“El éxito es antes”, dice Pablo Culell y obliga a parar la oreja. Como creador de Underground producciones en sociedad con Sebastián Ortega, el productor estuvo detrás de algunas de las ficciones más importantes del país en los últimos veinte años. La lista incluye a Los Roldán, Graduados, 100 días para enamorarse y Un gallo para Esculapio, solo para nombrar al azar algunas de las más destacadas. La más reciente fue El marginal, que acompañó la última gran transformación de la industria audiovisual, marcando niveles de audiencia inusitados con sus primeras temporadas en la Televisión Pública y posicionándose entre las más vistas a nivel mundial luego de su paso a Netflix.
Con la nostalgia que acarrea todo cierre pero con el orgullo de haber hecho un producto que marcó una era, Culell suelta sus primeras impresiones, todavía con el producto caliente y cuidándose de no spoilear. “Es muy emocionante, muy duro y crudo pero que tiene lógica dentro de cómo los personajes llevaron su historia desde el primer momento hasta el último”, cuenta el productor en diálogo con Teleshow, y se adentra al desafío de analizar el éxito de la historia, en la que el público hizo propios personajes oscuros, pero en un punto entrañables. “También fue una manera de hacer catarsis de las situaciones violentas que la gente padece en el día a día”, interpreta el productor. Una voz autorizada para explicar su propia obra y también para conocer el devenir de la industria en permanente transformación .
—¿Cómo se explica el éxito de El marginal?
—El género carcelario gustó siempre a lo largo de la historia audiovisual en todas partes del mundo. Y Sebastián Ortega, el creador de la serie ha sido un gran fan de este género. Son contenidos que llaman la atención por morbo, entretenimiento o identificación, hayan estado vinculados con el mundo carcelario o no. Después, excede el ámbito carcelario y aborda temas como la inseguridad, la justicia y la injusticia, la libertad, que disparan diferentes tipos de lecturas. Fue una serie muy bien escrita y realizada por un equipo maravilloso, con construcción de personajes que hacen que la gente se identifique, por más que sean todos villanos, porque aquí no se salva nadie. Sin embargo, desde el punto de vista del entretenimiento y más allá de la crueldad, hay un lugar de identificación con la jerga, con las costumbres y tradiciones de ese mundo.
—¿Cuándo notaron que pasaba algo con la historia, que excedía la pantalla y se incorporaba a la vida cotidiana del público?
—El éxito es antes, y cuando lo estábamos haciendo intuíamos que algo podía pasar. Obvio que te podés equivocar, pero cuando algo va a ser un boom difícil que no lo percibas en la construcción, en el trabajo, en esa identidad que lo hace único e inigualable, y eso se sentía ya desde el rodaje en una cárcel de más de cien años, que se había cerrado hace poco. El set transmitía verdad, y a eso hubo que ponerle magia y ensoñación. Lo que no sabíamos es hasta dónde podía llegar.
—¿Te sorprendió que esto se replicara en el mundo? En muchos aspectos es una historia bien argentina.
—Pienso que a El marginal se aplica eso de pinta tu aldea y pintaras el mundo. Si contás un universo que estudiaste, si realizaste un trabajo de campo en cárceles para conocer bien ese mundo, si lo hacés lo más genuino posible y con identidad propia, trasciende las fronteras. Porque es una historia local, que sucede en una idiosincrasia local, pero es una temática universal y se puede entender en cualquier parte del mundo. Y es la suma de personajes muy bien construidos, una historia atrapante que cumple con los parámetros de la dramaturgia, que tiene ese morbo que genera curiosidad, el miedo y la fascinación por los personajes que representan el mal. En muchos lugares de América Latina hay una percepción del mundo carcelario similar y en otros países lo ven como algo exótico.
—La serie tiene una alta dosis de violencia explícita, en situaciones de asesinatos, torturas, violaciones. ¿Se debatía hasta qué punto contar?
—Se debatía en mesa chica: director, autores, producción, NBC Telemundo, Netflix, sabíamos que si contábamos el mundo de una cárcel le teníamos que dar realismo y crudeza porque si no pasaba a ser una fantasía poco creíble. Pero teníamos en claro que es una ficción: no es un testimonial de la cárcel, estamos contando una historia, un policial negro que sucede en una cárcel. El nivel de mayor o menor violencia tiene que ver con lo que necesitás mostrar el drama de cada personaje y el contexto en el que están inmersos. La quinta temporada es menos violenta que las otras, profundiza más sobre el tema que los presos sienten sobre cuál es su destino, si pueden modificar lo que supuestamente está escrito para ellos, y cada uno tiene una coherencia dentro de diferentes parámetros que pueden tener los personajes en esos submundos.
—Hablabas de los personajes, que no se salva nadie, y eso llama la atención: la ausencia de la dicotomía entre héroes y villanos, al menos en su concepción clásica
—Más que héroes y villanos, tenés protagonistas y antagonistas de cada historia, y todos rozan los límites de la moral y la ética de la sociedad. Salvo personajes como los de Martina Gusmán o Maite Lanata, que están ligados a lo políticamente correcto o a lo que la ley indica, el resto está al margen. Viven como pueden, han cometido delitos, son corruptos, pero dentro de eso hay bandos, algunos tienen valores para saben que se equivocaron y quieren trascender, otros que el mismo sistema los excluye y hace que se vuelvan cada vez más reaccionarios o piensen que no pueden salir del mundo carcelario. Eso también cuenta El marginal.
—¿Costó la decisión de darle un cierre a El marginal?
