La cita no es en un coqueto hotel, un bar de moda o las oficinas palermitanas de alguna productora. Ismael Serrano recibe a Teleshow en el Centro Vasco aunque él haya nacido hace 48 años en Madrid. La elección del lugar ya muestra que estamos ante un artista distinto, de esos que prefieren las buenas canciones a las buenas propuestas de marketing, esos que no le temen a la calificación “comprometido” aunque algunos lo tilden de “anacrónico”. En sus temas hay angustia, melancolía pero también amor, memoria, esperanza.
El amor/respeto que detenta por las palabras quizá sea herencia de su padre poeta y periodista y su sensibilidad/compromiso con las causas justas sea herencia de su madre, funcionaria en el Ministerio de Justicia y que ya jubilada se recibió de licenciada en Historia. Fue ella quien le compró su primera guitarra y la que lo llevó a un centro cultural a estudiar piano y solfeo. Más adelante, Ismael armó una banda, Delitos y faltas con unos amigos de Vallecas, el barrio obrero donde creció. Hacían versiones de cantautores a los que admiraban como Sabina, Serrat, Aute y el cubano Silvio Rodríguez… y Serrano de vez en cuando se animaba a meter alguna canción propia. En 1997 grabó su primer álbum Atrapados en azul, su canción “Papá cuéntame otra vez” le consiguió un disco de platino en España y una serie de conciertos en la Argentina. Desde entonces mantiene una relación de amor correspondido con nuestro país.
Serrano se presentará hoy y mañana en el Festival Únicos 2022. La idea era hacer solo un recital -el viernes- pero las entradas “volaron” y se agregó otro para hoy. Sus seguidores saben que sus conciertos no son una sucesión de canciones ni una excusa para presentar un disco sino que hay un relato. “El relato de este concierto tiene mucho de celebración. Después de tantos años de no poder viajar, de no poder vernos, de no poder girar, hoy tenemos una deuda de celebración, de fiesta, de mirarnos los unos a los otros”, le dice el artista a Teleshow. Los conciertos son la posibilidad de “celebrar el reencuentro no solo con las canciones sino con esa vida que quedó suspendida en el tiempo. Porque para eso sirven las canciones, para sentirnos acompañados en lo bonito pero también en la adversidad. En momentos como estos donde tenemos esta sensación de liquidez, de volatilidad, ellas nos dan un punto de calma, un asidero al que aferrarse”.
El año pasado, Serrano lanzó “Seremos” el disco llegó después de siete años sin nuevos temas. Que no haya trabajado como músico no significa que no lo haya hecho como artista. “No dejé de tocar ni de subirme al escenario pero estuve haciendo otras cosas. Edité un libro de cuentos, creé una editorial, escribí canciones y una obra de teatro; actividades que de alguna manera tienen que ver también con mi oficio. A mí lo que me gusta es contar historias y me apetecía buscar otros caminos para contar esas mismas historias que a veces uno cuenta cantando”.
Su acercamiento al mundo infantil fue uno de los tantos efectos positivos de ser papá de Lila y Martín. “La paternidad me influyó, me cambió. Es inspirador, pero además te ayuda a relativizar las cosas. La vida se mira desde otra perspectiva sin tanta solemnidad. Ser padre te hace más flexible y más permeable. Pero, sobre todo a mí me hizo reafirmar mi compromiso. Este mundo ya no es solo en el que te toca vivir sino el que heredarán tus hijos”.
En su canción más emblemática pedía “papá cuéntame otra vez” pero qué pasa ahora que son sus hijos los que se lo piden. “Esa es una de las situaciones en las que te das cuenta de que cambia tu mirada” dice y recuerda que esa canción surgió como un reproche a la generación de sus padres, no para cuestionar su relato sino la eficacia de sus acciones. “Ahora la canto preguntándome cuál es el relato que mi generación le contará a sus hijos y sobre todo me pregunto si realmente hemos sido capaces de escribir el propio”. No extraña que en su último trabajo uno de los temas sea “Cuando llegaron ellas”, en la que homenajea a la lucha de las numerosas mujeres argentinas por la despenalización del aborto porque para él “Son ellas, las mujeres las que están escribiendo y sobre todo protagonizando ese nuevo relato que le contaremos a nuestros hijos”.
No es la primera vez que Serrano hace referencia a la realidad argentina. En la cumbia “La respuesta” recuerda a Luciano Arruga, grabó con Mercedes Sosa (“Zamba del emigrante”), le dedicó una canción a las Madres de Plaza de Mayo, le cantó a nuestras crisis (”Buenos Aires 2001″) y su pareja es Jimena Ruiz Echazú, una actriz argentina. No hay manera de no preguntarse el por qué de este amor con el país, sobre todo sin ningún pariente que alguna vez emigró a estas pampas. “Surgió es así. No hay respuesta a por qué surgen los amores, las pasiones. Supongo que nació por haber vivido aquí experiencias maravillosas que cambiaron y determinaron mi vida en muchos aspectos. Gran parte de mis afectos están aquí, mis mejores amigos, mis amores, parte de mi familia”.
