Julieta Zylberberg cultiva un bajo perfil, pero por estos días todos los reflectores la alumbran por su desembarco en Hollywood. La actriz forma parte del elenco protagónico de la serie Night Sky, junto a Sissy Spacek y J.K. Simmons. La ficción de ocho episodios se estrenó el 20 de mayo en Amazon Prime Video y se posiciona en el ranking de las diez más vistas de la plataforma. A solas con Teleshow, en una distendida charla reflexiona sobre los temas que pone en escena la trama, el desafío de aprender el guion en inglés y la experiencia de vivir tres meses en Chicago, Estados Unidos.
El suspenso, la ciencia ficción y la fantasía están presentes en la historia que tiene como hilo conductor a la pareja de Irene y Franklin –en la piel de Spacek y Simmons-, un matrimonio que guardó un secreto por los últimos veinte años: un portal escondido en su cobertizo que les permite viajar a un planeta desconocido. De la típica casa norteamericana con amplio jardín la línea argumental se desvía al icónico paisaje de Purnamarca en la provincia de Jujuy. En medio de los coloridos cerros hace su entrada Stella, el personaje de Zylberberg, junto a Tony, su hija en la ficción, interpretada por la también argentina Rocío Hernández.
“Yo no hablo muy bien inglés y se los dije desde un principio cuando me llamaron; pero querían justamente eso, alguien que hiciera de argentina, que hablara en español y otro poco de inglés”, confiesa la actriz, orgullosa de que el sello de la bandera celeste y blanca aparezca en la superproducción. También se encargó de doblarse a sí misma en español, y asume que representó un desafío: “Siento que es un delirio actuar en otro idioma a pesar de que yo no hago de yanqui porque mi personaje es bien argento, pero hablar distinto es casi pensar distinto; es otro mundo”.
Julieta es madre de Luis, de 9 años, fruto de su relación con Esteban Lamothe, de quien se separó en 2017 tras diez años en pareja. “Cuando sos mamá es como que nunca estás completamente en pausa, estás allá pero le pedís la tarea de matemática de ayer, estás como triangulando todo”, reconoce sobre la organización que implicó la distancia, y cuenta que su hijo pudo acompañarla durante un mes en Estados Unidos.
La picardía la invade cuando piensa en su propia infancia, la de una niña con marcada vocación actoral que suplicaba que la lleven a clases de teatro. “Yo creo que soy actriz hasta hoy porque mis papás nunca se coparon tanto, a mí me encantaba actuar y eso fue como una gran bendición porque siempre es tan difícil saber qué le gusta a uno y yo lo supe desde muy chica”, sostiene. Su debut se remonta a Magazine For Fai, el ciclo donde a los 12 años se puso en la piel de la psicóloga Eugenia Molovsky.
“A mis padres les daba rechazo y los entiendo porque es un ambiente muy de grandes, de adultos, pero en este caso fue un proyecto que por suerte era muy para los niños; se grababa solo los sábados, ideal para no faltar a la escuela”, explica. Y reflexiona sobre la experiencia de conocer el mundo de la pantalla chica a tan corta edad: “La exigencia pasaba por el disfrute y el juego, la pasé tan bien que no hui despavorida como le puede pasar a otros, porque eso de estar 12 horas siendo un nenito con 25 adultos repitiendo la letra que escribió alguien... ¿cómo no vas a desistir de ser actor?”.
Define el programa creado por Mex Urtizberea como “una diversión impresionante”, y no tiene dudas de que aquella primera impresión condicionó el resto de su carrera. “No es casualidad que hoy yo siga siendo actriz: lo que te muestran de niño y te fascina, después por lo general te sigue fascinando de adulto”, expresa. Aquella convicción la llevó a no incursionar en un solo género y pasó por la comedia, el drama, y el suspenso con distintos personajes.
Un párrafo aparte merece su pasión por el teatro. Desde que se animó a subirse al escenario del Teatro Nün completamente sola en La Fiebre, reafirmó el poder de las actuaciones en vivo frente al público. “Es un unipersonal, escrito y dirigido por Mariana Chaud, y estoy muy nostálgica porque lo vamos a hacer por última vez los cuatro viernes de junio a las 21 horas”, asegura mientras desliza la invitación a los espectadores para que conozcan la historia de Azucena y su tortuga.
