Claudio Rígoli: “Mi divorcio fue la decisión más dramática que tomé en mi vida”

En una entrevista íntima y sincera, el periodista habla de cómo llegó a la conducción del noticiero central de El Nueve. Su mirada sobre el periodismo militante. Y el acoso sexual del que fue víctima, tanto por hombres como por mujeres

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El 7 de julio cumplirá 35 años en el medio, 26 años de manera ininterrumpida como conductor del noticiero central de El Nueve. Llegó a la televisión, según él, por obra del destino. En un medio lleno de vanidades y de egos, Claudio Rígoli se diferencia de muchos colegas por cultivar un perfil bajísimo: asegura que trabaja en televisión no para ser famoso, sino porque “el trabajo que me gusta hacer, hay que hacerlo en televisión”.

Hoy se siente “como pez en el agua” y recuerda en qué momento de su profesión acuñó esa confianza. No cree en los periodistas militantes, aunque aplaude la militancia: “Pero el periodismo, es el periodismo”. Y con 62 años, apostó a salir de su zona de confort y se animó a hacer radio por primera vez.

El Conde, así lo llaman, llega al estudio de Infobae impecable para no romper con su estilo, mientras recibía una llamada cariñosa de su hija, que lo monitoreaba y le preguntaba dónde se encontraba. Padre de Agostina, una economista de 30 años, y de Santiago, arquitecto, de 28, explica que sus hijos no tienen en mente irse del país, aunque siente que si surge una oportunidad, no la desperdiciarían. “Son dos cabezas brillantes”, dice, orgulloso.

En un diálogo íntimo con Teleshow el periodista habló de sus miedos, del día más difícil que le tocó afrontar en su vida, del periodismo y las nuevas generaciones. Además, revela que fue víctima de acoso sexual.

—¿Cómo llegó a los medios?

—El destino te va abriendo puertas sin que te des cuenta en el momento, hasta que lo ves cuando pasa el tiempo. Yo llegué a ese casting en Canal 9, porque me encontré con la Negra Salas, una locutora con la que nos recibimos juntos. Me la crucé en la calle y me dijo que estaban cerrando el casting para el noticiero del mediodía. Y ahí fui: era la primera vez que entraba a un canal de televisión, que enfrentaba una cámara de televisión. Porque cuando estudiaba en COSAL no había cámaras en ese momento, eran dos foquitos rojos que se encendían como el Tally (la luz roja) de la cámara. Fue un desafío importante. Además, sabía que en el control estaba Alejandro Romay tomando el casting. Entonces todo generaba un momento de tensión, pero son los momentos que uno tiene que pasar, superar y enfrentar, porque si no nunca vas a avanzar y progresar.

Claudio Rígoli en su nueva
Claudio Rígoli en su nueva aventura: la radio

—De ese casting a hoy, ¿en qué momento de su vida profesional se siente?

—Estoy como pez en el agua, por decirlo así. Al principio había una carga de tensión y una falta de maduración en mí como para ir sintiendo que estaba absolutamente convencido que donde estaba podía hacer el trabajo. A los cuatro años de estar en el canal, Romay me ofreció ser el conductor y yo le dije que no. Lo hice recién a los nueve años, que me lo volvió a ofrecer, y yo dije: ”Acá acepto, o me raja” (risas).

—¿Qué opina de los periodistas de la nueva generación?

—Creo que hay una variante de informalidad que está invadiendo los medios y tiene que ver con una cuestión generacional también. Yo todavía soy de aquellos que opinan que hay que ponerse un saco y una camisa si estás conduciendo un noticiero: no me gusta la persona que tiene un jean y un par de botitas. Por la esencia de su producto, el noticiero es algo formal y serio, porque estás dando información. La tele tiene que tener glamour. Yo creo que eso se ha perdido mucho últimamente. Esto no quita que haya momentos de alegría, felicidad y de humor dentro del noticiero. Creo que voy a ser el último mohicano en la televisión argentina que usa saco y corbata o traje, conduciendo un noticiero.

—¿Cuándo sintió que se movía como pez en el agua?

