La argentina Lucila Polak es modelo y actriz; su hija Camila Morrone, también. Ambas viven en Los Ángeles, son bellísimas y participaron en algunas películas. Hasta ahí su historia se parece a la de tantas personas que lograron su lugar en la meca del cine, pero en la de ellas se suma un pequeño gran detalle: se enamoraron de dos megaestrellas, Al Pacino y Leonardo DiCaprio. Sus romances acapararon y acaparan la atención de fotógrafos y seguidores, y les dieron el pase directo y sin escalas al selecto grupo de la realeza hollywoodense. Aunque el romance de Lucila con el protagonista de Scarface no prosperó, el de su hija con el interprete de Titanic no naufragó.
Seguramente en ese vuelo que llevó a Lucila desde Ezeiza a Estados Unidos, la muchacha no pensó las vueltas que le depararía la vida. Se subió al avión siguiendo un amor y pese a la oposición de su familia. Lucila era una mujer fuerte, hija de un hombre fuerte. Su padre, Federico Polak, era lo que se llama un hombre del poder: abogado especializado en derecho constitucional, fue vocero de Raúl Alfonsín, pasó por la intervención en Boca Juniors, fue subgerente y síndico del Banco Central, interventor en el PAMI y representante del Estado en el directorio de Repsol-YPF. En 1997 su casa fue el escenario donde se creó la Alianza que llevó a la presidencia la fórmula Fernando de la Rúa - Chacho Álvarez.
Para Lucila, su papá era simplemente su papá. Un hombre al que le gustaba consumir habanos y degustar un buen whisky. Casado con Mariana Skull, Polak tuvo tres hijos: Lucila, Micaela y Federico. Cuando terminó el secundario, la mayor se anotó en el CBC para seguir Derecho. Pero antes, impactante con su 1,74, sus grandes ojos oscuros y su larga cabellera negra, el ojo avezado de Pancho Dotto la había reclutado para su agencia. Empezó a trabajar como modelo a los 15 años.
Los Polak respetaron la decisión de su hija, aunque la miraron extrañados. En la familia una hija modelo y no intelectual era una rareza. Su tía Julia Polak es patóloga, pionera en el estudio de la ingeniería de tejidos, que recibió el título de Dama del Imperio Británico por sus aportes a la ciencia y fue nominada dos veces al premio Nobel. Había una abuela escritora y un abuelo juez. Pero modelo publicitaria, nadie.
Alternado pasarelas y estudios, entre desfile y desfile, la rebelde de los Polak conoció a Máximo Morrone. Y acá abrimos paréntesis para contar la historia de este mendocino. El muchacho se vino a Buenos Aires a trabajar en un banco y al mismo tiempo estudiaba Agronomía. Su vida le parecía aburridísima, así que como narró en la revista Gente, decidió “aprender inglés, viajar y conocer el mundo”. Aterrizó en Los Ángeles. Una tarde caminando por la playa no se encontró con un churrero ni con un vendedor de camisetas sino con Steven Meisel, el fotógrafo de Madonna. A la semana siguiente, su imagen era parte de una campaña de Valentino y otra de Dolce & Gabbana con la súper modelo Linda Evangelista. Al mes modelaba para Calvin Klein. Dejó de pensar que el trabajo de modelo “era una estupidez” sobre todo cuando comenzó a ganar cinco mil dólares por jornada y compartir pasarela con Naomi Campbell, Christy Turlington y Claudia Schiffer.
En algún momento entre el éxito de Los Ángeles y sus trabajos de modelos en Buenos Aires, Lucila y Máximo se enamoraron. Cuando Máximo decidió quedarse en Estados Unidos, su novia, que lo había conocido dos semanas antes, decidió seguirlo. Era 1995, ella había cumplido 19 años y no dudó porque “en mi vida siempre fui muy libre y me importa poco el que dirán”. Dos años después, el 16 de junio de 1997, nació Camila Rebeca Morrone Polak.
En 2006, la pareja se separó. Madre e hija comenzaron a construir un vínculo único y fuerte. “Es loco pensar que, con apenas unos años más que yo, ella ya daba vueltas por el mundo conmigo. Para mí fue una gran suerte porque somos muy amigas, como hermanas. Casi como la misma persona en dos cuerpos, aunque a ella le toque hacer de madre y poner límites”, contaría la hija muchos años después.
La vida seguía su rumbo. Lucila intentó retomar sus estudios. Probó con Sociología en la prestigiosa UCLA, pero no llegó a graduarse. Decidida a ser actriz aceptó cambiar su apellido Polak por el de Solá, “mucho más latino”. Actuó en algunas películas y series, pero nada muy rimbombante. En 2005 unos amigos la invitaron a cenar. Entre los invitados había un señor dos centímetros más bajo que Lucila y 39 años mayor. Muy tímido, intentaba pasar desapercibido, pero pronto quedó prendado de esa morocha cuya belleza jamás pasaba desapercibida. El señor tampoco podía pasar desapercibido porque su nombre era casi leyenda: Al Pacino.
Apenas se vieron comenzaron a charlar pero nada de hablar de películas ni contar anécdotas de rodaje: ellos conversaron de sus hijos. Al despedirse alguna llamita de amor se prendió en la argentina que se encargó de sofocarla pensado: “Este me va a traer problemas, no es para mí, es un actor, no, no, no y no”. Decidida a no tener una relación se hicieron amigos, no con derechos pero sí con algo de histeriqueo. Al Pacino la invitaba a su casa, adonde Luclia pasaba todos los domingos acompañada por su hija.
