Iniciando su adolescencia Nazarena Vélez eligió comprar su propia independencia, como boleto único a la libertad. A los 14 años ganó un concurso de belleza en Quilmes. Un año después estaba trabajando con Gerardo Sofovich. En estas más de tres décadas en el medio construyó una carrera a base de trabajo, tenacidad, escándalos mediáticos, adicciones, vulnerabilidad y resiliencia. Reconoce que el amor por sus hijos (Barbie, Chyno y Titi) la salvó.
Llega a los estudios de Infobae puntual y predispuesta, aunque un poco inquieta: al finalizar la entrevista la esperan más compromisos y, luego, ir a ocupar su puesto en LAM. En las redes se ve a una Nazarena superada, pero en esta charla íntima cuenta cómo es la Nazarena real: “Cuando me dicen: ‘¡Qué fuerte que sos!’, digo que es mentira. Si a la Nazarena sola le pasaba todo lo que me pasó, no sé cuál sería mi presente”.
Hoy, en el programa de Ángel de Brito se la nota renovada, menos combativa y más conciliadora, lejos de aquella que le rompió el auto a Daniel Agostini o que le contestaba a Moria Casán sin medir las consecuencias Hoy, a esa Nazarena le dice que no: “Ya está. Si sigo siendo la misma que fui cuando tenía 27 años, no entendí un carajo de la vida...”.
Focalizada en su rol de productora, allí donde mejor se siente, está entusiasmada con la próxima gira de Me enamoré de vos, una comedia de teatro que pone en escena a su actual pareja, Santiago Caamaño, con dirección de Diego Pérez. Aceptando una entrevista sin concesión alguna, afirma que su adicción a las anfetaminas es una lucha diaria de la cual nunca se recuperará. También hubo tiempo para hablar del feminismo y de cosificación, que la propia Nazarena eligió para lograr sus objetivos. Y sobre la actualidad del país, dice, entre indignada e irónica: ”Falta que sumen un impuesto para vivir”.
—¿Cuál fue su primer trabajo y qué edad tenía?
—Yo soy la tercera de seis hermanos y mis viejos, si bien nunca me faltó nada, se rompían el alma. Veía que hacían un gran esfuerzo para que no nos falte nada. Siempre admiré y respeté esa cosa de trabajo que tiene mi familia y yo la copié. Entonces, a los 14 años me quería comprar una bicicleta de carrera y no les quise pedir porque dije: “Si me dan a mí, les tienen que dar a mis hermanos”. En ese momento se elegía a Miss Quilmes y te daban plata de premio, así que me anoté y gané. Me compré la bicicleta de carrera y nunca más paré de trabajar porque vi que eso era una salida laboral para mí. Y siempre, desde muy chiquita, quise ser independiente, no pedirle nada a nadie.
—¿Recuerda qué fue lo primero que se le vino a la cabeza cuando le dijeron que había ganado el concurso?
—No lo podía creer, porque yo era muy acomplejada de chiquita, era gordita. Y a los 13 años pegué el estirón y adelgacé. Siempre me habían hecho bullying de chiquita. Entonces, ser Miss Quilmes y encima ganar la plata que quería, fue fuerte.
—¿Cómo siguió su vida?
—Después me envicié y dije: “Vamos por más plata”. Entonces me di cuenta de que al ser Miss Quilmes podía ser Miss Provincia de Buenos Aires y Miss Argentina. Y como siempre fui muy inquieta, yo soy leonina, fui, gané Miss Provincia de Buenos Aires, y después fui primera princesa de la Argentina.
—¿Cuándo sintió que trabajar ya no era algo tan fácil?
—No... Es que para mí siempre fue difícil. Porque si bien notaba que ganaba mucha plata, yo como y engordo, tengo una tendencia. Y a mí me encanta comer. Entonces me costaba mucho estar flaca para ser modelo. Porque te exigían, cuando yo empecé como modelo, una delgadez extrema. Yo mido 1.73 y la pasé recontra mal.
—Y ahora, ¿cómo es?
