una cena de amigos en un restaurante, uno de ellos presentado como Santiago (Benjamín Vicuña) mira a cámara y buscando la complicidad del espectador anuncia: “Hoy recibí una noticia que va a cambiar todo y estoy juntando fuerzas para contárselo a los chicos, mis amigos”. Su voz, en una especie de imagen del futuro inmediato, acompaña imágenes suyas descompensado en una ambulancia recibiendo oxígeno, y la llegada de un diagnóstico demoledor que lo cambia todo: se trata de un tumor en el cerebro.

Entonces, otra vez en el presente y mientras el grupo brinda y se saca selfies para inmortalizar una velada que sospechan será como cualquier otra, Santiago se desmaya y termina en el hospital. Los amigos se abrazan y la doctora les habla de un cuadro terminal: “A partir de ahora, la vida de su amigo no va a ser nada fácil y va a haber que acompañarlo mucho”. El grupo de cuarentones se abraza y promete estar a su lado, como lo hicieron siempre el uno para el otro desde hace décadas.

Durante 60 capítulos entonces, se pudo ver de cerca el diagnóstico, la evolución y el deterioro de Santiago. También el aguante incondicional de esos amigos que crecieron juntos y que nunca se abandonaron. Después de la experiencia This is us, con seis temporadas que la ubican en la cumbre de las series dramáticas, para muchos El Primero de Nosotros se presentó como otra novela “para llorar” que viene de alguna manera a cubrir el bache que dejó la serie estadounidense. La vara era alta... y no defraudó. Tuvo de todo y mucho de sus capítulos requirieron unos cuantos pañuelos descartables para poder secar tanta lágrima.

El primero de nosotros, la
El primero de nosotros, la ficción que comenzó en marzo y que termina hoy con un final sorprendente

Bucear en las aguas de una enfermedad terminal no es tarea fácil; hablar de cáncer con nombre propio no es habitual -por lo general, hasta en los medios se habla de “una larga enfermedad”- pero sí se vuelve necesario. Sin ir más lejos, si miramos alrededor, la mayoría de nosotros tenemos a alguien cercano que padeció cáncer y muchas veces tampoco podemos tomar dimensión de su sufrimiento desde su diagnóstico, cuáles son sus temores, y si piensa no sólo en la posibilidad de curarse, sino también en la alternativa de la muerte. La finitud de la vida, otro tema tabú. Y de algún modo, todo eso se pudo ver reflejado en la historia sin golpes bajos ni efectos innecesarios. Con el paso del tiempo como el principal antagonista de la historia. Con diálogos reales, concretos y sentidos, pero también con una dosis de humor negro que fue lo que el protagonista necesitaba para hacer su tránsito más llevadero. Y vale, porque también ayuda a descomprimir, así sea en la ficción y por qué no, en la vida real, quién es medida para juzgar después de todo.

Con un libro que resistió cambios de horarios y contrincantes que fueron sumando audiencia con el correr de las semanas, como El hotel de los Famosos, los autores Ernesto Korovsky, Romina Moretto, Micaela Libson y Juan Ciuffo no dejaron detalles por cerrar en esta historia tan jugada como sencilla, con muy poco de exteriores y escenas intimistas en un puñado de locaciones repetidas.

Para muchos, la posibilidad de abrir el debate y la charla: el cáncer existe, no tiene por qué ser tabú, y no solo es necesario hablar sobre su prevención sino también sobre cómo acompañar a un paciente sumergido en la incertidumbre y el miedo, que precisa más que nunca de caras queridas que lo sostengan. Para otros, un tema demasiado doloroso y real, cercano. Algunos de los comentarios en las redes de quienes no eligieron este contenido, referían a la pérdida de algún familiar -por esta u otra enfermedad, muchos incluso mencionaron las partidas durante la pandemia- y argumentaban que ése fue el motivo por el que no querían ver escenas de hospitales antes de irse a dormir. Tampoco es fácil asimilar la muerte en una persona joven, como el caso del protagonista que apenas pasa los cuarenta años.

