Dos meses antes de morir El Potro Rodrigo llenó 13 Luna Park, batiendo el récord de ese entonces. Divertido, espontáneo y super carismático, cada vez que aparecía en un canal de televisión, el rating se disparaba instantáneamente. El año de su partida lo esperaban una película con guion de su amigo Jorge Guinzburg, una gira y un disco. Sin embargo, a 22 años de su prematura muerte, el monumento erguido en su honor en el lugar del trágico accidente se encuentra vacío: ni sus fans ni su familia lo despidieron allí, tampoco le dejaron flores.
“Prohibido olvidar”, dice el muro con la cara pintada del ídolo, en la improvisada capilla apostada al costado de la autopista Ricardo Balbín, a la altura de Berazategui. A un costado, un poste con una estrella, el contorno de un caballo en alusión al apodo del cordobés y una placa coronan el santuario al que asombrosamente no asistió nadie este 24 de junio. No siempre fue igual, durante dos décadas, la gente dejó fotos, rosarios, banderas y demás objetos. Una ofrenda para quien hizo bailar y reír.
En un video que un usuario subió a las redes se puede ver cómo se encuentra hoy el famoso monolito: completamente desolado, sin esos seguidores que supieron hacer de él un ídolo y un mito, y que lo acompañaron a saltar de Córdoba al país, trascender edades y estratos sociales, y lo hicieron cumplir el sueño de calzarse los guantes de boxeo para subir a un ring musical en el Luna Park, en el mejor round de su vida. “Hoy es 24, acá dice prohibido olvidar pero no se ve a nadie”, relata Carlos Oliva Siris en el material que subió a Twitter.
“Perdón por no poder defenderte. Sin ti todo será diferente. Te vas y no se puede explicar. Que tengo en casa un traje sin estrenar. Seguro seré el más criticado. Por muchas cosas que hemos pasado. Yo sé que pronto nos veremos...”, reza el fragmento de Un largo camino al cielo, el tema que le dedicó a su amigo y también músico Alejandro, que quedó grabado en un mármol del lugar.
El 23 de junio del 2000, con 27 años recién cumplidos, Rodrigo había grabado La Biblia y el Calafón y luego fue con su hijo Ramiro -que en ese entonces tenía tres años- y con su ex pareja y madre del nene, Patricia Pacheco, a comer al clásico porteño El Corralón donde se encontró con un fanatizado Fernando Olmedo (hijo del fallecido actor, Alberto) a quien generoso como quienes lo conocieron afirman que era, invitó a un show que daría durante la madrugada en City Bell.
Tras un confuso intercambio con una camioneta en la autopista Buenos Aires- La Plata, el vehículo de Rodrigo perdió el control y tanto él, que manejaba, como su más reciente amigo Fernando, perdieron la vida. Patricia Pacheco solo atinó de manera instintiva a abrazar bien fuerte a Ramiro que iba en su regazo y milagrosamente ella y el bebé resultaron ilesos.
Aquel sábado lluvioso y frío, Argentina lloró a su ídolo. La canción de Rodrigo a 2000 dedicada a Alejandro se había resignificado, ahora sí él y su amigo estaban juntos como pedía en la letra hablando de Racing, de Charly García y fumando. Pero no había explicación que lograra consolar a una Beatriz Olave que viajaba desde Córdoba a despedir a su hijo, ni argumentos para explicarle a un nene de tres años que su papá ya no estaría para jugar con él.
Los restos de El Potro, que ahora había dejado de ser cantante para convertirse en mito, fueron velados en la municipalidad de Lanús, distrito donde era siempre bienvenido para dar shows en los boliches de la zona, a apenas minutos de Wilde, donde esa noche se iba a presentar. Esa tarde el clima obligó a que se cancelara el partido entre River y Racing, cayeron ramas de los árboles por los fuertes vientos, pero nada detuvo a las miles de personas que con una flor, una foto o nada más (ni nada menos) que con su sentimiento, pasaron horas bajo el agua para despedirlo y acompañarlo en su “largo camino al cielo”. Un ritual que, al parecer, quedó en el pasado.
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