“Ey rubia, vengo del futuro, tranqui porque todo va a estar bien, tan bien que te vas a despertar algunas veces creyendo que todo fue un sueño”, le diría la Mónica Ayos que hoy celebra sus 50 a la Mónica de hace tres décadas. Esta noche la actriz se reunirá con sus hijos Fede de 30 y Victoria de 18, con su marido Diego Olivera y con Gutiérrez y Linda, su gato y su perra que “sería injusto no mencionar” y festejará. A la hora de soplar las velitas... el deseo prefiere que sea secreto “así se cumple”, pero en el brindis además de pedir salud para los suyos, agradecerá.
Agradecerá el camino vivido que le permite estar donde está. Agradecerá su presente laboral y familiar. Agradecerá haber logrado encontrar el equilibrio que le permite “estar en eje y feliz”. Nada más ni nada menos, agradecerá. En una charla a fondo con Teleshow, habló de sus proyectos, de su relación de más de dos décadas con su marido y de su forma de maternar. “Miro hacia adelante sin miedo y hacia atrás sin reproches, el balance al que llego es hermoso”, resumió.
En sus redes sociales Mónica suele subir videos divertidos, fotos familiares y de ella entrenando o de vacaciones. En las postales se la ve plena, no solo físicamente sino con una sonrisa que traspasa la pantalla, prueba de que mente y cuerpo van de la mano. “Si algo del caos del afuera me roba media sonrisa le doy salida sin pensarlo ni un segundo. No te negocio ni un poco este equilibrio que logré “, dijo.
“Estar en eje y ser feliz antes no los podía meter en la misma oración porque mi concepto venía de otras vivencias, sobreviviendo a la locura que me significaba salir adelante y ganarle al caos, yo perdía el Norte y tapaba el hueco con algo inmediato, entonces la armonía quedaba afuera y todo era transitado en carne viva, la felicidad y la tranquilidad eran incompatibles. Hoy doy fe que van de la mano”, dijo quien pasó por momentos difíciles en su vida. Hace unos años, relató situaciones de maltrato por las que pasó con el padre de Federico, cuando su hijo era aún bebé. Marcas de la vida que hoy la definen y hacen que pueda estar parada donde está.
“Los 30 son la mejor década”, dicen las de 30. “Los 40 son mejores”, retrucan las de 40. “El mejor momento son los 50″, se escucha decir a otras mujeres que rompen mandatos y disfrutan con lo bueno y lo malo de cada tiempo, la edad presente. Al respecto, Ayos opinó: “La edad que transitamos siempre es la mejor edad. Llegué al quinto piso, quinto round o quinto nivel y llego sin impostar nada y con el alma entera que no es poca cosa. Siempre me prometí no repetirme, hace ya bastante tuve un asomo de hacerlo y sentí que andaba en falso, me frustré mucho y supe que yo ya no era por ahí. Repetirme no es una opción”.
—¿Dónde estás parada?
—Miro hacia adelante sin miedo y hacia atrás sin reproches, el balance al que llego es hermoso. Tuve etapas de mi vida donde me rompí mucho, quien conoce mi historia lo sabe, y además de rota también fui muy vulnerable. Sin embargo con el tiempo y las decisiones aprendí mucho y me volví fuerte sin perder mi nivel de sensibilidad y al rearmarme en esos pedazos de mí, fui descubriendo esa polenta que solo aparece cuando no hay mas opción que salir adelante y buscar el destello en la oscuridad.
—¿Cuál fue ahí tu clave?
—Creer en uno, es imprescindible, y yo me puse una ficha, un fichón. Porque en el fondo sabemos de qué estamos hechos.
—¿Cómo llegás hoy al quinto piso?
—¿Querés llamarlo medio siglo? Dale. Llego emocionalmente iluminada y en paz con mis aciertos y pifies, llegar adonde llegué contra todos los pronósticos ya desde la cuna es suficiente motivo para festejar. Lo que sea que me trajo hasta acá para ser la que soy hoy fue conveniente. Llego a mi cumple con una familia hermosa, con mil viajes hechos y mil mas por hacer, con una carrera que tomó un vuelo alucinante y sabiéndome plena.
