No hay nada que hacer, por más que sean tiempos de redes sociales, instagramers, influencers y likes, cuando se asoma Tom Cruise, el mundo parece detenerse. Con 59 años -el 3 de julio cumple 60-, lo demostró en el último Festival de Cannes. Con la alfombra roja patrocinada por TikTok, parecía que los influencers arrasarían con todo, pero llegó Cruise con su pinta y todos quedaron... pintados.
Un día después arribó a Londres para presentar Top Gun: Maverick, en el Leicester Square. La atención se la llevaban el príncipe William y su esposa Kate… hasta que apareció Cruise. La duquesa intentó subir la escalera pero su vestido tan impresionante como incómodo le dificultó el movimiento. Tom le tendió la mano. No fue un gesto de protección o de invalidez hacia ella, sino de genuina amabilidad. El momento dio la vuelta al mundo, se viralizó en redes, y aunque no se contabilizaron los “ahhhhh”, seguramente superaron por mucho a los “me gusta”. Compruébelo el lector con esta imagen.
Con el éxito de la secuela de Top Gun, Tom Cruise demuestra una vez más por qué ostenta un lugar de privilegio entre las grandes estrellas de Hollywood. Si bien no entra en la categoría de actorazo, no se puede negar que conoce la industria como pocos y que sus estándares de profesionalismo son categoría superior. Como publicó Infobae, en su ultima película Cruise, además de protagonista, es el productor que defiende la realización de sus proyectos como una experiencia para ver en salas de cine. Se percibe esa búsqueda, se siente en el cuerpo, se vive como algo más tangible y palpable. A una edad y con una trayectoria en la que ya está permitido trabajar con suficiencia o en papeles menores, él decide perdurar en el negocio pero no de cualquier forma, sino entregando lo mejor, porque los espectadores pueden comer pochoclo pero no vidrio.
El protagonista de la saga Misión Imposible quizás ya no sea el prototipo de carilindo pero sí del sueño americano. Repasando su vida, sobre todo su infancia, pocos podrían vislumbrar que Thomas Cruise Mapother IV se convertiría en un ícono mundial. Y esos que sus comienzos no fueron los mejores.
En 1974, Mary Lee Pfeiffer, la madre de Tom, planeaba separarse de Thomas Cruise Mapother III, y le ordenó a su hijo que preparara una valija con sus pertenencias. Tom metió lo que más quería: un guante de beisbol. Y la dejó junto a su cama. Siete días después, a las 4.30 de la madruga, su mamá lo despertó a él junto a sus tres hermanas, los subió a una camioneta y condujo sin detenerse desde la ciudad de Ottawa, en Canadá, hasta la frontera de Estados Unidos. En el trayecto, Mary pasaba de reír a carcajadas a llorar desconsolada, de cantar a los gritos a no decir palabra. Al llegar a Kentucky, Tom sintió que había dejado de ser un niño para convertirse en el protector de su madre y sus hermanas. Tenía 12 años.
Para Tom, como para la mayoría de los niños, que sus padres se divorciaran resultaba comprensible. Lo que resultó incompresible fue el abandono paterno que siguió al divorcio. “No nos ayudó ni económica ni espiritualmente, y tuve que vivir con los efectos de ese caos”, rememoró el actor en la revista Esquire. Antes del divorcio, el hombre se mudó con su familia por 15 ciudades diferentes buscando trabajo de ingeniero electricista. “Recuerdo ver a mi padre y tratar de comprenderle. Se lo notaba perdido y abrumado por la vida”.
Una tarde le quedó marcada para siempre. Su padre lo llevó a patinar pero el lugar elegido implicaba dos horas de viaje en auto. Tom sintió hambre y pidió parar a comer algo, su papá le contestó que comiera “algo imaginario” y preguntó: “¿De qué te lo preparo?”. Tom contestó: “Con jamón”. “¿Y qué más?” siguió el juego. Así transcurrió el viaje, comiendo un sándwich irreal porque no había plata para comprar uno real.