“Creo yo, humildemente, que es parte de la misión que debe tener la televisión: no solo debe ser entretenimiento e información, sino que también debe ser reflexión y debate, ayudar a una sociedad a espejarse y sentirse identificada -sostiene-. Más de uno se me acercó y me dijo: ´¿Sabes que mi papá... mi hermano...?´”, afirmó Benjamín Vicuña en diálogo con Teleshow.

Bastante de eso hay, la historia toca las fibras más íntimas, llega. “Y nosotros buscábamos esto: que la serie pueda generar empatía, emocionar y trasmitir ciertos valores. Suena pretencioso, pero más allá de esta misión, estoy muy contento que pueda acompañar a muchas personas que están viviendo esto y que sea un gesto de dramatizar algo que es muy complejo de aceptar y asumir, como la enfermedad y la finitud”, agregó el actor.

La promesa que abre el juego

Benjamín Vicuña, Mercedes Funes, Luciano
Benjamín Vicuña, Mercedes Funes, Luciano Castro, Paola Krum y Damián De Santo. En su red de amigos, Santiago encontró el valor y la fortaleza para pelear por su recuperación

“¿Me operan, me harán rayos, quimioterapia y me curo, no?”, le pregunta Santiago ya en el primer capítulo a su neuróloga interpretada por una brillante y siempre correcta Carola Reyna, que sincera le responde: “Vamos a procurar que vivas la mayor cantidad de tiempo posible”. Entonces, llega la promesa colectiva que propone el paciente a su grupo de pertenencia que lo alienta al pie de la cama del hospital y que sirve de puntapié inicial para que se desarrollen el resto de las líneas argumentales: “Todos tenemos metas por cumplir. Ser mejores personas, crecer. Independientemente del tiempo que tengamos, poder ser la mejor versión de nosotros mismos. Hay cosas muy difíciles de arreglar, váyanse de acá pensando qué quieren para su vida. Piensen que se pueden morir mañana”. En castellano: no pierdan más tiempo, vivan el presente y vayan tras sus sueños, cueste lo que cueste. Y así, el primer mensaje que deja la historia, un guiño tácito que invita a hacerse cargo de las riendas y revisar si realmente estamos siendo felices con la vida que vivimos.

Con esa premisa, este grupo de actores consagrados y populares nos envolvieron en cada una de sus historias, temáticas diversas que tampoco son tan habituales en el prime time y que al final del recorrido, también dejaron enseñanzas. Valeria (interpretada por Jorgelina Aruzzi) y su búsqueda por ser madre, pasando por dolorosos tratamientos de fertilidad fallidos y por una carrera llena de escollos y adversidades en el camino de la adopción cuando finalmente comprende que ya no le puede poner más el cuerpo a una pérdida y que madre también es quien ama y materna con el corazón. Así llegaron tres hermanitos llenos de desafíos y con muchas ganas de tener una nueva oportunidad, algo tan simple como una familia. En este proyecto se suma otro de los amigos, Nicolás (Luciano Castro), un soltero empedernido, infantil y millonario, que no tiene más ocupaciones en la vida que dormir, entrenar y acostarse con mujeres, pero con un corazón tan grande como su fortuna. Luego de un largo camino, la promesa inicial se materializa en los capítulos finales con un casamiento y una paternidad incipiente, pero sobre todo la tranquilidad para Santiago de que su amigo ya no estará solo nunca más.