Respecto a cómo se cuida, dijo que hace “solo lo necesario”, y que come lo que le gusta aunque intenta alimentarse de manera sana para sentirse bien: “Tuve temporadas de ocio y otras de mucho yoga, hago cosas que me gustan y otras que no tanto pero que sé que hacen bien y que las necesito, pero no me exijo ni la paso mal y aunque no me apasiona el gimnasio voy para huirle al sedentarismo”.
Si bien trabaja hace mucho en los medios, donde la imagen juega un rol importante, intenta esquivar la “trampa” de los estereotipos”: “Nos falta un montón por incorporar, empezando por la empatía. Nunca tuve un dedo acusador o una mirada jodida frente a algo que no esté dentro del cassette social o de los permisos selectivos de ser de tal o cual forma que nos inculcaron”. Gracias a un trabajo propio logró conectar con “el merecimiento” y entiende que ya no tiene que dar explicaciones sobre sus decisiones. Aunque reconoce que aún se encasilla, y es necesario más respeto y menos opinión, “ser y dejar ser”.
En el plano laboral, está en uno de sus mejores momentos, cosechando lo que viene sembrando desde hace tres décadas. Actualmente está grabando la segunda temporada de la serie mexicana Cecilia que salió en Paramount Plus y supo adaptarse a los cambios en el medio. “Siento una enorme satisfacción al hacer una retrospectiva y ver la carrera que construí, sin prisa pero sin pausa, creo que tuve la lucidez necesaria para decir ‘no’ en los momentos que se me presentaba un proyecto que me ponía en un escenario repetido, estuve muy enfocada en ese camino diferente que me acercaba a grandes desafíos”.
“El poder de adaptación es clave para subirse a la rueda y seguir girando. Solo acepté proyectos que fueron potenciando a mi actriz, y combinando algo poco común que es hacer series y también participar en telenovelas o culebrones, ya que Televisa le ha dado un vuelo divino a mi profesión”, dijo quien supo reinventarse dejando atrás a la vedette.
Entre sus planes para lo que queda del año está “siempre” regresar a la Argentina en algún momento que junto con su familia encuentren un hueco para estar el tiempo suficiente en suelo porteño para ver a todos sus afectos, ya que las visitas cortas le dejan gusto a poco: “Siempre falta y me quedo con ganas de más”.
Mamá de Federico de su primer matrimonio y de Victoria de su relación con Olivera, se definen como “una familia de cuatro” aunque hace siete años que el mayor de sus hijos, a quien todos recuerdan haber visto en televisión con su melena rubia y larga cuando era nene, se fue a vivir solo. Al igual que ella, eligió el camino de la actuación. “¡Está haciendo un carrerón! Amo ver la forma en la que eligió atravesar esta etapa, es un talentoso y se valió de mérito propio”, dijo fascinada y aclaró que él nunca dijo en los castings quién era su familia y aunque siempre “está cerca” no se considera una madre invasiva: “Respetamos espacios pero nos mantenemos cerca”.
Con 18 recién cumplidos, Victoria a quien define como “una tipa muy bocho y curiosa dentro de su timidez”, en cambio aún no decidió si seguirá sus pasos aunque inevitablemente, rodeada de talentos, todo lo artístico le llama la atención: “Canta increíble, tomó clases de teatro, pero la moviliza la carrera de psicología. Va tomando envión para autodescubrirse y elegir sin miedo, a prueba y error, que es como le decimos que se forjan las personalidades”.
Mónica tenía apenas un año más que su hija cuando se convirtió en madre: “Materné muy chica, al amor incondicional y la cercanía los entendí de la mano de la libertad y del diálogo abiertísimo. Disfruto mucho poder atravesar con ellos cada etapa, sea desde adentro o bien como una suerte de espectadora pero cada rumbo que toman lo vivo con una lupa que me viene incorporada en el chip. A ellos los relaja saber que para mí el hecho de invadirlos no es una opción, saben perfectamente no está en mi esencia y que no soy una mamá pulpo, pero sí me conocen como una tipa alerta y muy atenta a lo que necesiten, los tuve en etapas muy diferentes de mi vida pero ambos crecieron con las mismas herramientas de amor, respeto, libertad, empatía, conexión y autonomía”.