Con creatividad conecta su presente con su personaje de Nigth Sky. “Este año interpreté mujeres muy distintas y eso me encanta, porque puedo poner en escena distintos temas”, celebra. Lo cierto es que la ficción que cuenta con la dirección de Juan José Campanella en los dos primeros episodios, contempla reflexiones profundas sobre delicadas temáticas. “En la trama hay algo en común, que son las ganas contenidas que tienen los protagonistas de dar un vuelco en sus vidas, y por lo general no es tan sencillo dar un vuelco así; es difícil, pero qué bueno es también poder darlo cuando se debería”, sentencia Zylberberg.
—Habrá sido una sorpresa recibir una propuesta internacional en medio de la pandemia…
—Fue a mediados del año pasado, y sí, fue muy lindo pero también un poco extraño. Antes del casting me dijeron: ‘No importa que no hables bien el idioma porque necesitamos eso, que no hables perfecto’, y eso me relajó un montón, porque yo pensaba: ‘Voy a preparar muy bien una escena pero la pronunciación no la voy a lograr’. Después me junté con todos por Zoom y fueron muy amorosos conmigo. Uno no los ve como gente real al principio porque es como si fuera otro mundo. El idioma es otro y nosotros crecimos con el cine estadounidense sin parar, entonces es como si formara parte de un imaginario casi infantil, pero después fluyó.
—¿Cómo fue leer el guion en inglés?
—Me pasaba que no podía dejar el libro, a pesar de que no hablo muy bien inglés me sentí atrapada. Tenía una profesora al lado a la que le consultaba todo el tiempo sobre el significado de las frases, porque a veces no son las palabras sino más bien una expresión y un concepto.
—Tu personaje es madre soltera, pero en realidad vive dos vidas. ¿Qué fue lo que te resultó más atrapante?
—Justamente lo que más me gusta es esa doble vida que lleva. Por un lado cómo es en ese paisaje con los animales, una madre llevando a su hija al colegio, siempre rezando; y por otro lado es medio Sarah Connor. Eso me divertía un montón y me gustaba que el personaje al inicio de la serie arranque con un paradigma, siguiendo un dogma durante toda su vida, pero en paralelo esté ese sentimiento de: ‘Yo me bajo, algo no está bien’, y todo eso se va cocinando en silencio hasta el último capítulo.
—¿Habías estado ya en Estados Unidos?
—Alguna vez había ido a sí, pero esta vez me quedé más que nunca en mi vida y que en ningún lado. Yo no soy de viajes largos, y estuve tres meses y pico. Pero estuvo bárbaro, no me moví de Chicago. Creo que el avión donde yo fui era el único que estaba despegando de Ezeiza. Una amargura terrible, bastante apocalíptica. Fue bastante shockeante cuando llegamos porque es como que no había pandemia allá, no usaban barbijo y a mí me parecía terrible. Con Rochi (Rocío Hernández) decíamos: ‘¡Están locos!’ Y no nos sacábamos el barbijo.
—¿Qué te pareció la experiencia de trabajar en la industria de Hollywood?
—Me pasó que noté la diferencia entre grabar acá y grabar allá. Pude entenderme con la gente y pasarla bien y hacer mi trabajo tranquila, pero hablaban muy poco español, muy poquito. Es un idioma que desconocen un montón. Con algunos nos hicimos amigos, tanto del elenco como del equipo, pero tienen una producción gigantesca, y no es que acá no existan grandes producciones, sino que la industria allá es gigante. Y por eso se trabaja con tanta gente que uno no conoce.
—No solo estabas en otro país sino también con compañeros que no habías trabajado antes…
—Claro, acá vas a una producción y te empezás a saludar porque con alguno te vas a conocer, con seis o con siete personas incluso. Allá era muchísima gente y hay industria en muchas ciudades. Acá de a poquito se va abriendo pero principalmente se filma en Buenos Aires. Yo preguntaba: ‘¿Pero nadie grabó con nadie?’, y me decían: ‘No, no grabamos con ellos porque nosotros somos de Nueva York’, o ‘yo soy de Minnesota’. Son muy nómades y eso hace una sociedad muy distinta de otras. Acá somos mucho de los grupos: grupo de la secundaria, grupos del trabajo, y allá hay gente divina, pero es muy distinto.
—¿Te adaptaste rápido a pesar de la barrera del idioma?
—Dentro de todo sí. Hablo un poquito mejor ahora, pero también es diferente la forma de trabajar. Tenían un horario que te decían: ‘Te espero en la combi a las 9:17′. Re puntuales. Podría ser y cuarto, o y veinte, pero no, te decían ‘y 17′. Y te explicaban que era porque y cuarto vos tenías que estar bajando el ascensor. Todo era así, híper organizado, y yo que tengo una base de 20 minutos y llego tarde a todas partes, ni te cuento. Ellos estaban fascinados, decían: ‘Las argentinas, qué cariñosas que son’. Claro, porque nosotras estábamos al día siguiente ‘Hi! Adams!’, y ya se venía un abracito. Seguramente ellos pensaban: ‘¿Y a estas qué les pasa?’ [risas].
—¿Forjaste un vínculo con Rocío Hernández, tu compañera argentina en la ficción?
—Ayer vino a dormir a mi casa. Imagínate que conviví más que con nadie en mi vida, estuvimos allá muy juntas. Fue bárbaro, por suerte nos hicimos re amigas. Podía no suceder, pero pasó y fue gracioso porque estaba mi hijo. Le saqué fotos a los dos y pensaba: ‘Tengo los dos nenes’. Mi nene estuvo allá conmigo un mes de esos tres que estuve, así que allá éramos como la familia de Chicago.
—¿Tu hijo te acompañó en el rodaje cuando estuvieron allá?
—No pudo acompañarme en el set. No vio nada porque ahí no podía entrar nadie. Estaba prohibido por protocolos de Covid. Acá no vio la serie tampoco, no le importa mucho. Él está en otra total y está bárbaro que así sea.
—Hace unos años contabas que a él mucho no le gusta que te pidan fotos en la calle, ¿cómo está ahora con ese tema?
—Tiene 9 años y subió un poco el nivel de tolerancia [risas]. Igual está todo muy tranquilo, solamente si estoy en la tele en alguna tira, por ejemplo en El marginal que la vio un montón de gente, ahí sí me reconocieron mucho. Cuando no es algo mega que se ve mucho, la verdad es que me camuflo un poco. Soy muy distinta en persona que en pantalla, entonces no me reconocen tanto, eso es un don.
—Esteban Lamothe ahora está de gira con Desnudos, y vos estás con varios estrenos. Tiene dos padres actores muy visibles en este momento...
—Sí, los dos estamos con trabajo por suerte. Pero me parece lindo que a mi hijo no le importe mucho ese tema. En realidad, ¿por qué a los chicos les vas importar el trabajo de los padres’?. Es medio una ficción cuando dicen: ‘Se re copa’. Se re copa porque está ahí, no sé. El chico quiere jugar a los legos, al básquet, otras cosas. No le genera nada la fama ni le llama la atención. A veces me acompaña, si no tiene otra alternativa o si otro más va con el hijo.
—Sus agendas incluyen viajes a veces y jornadas de grabación largas, ¿cómo se organizan a nivel familiar?
—Es un quilombo absoluto, es imposible. Es muy difícil, pero por suerte los sorteamos bien.
—Incluso ustedes se suelen comentan los posteos de Instagram y la gente celebra esa buena onda
—Hay re buena onda, y realmente me llama la atención que les llame la atención eso a los demás.
—Quizás es el prejuicio de que las ex parejas del mundo del espectáculo dejen entrever algún conflicto…
—Supongo que también pasa fuera del espectáculo, pero se sabe menos o no les interesa tanto.
—Se te nota muy reservada en las redes sobre tu vida personal…
—Sí, estoy muy bien, muy feliz en pareja, pero es verdad que no muestro mucho en mis redes.
—¿Cómo vivís el combo mediático que implica la actuación?
—La verdad es que lo tengo bien resuelto. Soy muy perfil bajo, no voy a ningún lado de tanta exposición, no me interesa. Tengo una vida social muy tranquila.
—Entonces debés manejar bien también el tema de los haters en las redes…
—A mí no me importa nada en ese sentido. Si el comentario viene con amor bienvenido, pero si no, no me interesa. Lo bueno es la llegada que puedo tener para muchos otros. Lo veo como una herramienta que sirve para promover obras de teatro y expresar pensamientos. No me gusta que haya un nivel de superficialidad, irritación y banalidad, sino que sirva para algo, que esté surtidito. A su vez es como que ya nos hicimos viejos los de Instagram. Mi hijo me ve sacándome fotos y me pregunta: ‘¿Ma, por qué pones caras?’. No lo seduce Tik tok tampoco. Estoy re afuera de las redes que a él le pueden interesar y no tengo problemas de quedarme en una red social obsoleta.
