La novela erótica Lolita, de Vlademir Nabokov., se publicó por primera vez en 1955. Cuenta la relación de un hombre de 40 años con su hijastra de 12. La controvertida historia fue adaptada al cine en dos oportunidades, generando la misma polémica que cuando salió a la venta el libro.
El prestigioso cineasta Stanley Kubrick hizo una adaptación en 1964. Luego, en 1997, el director Adrian Lyne hizo lo propio. En esta ocasión el actor Jeremy Irons se puso en la piel de Humbert, mientras que Dominique Swain personificó a Dolores Haze, la famosa Lolita.
A juzgar por la frialdad de los números, el público le dio la espalda. La recaudación no alcanzó a cubrir el presupuesto de su creación: se invirtieron 50 millones de dólares e ingresaron cerca de 10 millones. Pero el drama más delicado es otro: aquel que atravesó Dominique.
Nacida el 12 de agosto de 1980 en Malibú, California, la actriz no tuvo una infancia fácil. Por sus dientes torcidos, fue víctima de bullying en el colegio: sus compañeros se reían de ella y le hacían bromas de mal gusto. Ya en su adolescencia hizo sus primeros trabajos como modelo.
Aun cuando parecía asomar una carrera auspiciosa sobre las pasarelas, Swain se volcó a la actuación. Su primer trabajo fue en 1993 con un rol secundario en la película The Good Son. Tres años más tarde filmó Face off, para entonces sí dar el salto en la consideración general con Lolita.
Dominique interpretó a una nena de 12 años teniendo 17. Quedó seleccionada en un casting por el que pasaron otras 2500 adolescentes. De un día para el otro adquirió un protagonismo que nunca había tenido, su apellido pasó a ser internacional y las tapas de revistas publicaban sus fotos en lencería.
El mundo del cine no tardó en encasillarla: a Swain comenzaron a llegarle guiones para interpretar personajes similares. Se buscaba explotar su sensualidad, sin que importara nada más. Aceptó algunos, como Triste adolescente, pero luego fue rechazando cada una de esas solicitudes. La industria dejó de tenerla en cuenta. Del éxito rotundo pasó al olvido, casi sin escalas.
Dominique no quiso perder un lugar, y comenzó a ser parte del cine clase B. Vino Amistades peligrosas en 2002, Sospechas mortales en 2006, Juego demoníaco un año más tarde. Pasó casi una década hasta participó de Una mala elección casi una década más tarde. Lo último en esta lista es el filme que hizo en 2019: La mamá equivocada. Todos trabajo sin gran repercusión en el mundo hollywoodense. Y sin embargo, cuenta en su currículum más de 50 películas realizadas.
1997 significó un quiebre para ella. Y no solo en lo laboral, con el suceso de Lolita, al menos en la popularidad que había logrado. No hace mucho Dominique se refirió al calvario que debió enfrentar por aquel filme. Si bien por entonces ya se hablaba de la la sexualización de los menores en el cine, de la necesidad de reparar en esta problemática, el filme de Adrian Lyne no hizo más que tirar más leña al fuego.
Si bien el director se encargó de aclarar que todo fue cuidado, que se quitaron del guion escenas que estuvieron en la primera entrega, y que los desnudos que se vieron en pantalla fueron efectuados por una mujer mayor de edad, no alcanzó: la crítica apuntó contra el producto. Y lo más importante: la propia actriz aseguró que todo lo generado por la película, la afectó, como las imágenes que aparecen en los buscadores de Internet cada vez que alguien teclea su nombre y apellido.
Swain advirtió que nunca se sintió cómoda con el rol que ocupó. Y debió lidiar con la fama obtenida, para lo cual no estaba preparada. De repente se vio siendo la gran protagonista de fiestas privadas y galas. Su presencia generaba prensa. Y todos los productores querían tenerla entre sus filas, pero en roles eróticos.
La actriz, lo dicho, aceptó en un principio interpretar ese tipo de personaje, pero cuando comprendió que había quedado encasillada, experimentó el disgusto. “Mi agente dice que no me esfuerzo mucho. Si surgiese un papel como Lolita, realmente iría por él, pero en todas esas otras audiciones solo pienso que tengo que pasar todo el día memorizando líneas que tal vez ni siquiera entienda. Es una pérdida de tiempo”, contó en una nota con The New York Times.
Pronto su mirada cambiaría por completo. Aquello que la divertía, ya era una peso. No lograría escapar de los rótulos. Y las consecuencias irían más allá. “Mi destrucción como persona proviene de Lolita”, lamentó, a manera de resumen de su padecimiento, en una de las pocas pocas ocasiones en las que se refirió al asunto. Prefiere evitarlo, para no remover heridas del pasado.
Hoy, Dominique Swain intervente en filmaciones de bajo presupuesto, pero ya no reniega: sabe que puede pasar desapercibida, y así se siente más cómoda. Su intención es no volver a experimentar lo ocurrido 25 años atrás. Con eso, más el tiempo que pasa con su parea, el director y guionista Marc Clebanoff, dice ser feliz. Al fin de cuentas, el rol que busca para su vida lo elige ella. Y no los demás.
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