—Yo creo que todavía es así. Ahora se están rompiendo un poquito más las cosas, pero sigue siendo sumamente exigente, por supuesto. Pero bueno, al menos estamos visibilizando otras cosas. En ese momento no existía, si eras una gordita no servías. Te sacaban. Una vez que cerré una publicidad, yo tenía 15 años me acuerdo y pagaban 1500 dólares, me dijeron: ”Tenés que pesar tres kilos menos para el sábado”. Era miércoles. Ahí empecé con laxantes, diuréticos, todo. Para mí siempre fue una responsabilidad. Y me costó mucho trabajar en el medio.
—Fue un sacrificio.
—Sí, para mí fue un sacrificio, un gran sacrificio. Lo que algunos dicen: “Ah, está mostrando el culo, es liviano”, para mí era todo un trabajo. Y aparte yo siempre fui muy acomplejada por todo esto que me pasaba, entonces, de repente hacer una publicidad en ropa interior me costaba mucho, me daba mucha vergüenza.
—¿Y cómo hacía?
—Yo tengo una frase que todo el mundo conoce y se ríe: “Todo por mis hijos”. Yo de verdad tragaba saliva, me daba vergüenza, mismo hoy me da vergüenza, siempre fui insegura. No está bueno. Yo soy de la generación que nos criaron con una gordofobia y con un odio muy importante, donde lo estético, donde si sos vieja, pesa un montón. Entonces, siendo una mina que quería ser independiente, que me gustaba, no sé, comprarle una heladera a mi vieja, me la bancaba. Pensá que a los 19 años yo ya fui mamá de Barbie, ahí la responsabilidad pasó a ser para dos.
—¿Cómo es como mamá? ¿En qué le cambió la vida?
—Yo creo que no lo pensé tanto. Si hoy lo pienso, con 47 años, fui una loca. Pero venía del mandato, me había casado con Ale (Pucheta), con el papá de Barbie, y enseguida teníamos que tener hijos. Yo vengo con una cultura bastante chapada a la antigua. Religiosa, muy religiosa. Lo que se tiene que hacer, lo que se debe hacer, todo eso. Después me di cuenta de la responsabilidad que es tener un hijo, porque mi hija hoy tiene 27 años y yo sigo atrás de ella como el primer día, como cuando nació. A ver, yo tengo los tres hijos que quise tener. Ninguno me cayó de casualidad. Entonces te tenés que hacer cargo de tus hijos. Yo que, los busqué, siento que, hasta el día de mi muerte, me tengo que hacer cargo de mis hijos y no es fácil.
—¿Qué es lo más difícil?
—Yo ya no dependo de mí, dependo de ellos. Todo lo que me pasa me pasa por ellos. Si a uno le pasa algo me está pasando a mí. Necesito solucionarles las cosas. Yo sé que no es así, de hecho, yo soy una mina muy independiente y ellos son muy independientes también, pero yo estoy atenta a ellos todo el tiempo. No soy cargosa, no soy pegajosa, no es que los llamo todo el tiempo, tienen una independencia, pero mi vida es otra. Desde que tuve a Barbie entendí que realmente nunca me podía quedar sin plata. Entendí que la nena iba a ir a un lindo colegio, que siempre la iba a pasar bien. Y eso es una responsabilidad muy grande siendo tan pendeja.
—¿En algún momento se quedó sin plata?
—Sí, muchas veces.
—¿Le dio miedo esa situación?
—Sí, pero yo soy una laburante. Yo me quedo sin guita y te pongo un kiosco. Lo aprendí de mis viejos. Mi papá es un laburante de toda la vida. Era un radical de esos acérrimos tremendos, con convicciones, nunca lo vi afanar. Y cuando se quedó sin laburo teniendo un puesto muy importante, se compró un par de camionetas para hacer fletes y se las arregló como pudo. No me interesa la plata como lo único en mi vida. O sea, la plata la necesitamos para vivir bien, pero no es lo principal. Yo no quiero ser millonaria, no me interesa.
