Aunque al verlos en alfombras rojas y super producciones uno a veces lo olvida, actuar en películas no deja de ser un trabajo. Es cierto que trabajar de megaestrella de Hollywood garantiza fama y, sobre todo, una abultadísima cuenta en dólares que no solo cubre necesidades básicas sino también gustos extravagantes, divorcios, mansiones, personal a cargo y algún lujo obsceno. Sin embargo, las celebridades no dejan de ser personas comunes con un trabajo poco común y, aunque resulte extraño, no nos debería extrañar que, como cualquier mortal, ellos también sueñen con un retiro que les permita hacer lo que quieren, cuando y como quieren.
Son varios los actores maduros que eligieron un retiro que les permitiera ser recordados como mitos. El último papel de Gene Hackman fue en 2004 a los 74 años. Jack Nicholson se retiró en 2010, a los 73. Y Sean Connery, que falleció los 90 años, hacía 16 que no actuaba. Hay algunas leyendas como Robert Redford, Anthony Hopkins y Dustin Hoffman que siguen despuntando el vicio pero en proyectos muy específicos y espaciados.
Jim Carrey, Sandra Bullock y Bruce Willis también eligieron retirarse por distintas, pero siempre válidas, aun en sus casos, siendo más jóvenes.
Cambiar pantallas por lienzos
Con sus extravagantes personajes y expresiones faciales delirantes, Jim Carrey se convirtió en uno de los actores más conocidos y mejor pagos. Por casi 30 años demostró una enorme capacidad para hacer reír en comedias livianas como Mentiroso, mentiroso, La máscara y Tonto y Retonto, o expuso su versatilidad en papeles dramáticos como Eterno resplandor de una mente sin recuerdos y The Truman Show. A veces su histrionismo saturaba, pero el público acompañaba sus propuestas.
En los últimos años el hombre de la risa fácil entró en una decadencia artística y personal. A la falta de buenas películas, se le sumaron varias relaciones complicadas. La última lo devastó. Su novia, Cathriona White, murió luego de ingerir una sobredosis de antidepresivos recetados para su pareja. Antes en el 2010, con una gran valentía, el actor admitió públicamente que sufría depresión y trastorno bipolar donde alternaba momentos de euforia e impulsividad desmedida con otros de profunda angustia.
Con 60 años, Carrey encarnó al Doctor Robotnikm, el villano de Sonic 2. En medio de la promoción de la película le concedió una entrevista a Access Hollywood. La presentadora Kit Hoover le preguntó si estaría en la película autobiográfica de Dolly Parton y la respuesta del actor la enmudeció. “Es una cosa encantadora, pero me voy a retirar”. Jim aseguró que era consciente de que su decisión no es algo usual en Hollywood. “Esto es algo que quizás nunca escuches decir a otra celebridad mientras exista el tiempo: ‘Ya tuve suficiente. He hecho suficiente’”.
Asombrada, la presentadora le preguntó si hablaba en serio o si se trataba de una broma, pero el actor le respondió que no mentía. Y que solo cambiaría de opinión por un mensaje divino. “Estoy siendo bastante serio. Bueno, depende, si los ángeles traen algún tipo de guion escrito con tinta de oro que me diga que va a ser muy importante que la gente lo vea, podría continuar por el camino. Pero me tomaré un descanso”.
El actor aseguró que se dedicará a sus otras grandes pasiones: la meditación y la pintura sobre lienzo. Aunque el anuncio de su retiro para algunos resultó sorpresivo, Carrey ya había dado una pista el año pasado: “Estuve en la cima de la montaña y al único que no había liberado era a mí mismo, entonces mi búsqueda por mi identidad se profundizó. Me preguntaba quién sería sin mi fama, quién sería si dijera cosas que la gente no quiere escuchar, si desafiara sus expectativas sobre mí. Frecuentemente digo que desearía que la gente pudiera realizar todos sus sueños de riqueza y fortuna para que pudieran ver que ahí no es donde encontrarán esa sensación de plenitud”.
Una pausa más que un retiro
Sandra Bullock es una de las estrellas indiscutibles de Hollywood. Gracias a películas como Máxima velocidad, Miss Simpatía o La propuesta, el público la coloca entre sus actrices favoritas y los productores saben que garantiza entradas vendidas. Bullock hace rato que tiene nombre propio. Estuvo entre las 50 personas más lindas del mundo según People en 1996, consiguió su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood en 2005 y Time la incluyó entre las cien personas más influyentes del planeta en 2010.
Nacida en Virginia en los años 60, creció escuchando a su mamá decir: “No necesitás un hombre, ni casarte. Podés hacer de todo y valerte por vos misma”. Atravesó el milenio enamorando desde la pantalla y viviendo amores y desamores en la vida real. Aunque Hollywood haya querido presentarla siempre como “una novia frustrada”, la artista se refirió a sus historias de pasión, amistad e incluso dolor como instancias de la vida que la ayudaron a crecer.
En 2003 se enamoró de Jesse James, un motoquero y personaje mediático. Un año y medio después se casaban en California, ante 300 invitados y sin prensa. Sandra se convirtió en la esposa de un hombre que era padre de James Jr., Sunny y Chandler (que entonces tenían 10, ocho y un año, respectivamente) que despertaron en ella el deseo de ser mamá.
El matrimonio con James naufragó en 2010, él le había sido infiel; pero su deseo de ser madre siguió. No se había acallado la noticia de su divorcio cuando apareció en la tapa de la revista People con Louis Bardo, su primer hijo, que en ese momento tenía tres meses y medio. Contó que había llegado a su casa recién nacido y que lo había adoptado como mamá soltera. Y celebró que durante los tres meses anteriores había logrado mantenerlo escondido de la prensa.