“Disfruto poder desplegar mis alas de madre sin incertidumbres, desde un lugar armonioso, sin el caos de mis 19 años ni las distracciones del afuera, del laburo, de un mundo globalizado por las redes que aprendí a ir manejando a conciencia. Me gusta vivir el aquí y ahora sin interferencias y a decir verdad cuesta pero se puede, esta cosa de silenciar el ruido para oír melodías hermosas se me hizo una costumbre sana”, dijo.
Aunque viven en México, también tienen base en Miami, cosa que parecería complicado, pero que lograron sincronizar a la perfección: “Soy práctica y lo que parezca complejo lo simplifico. Logré que podamos manejamos de manera funcional tanto en familia como también individualmente, acorde al tiempo que conllevan las grabaciones de cada uno (que en su mayoría suceden en México) y ahí es cuando la base cambia a nuestro ‘hogar Azteca’ y al finalizar nuevamente retornamos a Miami”
En ese sentido, que su hija curse de manera remota muchas veces su último año, les facilitó la logística aunque celebró y calificó de “emocionante” el reencuentro de la joven con sus compañeros de colegio luego de la pandemia que implicó, al igual que en la Argentina, el cierre de los colegios, pero que a diferencia de lo que ocurre aquí, allí aún no se logra estabilizar la presencialidad.
Esta armonía a la hora de combinar proyectos laborales, familiares y ciudades no se logró de un día para el otro y es fruto de un trabajo diario casi imperceptible que ella y su marido con quien está hace casi media vida realizan. “Este 29 de Diciembre cumplimos 20 años de casados y 21 juntos. Visto en perspectiva esto ha sido un éxito aunque se termine mañana. Armamos un equipazo. Hoy, con el diario del lunes lo confirmamos desde una base muy sólida que supo sostenernos al ir construyendo poco a poco los cimientos dándole nuestra impronta a la estructura”.
¿La clave? “No creo que la haya más que la de seguir eligiéndonos a conciencia y gustándonos desde las tripas, del derecho y del revés. Son muchas horas de vuelo las de esta pareja por mil cielos y pasamos por mil climas”, dijo y aclaró que son diferentes pero que esa distancia supieron acercarla con el humor. “La risa terminó definiendo el partido a la hora de convivir”, dijo y aseguró que la película podría bautizarse como “el extraño caso de la pareja que en pandemia jamás peleó ni se saturó”.
Pero destacó para que el combo sea perfecto, además del humor el otro ingrediente es “la piel”: “Puedo ser muy pasional, y sin embargo ecualizarme, en una de mis contradicciones me encuentro que aún siendo visceral, pueden saturarme fácil y alejarme, así que a nivel intensidad voy graduándome y graduando el contexto en el que estoy para no empalagarme, tampoco me copa que el otro lo sienta”. En ese aspecto, hoy está mucho más madura: “En nombre de la pasión era capaz de atravesar huracanes innecesarios y la verdad se me iba una energía descomunal. Disfruto mucho más hoy habiendo aprendido a sostener esos estados ideales en el tiempo desde la armonía sin confundirla con rutina. Es un poroto que se lo anoto a Olivera”.
“El tiempo pasó pero me considero una mina que vive muy despierta sus deseos y no sabría sostener a medias una historia”, e hizo una divertida y rica analogía: “Si pienso en un helado me lo imagino de mis sabores favoritos, no me veo durante años saboreando helado de café, que es el que me gusta mas o menos, es mi sabor favorito o no es nada”.
“Parecíamos el agua y el aceite”, recordó y reconoció sobre el comienzo de la pareja y se mostró hasta sorprendida ella misma por haber resultado “más compatibles” de lo que hasta ellos imaginaron. “No me vería tan orgullosa de mi presente si me repito o me pongo a clonar patrones de hace 30 años atrás, creo que mi versión fue siempre hacia adelante, nunca di un paso atrás aún con lo fácil que resulta marearse y perderse en un mundo absolutamente globalizado por las redes. Nos mantenernos enfocados en nosotros y en seguir construyendo dentro de nuestro microclima sin tener tan presente la mirada del afuera, que muchas veces sin darnos cuenta termina haciendo alguna interferencia y eso fue acertado porque yo también aprendí a preservarme”, cerró.
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