Algunos dicen: ‘Ah, está mostrando el culo, es liviano’, y para mí fue un gran sacrificio
—Cuando tuvo mucha plata, ¿cómo se manejó?
—Muy bien. Soy muy precavida. No soy rata. Detesto la gente rata. Yo capaz que no tengo guita y tengo actitudes de una mina que la tiene, porque no me gusta. Pero no soy una mina que se va a gastar la guita que no tiene. Soy cuidadosa. Me encantaría dejarle un departamento a cada uno de mis hijos, pero hoy no lo puedo hacer.
—¿Cuándo sintió que llegó a consolidarse en los medios?
—Cuando hice Grimaldi. Ahí me sentí consolidada, sentí que como productora hice algo que a mí me gustó mucho. La producción a mí me gusta. Y me fue muy bien con Grimaldi, hicimos un éxito en Mar del Plata, en Carlos Paz, dos temporadas, más Grimaldi en la televisión, en El Nueve. Fue un éxito que a mí me cambió la economía, pero donde también me sentí muy orgullosa de lo que había armado como productora, de haberlo contratado al Tano Ranni, a Georgina Barbarosa, a (José María) Muscari con Jey Mammón. Ahí sentí que llegué. Después pasó lo de Fabián (Rodríguez, su ex marido que se quitó la vida) y un par de golpes, pero cuando me sentí realizada fue ahí. Anteriormente, por supuesto que tuve éxitos increíbles de El champán (las pone mimosas), en un montón de momentos de mi vida. Por ejemplo, cuando a los 25 años me casé con Daniel; ahí también tenía una explosión muy grande. He tenido muchos momentos.
—Es una mujer de gran exposición. ¿Se siente cosificada?
—Sí, pero nunca me molestó mucho. Sabía que la tapa de Playboy me estaba cosificando pero, a su vez, me daba plata para un departamento, y como yo tenía ganas de juntar mucha plata para poder producir, para poder empezar a hacer Despedida de soltero y Grimaldi… Yo soy muy feminista, yo tengo mucha autoestima como mujer. Soy una mina muy luchadora y me han pasado muchas cosas que me han hecho hasta sentir dudar de cuán feminista soy, porque he hecho cosas por plata que, como te digo, a mí no me pone contenta ponerme en culo, pero tenía que respirar profundo y hacer algo que a mí no me gustaba, pero me daba plata.
—Respiraba profundo e iba por su objetivo.
—Sí, sí, voy por el objetivo. Y mientras no me toques, no me faltes el respeto y yo haga lo que tengo ganas de hacer, no me molesta. Después, lo que piensa el otro me importa un choto, si no me paga la obra social.
—Si se refieren a usted como “esta es un gato”, ¿la afecta?
—No, me chupa un huevo. Los ovarios me chupa. Porque yo me casé virgen a los 18 años. Sé de la familia que vengo. Sé qué clase de mujer soy. Y sé, fundamentalmente, que tengo una autoestima muy elevada. Si bien siempre fui muy acomplejada como mujer, como persona, mis viejos me dieron unos valores increíbles. De respeto, de lo que soy, de lo que valgo, entonces nunca me afectó lo que decían los demás.
De la adicción a las anfetaminas no me recuperé. Es una lucha diaria. Es como la cocaína. Es la comodidad. Me pasa hasta para dormir. Yo soy pastillera, no sé cómo explicarte
—Graciela Alfano fue como invitada a uno de los programas de LAM y empezó a describir a cada panelista. Sobre usted, dijo: “Está desdibujada”. ¿Qué opina?
