“Hay algo que quiero decirles a los que comienzan esta vida cada vez más comprometida de los medios de comunicación: la trayectoria no es de un día a otro, es tramo a tramo, es remar muchas veces contra la corriente y aceptar el viento de cola. Ojalá, chicos, chicas que arrancan en esto, sepan que esto no se construye de un día para el otro. En mis comienzos me preguntaron qué quería para mi futuro y dije: ‘Tener una trayectoria en lo que más amo en la vida, que es este trabajo´”.
El 27 de mayo de 2012 Juan Alberto Badía pronunciaba uno de los discursos más emotivos de la historia de los Martín Fierro, tras recibir un premio especial por su trayectoria. Y allí, en ese salón del Hotel Hilton, estaba presente, entre otras tantas personalidades, Marcelo Tinelli, su “discípulo” más reconocido. Lo observaba, además de con mucha emoción, admirado ante cada palabra.
Un mes más tarde, más precisamente el 29 de junio de aquel año, Badía moriría, dejando aquí, en este plano, una carrera inconmensurable, el cariño del público, el respeto absoluto de sus colegas, el amor de sus amigos. Como el del propio Tinelli. “Yo rescato en su trayectoria, la honestidad, el profesionalismo, la impecabilidad de sus palabras por sobre todas las cosas, la fuente de trabajo para un montón de personas... Era una persona inspiracional, con la que vos te encontrabas y decías: ´¡Wow, quiero ser como él!´. Siempre va a ser recordado como una gran persona, amigo de sus amigos, que le dio mucho a la radio, a la televisión, a los medios”, destaca Marcelo en diálogo con Teleshow, al cumplirse una década de su partida.
Su mentor
Tinelli tenía apenas 20 años cuando lo conoció, y él mismo reconoce que fue Badía quien impulsó su carrera. “El primer encuentro que tuve, me acuerdo perfectamente, fue en Radio Rivadavia. Le dijo al equipo de la Oral Deportiva, de José María Muñoz, que me quería como comentarista deportivo, para su programa en la mañana, Piedra Libre”. Y tiempo después llegaría la propuesta que le cambiaría la vida: “Me dijo de incursionar en la televisión, a fines del 82 o en el 83, cuando iba a hacer el programa Badía y Compañía los sábados a la tarde, Canal 9. Quería tenerme como periodista deportivo. Para mí fue impresionante: no podía creer que podía estar en la televisión”.
“Prácticamente me descubrió, y encontró cosas en mí que yo no veía. Jamás pensé que podía llegar a hacer tele o a divertirme tanto en una radio, más allá de que yo ya trabajaba en una. Me cambió la carrera porque me hizo dar cuenta que podía un montón de cosas, como que podía trabajar en los medios desde otro lugar”, reconoce Tinelli.
Pero además de un lugar en los medios, Juan Alberto también le brindó otras cualidades a nivel profesional: “Modifiqué mi estilo en la radio, en cuanto a no ser un periodista deportivo tan serio y poder tomar las cosas desde otro lugar”. Y resalta: “De él aprendí la constancia, la sabiduría que tenía para encarar las cosas, la tranquilidad, la motivación que le daba a todo el mundo que trabajaba con él, el clima familiar de trabajo, el armado de grupos”.
Después, a Marcelo le llegaría el éxito de VideoMatch. Y del ciclo Ritmo de la noche, que se convirtió en una marca registrada de principios de los 90. Y ahí, una vez más, estuvieron las sabias palabras de su mentor: “Era un 6 de enero de 1991 y habíamos hecho 30 puntos de rating. Al otro día me llamó Juan Alberto. Me dijo: ´Marce, ya está, no necesitas ir más arriba o estar más eufórico. Como estás, estás bien; no la exageres´. Yo sentía que tenía que dar más, ir más hacia adelante, o hasta por ahí, gritar más en cámara. Eso me hizo reflexionar mucho. A él, y a Gustavo Yankelevich, que son mis referentes, siempre les consultaba”.
La complicidad
“Me hacía muchas bromas, así que anécdotas hay miles, pero siempre desde un lugar de muchísimo cariño”, comenta el hombre de Bolívar. Y rememora: “La primera nota que hice en televisión se la hice a Walter Gómez, que era un viejo jugador de River, y a Enzo Francescoli, que recién debutaba. Mientras caminaba por la cancha de River, le hacía una nota a uno y a otro. Y Walter Gómez era más bajito, Francescoli más alto. Entonces yo, en vez de llevar el micrófono hacia la boca de Francescoli o hacia Walter, y solamente bajar el brazo, me movía con todo mi cuerpo para arriba y para abajo. Cuando vio la nota, Badía me dijo: ‘No entiendo, ¿este muchacho tiene una pesa en el bolsillo izquierdo?’”.
“Me causó gracia que me dijera eso porque para mí la nota estaba bárbara. Pero en esas cosas él era muy gracioso. Hay miles de cosas que me escondía, o me hacía bromas, mandaba a esconderme las llaves del auto en la radio, por ejemplo. Siempre era muy cariñoso, muy afectivo conmigo”.
Sus últimos días
Cuando Juan Alberto Badía partió, Tinelli fue una de las personas que estaba a su lado en todo momento. “Los últimos días yo lo acompañé mucho, estuve muy cerca de él. De hecho, el día que muere estamos ahí con Graciela Borges, toda la familia, Liliana (Gómez, la madre de sus hijos) también, Marisa (Badía, su hermana)… Esos últimos días de vida fueron de mucha tristeza y mucho dolor”.
“Él muere el día que San Lorenzo se salva del descenso contra Instituto, no me olvido más, porque yo estaba corriendo al Hospital Austral ese último día porque me decían que ya no estaba bien. Cuando llegué, no sabía si San Lorenzo se había salvado o no. Pero en ese momento solo quería estar junto a él...”.
“Badía deja en el periodismo el legado de la transparencia. Había un tipo creíble: cuando ponía un tema era porque él lo sentía, no porque había hecho un convenio con alguna compañía discográfica. Al contrario, él lo que hacía lo sentía de corazón. Fue una persona de las más transparentes y honestas que vi en mi vida”, dice Tinelli, para concluir, conmovido: “Más allá del laburo, Juan Alberto era mi familia. Estuve hasta el último momento en que permaneció en esta vida, físicamente. Era un vínculo de mucho amor, de mucho cariño. Sinceramente, nos queríamos como familia”.