—Hace bastante tiempo. Creo que cuando Daniel Hadad estaba en Canal 9. Cuando él creó C5N, y cada vez que me lo preguntan lo digo porque ha sido y es un hito en mi carrera, tuvo la generosidad, la determinación y, en definitiva, la estrategia de elegirme a mí para hacer la apertura de esa transmisión. Para mí fue un espaldarazo enorme porque dije: ”Bueno, está confiando absolutamente en mí”. En ese momento gané un montón de cosas y el hecho de estar, a su vez, haciendo dos noticieros por día también te da una dinámica, te conoce un público distinto, porque eran distintos horarios, y todo eso va generando un proceso de evolución interior, al menos en mí, que hizo que yo fuera madurando rápidamente en la función profesional que estaba cumpliendo.

—En su trabajo de comunicador, ¿cómo maneja el tema de la opinión?

—Creo que hay que diferenciar lo que es un programa periodístico de lo que es un noticiero. En el noticiero el producto fuerte es ese informe que estás poniendo al aire en donde tiene que estar volcada toda la información, en esa nota o en esa entrevista que se hace. Vos hacés la entrevista y después tenés que ponerle el valor agregado, es decir, de qué forma vas enriqueciendo toda esa información para que la persona que lo está viendo en su casa tenga un panorama amplio y absoluto, que es el ideal, en definitiva. A veces se puede lograr y a veces, no. Ese es el formato del noticiero: información, información, información. Entonces yo creo que la opinión en un noticiero no corresponde. Igualmente, en los noticieros uno, por ahí, puede hacer un comentario desde el sentido común, desde la subjetividad más objetiva, digamos, con respecto a algo. Hay casos de trata de personas en los que uno puede indignarse, o con el asesinato de alguien. Sin embargo, en las cuestiones políticas es donde uno tiene que limitarse a decir: “Bueno, en el informe debe estar toda la data, toda la información que tiene que estar allí”.

—¿Cómo ve al periodismo hoy?

—Yo no creo en el periodismo militante. El periodismo es una cosa, la militancia es otra. Aplaudo la militancia porque cada uno puede tener su ideología y participar de ella. Pero el periodismo es periodismo. Es reflejar los hechos que ocurren, y los protagonistas de la historia son los entrevistados y la información que lleva ese informe. Entonces, el periodismo militante me parece una basura, porque no lleva a nada.

—¿Cómo ve al país?

—Lo veo a la deriva. Y no hemos aprendido de las secuelas que hemos tenido de experiencias anteriores. ¿Por qué te digo que lo veo mal? Porque en 1980 había un 8,3% de pobreza en la Argentina. En 2022, dejando de lado lo que generó la pandemia, la pobreza es del 33,8%. Entonces te preguntás: ¿qué se ha hecho de bien en todos estos años? Nada. Porque si tenías un 8% y ahora estás en un 33%, ¿qué hiciste? No veo estadistas, veo gobiernos de turno. Veo gobiernos como este que están peleándose entre ellos y como ciudadanos tenemos la reminiscencia de lo que fue la Alianza en su momento, De la Rúa, Chacho Álvarez, y en lo que terminó. Vemos acá que si no lo poníamos a Alberto Fernández no se ganaban las elecciones, pero el poder lo sigue manteniendo la vicepresidenta (Cristina Kirchner), y entonces no sabemos qué puede pasar, si se va a quebrar esa alianza o no, y todo lo que puede llegar a generar para el país. En definitiva, los que pagan los platos rotos no son los políticos, sino que somos los ciudadanos. Y eso es lo peor.

—¿Cómo describiría a la dirigencia política actual?

—La política está mal. No se puede decir otra cosa. Si no reconocemos lo mal que estamos nunca vamos a poder empezar a andar un camino en el cual el país esté bien, la República esté bien. No hay servicio a la Patria, no hay servicio a la República y no hay servicio al país de todos aquellos funcionarios que están ocupando el cargo que fuere. El balance es ese. Habrá excepciones, habrá gente que está haciendo las cosas bien, hay gente que trabaja mucho y bien, y honestamente…

—¿Quiénes?

—Que le quepa el sayo al que le quepa.

—¿Cómo ve a la sociedad? ¿No siente que también es responsable un poco de lo que estamos viviendo?