—Es que depende del cristal con que se mire. A Graciela le encanta. Es su rol. Se siente bien, se siente feliz siendo una villana o diciendo que se acostó con Menem. Y la gente la escucha y le encanta, y está muy bien y se respeta. Yo soy distinta. Yo soy más vergonzosa, yo tengo otras cosas. Para mí esto es un trabajo, yo no doy mi vida por esto. Mi vida está dentro de mi casa. Mi vida está con mis viejos, con mis hermanas. A mí se me murió una hermana a los 21 años, mi hijo (menor) se quedó sin su papá de chiquito, aprendí los valores de la vida hace un tiempo largo. Yo no voy a vender la tranquilidad de mi casa, lo que siente mi pareja cuando ve una nota mía o lo que a mí me pasa como mujer por un punto de rating. Por eso, muchas veces, puede ser que esté desdibujada en LAM, porque a mí me encanta, pero si yo fuera más picante quizás estarían más contentos. Pero esa Nazarena ya fue y no me hizo bien. Mi familia padece mucho todos los quilombos míos en televisión. Todos fueron reales. Vos, cuando tenés un problema, lo padecés. Y si encima ese problema se hace público, donde todo el mundo opina de tu vida, como pasó en el caso de mi hija con la violencia de género, y cómo yo lo sufrí, nunca me voy a poner en ese rol. No me gustaría lastimar a alguien. Y yo entiendo que muchas veces uno lo hace desde la convicción, porque yo la veo a Yanina Latorre hablar y la mina trae información que defiende. Ya no tengo ganas. Ya me pasó. Veo peleas mías con Moria, que digo: “¡Qué sacada enferma!”. Yo soy una mina que, como buena leonina, no tengo filtro, entonces me tengo que controlar un montón porque la cago seguro. Yo cada vez que voy a LAM, te lo juro por Dios, pienso diez veces lo que voy a decir porque si yo digo lo primero que pienso, la cago.
—¿Cómo está ahora en LAM?
—Súper contenta. Para la visión de algunos puede ser que estén esperando a la Nazarena que le contestaba a Moria. Una más combativa, la que le rompió el auto a Agostini, pero ya está. Si yo sigo siendo la misma de los 27 años, con el mismo temperamento, no entendí un carajo de la vida. Y también pasa que yo creo que tal vez podés encontrar un equilibrio. Te repito, me cuesta mucho opinar pero la paso bien, me divierto. Tenemos un juego con todos, que es muy lindo y de verdad se labura mucho. Yo era de las que prejuzgaban los programas de espectáculos, porque siempre hablaron de mí. Yo tuve episodios muy dolorosos en Intrusos, por ejemplo, de que me revisen la basura, que uno queda con bronca o resentimiento. Y cuando entré a LAM vi el laburo que lleva y todo lo que dicen, y son horas y horas de trabajo. Desde la mañana están laburando los chicos. A mí me gusta laburar en lugares así. Y siento que también se toca desde el respeto, dentro de lo que uno puede sostener. Y yo, cuando estaba afuera, pensaba todo lo contrario, pero será porque muchas veces me hicieron cosas con mucha maldad.
Cada vez que voy a LAM, pienso diez veces lo que voy a decir porque sino la cago.
—De todas las maldades que le hicieron, ¿cuál fue la que más le molestó?
—Todas las que tuvieron que ver con algún momento muy feo de mi hija, que estaba sufriendo violencia de género, y escuché a mucha gente hablar gratuitamente. Tuve que dejar de ver. Cuando pasó lo de Bárbara yo dejé de ver televisión, porque me dolía mucho. Y yo soy muy ubicada, entonces no voy a llamar a Ángel, o a quien sea, para decir no, esta información que está dando Laura Ubfal, o quien sea, no es así, porque es el laburo y lo respeto. Pero duele un montón. Yo no me enojé nunca con ningún programa, pero como te dije recién, revisaron mi basura cuando yo estaba dejando las anfetaminas para ver cuáles eran las drogas que estaba tomando. Y todo eso lo veían mis hijos. Está bien, uno se hace cargo de todo lo que le pasa en la vida, pero que eso lo reflejen las 24 horas en televisión. Y que te juzguen, te hace pasarla un poco más difícil.
—Hablando de anfetaminas, ¿está recuperada?
