En pocas horas, Jorge Lanata y Elba Marcovecchio darán el sí en una ceremonia ante un selecto grupo de invitados y bajo estrictas y curiosas reglas de protocolo. En el Haras Dok, el mismo establecimiento ubicado en Exaltación de la Cruz en el que se casaron Stefi Roitman y Ricky Montaner, el periodista y la abogada se convertirán en marido y mujer. Ya dejaron entrever que habrá poco, o nada, de baile y que la luna de miel tendrá que esperar. Pero toda historia de amor tiene un comienzo. Y cada casamiento, una propuesta que la hace única e irrepetible. Y a veces, como esta, merece ser contada.
Desde que formalizaron su relación, Elba y Jorge lo guardaron bajo siete llaves hasta que las casualidades lo volvieron público. Ocurrió en la trastienda de un programa de televisión, al que él acudió acompañado por su novia, que lo esperó en un discreto segundo plano. Pero quiso el destino que a la misma hora y en el mismo lugar, el ciclo Palabras más, palabras menos de TN, estuviera Yanina Latorre, clienta de Elba, amiga y columnista de Jorge y panelista estrella de un programa de espectáculos.
A la mañana siguiente, y casi en dúplex, tanto LAM en la pantalla de El Trece como Lanata sin filtro en el aire de Radio Mitre hablaban del amor entre el periodista y la abogada que ya casi ni se separaron. De hecho, ella se mudó a un departamento en el mismo edificio que su novio, a un pasillo de distancia. A finales del año pasado, Elba anunció el casamiento en el programa de su futuro marido, pero ante su ausencia. Y en una charla reciente con Teleshow, dio detalles íntimos del compromiso.
Según contó la abogada, todo surgió a través de un engaño. Le había prometido una sorpresa disfrazada de trampa, conocedor de sus ansiedades y con el único objetivo de desviar la atención. Se trató de dos indicios sueltos que Elba eligió unir para arribar a una conclusión que se parecía mucho a sus deseos. “¿Tenés la visa al día?” y “Es algo relacionado a una canción que te gusta mucho”, fueron los indicios. Confiada en que tenía una respuesta, llamó a una amiga y le contó lo que su novio tenía entre manos.
“¡Creo que Jorge va a llevarme a Hawái! ¿Qué ropa preparo?”, le preguntó, pero no imaginaba que el acertijo se resolvía mucho más cerca del edificio de la calle Arroyo. Todo ocurrió la noche del 18 de noviembre de 2021, entre pasos de menú en Los Salones del Piano Nobile del Palacio Duhau. Jorge otra vez apeló al juego del cuestionario, pero esta vez sin rodeos ni dobles intenciones. Se tocó por última vez el bolsillo, para evitar alguna sorpresa, respiró y preguntó como al pasar.
—¿Me querés mucho?
—Sí, claro.
—¿Pero mucho, mucho, mucho?
—Por supuesto.
—¿Tanto como para pasar juntos toda la vida?
Elba recibió la última pregunta con sus manos sosteniéndose el pecho, como si así hiciera fuerza para que pasara lo que tenía que pasar, para que no sea parte de un sueño ni de otra broma, para que esos segundos que parecían siglos se consumieran de una vez por todas. En eso estaba cuando Jorge tomó el anillo de platino de uno de sus bolsillos, la miró a los ojos y finalmente preguntó: “¿Querés casarte conmigo?”.
Cinco meses después, será un juez de paz el que les haga la pregunta y será ante él que ratificarán su amor. Ese que se les apareció sin que nadie se lo pidiera en una medición judicial -y para colmo, en bandos opuestos-, que disfrutaron en secreto hasta que no les quedó hora y que jurarán eterno. Y del que siempre guardarán lugar para la noche del compromiso, en un sitio privilegiado del arcón de los recuerdos.
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