—La sociedad está dividida, pero está dividida desde hace muchísimos años. Azules y colorados, radicales y peronistas, kirchneristas y gorilas, y esas antípodas que no sirven de nada. Y entramos en lo que es la falsedad ideológica también, donde se juega gobernar y, en definitiva, no se hacen las cosas que se tienen que hacer para que este país avance y crezca. Me gustaría tener un Estado eficiente, que tenga las reglas claras de cómo se va a trabajar, producir y avanzar en este país. Controlar a los que quieren pasarse de esa línea, darle las herramientas al sector privado para que pueda generar, porque el que genera riquezas es el sector privado, no es el Estado. No se han hecho las cosas bien. Y no estoy en contra de lo que es el Estado o el trabajador público, estoy hablando de que hay que establecer reglas claras para que cada uno tenga la responsabilidad y la dignidad de hacer las cosas bien. Si cada uno hiciera las cosas con dignidad y honestidad en este país, y se dedicara a hacer lo que sabe hacer, este país estaría mucho mejor, sin lugar a dudas. Hasta ahora no se ha hecho.

Claudio Rígoli: "La televisión tiene
Claudio Rígoli: "La televisión tiene que tener glamour, y eso se ha perdido mucho últimamente"

—¿Vivió en su trabajo, alguna vez, una situación de acoso?

—Sí. Pasó.

—¿Y qué hizo?

No accedí, por cierto. Y no solamente en lo laboral. Ya lo he contado también, yo era muy jovencito y recién llegado a Buenos Aires (desde Entre Ríos). Me ofrecieron un auto importado, en ese momento, para que tuviera relaciones con una mujer. Obviamente, era una mujer con mucho dinero y bueno le habré gustado. Me pareció un acto deleznable. Y ahí empecé a entender también lo que sufren las mujeres cuando tienen ese tipo de acoso, el tema de la autoridad y del poder, llevándolo adelante hacia un objetivo meramente de cosificación. Fueron momentos terribles, y también lo he sufrido de parte de hombres.

—Cuando dice momentos terribles, ¿a qué se refiere?

—Lo viví con indignación. Indignación.

—¿Le generó algún trauma o secuelas?

—No. Es como que lo asimilé, lo tomé como tal, no me generó ningún tipo de conflicto ni nada por el estilo. Me dio rechazo absoluto. Lo tomé como un hecho puntual en mi vida, que tuve que vivir, pasó y punto.

—¿Qué opina del feminismo?

—Estoy en contra de aquellas mujeres que creen que el hombre es el enemigo. Yo digo, soy un convencido, y me he comportado toda la vida así, del respeto mutuo entre el hombre y la mujer, la igualdad entre el hombre y la mujer, pero no en considerar al hombre como el enemigo. De todas maneras, es un sector mínimo de mujeres que están dentro de lo que es el feminismo, que tampoco están muy de acuerdo con el comportamiento de las que están en ese extremo de pensamiento. Afortunadamente, el hombre y la mujer son distintos. La inteligencia no se mide por el sexo femenino o el sexo masculino, uno puede ser más inteligente que otro sea hombre o sea mujer.

—¿Qué no puede faltar en un día de Claudio?

—De lunes a viernes, el trabajo. Me encanta trabajar porque amo lo que hago, entonces necesito estar trabajando y haciendo cosas que me hagan sentir bien. Pero también me gusta el ocio, el descanso. El viernes a la noche, cuando termina el noticiero 20.30, es el momento que más disfruto. Quiero estar con mi pareja, con mis hijos, en familia, con amigos. Disfrutar la vida en ese momento, en la pausa que te impone el trabajo.

—Mencionó a su pareja. ¿Cómo se manejan los celos en una relación donde usted tiene exposición y, además, debe ser muy codiciado por las mujeres?

—Yo creo que se debe entender la cuestión de la exposición. Por otra parte, los celos se dan, por ahí, cuando no tenés confianza en la otra persona o la autoestima de esa persona que siente celos está muy baja. Pero yo creo que para que toda relación funcione bien tiene que haber un código de confianza en la pareja, porque donde se rompe ese código ya no sirve, entonces cualquier cosa va a ser una sospecha. Y los años te van enseñando de qué forma comportarte, qué hacer y cómo alimentar la relación de pareja. Vamos aprendiendo mientras transitamos la vida.

—¿Sufrió por amor?

—Sí. Y gracias a Dios sufrí, porque eso te ayuda a evolucionar.

—¿Cómo transitó ese desamor?