—No. De esto uno nunca se recupera. Yo, al menos, no me recuperé. Yo creo que es una lucha diaria. Es como la cocaína. Es la comodidad. Me pasa hasta para dormir. Yo soy pastillera, no sé cómo explicarte.Tengo como una debilidad que hoy me causa gracia, la reconozco y me controlo. Enseguida siento que me está por doler la cabeza y ya me tomo una pastilla. Gracias a Dios me di cuenta de que me podía morir, y como yo no me quiero morir, no al menos todavía, quiero ver a mis hijos, a los tres, a Titi que sea mucho más grande, que me hagan abuela, si tienen ganas. Yo creo que muchas veces en las adicciones uno se tiene que obligar a dar ese paso y decir: “Basta”.
—¿Y cómo hace hoy? ¿Hace dieta? ¿Cómo se maneja con la comida?
—Ahora como lo que quiero.
—¿Se pesa ?
—No. Vos sabés que hace tres años decidí no pesarme más y empecé a morfar libremente. Pero me controlo, porque soy una mina de 47 años y no quiero tener problemas de salud. Recién hace tres años empecé, cuando lo conocí al Bocha, a mi pareja. Si tengo ganas de tomarme una cerveza me la tomo. Toda la vida me privé, toda la vida sufrí, tenía ganas de comer, pero me empastillaba para no comer. Me autoflagelaba, no sé cómo explicarte. Y hoy ya no lo hago. Antes me pesaba dos veces por día. Yo tuve una gran enfermedad con mi cuerpo y un odio hacia el espejo muy grande. Yo siempre digo que soy una chica de 15 años en el cuerpo de una señora de 47. Porque encima no me gusta cocinar. Te paso por las comidas rápidas y se me cae la baba. Hago todo mal (risas). Pero ahora estoy como tratando de salir a caminar, de ponerme las pilas con el ejercicio.
—Usó las redes para mostrar su cuerpo real. ¿Eso lo hizo por una necesidad o porque lo sintió como una forma de liberarse?
—Un día me saqué una foto y se me vio un rollo birrero que tengo y dije: “La voy a subir. ¿Qué onda? ¿Qué pasa? ¿Dónde está el problema?”. Y a partir de ahí dije: “En Instagram voy a mostrar lo que me está pasando también”. Porque ya era una cosa interna mía. Y cuando lo mostré por primera vez una gran cantidad de chicas, fundamentalmente desde los 13 años, me escribieron para decirme que empezaban con las anfetaminas, que odiaban su cuerpo, que se querían suicidar. Dije: “No, esto hay que hablarlo, y quién mejor que yo, que tengo 2 millones de seguidores, hacerlo en Instagram”. Me da un poco de vergüenza cuando veo las fotos, pero las subo igual porque es el proceso.
—¿Y qué pensaba que iba pasar?
—Que mi novio me vea en culo y salga corriendo. Porque cuando vos tenés la cabeza enferma, que pensás que todo lo que te devuelve el espejo es horrible, no lo querés mostrar. Y además, te repito, yo toda la vida viví de la estética y de una estética que me llenaban de Photoshop. Entonces, después, salir a la vida real es un horror. Y encima sumale que voy envejeciendo. Y si hay algo en lo que este medio o la sociedad se destacó es el bullying, esa cosa de querer hacernos sentir mal todo el tiempo. Y cuando vos te das cuenta de eso y te podés correr, está bueno decirle al otro que también puede correrse.
—¿En qué momento de su vida se siente hoy?
—Estoy muy bien. Estoy enamorada. Nunca más pensé que me iba a enamorar, después de lo de Fabián. El Bocha es un sol. Es mi pareja hace tres años y medio. Estoy bien con mi familia. Estoy bien con mis hijos, estoy presente con ellos y eso me gusta. Estoy bien conmigo. Estoy luchándola como todos los argentinos, como todo el mundo en realidad, con la guita, con algunas deudas; esta pandemia me hizo mierda nuevamente. Entonces hoy estoy como muy tranquila y contenta con la mina que soy. Tengo un montón de cosas para seguir mejorando, pero estoy contenta con mi presente.
—¿Qué cosas tiene que seguir mejorando?
