“Cuando quieras, puedes leer tu tweet en voz alta”, invita una voz en off. “Juan del Val es mala persona”, lee un hombre sentado en una pequeña sala frente a una cámara. No es un casting ni son las líneas de ningún discurso. Tampoco se trata de un actor ni de un personaje mediático. El hombre que lee esa afirmación es un ser humano como cualquier otro, un anónimo, pero con un gran poder, alguien que escudado tras un nombre falso o un avatar decide lastimar a otra persona en redes sociales: un hater o, en español, un acosador de internet.
“Permiso, ¿puedo pasar?”, pregunta del otro lado de la puerta el escritor y periodista Juan del Val, pero sobre todo, el depositario de toda la furia de ese usuario. “Qué vergüenza”, es la respuesta de @lensian080 cuando se encuentra cara a cara con el hombre a quien le dedica comentarios y posteos desagradables a diario.
El experimento social formó parte de un segmento preparado especialmente para el ciclo español de Antena 3, El Hormiguero. Su conductor, el periodista Pablo Motos propuso “verle la cara a alguien que no se la vemos nunca”, antes de dar paso al segmento que recopila cada uno de los encuentros entre víctimas y victimarios. “Ha sido muy difícil localizarlos, porque a la hora de la verdad nadie quería venir, pero hemos encontrado a varios valientes”, anunció el conductor.
Es que los odiadores no se basan en argumentos, datos o correcciones educadas, sino en valoraciones personales, insultos, descalificaciones e incluso, amenazas. Pero ¿qué pasa si a la persona que le escribieron “inútil”, “horrible”, “lo mataría”, la sientan frente a quien se lo dijo? Bajo esta premisa, el programa le pidió a cada hater que explicase los motivos de su odio hacia esos famosos y que lean en voz alta y desarrollen algunos de los tuits que les dedican a diario. Lo que ninguno de ellos sabía es que tras una puerta estaría escuchándolo su víctima y mucho menos, que tendrían que finalmente decírselos mirándolo a los ojos.
Juan del Val tiene 51 años y una carrera muy prolifera en España como escritor y periodista. En el ámbito laboral, escribió cinco novelas y actualmente participa como guionista y panelista en El Hormiguero. En el plano privado, junto a su pareja, la presentadora Nuria Roca, forman una de las parejas más sólidas tras 24 años de relación y tres hijos.
El primer cara a cara fue entre él y su odiador, que lo había calificado de “mala persona”. La primera reacción del hater fue taparse la cara en señal de vergüenza: “estoy buscando dónde meterme”; mientras que el periodista aseguró no entender cómo sin haberlo tratado, alguien puede odiarlo de esa manera. “Me acabas de decir mala persona sin conocerme, ¿no te parece un poco fuerte”, lo enfrentó. “La mayor parte de las veces las cosas que escribo no las pienso. Igual puede ser que me paso muchas veces”. El primer encuentro terminó con un “perdóname”.
Otra de sus acosadoras fue más allá. “¿Tiene que salir hasta en la sopa? ¡Este señor, prepotente, es horrible y es traumante!”, leyó su tuit y orgullosa agregó: “Eso es lo que puse, y lo volvería a poner”. Justo en ese momento, se abrió la puerta y apareció Del Val. Tras el grito y el shock inicial, la mujer detrás del Twitter reconoció que al final, tan feo no era. “Cuéntame eso de los libros que me ha gustado”, le pidió entonces el escritor, buscando respuesta a las malas críticas que esta mujer le espeta desde el teclado cada vez que el autor saca un nuevo libro. “Es que leí solo uno y ni siquiera recuerdo el argumento ni el título”, terminó reconociendo la usuaria, demostrando que su opinión era totalmente infundada.
La cara de María Pombo es muy familiar en España. Es que esta joven cuenta con millones de seguidores que a diario siguen su vida, es la imagen de muchas firmas y creó hasta su propia marca de ropa. Hace unas semanas, la revista Forbes la tuvo en su portada y la nombró una de las influencers más importantes de su país. Además, participó del ciclo de retos El desafío, que también conduce Pablo Motos en el mismo canal.
Ella también se prestó a este reto, para conocer en persona a quienes a diario la acosan en las redes. “Estoy viendo videos de la María Pombo y es que no se puede ser más tonta”, lee una usuaria registrada como @conxtelacion. “Me lo dices ahora y me rio, pero a lo mejor en ciertas ocasiones me he ido a la cama llorando, con ansiedad, no solo por tu tuit sino por un cúmulo de tuits”, le respondió demostrando cuánto le afectan sus palabras como las del resto de comentaristas malintencionados.
En otro de los careos, un hombre mayor le recriminó a la modelo Laura Escanes que le pagaran todo. “Otra que vive del cuento”, comenzó el usuario convocado para luego imitarla y hacerle una recomendación sobre como ella tenía que manejar sus propias cuentas: “estoy en el sol, porque me encanta, muestras las gafas... ¡pues mete más contenido!”.
“Ser influencer es un trabajo y las marcas deciden invertir dinero en publicidad en redes sociales”, le explica con paciencia infinita Escanes a modo de respuesta, quien cuenta con una carrera como modelo internacional y es la imagen de muchas firmas.
¿Qué lleva entonces a una persona a utilizar parte de su tiempo en acosar a otra, sin siquiera conocerlo y con el sólo afán de causarle dolor? ¿Y qué sucede cuando se le presenta la oportunidad de decírselo cara a cara?
Al final de los encuentros, algunos de los acosadores se disculparon con sus víctimas e incluso aseguraron que borrarían sus mensajes. Una de las participantes terminó pidiéndole una foto a la persona que hasta hacía unos momentos, decía odiar. “La mayoría querrían ser tú, hay envidia, porque muchos te pedirían una foto, tienen interés por llamar la atención, notoriedad, y también hay una pizca de deshumanización”, aseguró Motos tras este experimento social.
El acoso cibernético es una problemática mundial. A diario son muchos los famosos que dedican parte de su tiempo en responder a las críticas despiadadas de sus seguidores. El mayor foco de ataque son las mujeres que comparten la crianza diaria de sus hijos o que eligen mostrar su cuerpo. Pero la realidad es que cualquier persona que esté expuesta públicamente puede convertirse en el blanco de los odiadores.
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