Su galera y su bigote se convirtieron en su marca registrada durante décadas. Pero, hoy en día, lo que más identifica a Aníbal Pachano es la palabra “resiliencia”. A los 67 años y mientras sigue batallando contra la diabetes, el VIH y el cáncer, el artista se prepara para subirse el escenario del Teatro Regina, dónde a partir del próximo 7 de mayo estará encabezando la obra Así...vuelvo. Dice que será su última vez como protagonista de un musical, aunque destaca que seguirá produciendo y trabajando como actor de texto. Y, en una charla íntima con Teleshow, asegura que su vida fue un largo aprendizaje y que hoy se siente útil al poder trasmitirle un mensaje esperanzador a sus seguidores.
—¿Se puede decir que estamos frente a su gran despedida del musical?
—Yo no voy a bailar más. Voy a dirigir, a hacer la puesta, la estética, el vestuario, el guión y todo lo que ya venía haciendo en paralelo. Pero, como bailarín, no quiero estar más, esa es una etapa terminada para mí. Ya no tengo ganas ni de encorsetarme, ni de estirarme la piel ni de jugar a ser un pendejo cuando no lo soy. Sobre todo, porque tengo frente a mí artistas maravillosos que forman parte de la nueva generación del espectáculo. Y me parece que está bueno colocarlos arriba del escenario a ellos y producirlos. Pero eso no significa que no pueda trabajar en una obra de texto, por ejemplo.
—Usted dice que ya no quiere bailar pero siempre se lo vio muy activo, ¿esto una decisión personal o una necesidad física?
—Es una cuestión de ganas. Por eso separo lo que es el musical de lo que es el teatro. Lo que se cumplió es mi etapa de bailarín. Y por eso prefiero estar del otro lado potenciando a quienes estén arriba del escenario en ese rubro, como lo hice toda la vida con Ana Sanz. Nosotros somos descubridores de talentos y, hoy, hay muchos famosos que han comenzado de nuestra mano. Así que yo siento que ya tengo mi sello.
—El año pasado estuvo conduciendo Ciudad de cúpulas por Canal (á), ¿puede volver el Pachano arquitecto previo al artista?
—Acabamos de terminar la grabación de la segunda temporada del programa, que se estrena el 27 de abril a las 14 hs. Vamos a estar mostrando cúpulas de Buenos Aires y Rosario. Así que, ojalá, el ciclo pueda tener una tercera edición, porque fue un nicho con el que yo pude volver a la arquitectura. Porque eso también es lo mío: yo estudié y trabajé en proyectos que me enseñaron un montón. Lo que pasa es que las cosas, en la vida, van fluyendo. Yo un día decidí que tenía ganas de generar un proyecto artístico y construir un grupo icónico como Botton Tap. Pero hoy volví, desde otro lugar, a la arquitectura.
—Es admirable la fortaleza con la que ha encarado todo las dificultades que ha tenido que atravesar en relación a su salud. ¿Cómo está ahora?
—Por suerte, mejor. Se desinflamó un poco uno de los tumores que se había complicado en el mes de octubre pasado. Hice un tratamiento y ya está normalizado, así que en la última resonancia nos quedamos tranquilos. Y la verdad es que todo este movimiento que empecé a hacer con Así... vuelvo, sumado a mi vuelta al gimnasio, me permiten estar en forma. De lo que se trata es de equilibrar la salud, con un poco de caminata y algunos ejercicios que necesito para fortalecer los músculos. Pero creo que lo más importante es que estoy bien de mi cabeza. Fue un proceso difícil en un principio, pero yo siempre tuve mi mente en positivo porque se que las cosas se resuelven mirando para adelante.
—¿Eso que llaman “resiliencia”?
—Claro. Pero la resiliencia no tiene que ver solo con la salud, sino con todo. Yo trabajé desde los doce años: sé lo que es tener dinero y lo que es no tener nada. He ido pasando por todos los procesos. Y, por suerte, siempre tuve ese potencial para poder generar cambios en mi vida. Y esta obra tiene que ver con eso, con volver desde un lugar totalmente distinto para contar una historia.
—Quizá usted no lo hace intencionalmente, pero tanto cuando habló del VIH siendo un tema tabú como cuando comunicó la detección de su cáncer en 2015, dio mensajes que la gente agradece...
—Son cuestiones que yo trato de trasmitir porque me parece la gente que tiene lo mismo le hace bien escuchar que se puede salir, pero también me hace bien a mí contar mi experiencia. Es como una catarsis y una forma de demostrar de qué manera hay que abordar estas cosas. Siempre digo que hay que correrse de la palabra miedo, hay que tranquilizarse y aprender a respirar para darse su espacio. Lo importante es sacarse todo lo nocivo de encima y rodearse de buena energía. Eso yo lo aprendí en el VIH y lo aprendí también durante mi cáncer en la Fundación Salud, dónde me entendí qué era lo que me estaba pasando y para qué. Y creo que hace bien que, de repente, yo le conteste un mensaje de Instagram a alguien que esté pasando por una situación similar. De lo que se trata es de sacarse el enojo y pensar en positivo, porque si entrás en lo negativo terminás mal. Y hablo de cualquier plano. Ser un resiliente de la vida significa que tu motor tiene que funcionar para salir adelante.
—También habla de energía negativa u oscura cuando se refiere a las adicciones que sufrió en algún momento de su vida, ¿verdad?