—Un montón. Bueno, como te decía, hay un montón de cosas que yo me hago la canchera, pero te apago la luz. Estoy en un proceso. La inteligencia, un poco más de paciencia, de calma. Soy una mina muy sanguínea. Yo me caliento y me voy. El otro día levanté una función que no tendría que haber levantado, pero soy temperamental. Eso también lo tengo que bajar.
—Me encontré con un amigo y le dije que iba a hacer esta entrevista. Y me dijo que usted le encanta, pero que no se acercaría porque le da miedo.
—Y... tengo pinta de loca. Hazte fama… Pero bueno, como te decía: mirás el video donde le rompí el auto a Agostini y tenés miedo. Me ves y te doy un poquito de miedo. Soy una mina muy temperamental.
—¿Qué es lo que no le pueden hacer? ¿Cuál es su límite?
—Tocarme a los pibes. No me toques a mis hijos. Me vuelvo loca. Pierdo el parámetro de lo que está bien y lo que no. ¿Viste cuando yo te digo que decís algo de mí y me importa un carajo? Decís algo de mis chicos y capaz que no es algo tan grave, pero yo ya me calenté.
—¿Ellos le critican algo?
—Un montón de cosas. Pero son muy amorosos. Y es más, Titi me cuenta que las tapas de revistas que yo hice no le gustan. Que menos mal que creció en otra época, cuando yo ya no las hago. Es re celoso. Me dice: “Yo no te quiero googlear. Espero que mis compañeros no te googleen”. Le da bronca, celos, vergüenza, todo. Porque Barbie y el Chyno nunca me dijeron nada, al contrario, me acompañaban siempre a las producciones de fotos, porque era parte de sus vidas. Pero Titi no. Y Barbie también me pide muchas veces que baje un par de cambios. Ellos me dicen todo, lo que les gusta y lo que no. Tenemos una relación de mucho amor.
—Dijo que no pensaba que podría volver a enamorarse...
—No. Después de lo que pasó con Fabián no... Pero Santiago es un hombre increíble.
—Nombró a Fabián. Después de lo que pasó con él, ¿cómo se sigue?
—No lo sé. Todavía no lo sé. Como mujer no te lo puedo contestar. Yo sobreviví porque soy mamá, porque tenía a Thiago de 3 años y medio que lloraba todas las noches porque no lo tenía a su papá, entonces me tuve que hacer fuerte. Y salí adelante viéndolos a ellos. Me había quedado en la calle y me habían pasado un montón de cosas que, te puedo asegurar, el duelo tardó mucho en venir. No tenía ganas de absolutamente nada. Pegaba manotazos de ahogado porque no me bancaba: es muy difícil ser viuda y más de la manera en la que yo quedé viuda.
—En ese momento difícil, ¿a qué persona descubrió y cuál la sorprendió?
—De los que yo amo estuvieron todos. Mi mamá, mi papá, mis hermanos. Mi hermano se vino de Puerto Madryn, dejó su vida allá, y se vino a hacer de productor conmigo, porque me vino a cuidar. Mis papás dejaron el trabajo, dejaron todo. Mis hijos estaban ahí. Barbie siendo muy chiquitita, 15 años; el Chyno chiquitito. Ahí los tenía, con una entereza… Muscari. Y muchísima gente. Hasta Mirtha (Legrand) me ofreció plata. Todos estuvieron ahí. Yo tengo un abogado, Bernardo Beccar Varela, que es un genio y que estuvo ahí de una manera increíble. Gente que sabía que no le podía dar un peso y estaba ahí porque trataban de levantarme.
—Eso habla bien de quién es.
—Sí. Sí, fue lindo eso.
—Cuando se enteró lo de Fabián, ¿qué fue lo primero que se le vino a la cabeza?
—Nada. Me quedé en blanco. No sé cómo explicarlo. Algo se murió en mí y enseguida pensé en Thiago. Él me mandó un mail para contarme de la decisión que tomaba y yo, en ese momento, me estaba tomando un avión de Miami para venir para acá, así que todo el vuelo fue procesando lo que pasó. En cuanto me enteré llamé por teléfono a Barbie, que estaba en Buenos Aires, y le dije: “Mi amor, hay que cuidarse, mañana va a pasar esto”. Y mandé a mis hijos con mis viejos.