Esa tarde fue relativamente tranquila, pero Tom padre “era el tipo de persona que, si algo sale mal, te patea”, describió su hijo. Como casi todo estadounidense intentó iniciarlo en el béisbol. Para enseñarle a atrapar la pelota se la arrojaba contra el cuerpo con una velocidad furiosa. La pelota muchas veces lo golpeaba en la cara. Le sangraba la nariz, los ojos se le llenaban de lágrimas, pero no abandonaba ni protestaba. Tenía solo 9 años.
La inestabilidad laboral del padre provocó que la familia viviera en mudanza continua; Tom pasó por unas 15 escuelas. Para muchos era una situación dura pero él pensaba: “Okey, no desarmaré mi valija porque sé que me iré en unos meses. No me preocupo demasiado porque haré lo que pueda. En el próximo colegio puedo estar entre los adelantados o los retrasados, y todos me tendrán paciencia”. Ser el nuevo de la clase traía sus grandes inconvenientes. “Tenía que estar en guardia siempre para protegerme. No podía decir cosas como ‘Hey, lo que me decís me lastima’”, contó Cruise en una entrevista.
Después de la fuga, Tom volvió a ver a su padre apenas dos veces más en diez años. En una de esas lo invitó a un autocine. Volvieron a encontrarse en 1983 cuando el hijo todavía no era una megaestrella pero ya apuntaba para serlo. Al año el actor siguiente supo que un cáncer estaba por acabar con la vida de ese padre tan desconocido. “Me enteré que se estaba muriendo y fui a verlo al hospital. Vi en él un profundo arrepentimiento y creo que se estaba torturando. Lo único que atiné decirle fue: ‘Está todo bien’”, recuerda Cruise. “Me dije: ‘¿Qué puedo hacer para ser mejor?’. Lo vi ahí, muriéndose y pensé: ‘¿Qué debo hacer para no ser como ese tipo?’”.
Con el padre ausente, sin cuota alimentaria ni manutención, Mary Lee trabajó en ventas y dando clases para sostener a la familia. Mientras trabajaba en un negocio de electrodomésticos, un supervisor le ordenó que moviera sola y sin ayuda un lavarropas, ella hizo un mal movimiento y se lastimó la espalda. Durante ocho meses estuvo inmovilizada. “El supervisor no le pagó ni un centavo y dijo que la culpa era de mi madre. No movió un dedo para ayudarla aunque ella tenía cuatro niños”, recuerda todavía enfurecido este actor que en ese momento tenía 12 años. Fue para esa época que su madre se desesperó al verlo asomarse al borde de un acantilado. “Pensó que yo quería saltar. Pero yo no quería suicidarme, solo quería volar”, explicó.
Sus hermanas solían llevar los novios a su casa, no porque se sentían más cómodas sino para que Tom los aprobara. Una de ellas estaba sorprendida porque su novio no la besaba. “Fue porque le dije que no lo hiciera. El tipo era un año mayor y yo sabía que tenía otra novia, así que le dije: ‘Si besas a mi hermana te mato. Te juro que lo haré'”.
En su casa la situación económica seguía siendo mala. Su mamá llegó a tener tres empleos y sus hermanas trabajaban en restaurantes para pagar ropa y estudios. Para ayudar, él fue jardinero, mensajero, repartidor de diarios y vendedor de helados. Crecer entre mujeres le dio una perspectiva totalmente nueva. “Mis hermanas eran mis mejores amigos, formábamos un verdadero equipo. Me enseñó a conocer a las mujeres sin necesidad de rodearlas de ningún tipo de misterio. Me llevo muy bien con ellas. Y en lo que a mí respecta creo que son mucho más fuertes y a la vez sensibles que los hombres”, declaraba en 1986, cuando el Me Too ni se adivinaba.
A los 14 años a Tom se le ocurrió que deseaba ser… monje franciscano. La decisión no tenía tanto que ver con la fe y la vocación sino con la practicidad. Se anotó en un seminario de la orden no tanto para descubrir los designios de Dios sino porque era una escuela gratuita y con buena calidad educativa. Duró apenas un año. De lunes a viernes estudiaba y los fines de semana se escapaba con un amigo hasta un burdel donde charlaban con las chicas que trabajaban en el lugar mientras jugaban “a la botellita”, ese pasatiempo donde se gira una botella y, según dónde apunta, hay que besarse.