—Exacto. A veces uno se mete en situaciones complejas por curiosidad, por ganas o por el motivo que fuere. Yo siempre fui una persona ávida de experimentar. Y a veces te sale bien y otras no. Pero todo lo tomo como un camino positivo de aprendizaje. Y, desde ese lugar, se puede volver a lo que hablábamos antes, a no quedar pegado a lo negativo. De hecho, yo digo que también soy un resiliente de la diabetes, que es una enfermedad más peligrosa que muchas otras porque es silenciosa y ataca a todo el cuerpo. Y hay que aprender a que los pulmones tienen que respirar, que hay que cuidar la alimentación y hay que mantener la tranquilidad.
—¿Eso es lo más difícil?
—Obviamente, yo sigo teniendo mis exabruptos. Y a veces me arrepiento, digo: ’¿Para qué? ¡Si no tiene ningún sentido y las cosas se arreglan de otra manera!’. Pero creo que me ha hecho muy bien toda esta etapa. Y así como cuento algunas de mis vivencias en la obra, voy a desarrollar toda mi historia en una biopic para la cual ya tengo el libro que escribió un periodista de Córdoba que se llama Jorge Cuadrado.
—¿Y quién va a hacer su personaje?
—Mariano Magnífico, que es el actor que me acompaña en el espectáculo. Va a ser una biopic de ocho capítulos. Y la idea es poder volcar todo mi aprendizaje ahí.
—Cuando usted empezó a hablar del “masculino, femenino y singular” era muy vanguardista, porque en ese momento pocos lo entendían, pero ahora todo se encamina hacia una sociedad sin género...
—Sí, pero a la gente le costó entenderlo. Uno tiene un área masculina y otra femenina, sea del sexo que fuera. Y eso se desarrolla o no, se potencia o convive con un nuevo género. Te puede gustar un hombre o una mujer y podés armar una familia de distintas maneras. Y, sin embargo, eso no te modifica en tu forma de vida. Hoy se está entendiendo un poco mejor, aunque todavía queda un vestigio de estructurados que lo mal interpretan.
—¿No piensa que hubiera sido mejor nacer ahora que todo es más simple?
—Yo transité medio siglo de una manera maravillosa. Con mis represiones y mi libertades. Pero transitando el aprendizaje. El que lo entendía lo entendía y el que no, a mí no me afectaba ni me provocaba ninguna situación adversa. Porque, además, yo lo ponía en claro. Si te gustaba escucharlo bien y si querías interpretarlo de otra manera era tu problema.
—Pero hay cuestionamientos que las nuevas generaciones ni siquiera se hacen...
—¡Ni hablar! Aunque yo fui un pibe que no me planteaba muchas cosas. Iba y transitaba. Me podía ir mejor o peor, pero nunca pasé por una situación catastrófica. A veces salía airoso y otras más o menos. Pero siempre había algo positivo como mensaje. Yo empecé ha hablar del “masculino, femenino y singular” allá por el ‘97 y me miraban con cara de huevo frito. Después lo trasmití en la televisión gracias a Beto Casella que me dio el espacio en Bendita. E insisto: muchos no la entendían. Pero algo raro les pasaba cuando lo escuchaban, así que el funcionaba. Fue vanguardista. Pero acá estoy. Y hoy, siento que todavía hay gente que no termina de entender estas dos partes del ser humano que van mucho más allá de lo sexual. Sin embargo, hay chicos como Sofía que están en otra y no se enganchan en estas cosas, por más que hayan sufrido bullyng. ¡Porque mi hija ha sufrido de todo!
—También ha sufrido por lo que le pasaba a usted en los medios, ¿no?
—¡Obvio! Soy su papá y ella tiene muy en claro quien soy y de qué manera vivo. Nadie supo de mi vida privada porque yo no he mostrado nada de lo que no tenía que mostrar. Y he sido un padre presente que siempre me he ocupado. Muchas veces he discutido con ella, como cualquiera. Pero eso también ha sido un aprendizaje para mí, porque entendí que tenía que dejar libre a mi hija y bancármela. Pero ella respondió a muchas agresiones de personas que se suponían con libertad y eran unos retrógrados. Sin embargo, ellos siguen igual. Y yo, con un VIH, un cáncer y una diabetes encima, estoy divino.
—Tiene una ex esposa que no te soltó nunca la mano y una hija que lo adora: eso vale mucho.
—Nosotros hemos formado una familia, más allá de que estemos juntos o separados. Para mí, mis suegros fueron importantes. Y para Ana mi mamá fue súper importante. Lo mismo con nuestros hermanos. Y los amigos, que también forman parte de esta parentela de afectos que uno mismo genera. Yo he tenido una mujer maravillosa y fui la envidia de todo el ambiente. Y estoy orgulloso de mi hija. Por eso, a todos los que alguna vez me han agredido, yo los miro a la distancia y digo: “¡Qué lástima que no hayan aprendido nada!”.
—Este verano recibió el Premio Carlos a la Consagración. ¿Se siente consagrado?
—Sí. En realidad, debería haber ganado el de Oro...Pero la sensación de la consagración es tanto o más destacable. Yo tengo una carrera de cuarenta años llena de éxitos y con muy pocos fracasos. Así que no tengo nada de que arrepentirme en mi trayectoria artística. Como no tengo nada de que arrepentirme en mi paso por la arquitectura. Siempre fui estudioso y precavido. Quería trascender con mi trabajo y con mi imagen. Desde chiquito sabía que iba a ser alguien conocido. Y lo mejor que me va a pasar va a ser que me recuerden como un tipo de laburo. Muchos viven como una preocupación el hecho de que yo deje de lado al bailarín, pero yo lo vivo como una fiesta. Digo: “Qué bueno tener la capacidad de brindarle ese espacio a otro, como en su momento me lo dieron a mí”.
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