—Hizo la campana de protección.
—Sí. Y después... no sé, sobreviví.
—Sobrevivió a muchas. ¿Qué le diría a las mujeres que pasan, al menos, una décima de lo que usted pasó?
—En realidad, cuando me dicen: ‘¡Qué fuerte que sos!’, digo que es mentira. Yo no soy fuerte. A mí la que me salvó es Nazarena mamá. Siempre mirar al costado y decir: “Pará, los tengo, ¿qué hago? ¿Les cago la vida por un dolor que es mío? ¿Qué hago? ¿Me mato? ¿Me drogo? No”.
—Pero se le cruzó.
—Todo se me cruzó. Pero enseguida sale la Nazarena mamá. Mis hijos me dieron fuerza. Hay que encontrarla en uno, eso está bueno. A mí me cuesta mucho, tengo muchas fallas. Soy muy imperfecta. Pero tengo grandes ángeles.
—Cambio por completo de tema. ¿Cómo es en el sexo? ¿Por qué confesó ser tímida?
—Sí, soy re boluda sexualmente. Yo no soy sexual. Siempre digo que si vos me das a elegir entre tener sexo y un plato de papas fritas con huevo, rico, elijo las papas fritas. A mí me gusta más comer que… Me encanta, a ver… (Risas). Con dos veces por semana estoy bien. Pero porque tengo una pareja de hace tres años y medio, capaz que si tengo un matrimonio de 30 años es mucho más. Pero Santiago, mi pareja, es mucho más sexual, y ahí se arma.
—¿Tuvo épocas de mucho sexo?
—No, nunca fui sexual. También me criaron con que el sexo estaba un poco mal visto. Por eso me casé virgen. Después, cuando me separé, me liberé. Pero nunca tuve sexo por tener sexo. No me calienta cualquiera. Me tiene que interesar mucho la persona para que me caliente.
—¿Qué la calienta de una persona?
—La cabeza. El corazón. Mi novio, aparte de que lo amo, me calienta porque tiene un montón de cosas, más allá de que es hermoso, es un bombón, tiene muchas cosas que lo hacen ser espectacular. Porque es padre sin ser padre, tiene unas cosas de caballero que nadie le pide y que le salen naturalmente.
—¿La llamó algún político o famoso para estar con usted?
—¿Para comprarme sexualmente? Sí, claro.
—¿Alguna vez aceptó?
— No, no. Yo creo que hay que tener mucha personalidad para ser puta. No es para cualquiera. Pero yo me sentiría muy mal con mi cuerpo, con mi vida, mirarme en el espejo. Tengo muchos rollos en la cabeza con el sexo y con las personas que me tocan. Y como te digo: la plata para mí es importante, pero no es esencial. Yo no quiero trabajar en Hollywood, yo estoy bien donde estoy. Imaginate que no lo agarré a Luis Miguel cuando lo tenía en bandeja...
—¿Cómo es esa historia?
—Te lo juro. Fui un día, lo conocí, y me tiró onda. Te la resumo. Me tiró onda y dije: “No, yo una más no voy a ser”, y me fui. Después me arrepentí toda la vida (risas). Tengo toda una cosa medio novelera en la cabeza que me ha hecho perder situaciones hermosas, quizás. Porque capaz que esa noche con Luis Miguel… andá a saber.
—Como ciudadana, ¿cómo ve a la Argentina?
—Mal, como todos. Como la mayoría, lamentablemente. Es muy complicado. El impuesto impuesto a vivir. A mí se me complicó un montón, y se me complica, y siento que este país, desde que tengo uso de razón, va empeorando y eso me entristece. Es más: no tengo ganas ni de votar. Con los ojos cerrados agarro alguna, no sé, la boleta verde, cualquiera, porque no me quiero hacer cargo de lo que están haciendo en el país. Estoy tan decepcionada. Y tenemos un país tan hermoso que me da tristeza que estemos tan hechos mierda. Ver a tantos chicos en patas, tanta gente durmiendo en la calle. Por eso cuando me preguntan cómo estoy yo, estoy muy bien, al lado de la realidad que estamos viviendo yo estoy muy bien. Con algunas deudas, pero duermo en mi casa tranquila, me ducho calentita.