—En soledad, por cierto. Divorciarte no es un trámite fácil, porque hay hijos de por medio y eso te lleva a plantearte un montón de cosas y decir: “¿Estoy siendo egoísta?”. Porque, hablo por mí, te preguntás si estás feliz con esa pareja como para seguir adelante o porque no le estoy permitiendo a la otra persona que rehaga su vida. Son todas cosas que te enseñan a pensar y a evolucionar.

—¿Cuál fue la decisión más difícil que tomó?

—Lo más difícil: el divorcio. Lo laboral no, porque forma parte de una dinámica en la que uno entiende las reglas del juego. Si bien uno pone el corazón donde trabaja, adonde va y tiene afecto y cariño al lugar donde desempeña sus funciones, la cuestión personal es lo que cuenta: son tus hijos y tu familia. Dar por finalizado un ciclo es una decisión dramática, sin dudas, porque a su vez uno quiere que los demás estén bien y no depende de uno. Uno quiere sentirse bien y toma esa decisión para estar bien en la vida y por eso se transforma en una decisión difícil.

—¿En algún momento sintió que no podía con usted?

—No, porque siempre hice el ejercicio de estar con los pies sobre la tierra. Eso me hizo avanzar, quizás más lento, pero a paso seguro, y la fama nunca me atrajo tampoco.

—¿Qué piensa que dirían sus padres de usted hoy?

Mamá está orgullosa de mí como de todos sus hijos: soy el octavo. Pero de la trascendencia pública que he tenido yo, ni habla. Mamá tiene 93 años. Ella es bajo perfil, salí a ella. Mi viejo no, era como más extrovertido y al que le gustaba decir: “Mi hijo trabaja en un canal de televisión”. Pero lo decía con orgullo, no por ser el hijo famoso. La trascendencia pública te lleva a eso. Yo creo que mi viejo, esté donde esté, está orgulloso de mí. Y mi madre también.

—Si pudiera recuperar algo que perdió en su vida, ¿qué sería?

—Tenerlo a mi viejo y a mi hermano de vuelta. Eso es lo que me gustaría.

Claudio Rígoli con Alejandro Funtowicz
Claudio Rígoli con Alejandro Funtowicz y Nico Helber, del ciclo La mejor de las mañanas

—¿Tiene alguna asignatura pendiente?

—El 1 de noviembre del 2021 debuté en la radio, en AM 540 con el programa La mejor de las mañanas. Esa era una asignatura pendiente. No lo podía hacer cuando era notero: Romay me quiso llevar a la radio pero en esa época se viajaba mucho cubriendo notas y ese tipo de cosas, y no pude hacerlo. Y bueno, fue pasando, pasando, pasando, hasta que llegó esta oportunidad, en una frecuencia nueva. La verdad es que me encantó la radio, es un mundo fenomenal. Lo tengo a Alejandro Funtowicz como productor ejecutivo, a Nico Helber como productor; se ha formado un lindo equipo, la disfruto.

—¿Recuerda cómo fue el primer día que pisó el estudio?

—El primer día que empecé a hablar, buscaba las cámaras adónde mirar porque toda mi vida trabajé en televisión. Entonces, inconscientemente buscaba las cámaras para mirar, y solo tenía que hablarle al micrófono. Pero bueno, me adapté enseguida y la verdad es que es una experiencia muy pero muy linda. La dinámica de la radio tiene otra magia, tiene otra cosa, es describir para que el oyente esté allí imaginándose todo lo que uno está relatando en ese momento, entonces hay que usar un lenguaje distinto al que se utiliza en televisión. Es un desafío interesante.

—¿Qué significa la radio para Claudio, en este momento?

—Un gran impulso. Un gran desafío. Y haber salido de una zona de confort a los 61 años (cumplió 62 el 20 de marzo), lo cual me ayuda como a reinventarme, y eso está bueno, me ayuda a mantenerme vigente.

—¿Le tiene miedo a algo?

—A la muerte. No por el hecho de morir en sí, sino por el hecho de que nunca más uno va a ser uno. Y eso me genera como si estuviera al borde del precipicio y no sé de dónde agarrarme. Después no tengo otros miedos.

—¿Cómo le gustaría que lo recuerden?

—(Risas) “Era un buen tipo”.

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