En el secundario sus compañeros solían burlarse por su dislexia pero se callaban al verlo jugar al hockey o ganar combates de lucha olímpica. Un problema en la rodilla lo obligó a renunciar a sus sueños de gloria deportiva. Fue entonces que descubrió el teatro. Tenía 17 años cuando actuó en un musical escolar: Guys and dolls. “Fue una experiencia fabulosa porque por primera vez logré expresar lo que sentía de un modo que no es habitual en los chicos de esa edad”. Cuando sus compañeros lo aplaudieron sintió que las tablas eran su tabla… de salvación.
Después de recibirse se fue a Nueva York para estudiar arte dramático mientras trabajaba de mozo o descargando camiones. Su alimentación consistía en salchichas con arroz. “Estaba como un animal en la selva”, dijo. Luchando por su sueño de actor usó todos sus ahorros para presentarse a una prueba en Los Ángeles. La hizo, y al terminar el director le preguntó si se quedaría en la ciudad. Tom lo tomó como una buena señal y contestó: “Solo por un par de días”. La respuesta no fue un “estás contratado”, sino “espero que consigas un buen bronceado”. Lejos de deprimirse salió pensado: “Okey, esto es Hollywood. Bienvenido Cruise”.
En 1981 consiguió aparecer en Amor eterno, protagonizada por Brooke Shields, aunque no cobró un centavo. Después lo contrataron para la película Taps. Pero el batacazo lo dio en Negocios riesgosos, donde bailaba un rock and roll en calzoncillos que enamoró a adolescentes y lo puso en agenda de los productores. La consagración le llegaría en 1986 con Top Gun. Desde entonces logró mantenerse como una súper estrella que, aunque pasan los años, no caduca y conserva su lugar de privilegio. El mismísimo Paul Newman lo predijo cuando actuaron en El color del dinero: “Este muchacho tiene la mente y los cojones necesarios para ser uno de los grandes y convertirse en una estrella de Hollywood”.
Se sabe que Cruise es un tipo exigente en sus rodajes, pero los que cumplen con sus expectativas tienen una gran recompensa. El actor los suele invitar a funciones de gala o a cenar en una de sus mansiones. Para algunos es un signo de exclusividad y para otros, de inteligencia. Al fin de cuentas, si sos Tom Cruise, ¿por qué tendrías que juntarte con gente que no te agrada?
Aunque uno se lo imagina inaccesible, suele estar muy pendiente de sus compañeros. Todos los años les manda una torta de Navidad a los actores de reparto que trabajaron con él. Kirsten Dunt contó que sigue recibiendo el obsequio pese a que actuaron juntos en 1994, en Entrevista con el vampiro. Cruise se acuerda de cumpleaños, aniversarios y celebraciones de cada una de las personas con las que trata en su trabajo.
No solo es solidario con los conocidos, también con los desconocidos. Estaba filmando Jerry Maguire cuando al salir de un restaurante vio a una mujer que acababa de ser atropellada por un auto. Tenía una pierna rota y gritaba de dolor mientras pedía: “No me dejen morir, pronto cumple años mi hijo”, y explicaba que no tenía dinero ni seguro médico. Llovía a cántaros, pero Cruise bajó de su Porsche y ayudó a los paramédicos a protegerla con un paraguas. Luego les dio instrucciones para que la llevaran al hospital que indicó. Al día siguiente fue a visitarla y pagó los siete mil dólares de gastos médicos.
Jon Voight suele contar que su madre, que conoció a Tom mientras filmaban Misión Imposible, antes de morirse le pidió respetuosamente: “Dile a Tom que lo quiero mucho. Dile que me gusta mucho, y me gusta no porque es lindo sino porque es auténtico”. Es que como él mismo asegura: “La vida es algo que le baja los humos a cualquiera. Y eso te ayuda a ser honesto”. Y si lo dice Cruise, ¿quién es esta cronista para desmentirlo?
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