Hay ficciones que quedan guardadas en la memoria y el corazón, marcadas a fuego en la vida de quienes las saborean. Cuando no existían las plataformas ni el streaming, y con suerte había una televisión en cada casa, esas historias se compartían con la familia, se hablaban en los trabajos, se rumoreaban en el almacén. Raúl Lecouna produjo buena parte de esas telenovelas que nos sabemos todos. Y con su muerte, se va también parte de esos recuerdos en forma de heroínas, galanes y villanos, donde no había imposibles para el amor.
“A mí me gustaba hacer locuras en la televisión”, dijo alguna vez el productor en una mirada retrospectiva, como aquel creador que contempla su obra sin tener conciencia de todo lo que ha logrado, quizás más cerca de aquel niño soñador que creció en San Andrés de Giles que del productor de las telenovelas más exitosas del país. Pero Lecouna fue uno de los símbolos de una televisión que marcaba agenda y reunía familias, o como se decía entonces, que paraba el país, y si algo le daba orgullo era ser uno de los constructores de esa televisión. “Hice 32 mil horas de novela”, solía decir con precisión de orfebre y como muestra de los viejos códigos para contar historias: “A mis protagonistas la besaban en el capítulo 30, a los dos meses tenían sexo”, comentaba sin reproches, más bien, como arquitecto de aquellas temporadas enteras, con la intriga servida a cada tanda publicitaria y los nervios que duraban hasta el día siguiente, a la misma hora y por el mismo canal. Murió Raúl Lecouna, para quien la televisión va a tener siempre un lugar guardado entre sus nombres más destacados. Entre tantos motivos, por títulos como estos:
Amo y señor, una ficción de época
Después de trabajar más de diez años como gerente de deportes y programación en Canal 13, su primer trabajo en producción fue a lo grande, combinando algunas casualidades con ese olfato de productor que lo iba a distinguir siempre. En su cabeza empezó a dar vuelta una telenovela y para eso, necesitaba un galán y no dudó en ir a buscar a la figura más importante del momento
Viajó hasta Mar del Plata donde Arnaldo André hacía teatro, le contó su personaje y lo tentó con una oferta. El resto es historia conocida. La historia gira entorno al recio y adinerado Alonso Miranda (André), el poderoso mandamás de una ciudad llamada Puerto Caliente, no del todo aceptado en la lata sociedad por ser considerado un nuevo rico. Para tratar de conseguir el tan deseado estatus social, busca el amor de Victoria Escalante (Luisa Kuliok), cuya familia sí es de linaje aristocrática pero que atraviesa problemas económicos.
Más allá de lo que diga la trama, la novela quedó en el recuerdo popular como “la de los cachetazos”, unas escenas que hoy serían imposibles. “Hoy se valoriza y se da importancia a la mujer, en aquel entonces era algo normal. A mí me decían en la calle: ‘dale una cachetada a mi mujer’. Gracias a Dios eso ya se terminó”, señaló André al respecto el año pasado durante su visita a Los Mammones.
El infiel y la conquista de América
La pareja protagónica de Amo y señor repitió en El infiel, su siguiente creación con María Valenzuela como contrafigura para completar el triángulo. También emitida en el por entonces canal de la palomita, la historia giraba en torno a un piloto de aviación, seductor empedernido, con un amor en cada (aero) puerto. La historia tuvo una de las cortinas más recordadas de la época, “Mi libertad no”, compuesta e interpretada por Juan Marcelo y sirvió como una suerte de precuela de Amándote. Aquí, con un perfil más latinoamericano y las venezolanas Jeanette Rodríguez y Lupita Ferrer como figuras femeninas, terminó de desembarcar en el continente como primer paso para conquistar el mundo.
El éxito arrollador junto a Andrea del Boca
A principios de los ‘90, Lecouna fue el productor detrás del éxito de las telenovelas de Andrea del Boca, en sintonía con el escritor Enrique Torres y la dirección de Nicolás del Boca. La primera fue Celeste, emitida en 1991, que revolucionó la televisión de entonces y proyectó definitivamente la carrera de Gustavo Bermúdez en el rol de galán.
Se emitió en las tardes de Canal 13 y fue una de las primeras en abordar en un horario apto para todo público y en un producto apuntado a un público familiar, temáticas como el HIV y la homosexualidad, considerados tabú en esa época. Fue tal el éxito que se repitió en una segunda parte, titulada Celeste, siempre Celeste, que se emitió por Telefe. Con la misma pareja protagónica, Andrea desdoblada como heroína y villana, y un elenco casi en su totalidad renovado.
En el medio, el tándem del Boca/Bermúdez protagonizó otro éxito con Antonella, todavía en el canal de Constitución, una historia menos oscura aunque no por eso menos dramático, y con una buena dosis de comedia kitsch. Una joven que soñaba con ser actriz y para perseguirlo animaba fiestas infantiles con el álter ego de payaso Plin Plin hasta que en uno de esos cumpleaños conoce al que sería el amor de su vida.
Gabriel Corrado fue el otro gran galán que tuvo Andrea en esa época. En 1994 en Telefe hicieron Perla Negra, con un éxito arrollador a nivel local y buena recepción en la televisión española y la italiana. La historia de la Perla en cuestión comienza cuando una es beba abandonada al nacer en un colegio exclusivo, con su educación ya cubierta por unas misteriosas perlas negras. Pero no es otra cosa que una puerta de ingreso a las situaciones más intrincadas, y atravesadas por el amor, la tristeza, la amistad y la reivindicación. En 1996 repitieron la dupla con Zíngara, ambientada en una comunidad gitana. En ambas, nuevamente con la protagonista jugando con la doble personalidad y mundo mágico en el que tanto los héroes como los villanos tenían unas cuantas cosas que esconder.
Muñeca brava y mundial
En 1998, Lecouna apostó por Natalia Oreiro, uruguaya con carrera ascendente en Argentina y Muñeca brava significó su pasaporte definitivo al estrellato. La historia mostró la chispa y la simpatía de Oreiro en su papel de Milagros, apodada La Cholito, huérfana al nacer y obligada a hacerse a los golpes empleada doméstica donde se enamora de Ivo -otro joven, Facundo Arana, con quien había trabajado en Zíngara y Perla Negra-, con el que a priori no tiene pocas otras cosas en común más que el amor.
La Cholito no era la típica heroína de novela y allí hay otra muestra del ojo del productor. Natalia qeu venía de papeles tradicionales en 90, 60, 90 modelos o Ricos y famosos, acá jugaba a la pelota, se vestía con ropa ancha, decía malas palabras y hasta se escupía la mano para saludar a sus amigos. Nada fue lo mismo desde ahí para Natalia, porque si los productos de Lecouna habían conocido el éxito en Latinoamérica y parte de Europa, con Muñeca brava ya no tuvo fronteras. Rusia, República Checa, Rumania, Polonia e Israel, donde se convirtió en una estrella.
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