Soledad (Mercedes Funes) tuvo a lo largo de la historia que despertar de un matrimonio aburrido y batallar con una pareja que más que como marido, se comportaba como otro hijo, interpretado magistralmente por Sebastián Presta (una de las grandes revelaciones). Infidelidades cruzadas, empoderamiento femenino y cómo salir de la “cárcel” que significa la dependencia económica, fueron algunos de los desafíos que tuvo que atravesar este personaje, quien creó su propio emprendimiento para conseguir la libertad de decidir si realmente seguía amando a ese hombre con el que compartía la vida o si continuaba con él por costumbre y por no contar con las herramientas para poder elegir. Nacho (Damián De Santo) también tuvo que sincerarse sobre su matrimonio de dos décadas y siguiendo la premisa de vivir el presente, por fin admitió su verdadera identidad sexual, jugándose a transitarla con total libertad y logrando que finalmente su exesposa y sus hijos lo acepten tras su confesión y conformen un nuevo modelo familiar. Una actitud que también imitará su hijo adolescente, motivado a asumirse por la audacia de su padre.

Santiago y Jimena se animaron
Santiago y Jimena se animaron a vivir su amor dos décadas después, dejando atrás los prejuicios y siendo conscientes de que el tiempo que les quedaba juntos sería para vivirlo al máximo. Y fruto de ese amor, Julián, el bebé que finalmente su padre pudo conocer

Jimena (Paola Krum), el amor secreto de Santiago desde los quince años, estaba por casarse con Martín (Rafael Ferro) y de hecho lo concreta pero ante el brutal diagnóstico, corre a sus brazos a vivir esa historia que nunca se habían animado a transitar. De ese amor, nacerá Julián, a quien finalmente su padre llega a conocer y a quien le deja un legado fundamental: pelear con todas sus fuerzas por vivir con dignidad. Y un puñado de videos que va grabando durante el embarazo para que su hijo tengo algunos recuerdos y enseñanzas suyas.

Párrafo aparte la relación que Santiago construyó con su doctora, quienes les regalaron a los espectadores escenas inolvidables. Humana, contenedora y justa, encarna a la médica que todos querríamos tener. El amor incondicional de su hija Uma (Rocío Gómez Wlosko), quien tiene que compatibilizar su adolescencia con la responsabilidad voluntaria de acompañar a su padre en el tramo final de su vida. Y el reencuentro y las charlas que mantuvo con su padre (Daniel Fanego), quien lo abandonó cuando era pequeño y gracias a su nieta que lo buscó, volvió para refundar ese vinculo los meses que quedaban por delante. Ausencias y duelos que pudieron cerrarse arrancando más de una lágrima a cualquier mortal.

Santiago y Uma, padre e
Santiago y Uma, padre e hija en una de las escenas finales antes de su muerte

El final

La historia tuvo primero su cierre en Paramount+ (donde se emitieron los capítulos con antelación y donde ya puede verse la serie completa) y el jueves a la noche llegó el capítulo final a Telefe. Sin muchas sorpresas, pudimos asistir a la muerte de Santiago, poniendo en imágenes el spoiler más grande que exista porque así estuvo planteado desde el primer capítulo y, aunque se esperaba que los milagros operen, ya en las últimas semanas se fue haciendo visible el deterioro del protagonista, con cambios constantes de humor, algunas lagunas, pérdida de memoria y ataques que terminaron en tomografías para nada alentadoras.

Crónica de un final anunciado:
Crónica de un final anunciado: finalmente, Santiago muere pero lo hace en paz, con todos sus asuntos resueltos y con la felicidad de ver a sus amigos cumplir sus sueños

“Santiago seguramente será unos de los personajes más complejos y bellos que tenga la oportunidad de vivir. Un hombre que mira el cielo, con tantas preguntas como certezas. El tiempo como antagonista en un historia sobre la vida misma. Porque hablar de una enfermedad no debe ser un tabú, porque la amistad es la red que nos cuida de nuestros fantasmas. Gracias por acompañarnos cada noche, mirando un poco más allá”, escribió el actor chileno en sus redes para despedirse.

Si bien se especula con alguna temporada extra, una precuela para contar cómo se conocieron los amigos o un spin off de alguno de los personajes, lo cierto es que no hay nada confirmado y que la mayoría de los actores ya tienen otros compromisos asumidos. Entonces, mientras tanto, le decimos adiós a una historia bien contada y necesaria.

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