Al tiempo comenzaron a noviar. Camila descubrió a “una persona llena de vitalidad y de ganas de hacer cosas. Nos complementamos muchísimo. Él me muestra películas y me explica a los clásicos, y yo a él, otras cosas distintas. Él me abrió las puertas a toda una cultura y me hizo conocer un mundo artístico e intelectual fascinante”. La diferencia de edad para ella no era un problema: “Conocés a una persona y te enamorás de esa persona”. Tardaron dos años en mostrar su relación en público, pero luego pasearon por las alfombrar rojas de todo el mundo: Venecia, los Tony Awards, los Emmy, Golden Globes. Ella, sin embargo, se encargaba de desmitificar lo que parece ser un mundo ideal. “Con Al accedí a un círculo muy reducido, donde pude conocer el negocio desde adentro. Es brutal y cruel a la vez. Contra lo que muchos piensan, hay cero glamour. Filmás 15 horas por día y vivís en un hotel durante tres meses, lejos de tu familia. El glamour está en la red carpet, pero dura cinco minutos”.
La relación se consolidaba aunque nunca llegaron a convivir. “Creo que el secreto de que nos llevemos tan bien luego de muchos años es que cada uno tiene su casa por separado: solo convivimos en los ratos que compartimos en su residencia, en la mía o en hoteles cuando viajamos”, contaba ella. En 2016 Lucila logró que su novio viniera a la Argentina. El actor realizó un espectáculo en el Teatro Colón. Su presentación pareció más un favor a su novia que un derroche de talento. “Me pareció un horror”, consideró Norma Aleandro, que estuvo presente. “Empezó a narrar anécdotas, tampoco muy jugosas. Yo aguanté 50 minutos y me fui. Me daba vergüenza ajena que alguien en el escenario estuviera burlándose de todos nosotros. No podía ser. Una pena, porque ha hecho 70 mil cosas como actor”.
Dos años después la relación se terminaba. Habían tenido una pequeña ruptura cuando a ella se la vinculó con Luis Miguel, pero esta vez fue definitivo. “Al y yo decidimos separarnos hace unos meses, pero seguimos siendo familia y amigos. Se cerró un capítulo, eso es todo”, confirmó ella. Al poco tiempo de separarse, Pacino, a sus 78 años, comenzó una relación con Meital Dohan, una actriz y cantante israelí de 44 años. Pero los flashes lo captaron cenando con Lucila, quien aclaró que aunque ya no eran pareja seguían siendo amigos.
Las Polak / Morrone no dejarían de ser noticia. Camila heredó la belleza de sus padres. A los 12 años debutó en el modelaje con una campaña. “Usé aparatos toda mi adolescencia. Me la pasé esperando el día que me los sacaran para poder ir a una agencia. A los 15 años me explotaron las lolas. Todos me preguntan si me las hice, pero la verdad es que son naturales. Además, ¡no estoy interesada en hacerme una cirugía plástica!”, contó sobre sus comienzos.
Siendo adolescente fichó para la agencia IMG Modeles y fue tapa de la edición turca de la revista Vogue, además de desfilar para distintas marcas. Entre sus amigas estaban Bella Hadid, Hailey Baldwin y Kendall Jenner. Pero si sus amigas eran conocidas, no hay que olvidar que el novio de su mamá era megaconocido, aunque ella no se diera mucha cuenta. “Veo a Al Pacino como el novio de mi mamá, dejo de lado al actor, aunque soy consciente de que es groso. Hasta el día de hoy me cuesta darme cuenta de que es famoso. De hecho, cuando lo paran por la calle para pedirle una foto o un autógrafo no entiendo nada”, había confesado en 2014 a Para Ti.
Fue en diciembre de 2017 cuando el nombre de Camila dio la vuelta al mundo. Unas fotografías de Leonardo DiCaprio saliendo con ella de su casa en Los Ángeles desataron especulaciones sobre un nuevo romance del actor. Ninguno de los dos habló de su relación, pero se los comenzó a ver en distintos lugares públicos. Aparecieron fotos de unas vacaciones en Colorado y en el cumpleaños de Ellen DeGeneres. Poco después se vio a madre e hija disfrutando de un descanso en Saint-Tropez junto al protagonista de El lobo de Wall Street.
La presentación oficial fue en el 2020 cuando asistieron juntos a los Oscar. DiCaprio estaba nominado por su trabajo en la película “Once Upon a Time in Hollywood”. Cuando apareció con Camila causó asombro porque Leo solía llevar como acompañante a su mamá.
Al conocer la relación algunos se sorprendieron con los 23 años de diferencia que se llevan, pero el archivo pronto demostró que aunque Leo envejece, sus novias nunca llegan a cumplir más de 25 años. Ante las críticas, Camila se defendió. “Hay muchas relaciones en Hollywood -y en la historia del mundo- en donde existen diferencias de edad muy grandes”, le contó a Los Angeles Times. “Creo que todo el mundo debería salir con quien quisiese”, añadió pero concedió que “probablemente a mí también me parecería curioso. Entiendo que lo hagan, pero espero que deje de ser un debate”.
En una entrevista en Infobae, Camila aseguró: “Soy latina, entonces quiero tener muchos hijos y ser madre joven como mi mamá”. Por ahora no hay anuncio de boda ni de bebés, pero con las Morrone/Polak jamás se sabe.
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