—En su momento alzaste la voz sobre el feminismo con algunos posteos, y también con la ley del aborto legal, seguro y gratuito
—Sí, y qué suerte que se llegó a término con eso. Supongo que habrá otro tiempo para que se implemente como debe ser. Cualquier cambio histórico y paradigmático se da así, con fluctuaciones. Y hay cosas bien arraigadas, más profundas que muy de a poco se van puliendo. De todas formas es un momento muy bueno. Vivimos en una sociedad patriarcal con un nivel de machismo muy arraigado. Y lo peor es que hay un grado de invisibilidad del que no se habla.
—¿Cómo ves la situación hoy en el ámbito de la actuación? ¿Notás cambios?
—Por fortuna los movimientos generaron que algunas situaciones no se den más. Yo noto eso en mi pequeño círculo, en mi pequeña vida, pero sé que hay lugares donde todavía no se dio esta transformación. Hay cosas que antes se decían que hoy no se dicen, cosas que se hacían que hoy ya no se hacen, y eso está buenísimo. No hay palmaditas en la cola, eso ya no sucede más. Al menos estamos mejor que antes porque en pequeños círculos no sucede y el deseo es que se vaya expandiendo.
—En la serie Spacek y Simmons conforman una pareja mayor donde hay mucho compañerismo en el avance de la edad, ¿qué te pareció a vos ese aspecto de la trama?
—A mí me encanta que sea una pareja mayor. La rompen. Eso es hermoso para mí: todo lo que se va dando en distintas edades. Un actor inteligente puede llevar en paralelo la edad de su personaje con la suya. Nunca vas a poder ser más joven de los que sos y es muy difícil ser más viejo de lo que sos. Hay algo que coincide justo con la edad y las preocupaciones y emociones del momento. Cuando podes hacer de esas experiencias un material de trabajo es algo hermoso.
—Aparece también una reflexión sobre el matrimonio súper longevo...
—Sí, y pienso que cada vez sucede menos que dos personas se conozcan de chicos y sigan juntos hasta el final, pero también antes el matrimonio quedaba perpetuado, y mucha gente no tenía opciones para romper ese esquema, sentían como una obligación el mantenerse al lado de alguien que no eligieron. La familia como institución tenía un grado de importancia insoportable. Seguimos siendo criados así, pero hemos logrado romper varios esquemas que nos oprimían. Hoy si una familia se desarma y se rearma es porque las cosas estaban mal y no funcionaban de ese modo.
—Incluso hoy se celebra que si un vínculo ya no es sano, opten por seguir caminos separados, y hay muchísimas familias ensambladas...
—Absolutamente. Tengo un recuerdo de todos nuestos abuelos, horrible, que yo pensaba lo infelices que eran y lo mal que la pasaron toda la vida. Él trabajaba y ella no, la típica, entonces estaba atada económicamente de por vida y seguían resistiendo por esa presión del modelo social. Todas eso está desapareciendo poco a poco. El amor para los jóvenes hoy es diferente. Es algo muy distinto a lo que nos inculcaron en otra época. Igual tengo algunos amigos que están hace 20 años juntos y también digo: ‘Qué parejón, qué bien la pasan’, pero son los menos.
—También tenés un costado musical, sacaste dos temas: “Ojos de Planeta” y “Tu costado más feroz”. ¿Cómo sigue esa faceta?
—Yo siempre digo que si me hubieran puesto a estudiar música hubiera sido música. Me gusta mucho más que cualquier otra expresión artística.
—¿Más que la actuación?
—No sé, me gusta mucho la música, escucho todo el tiempo música y me conmueve, me fascina. Principalmente me gusta cantar. Mi amigo músico Manu Hattom me dijo que hagamos una canción y armamos juntos la melodía y la letra de ‘Ojos de planeta’. Empecé a aprender un poquitito de guitarra para acompañarme mientras canto, pero no es con constancia que hago esto. Pude armar una melodía yo sola y en la obra La fiebre también le pongo mi costado musical. Siempre fue algo cruzado con la actuación, siempre mi personaje terminaba cantando algo de alguna manera u otra. No es algo que tenga en permanente producción, pero hice esas dos canciones.
—Durante la pandemia estuviste incursionando en la cerámica también…
—Sí, un montón. Eso habla de mi personalidad, de mis actividades, de las facetas que voy descubriendo. Mi hijo me dice: ‘¡Todas las cosas que empezás mamá!’. Y así soy, empiezo, dejo y vuelvo.
SEGUIR LEYENDO: