“Somos cuatro hinchapelotas que nos queremos divertir de verdad”, dice Malena Guinzburg al principio de la charla con Teleshow. Y con ese objetivo hacen reír a miles. Junto a Fer Metili, Nati Carulias y Connie Ballarini protagoniza Las chicas de la culpa, un fenómeno popular físico y virtual que rompe récords en escenarios y en pantallas. Los viernes en el Teatro Metropolitan, con entradas agotadas de acá a dos meses, cuadras de cola y un coro de carcajadas en cada función, y en streaming, donde se pueden ver los episodios anteriores y que el público adoptó como previa de viernes a la noche. Una idea que surgió de la amistad de las cuatro y se potenció al tener que sortear obstáculos que las obligaron a autogestionarse. Y forjando su propio camino, se disponen a hacer historia.
Además del excelente momento profesional, a sus 44 años Malena disfruta del amor con su novio Adrián, a quien conoció hace casi un año a través de una aplicación de citas. Fue todo un proceso en el que tuvo que dejar atrás relaciones tóxicas, amigarse con esa forma virtual de relacionarse y permitirse amar de manera relajada. “Venía de historias de mierda, en las que todo era sufrir. Y me di cuenta de que debería ser más fácil, sin forzarlo, sin histeria. (Adrián) es tan relajado y está tan bueno”, dice la actriz, que también se animará a contar su momento top como influencer y a reconocer qué es lo que más le molesta de dar entrevistas.
—Es una cosa increíble lo que pasa con Las chicas de la culpa: la están rompiendo. ¿Cómo nace el proyecto?
—Estamos muy felices. Las chicas de la culpa nace a partir de un programa que se hacía en Comedy Central que era La culpa es de Colón. Era un programa de hombres, y para el Mes de la Mujer hicimos un especial con Fer Metilli, Nati Carulias, Connie Ballarini más Dalia Gutmann, que era la conductora. Los productores no nos tenían mucha fe y la rompió; hicimos otra temporada más. Y después nos venían prometiendo siempre que nos iban a llamar de Telefe, porque Comedy Central se unió a VIACOM-Telefe, y querían hacer teatro con nosotras. Y nunca nos llamaron; entonces, tuvimos que hacerlo nosotras. En pandemia nos pusimos a hacer como un programita por YouTube y vino Diego Scott para ofrecernos hacer teatro. Dalia se bajó porque estaba por arrancar su unipersonal; lo adaptamos a nosotras cuatro y fue genial de entrada.
—¿Estaban seguras de que iba a funcionar o fue una prueba?
—Podía salir mal, pero siempre confiamos en nuestro producto, en que es algo re auténtico lo que hacemos. Nos divertimos de verdad. Le ponemos mucho laburo. Somos cuatro amigas que nos amamos: si vamos de gira pedimos habitación las cuatro juntas. Nos divertimos mucho, entonces nos podemos decir cualquier cosa y está todo muy aceitado. Siempre confiamos en el producto, pero era desgastante obviamente que nos prometieran algo y nos llamaran. Hace poco un productor nos dijo: “Está bueno lo que hacen, pero les faltaría un hombre que las ordene”. Y fue como: “No entendiste nada...”.
—¿Eso era para llevar Las chicas... a la tele?
—Sí.
—¿Me querés contar quién, qué canal?
—Después, fuera del aire, te cuento todo (risas). Al productor lo invité al teatro para que vea si de verdad nos faltaba un hombre que nos ordenara. Y después me mandó un mensaje y me dijo: “Tenías razón, no hacía falta”. Queda soberbio esto que voy a decir, y perdón, no es desde ese lugar, pero no necesitamos a la tele. Nos necesitan más ellos a nosotros. Si quisieran confiar en algo distinto de verdad, nosotras la romperíamos. Parece que me creo mil y seguramente va a haber comentarios diciendo: “¡¿Quién sos?!”, pero está tan sólido el producto que estamos muy tranquilas.
—En este momento lo que manda es el contenido y la tele es una plataforma más, pero también debe ser una presión extra tener que generar contenido todo el tiempo.
—Sí, pero también está buenísimo. Mirá lo que nos pasó con Connie. El año pasado yo estaba laburando con Matías Martin en la radio, se cambia de radio y decidió que yo no esté en su nuevo proyecto. Para mí fue tipo puñal y lloré, porque en la pandemia lo que me había salvado era la radio, y me sentí muy frustrada. Y Connie había arrancado a hacer radio este año en Metro y hubo un temita que la rajaron muy mal. Un día yendo al teatro estábamos las dos re bajón y surgió la idea de hacer un podcast. Yo venía mostrando mi diario íntimo de la adolescencia en Instagram, y empezamos a pensar hacer algo con las cartas de la adolescencia. Grabamos un piloto en casa y así surgió Correo no deseado, que a Spotify le interesó, nos compró y ahora nos va genial.
—La autogestión.
—Sí, que de hecho recién empecé a subir videítos a TikTok y me siento vieja, pero a la vez no me quiero quedar afuera. Va todo muy rápido. Me acuerdo cuando salió Snapchat, me iba re bien en Snapchat, termina Snapchat, “Huy, la puta ma…”. Voy con Instagram. TikTok. No puedo más.
—La gente que se queda después de la obra para pedirles fotos. ¿Te copa o te cansa?
—Nos encanta porque realmente es gente que te está esperando y te demuestra amor. Parece re demagogo, pero lo digo de verdad. Hay algo que nos dicen mucho, sobre todo durante la pandemia, y es que los hicimos reír en momentos en que no se reían con nada. Y eso te juro que te conmueve porque la risa salva. Ahora, estamos hechas mierda porque es tarde y tal vez queremos ir a comer. Pero nos quedamos sacando fotos hasta con la última persona.
—Felicitaciones por este momento. Ahora hablemos un poco de vos. ¿Siempre sos esta que veo de buen humor?
—No. No sabés cómo estaba esperando el auto (para venir a la entrevista)... (Risas).
—¿Malena enojada es tan pasional como Malena copada?
—Soy re chinchuda, no de pelear, no de gritar. Y me pasa algo que es horrible: a veces estoy seria pensando y parece que tengo cara de culo. Entonces hay gente que debe pensar que tengo cara de orto todo el día.
—¿Qué te embola que te pregunten en una entrevista?
—Depende cómo la encaren. Si de entrada vienen con la “hija de…”. Pará, primero hacé de cuenta que te intereso yo, después preguntame por mi viejo (Jorge Guinzburg) todo lo que quieras. O cuál es el límite del humor, que trato de pensarlo cada vez que me lo preguntan. O que se siga preguntando por las mujeres y el humor; quiere decir que todavía hay un tema ahí.
—Sí, “un hombre que las ordene”, ¿no?
—”Un hombre que las ordene” o “las mujeres no son graciosas”. Hay un montón de gente todavía…
—Se lo perdieron: hoy lo estarían facturando ellos.
—Aparte nosotras seguimos en streaming. La gente paga para ver algo que lo podría ver gratis en televisión, si estuviese en televisión. Porque en el streaming, que es una cosa que ya no funciona, que no es el furor de la pandemia, vendemos como mil entradas por semana.
—¿Y hoy estás ahorrando? ¿Sos buena para las finanzas?
—Soy un queso. De hecho, invertí en bitcoins en un momento y se fue a la mierda. No sé invertir. Pero no soy derrochadora, no me doy grandes gastos.
—¿No te angustia la inestabilidad de la profesión, en la que hoy estás en un momento excelente pero que tal vez más adelante se termina?
—Sí, obvio. No es que tengo el pensamiento de que se puede terminar, pero cada vez que se termina un proyecto me agarra una angustia... Ahora siento que lo de Las chicas de la culpa es muy sólido y le veo un futuro gigante. Siento que tenemos proyectos para un montón de lugares distintos. Estoy en un punto tranquila, pero siempre está el miedo.
—¿Cuál es el canje más bizarro que te han ofrecido?
—Mi punto alto fue cuando cumplí 40. Pampita tiene 15 días más que yo, Pampita cumplió 40 y había hecho…
—Se fueron todos a la Riviera Maya.
—Sí, las 40 amigas de Pampita, que no sé cómo tiene 40 amigas porque yo no sé si llego a cuarenta para llevar a un viaje.
—Si te vas de viaje, ¡llevame a mí!
—(Risas) Un montón que se harían pasar por mis amigas para ir, ni hablar. Entonces empecé a joder en redes con qué tiene Pampita que yo no tenga. Y me llamaron para ofrecerme de todo, eh: desde cervezas, comida, zapatos, una bicicleta. Y el de la Riviera Maya, que encima yo lo conocía, me dice: “Male, cuando quieras”. Y ese fue mi momento. Se habían armado “Los 40 de Malena” y la gente estaba esperando a ver qué más me mandaban. Era una locura, fue mi momento top de regalos.
La hora del amor. Además de romperla con la obra y con el podcast, Malena está enamorada y se le nota en el semblante. Fue parte de un proceso de aprendizaje, de caer y levantarse, hasta que pudo ver todo de otra manera. “Me di cuenta cómo había forzado cosas que tendrían que darse de otra manera”, confía, y se dispone a contar su historia.
—¿Con qué tiene que ver ese click? Porque las mujeres estamos viviendo un momento distinto en el que no necesitamos estar tan en pose.
—Yo creo que cambiaron un montón de cosas. Creo que también hay un hartazgo. Nos criamos con eso de encontrar la media naranja, alguien que te complete. Y creo que cuando una se da cuenta de que no es que necesitas alguien que te complete, sino que vos ya estás completita como estás, pero sí querés alguien que te acompañe, también cambia un poco la cosa. Y también creo que necesité caerme 80 veces con la misma piedra.
—¿Habías tenido experiencias previas con aplicaciones?
—Había tenido todo, pero me daba mucha vergüenza estar ahí. Lo que pasa es que también, post pandemia, no quedaba otra para conocer gente.
—¿Te creían que eras vos?
—Algunos sí, otros no. Pero me daba mucha vergüenza, tenía mucho prejuicio con estar ahí.
—¿Por vos o por ser famosa y estar ahí?
—No, por famosa. Me parece que es un lugar más donde se conoce, donde van los que están solteros, y supongo que algunos que no y están de trampa. Hay cosas que uno va aprendiendo. Tiene que empezar con un chistecito, con algo.
—¿Qué podemos saber de tu novio?
—Se llama Adrián. Fue cero histeria. Creo que empezamos a chatear un viernes y el domingo nos vimos. Fluía. Y me parece que eso fue lo diferencial.
—¿Sos medio Susanita, te imaginas entrando al casamiento?
—No, no soy de casamiento, pero sí me imagino con él. Digo, hoy estoy enamorada y quiero estar con él.
—¿Él tiene que ver con esta industria?
—No.
—¿Eso es saludable?
—Para mí lo más saludable fue que no usaba redes sociales, entonces yo no estaba pendiente de ver si me likeó, o de subir una foto para que le guste, o hacerme la interesante. Eso es re tóxico, porque una está analizando un mensaje durante horas o un like. Y como él no tenía redes, no hubo histeria.
—¿Antes de él hubo mucho tóxico?
—Sí, mucho tóxico y mucha histeria.
—¿Y todo de alguna manera se lleva al teatro?
—Y sí, todo es anécdota. De hecho, nos pasa algo que es a veces estás en una situación íntima, cada una en su historia, y sabés que eso lo vas a contar después. Y eso nos divierte.
—Claro: “Esta pareja no va a prosperar, pero yo a vos…”.
—”Te voy a sacar provecho”. Sí, ni hablar.
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