—Se dice que los éxitos no se tocan, pero también es real que está bueno darle un cierre y no que el público te abandone porque se agota. Hay que saber retirarse a tiempo, y mejor hacerlo en la gloria. También se abre el camino a una reformulación del género carcelario que puede ser revisitado, porque es un programa que ayuda a pensar en la naturaleza humana, la libertad, el encierro.
—La serie se estrenó en 2016, era otro mundo, sin pandemia y con las plataformas recién desarrollándose. ¿Influyeron los cambios tecnológicos a la hora de contar la historia?
—Cuando se estrenó, si bien Netflix era una realidad, se compartía el espacio con el cable y la televisión abierta, había ficción y se veía de otras maneras y otros dispositivos. Con el correr de los años, y pandemia mediante, las plataformas tomaron el control absoluto. En cuanto al contenido en sí, no varió, en vez de verlo una vez por semana en un horario determinado, era el público el que elegía dónde y cuándo verlo y si hacerlo de manera maratónica. Pero en lo que refiere a la manera de contar la historia, fue la misma a como lo hicimos durante estos 20 años.
—Cuál es tu mirada macro de la transformación en la industria audiovisual?
—Hace 30 años que estoy en la tele, vi todo el camino y el proceso de transformación tecnológica. Hay algo que es lo mismo siempre, y es la fuerza del contenido. Cuando se dice que el contenido es el rey es real, no hay con qué darle a contar una historia fuerte que sea clara, que conmueva, que te identifique, y eso no importa si lo ves en un celular o en una pantalla de cine.
—¿Cuál es el futuro de la televisión en este panorama?
—La televisión obvio que no murió como sistema de emisión de contenidos, pero varió totalmente. La ficción como la conocíamos ya no es potestad solo de la televisión abierta, porque dejó de ser un negocio como era antes, es muy costosa y compite con otras plataformas y la gente elige ver los productos según sus tiempos. La televisión se convirtió en una emisión de contenidos en vivo, big shows, deportes y que de vez en cuando puede tener una ficción en particular. Lo que sí existe es la unión de las partes, de una plataforma con un canal abierto, y en función del estilo de contenido y el público al que se dirige, elegirá cual es la primera ventana, si primero se ve en plataforma o en televisión abierta.
Lo que viene. En un mundo en constante transformación, la industria audiovisual plantea nuevos desafíos casi a diario. En ese panorama, y luego de la unión de Underground con NBC Telemundo, apunta a generar contenidos para todo el continente. En este sentido, está próximo a estrenar Diario de un gigoló, una serie con elenco mexicano rodada en Argentina, y en el horizonte aparece la adaptación de Historia de un clan para el publico mexicano protagonizada por Fernando Colunga, que se van a ver por Telemundo y Netflix. Y en lo que refiere a la Argentina, las miradas se dirigen a una nueva versión de Graduados, un proyecto que siempre está dando vueltas. “Graduados es una serie que nosotros amamos, está en los genes de Underground, va a haber un programa especial de los 10 años y hay una intención de ver una continuación que no podemos confirmar pero que es genuina, tanto de Telefe como de nosotros y el elenco, y ojalá se pueda hacer”, se entusiasma Culell.
—¿Así como hay una fascinación por el género carcelario también la hay por la nostalgia?
—El ser humano añora lo que vivió y ya no tiene, es algo inherente al ser humano. Y aparte, el argentino tiene algo especial con lo que tiene que ver con la amistad, la nostalgia, la música, la familia. Y esto lo tuvimos siempre en cuenta. Con las comedias diarias en prime time, siempre tratamos de hacer programas que llegaran a toda la familia, con algo diferente, que fuera un reflejo de la época, como fue Los Roldán con un personaje trans en una familia popular, que era aceptada y querida. Era una manera poner en agenda algo que no estaba tan presente, y ayudar a la no discriminación y a los derechos humanos, lo mismo hicimos en Graduados con el tema del bullying, en 100 días para enamorarse con la identidad de género; además de entretener, buscamos ayudar a pensar.
—¿Hablar de estas temáticas también es tema de debate interno?
—Sí, y en ese momento también veíamos lo que le pasaba al público, ahora eso no se puede hacer tanto. Nuestras comedias familiares del prime time dialogaban con el publico, veíamos que nos devolvían y eso es algo que perciben los actores, el canal, nosotros, los autores; son temas que ayudan al debate de la opinión publica, a abrir cabezas y eso siempre es bienvenido.
—¿Cómo está la industria después de la pandemia?
—Logro pararse, estamos en un momento de ebullición de ficción produciéndose en Argentina que espero que no sea un globo de ensayo que después se pinche. Con la pandemia explotaron las plataformas y necesitan contenidos de diferentes partes del mundo, con esto que hablábamos del contenido glocal, temáticas que tengan identidad local pero que sean entendidas en todas partes del mundo. El tema de los costos con la inflación y el dólar, a veces le juega en contra a la industria argentina, y estamos hablando con cámaras de productores, con sindicatos, con el Estado para ver cómo encontrarle la vuelta de unirnos y ayudar para que no se pinche, porque las plataformas van eligiendo donde grabar según los incentivos que ofrece cada país. Argentina no siempre tuvo incentivos como tuvieron Uruguay, Colombia o México en su momento. También creo que el público, después de estar tanto tiempo encerrado, está un poco cansado de ver tanta ficción y quiere salir. Como todo, se irá pra un extremo y para otro hasta que encuentre su equilibrio.
SEGUIR LEYENDO: