Seann William Scott, el actor que no pudo despegarse de American Pie y cargó como una cruz propia el rechazo ajeno

Fue parte de una de las comedias más exitosas de las últimas décadas. Pero no logró evitar ser encasillado. Y sus malas decisiones hicieron el resto

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American Pie, una película icónica del humor norteamericano para adolescentes
American Pie, una película icónica del humor norteamericano para adolescentes

Corría el año 1999 y por ese entonces las comedias y parodias habían ganado terreno en Hollywood: abundaban los estrenos y las salas repletas. No faltan quienes aseguran que había tanta expectativa por la llegada del año 2000, y las descabelladas premoniciones sobre el fin del mundo, que el público buscaba despejar su cabeza, reírse sin tener que pensar demasiado el guion. Y American Pie vino a integrar aquel catálogo, siendo quizás la más exitosa.

A lo largo de los años la comedia se convirtió en una de las sagas por excelencia del cine, declarada un fenómeno de la cultura pop a nivel mundial: ya se realizaron nueve secuelas. A grandes rasgos, refleja las desventuras de un grupo de adolescentes que ponen en práctica las ocurrencias más desopilantes para perder la virginidad. Y en el mientras tanto, hacen el ridículo, y se mienten unos y otros.

Al fin de cuentas, American Pie y las demás son películas de bajo presupuesto -lo que alentaba su realización-, que le terminaron abriendo las puertas de la fama a actores y actrices desconocidas. Algunos lo aprovecharon, pero otros quedaron encasillados y hasta no supieron sacarle provecho a la oportunidad, como le ocurrió a Seann William Scott. Su nombre seguramente pasará inadvertido para un porcentaje alto, pero no sucede lo mismo con su rostro: quien lo vea no podrá dejar de asociarlo con Steve Stifler, el personaje que interpretó en una de las películas más taquilleras del cine estadounidense. Y ahí mismo, su dicha y su condena.

Seann William Scott (Foto: Getty)
Seann William Scott (Foto: Getty)

En cuanto a la vida de Scott antes de American Pie, pareciera ser la del norteamericano promedio. En su infancia no tuvo grandes lujos, pero comentó alguna vez que era feliz y disfrutaba de pasar tiempo con sus siete hermanos. Nació en Minnesota, hijo de una ama de casa, Patricia, y de un hombre que se ganaba la vida como obrero de la construcción, William Scott.

El pequeño Seann fue creciendo, y si bien la actuación le llamaba la atención, sus primeros pasos fueron como escritor en The Onion, una organización de noticias satíricas que al año de su fundación fue adquirida por su hermano. A la vez, trabajaba en una sala de cine local, cubriendo varios puestos, y tenía el privilegio de ver todas las películas que se estrenaban. Maravillado, se propuso ser parte de ese mundo, aparecer en la pantalla grande. Para conseguirlo, comenzó a estudiar arte dramático apenas terminó el colegio.

Su primera posibilidad se la dio la banda Aerosmith al convocarlo para el videoclip de la canción “Hole in My Soul”. Ese mismo año -1997- se produciría su tan ansiado arribo al cine: interpretó un papel menor en Born into Exile. Finalmente, pese a ser un desconocido para el medio artístico, el destino lo cruzó con la posibilidad de sumarse en un rol secundario a American Pie: le pagaron apenas ocho mil dólares, una cifra irrisoria para un filme de Hollywood que, además, recaudaría más de 235 millones de dólares. Pero por entones a Seann no le importaba el dinero: solo quería actuar.

Con el suceso de la película, la popularidad de Williams explotó: su desfachatez, carisma y desempeño como actor lo elevaron a lo más alto en un abrir y cerrar de ojos. De ser un ignoto, pasó a convertirse en una estrella mundial. Las crónicas de cine hablaban de él y varios de sus compañeros, augurándoles un lugar preponderante en la nueva escena hollywoodense. Todo era brillos y luces. Nada podía salir mal.

Seann William Scott y su amigo Jason Biggs, protagonista de American Pie (Foto: FilmMagic)
Seann William Scott y su amigo Jason Biggs, protagonista de American Pie (Foto: FilmMagic)

Un año más tarde se estrenaría Destino final y también Viaje censurado, otra comedia similar a la que lo hizo una celebridad. En 2001 llegaría a las salas American Pie: Tu segunda vez es mejor, ya con William como una de las figuras principales de la trama. Fue una inyección más para su ego. Pero en el medio se empezaba a hablar de un actor encasillado, que no sabía desempeñarse en otro papel.

Para ese entonces nadie sabía su nombre, todos se referían a él como Steve Stifler o “como el actor de...”. Por esto motivo Scott intentó ampliar su búsqueda de nuevos roles. No le fue difícil, ya que los guiones le llovían. Todos los productores lo querían en sus filas y esto le permitió elegir cuál sería su siguiente paso. Comenzó a elegir su destino, pero las malas decisiones derribaron lo que había construido. Probó tanto que en apenas cinco años filmó 14 películas. La gran mayoría pasaron al olvido muy pronto.

Llegó un instante en que nada resultaba y esto se le volvió en contra. Con las comedias de alguna manera salía a flote (brilló en American Pie 3, American Pie: el reencuentro y Los Dukes de Hazzard, entre otras de la misma índole), pero cuando intentaba correrse de ahí, otra vez el traspié. El peor fracaso fue El Monje: se invirtieron 52 millones en su producción, se recaudaron apenas 37 millones.

El elenco de American Pie (Foto: Dave J Hogan/Getty Images)
El elenco de American Pie (Foto: Dave J Hogan/Getty Images)

La crítica empezó a despedazar al bueno de Seann. Su luz se apagó, y su carrera, en pleno declive, pareció caer desde un barranco. Poco a poco empezó a desaparecer del centro de atención, aun cuando siguió trabajando casi sin respiro. Pasó a proyectos menores, producciones independientes, para que ya nadie lo identificara con American Pie.

En 2006 decidió dar un vuelco para encontrar refugio desde otro lugar: aportando solo su voz. Su primera participación fue en La era de hielo 2: el deshielo. Luego pasó a la ciencia ficción, con Las horas perdidas, y algo más acá, Jackass 3D. Siguió poniéndole su voz al personaje de Crash en La era de hielo 3: el origen de los dinosaurios; también lo hizo en la cuarta y la quinta entrega. Además, se lo pudo escuchar en Planeta 51.

No obstante, Seann no quiso renunciar a su imagen: no tenía por qué hacerlo. Y aunque en el cine casi no daba la cara, se convirtió en modelo: la carrera que muchos actores desempeñaron en sus comienzos, como para ir haciendo sus primeros dólares, él la descubrió a los 40 como figura de Tommy Hilfiger. Regresó entonces a su zona de confort: la comedia, género que volvió a abrazar ya sin importarle críticas ni etiquetas.

El último intento para no dar este paso fue en 2014 cuando protagonizó Antes de partir. No le fue bien y, de alguna manera, tiró la toalla. Entendió que en la comedia podía lucirse y, sin renegar, volvió para hacer reír a todos aquellos que desconocen cómo se llama, pero que saben que su manera de actuar es garantía de risas aseguradas.

Seann William Scott (Foto: WireImage)
Seann William Scott (Foto: WireImage)

En el medio de todo esto, también queda la opinión de aquellos colegas que compartieron horas de grabaciones. No hay nadie que no hable de la excelente y encantadora persona que es. Siempre predispuesto, es el primero en animar las interminables horas de filmación. Cuando ya el ánimo no es el mejor, por cansancio o lo que fuere, todos remarcan que ahí aparece Scott. Porque no solo logra hacer reír cuando el director grita “¡Acción!”.

Su vida personal transitó sin mayores contratiempos -al menos en la prensa- hasta marzo de 2011, cuando pasó un mes internado en un centro de rehabilitación. Nunca transcendió para recuperarse de qué; solo se supo que era un centro para tratar adicciones. Fue justo en la época en que dejó el cine para incursionar en las series.

Hoy, lejos de la pantalla grande, se luce en la televisión, haciendo lo que más le gusta y mejor sabe. Hace un mes debutó como uno de los protagonistas de la primera temporada de Welcome to Flatch, una comedia que, según las criticas, promete. Porque a los 45 años, Seann William Scott no reniega. Y aprendió a aceptar cuál es su lugar en el mundo.

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