Las composiciones de Serrano suelen ser melancólicas pero también luminosas, por lo que sumado a su amor por la Argentina quizá podría ser un gran compositor de tango. Ante esta idea, el artista suelta una carcajada divertida, de esas que se lanzan cuando la pregunta o la idea sorprende. Admite que no sabe si sería un buen tanguero porque “En el tango hay como una parte de fatalismo y derrotismo del que yo suelo rehuir. En mis temas siempre trato de abrir una ventana a la esperanza. Sí hay melancolía porque reivindico el derecho a transitar la tristeza y el duelo con la calma que merecen”.
Observador de su tiempo, algunas letras son atemporales. El “Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam” que cantaba hace 25 años ¿hoy se resignifica por “un mueren en Kiev”? Serrano no esquiva la reflexión. “En esa canción con mi hermano Daniel hablamos de Bosnia, una guerra en el corazón de Europa y hoy tiene mucho que ver también con esta nueva guerra también en el corazón de Europa. Es un conflicto que nos interpela directamente y que además es un signo de los tiempos, del colapso de un modelo económico, de un sistema que huye hacia adelante”.
Para Serrano se vive un cambio de paradigma puesto en evidencia en la pandemia: hay que volver a valorar el ejercicio de la solidaridad y el bien común, por eso en tiempos de “yoísmo” el reivindica el nosotros. “Vivimos un tiempo en el que en el que lo que se cultiva es precisamente la salvación de uno mismo por sus propios medios, aquello que sostenía Margaret Thatcher de que la sociedad no existe. Pero creo que solo mediante vínculos de solidaridad saldremos adelante”. Serrano siempre fue de ideas progresistas sin embargo entiende a los votantes que se inclinan por ideas más conservadoras. “Cuando excluís a la gente del modelo económico y se siente descuidada, entonces deja de creer no solo en las instituciones y los partidos políticos sino en la propia democracia. Esto tiene que ver con una democracia que no da respuestas a las expectativas de la gente, pero también con el fracaso de los políticos. Hay que hacer un ejercicio de autocrítica en ese sentido para entender por qué esa gente desencantada está tan cabreada pues a lo mejor tiene razones. Se hacen las preguntas correctas, pero se dan las respuestas equivocadas”.
“Un último acto de rebeldía” es otro de los temas importantes de “Seremos”. En un contexto de pandemia, el artista nos recordaba que “nadie va a claudicar /Juntos somos fuertes e invencibles”. Pero cuál sería un “acto de rebeldía” cuando todavía sin recuperarnos del todo, el mundo parece temblar con un nuevo conflicto bélico. “Hoy la esperanza es un acto de rebeldía. Hace poco escuché una frase ‘la esperanza no responde tanto a la certeza de que las cosas van a salir como uno quiere sino a la necesidad de que las cosas tengan sentido’. Creo que somos capaces en la adversidad de construir vínculos y construir comunidad y eso no es menor. Se trata de no rendirse de entender, de luchar por la felicidad y permitirte ser feliz también y a pesar de los pesares”.
La propuesta artística de Serrano también es “un acto de rebeldía”. En tiempos de marketing y tecnología musical, él reivindica “cada cierto tiempo sacar un disco solo con voz y guitarra, recuperar un poco lo genuino, la sencillez de las cosas, es decir la esencia del oficio de cantautor que con la guitarra al hombro realiza la crónica social y sentimental de su tiempo”.
En esa reivindicación del cantautor ¿cómo lograr que una canción política no sea panfletaria? “De la misma forma que tratas de evitar que una canción de amor no sea cursi, cuando se hace con honestidad y desde el corazón, vale” responde el artista y aclara que “otra cosa es cómo se la recibe, a veces tiene que ver más con el prejuicio del que escucha. Nos preocupa más que una canción sea panfletaria a que una canción de amor sea cursi y me parece casi más preocupante lo segundo”, concluye con la sonrisa del que observa pero no juzga.
¿Qué queda de ese adolescente que cantaba en “Delitos y faltas” en este cantante de casi 50? “Queda el hecho de entender la música como una terapia que te ayuda a sobrellevar los miedos y las dificultades. Todos los artistas somos gente que tenemos miedo a la soledad, al paso del tiempo”.
Si a veces es difícil saber lo que somos, mucho más lo que “Seremos” pero en ese ejercicio cabe preguntar ¿qué no será jamás Serrano?. “No seré un tipo que no sabe bajarse el escenario. Quiero ser feliz cuando subo al escenario pero también cuando bajo. Quiero seguir aprendiendo cosas, no quiero ser alguien que perdió la ilusión, la capacidad para aprender y la capacidad para escuchar. Y por último espero no ser alguien que extravió la curiosidad por la vida y por los demás”.
Algún criticón podrá argumentar que su propuesta musical jamás animaría un carnaval carioca ni un pogo. Puede ser, pero alcanza con escuchar algunos temas para saber que son de esas que arropan en días aciagos y que si bien no queman como el fuego tienen la tibieza de un lindo abrazo en un lindo atardecer. Porque como él nos canta: “No soy el cantautor / que vino a ordenarte la vida. Ni el guapo de la barra al que aman las bailarinas. Solo soy aquel que te amó/ como pudo” y el que nos invita “a celebrar / que aún no hemos perdido la partida”.
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