—¿Y cómo nos ve de acá a dos años?
—No lo sé. Ojalá que estemos bien. Lo único que hago es rezar. Quiero que todos estemos bien. Pero también entiendo que venimos de una pandemia tremenda a nivel mundial.
—Dicen que de la pandemia íbamos a aprender algo. ¿Qué cree que aprendimos?
—No sé. Yo ya aprendí cuáles son las cosas importantes. Tal vez la pandemia lo que hizo fue reafirmarme esas cosas. Pero ojalá que para la gente que no lo tenía tan claro, se haya dado cuenta de que podés perder a tu mamá en dos segundos y no poder ir a verla. Porque yo lo he visto al Bocha: no poder despedir a Agustín Alezzo cuando murió, que era como su papá. Ojalá que de esas tristezas aprendamos. Yo vengo aprendiendo, por suerte, pero ojalá que todos lo hagan.
—¿Cómo ve al Presidente?
—No lo veo. Yo no miro, me caliento, me enojo. Me enoja ver cómo se tiran la pelota uno con el otro. El Presidente también me enoja. Me enoja Macri. No los puedo escuchar. Perdón, trato de ser muy respetuosa, pero no los puedo escuchar. A ninguno le creo, así que no los escucho.
—Si pudiera tomar un café con Cristina Kirchner, ¿qué le diría?
—(Risas) No amor, no lo tomo. Todos mis respetos, pero no lo tomo. No lo tomo porque aparte yo tengo sangre radical, no me vengas con ningún Kirchner. No me vengas con nada peroncho. Todo el respeto del mundo, pero no. Y tampoco, como te dije, con el PRO, nada. Si puedo elegir un café con alguien, bueno, que resucite Frida Kahlo. Estoy con ganas de escuchar a quien tengo ganas de escuchar. Vos sabés que yo soy bastante asquerosa con los eventos sociales, yo estoy donde quiero estar. Si no tengo ganas de estar no voy. Quedo como el orto muchas veces, porque me han invitado a millones de cumpleaños y lugares lindos, en los que seguramente la iba a pasar bien, pero estoy como más para adentro, me gusta estar en casa. Me gusta prenderme un sahumerio, tomarme una copita de vino. Estoy como en otro momento de mi vida.
—¿Dónde vemos a Nazarena este 2022?
—De gira con Me enamoré de vos, una comedia hermosa, con mucho humor, que habla de las relaciones de hoy, y si bien hay mucho ficcionado, hay partes que son nuestras y que jugamos y standupeamos con la gente. Está muy buena. Nos está yendo muy bien porque la comedia es muy linda y yo te la remo mucho. Yo me voy con el equipo, volanteamos. Estamos ahí atrás. Es también producción mía, así que te digo que si venís a ver una obra mía, nunca te vas a ir decepcionada. Eso te lo puedo decir como productora: soy bastante fanfarrona.
—Le gusta.
—Sí, me encanta. Si vos me preguntás ¿qué me siento? Te respondo: productora.
—¿Cómo se ve de acá a cinco años?
—Más vieja. No sé, no me lo imagino.
—¿No se proyecta?
—No. Ya no. Proyecté mucho durante mucho tiempo y fue cachetazo y empezar de nuevo, así que ¿para qué voy a proyectar? Vivo el hoy y está muy bien. Con precauciones y con cuidados, y pensando que va a llegar mañana, pero no proyecto nada.
—Para finalizar. Le regalo una caja con todas las cosas que perdió en la vida y puede recuperar una sola, ¿qué recuperaría?
—¿Cosas?
—Lo que sea.
—¿Qué recuperaría? Dólares, así me puedo ir de viaje. Toda la plata que perdí, que he perdido mucho. Cuando pasó lo de Fabi perdí mucha plata. Así que un poco de todo eso me haría muy feliz.
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