Mientras palpita el lanzamiento de su libro autobiográfico, Back to the prairie (De vuelta a la pradera), Melissa Gilbert habla a corazón abierto sobre las lecciones que le dejó el abrumador éxito que cosechó desde la más tierna infancia gracias a su interpretación de Laura en La familia Ingalls. El martes hizo su primera transmisión en vivo en su cuenta de Instagram, donde tiene más de 158,000 seguidores, y allí contó que después de la cuarentena por la pandemia de coronavirus decidió hacer un radical cambio de vida.
La actriz de 58 años charló con los fanáticos durante media hora y les mostró algunos detalles de su nuevo hogar. Días atrás había brindado una entrevista a Fox News y allí reveló que dejó su lujosa propiedad en Los Ángeles, valuada en más de 1 millón de dólares, para empezar de cero en una cabaña en las afueras de New York Catskills, donde hizo su propia huerta y un gallinero.
“Estoy volviendo a mi amor por el aire libre, que ya había sentido cuando era niña, porque era una gran aventura estar al aire libre y jugar mientras trabajaba en el set”, reconoció sobre la influencia que tuvo la experiencia de formar parte del elenco protagónico de la serie norteamericana durante casi una década. De pronto los valores que el actor Michael Landon le inculcaba como su padre en la ficción, cobran significado nuevamente. La humildad, el mérito doble de disfrutar lo que construían con sus propias manos y cuidar cada parte de la casa, eran algunos de los lemas familiares que promovía la ficción. “Me encantaba porque había animales por todas partes, siempre había niños y muchos juegos que podíamos hacer”, rememoró.
“Ahora cultivar mi jardín, cuidar a mis pollos y simplemente sentir la tierra y ver que nuestra comida crece cada día desde el suelo, es maravilloso. Despertó mi alma de una manera que nunca antes había sentido”, confesó. Gilbert compró la propiedad de cinco héctareas por 120.000 dólares y vive allí junto a su esposo, el director Timothy Busfield. Para ambos se trata de su tercer matrimonio, y llevan nueve años felizmente casados. Se acompañan en esta nueva etapa donde apuestan por la tranquilidad y fueron creando la vida que soñaban con el paisaje de las montañas en cada amanecer.
Las similitudes al hogar de Laura, Charles, Caroline y Mary Ingalls, resultan una referencia imposible de evadir. La propia actriz explicó en diálogo con USA Today que se reencontró con su pasión por la naturaleza: “Tuvimos que hacer el jardín y la huerta, construir un sistema de riego, la seguridad para el gallinero con una cerca eléctrica para mantener a los osos alejados; la verdad es que nunca me divertí más. Nos levantamos muy temprano y a las 10 de la mañana ya estamos absolutamente sucios, y estoy alegre todo el tiempo”.
También se refirió a la lucha que mantuvo con los estereotipos de belleza, algo que la condicionó por la exposición mediática. En este sentido, aseguró que dejó atrás las cirugías estéticas y se liberó de las expectativas de Hollywood. “Esta soy yo ahora: sin tintura en el cabello, sin relleno, sin implantes, sin botox. Solo me cuido e trato de comer lo mejor que puedo, beber mucha agua y gracias a eso estoy aprendiendo a disfrutar”, sentenció.
Reflexiva, habló de su propia experiencia y aseguró que después de pasar por tres operaciones en la nariz se dio cuenta de que no era feliz. A esto se suma además la batalla que enfrentó contra el acoholismo, luego de asistir a grupos de ayuda algunos años atrás y abrazar la resiliencia. “Intentar no envejecer es una batalla cuesta arriba donde eventualmente todos pierden. Simplemente no encaja con lo que soy y lo que es mi vida ahora. Es agotador e innecesario”, argumentó. Y celebró: “Tuve que encontrar un lugar dentro de mí donde pudiera dejar de sentir que necesitaba ser lo que todos los demás querían que fuera y ser exactamente quien soy”. Sobre el final aclaró que no extraña el mundo de Hollywood en lo absoluto, pero sí a sus amigos y familiares, que viven en Los Ángeles.
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