Pero eso no fue todo. En 2015 presentó a Laila, su segunda hija, de tres años y medio, por quien había estado peleando desde que nació. “Mi familia es bien diversa, loca, amorosa y comprensiva”, aseguró entonces, cuando completó el clan con dos hijos afroamericanos que, según pidió más de una vez, no necesitan el título de “adoptados”. A la familia se sumó Bryan Randall, modelo y fotógrafo, en pareja desde 2018 con la actriz.
Con su carisma intacto, a los 57 años Bullock protagoniza La ciudad perdida y vuelve a apoderarse de la pantalla. La película ya tiene destino de éxito, por eso, en plena gira promocional, sorprendió cuando su protagonista anunció en una entrevista para Entertainment Tonight: “Necesito estar en el lugar que me hace más feliz. Me tomo mi trabajo muy en serio cuando estoy en el trabajo. Es 24/7 y yo solo quiero estar 24/7 con mis bebés y mi familia”. Esta declaración fue tomada por muchos como un anuncio de su retiro y provocó que sus seguidores inundaran sus redes con mensajes para pedirle “una más”.
Ante la repercusión de sus dichos, Bullock debió aclarar: “No me retiraré, simplemente no estaré frente a la cámara por un tiempo”. En The TV Show! explicó: “Tengo hermosos bebés. Prefiero mirarlos todos los días y crear recuerdos con ellos, por ahora”. De sus dichos se infiere que seguirá el camino de Robert Redford: actuar poco y solo en algo que le guste mucho. Lo suyo, más que jubilación anticipada, sería un lindo y largo recreo.
Un final que entristece
Pocos podían llegar a imaginar que ese chico al que en el colegio apodaron Buck-Buck porque era tartamudo, se convertiría en una de las grandes estrellas de Hollywood. Algo sin embargo, se podía vislumbrar, porque ese muchachito, cada vez que subía al escenario lograba hablar de corrido.
Al terminar el secundario Bruce Willis no lo dudó: sería actor. No fue fácil el camino. Asistía a innumerables casting donde sistemáticamente era rechazado y por la noche trabajaba sirviendo tragos. Pero entonces, la suerte llegó a la vida de ese muchacho cuyo lema era “vive deprisa, muere joven y lleva siempre la ropa interior limpia”. En una noche de copas, un director de casting lo descubrió y lo convocó a una prueba para encarnar al detective privado David Addison en la serie Luz de Luna. Willis se impuso ante otros tres mil candidatos. Así empezaba una carrera que jamás se detendría.
En poco tiempo logró notoriedad en Hollywood como una figura de acción. Películas como Duro de matar, El último boy scout, El quinto elemento y Armageddon lo convirtieron en el héroe favorito de directores y públicos. Versátil decidió no encasillarse y protagonizó roles distintos en propuestas que se convirtieron en grandes éxitos de taquilla y crítica como Pulp Fiction, Doce monos y Sexto sentido.
Entre película y película, Bruce se enamoró, se casó y se divorció de Demi Moore. Sin saberlo fueron pioneros en dos tendencias: bautizar con nombres raros a sus hijas (Rumer, Scout y Tallulah) y ser una de las primeras parejas de la industria capaces de funcionar como familia aún después de terminado el amor conyugal.
Con más de 100 películas, Bruce Willis jamás perdió el apoyo del público, que lo quiso desde el primer momento. Si alguna de sus películas no era tan buena, si alguna vez “se iba de boca”, si era infiel, defendía la portación de armas, o si perdía el pelo, siempre lo acompañaron. Es que Bruce transmitía la imagen de un amigo pícaro, de un primo divertido, más que la de una mega estrella inalcanzable. Por eso, cuando a fin de marzo se supo que se retiraba de la actuación luego de ser diagnosticado con afasia, una enfermedad cognitiva que, entre otras cosas, supone un trastorno del lenguaje y de la capacidad comunicativa hablada o escrita, hubo conmoción y tristeza.
“A los increíbles seguidores de Bruce, como familia queríamos compartir que nuestro querido Bruce ha estado experimentando algunos problemas de salud y recientemente se le ha diagnosticado afasia, que está afectando a sus capacidades cognitivas. Como resultado de esto y con mucha consideración, Bruce se aleja de la carrera que ha significado tanto para él”, explicaba el comunicado firmado por Emma Heming -su actual pareja-, Demi Moore y sus cinco hijas Rumer, Scout, Tallulah, Mabel y Evelyn.
No trascendió cuál es la patología que originó en Willis este trastorno del lenguaje, pero sí que era algo que los médicos le habían advertido hacía tiempo. Luego del comunicado, fueron muchos los colegas, directores y productores que contaron que lo vieron perdido en diferentes sets de filmación. Dicen que le dictaban sus líneas –cada vez más breves– por un audífono y lo reemplazaban por dobles de riesgo en las escenas de disparos.
Dos personas recordaron que durante el rodaje de Hard Kill, en enero de 2020, disparó un arma cargada antes de la señal, un hecho que de pura suerte no terminó con heridos. Pese a sus evidentes dificultades, por decisión propia o por mandato, la maquinaria siguió explotándolo hasta la última gota porque cada estreno con su nombre y su foto en el afiche era número puesto. Willis filmó más de 20 películas en los últimos cuatro años.
Si bien su retiro es un final triste para una carrera increíble, también es cierto que en esta nueva etapa de su vida, a los 67 años, cuenta con el apoyo incondicional de sus cinco hijas, su esposa y su ex pareja, una contención que suele ser mucho pero mucho más invaluable que la mejor propiedad o una colección de Oscar.
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