La sonrisa de Donald McCluskey, mejor conocido como Donald parece dibujada en su rostro. Y esa alegría la trasladó a su estilo de vida y a sus canciones. Sin embargo, no significa que todo sea maravilloso y que no tenga problemas. De hecho, el cantante de “Las olas y el viento”, padece desde hace muchísimos años una dura enfermedad neurológica incurable pero, fiel a su personalidad, la mantuvo en el ámbito privado y para el afuera, todo estaba bien.
Ahora, mediante una extensa y conmovedora carta que publicó en su cuenta de Facebook, el cantante de 75 años explicó que su situación “ha recrudecido”, por lo que decidió contársela abiertamente a todo su público. “Tengo un Parkinson galopante, amigos, y cuando empiezo a temblar me cuesta parar”, relató el artista.
“Le presento batalla día a día, apelando incluso a terapias alternativas que alivian. Lo quiero vencer, pero noto que pese a mi resistencia, el mal no cede y no se da por vencido. Gracias a Dios, a la Virgen, a Jesús y a la ciencia, existe un medicamento que calma, que aquieta, que apacigua, disminuye y hasta hace desaparecer (por completo) los temblores (siempre y cuando se observen determinadas condiciones)”, explicó.
Acto seguido detalló que pese a la delicada situación que atraviesa hay momentos en los que consigue tener un poco de calma en medio de la tormenta. “Estar sentado en paz, contento, tocando la guitarra cantando, ya sea sobre una banqueta en un escenario, o en un sillón de casa, en ambientes amables, amigables (despojados de estrés, enojos, tristeza y/o angustia), me provoca gran alegría. Los temblores desaparecen por completo”, señaló.
“La pálida aparece cuando me paro o me pongo en movimiento. Ahí se agudizan las tensiones y se trasladan a todo el cuerpo. Para desplazarme de un lado a otro, debo hacerlo agarrándome de lo que encuentre a mano, y con extrema lentitud doy un pasito detrás del otro, hasta que llego a donde me propuse llegar sin contratiempos y sin caerme, aunque tomando seriamente en cuenta, el peligro que significa moverme así, debido a la posibilidad de marearme, caerme y de lastimarme con el porrazo”, detalló el artista que alcanzó la popularidad en los 60 y 70 con los temas como “Sucundum, sucundum”, “Rakatakatá” y “Chequendengue, chequendengue”.
En la carta, asegura que para mejorar su estado de salud toma un medicamento que lo ayuda, pero esto sucede cuando permanece quieto. No obstante, manifestó que hay momentos en los que la “escasa dopamina en su sistema neurológico”, sigue estando presente y peor aún, que pareciera recrudecer en su agresión física. “No solo el temblequeo, amigos, es lo feo del Parkinson. Además de ese fastidioso síntoma visible e inocultable en mi dedo pulgar izquierdo, aparecen otros signos notorios y muy incómodos como ser la rigidez y la lentitud”, describió.
Como consecuencia de la enfremedad, Donald tiene “dolorosas contracturas en la espalda, especialmente a la altura de las vértebras dorsales”, que incluso se le dificultad darse vuelta en la cama cuando se enreda en las sábanas. Otra situación que padece en su día a día son cuando se tiene que abrochar los botones o atar los cordones de los zapatos, por lo que explicó que los lleva sueltos. “Pero acá estoy, amigos. Y sigo estando vivito y coleando, gracias a Dios. Ni que fuese un visionario (como lo fue mi viejo)”, relató.
Una semana antes de la pandemia, McCluskey se había reunido con un empresario artístico, ya que tenían ganas de hacer una gira por todo el país. En ese momento, el Parkinson aún no se le había manifestado visiblemente, y era su deseo poder cantar en público. “Vino la pandemia, el aislamiento, el sedentarismo, la tristeza inesperada que me generó el fallecimiento de mi hermana menor Patricia, que desencadenó se manifestara esto que llevo adentro, desde quien sabe cuando”, continuó.
En otro tramo del escrito sostuvo que tomó esta decisión de contar su situación tras las historias de Esteban Bullrich y Javier Lombardo. “Sin duda fueron las valientes declaraciones de cada uno de ellos ontando su lucha contra la enfermedad neurológica que le tocó en suerte padecer a cada uno de ellos. Y a partir de compartir con ustedes lo que me toca vivir cada día, la carga se me hizo más ligera, menos pesada”, manifestó.
“Sandro cantó hasta el último de sus días, y su gesto valiente y generoso, lo aplaudo vivamente. Sé, amigos, que mientras tenga un hilo de voz para cantar, y flexibilidad en los dedos para tocar la guitarra, seguiré en la palestra y nada ni nadie lo podrá impedir ni evitar, al menos eso es lo que me propongo hacer”, se esperanzó sobre la posibilidad de volver a los escenarios en un futuro inmediato.
“Hay cosas peores que el Parkinson en este mundo”, y lo comparó con el odio y la guerra. Y por último le agradeció a su familia que lo apoya este momento crítico. “En mi caso, al dichoso Parkinson no le voy a permitir que me robe el alma. ¡Por supuesto que no! Podrá meterse con mi cuerpo, pero no con mi espíritu y mi vida, que está solo en las manos de Dios bendito. ¡Gracias Dios y señor mío por tu amor y por cada minuto de vida que me obsequias en este mundo junto a Vero, a mí familia, mis amigos y todos mis seres más queridos!”, concluyó.
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