Una vez a Joey Ramone le preguntaron qué representaba para él ser un punk. Y el cantante de los Ramones dijo: “Para mí significa ser alguien que va contra la corriente y que se planta para decir: ‘Esto es lo que soy yo’”. Salvando distancias y géneros para apelar a la analogía, a XXL Irione -toda una institución en la cultura rap y hip hop local- le cabe esa definición. El link no es antojadizo, ya que alza la voz no solo para rapear sino también para dejar en evidencia aquello que huele mal en la escena de la que es referente. Y, además, lleva tatuados a los punks neoyorquinos en su brazo izquierdo.
“Estoy tratando de reivindicar el rap en Argentina. Y de que suene el rap en mi país, porque la gente está muy confundida con el trap, el reggaetón, el pop... Se mezcló todo y ahora te frenan el show por un pogo. Hay que darle un poco de madurez al género: hicimos ídolos a pibes tan jovencitos, tan chiquititos que no tienen experiencia en la calle”, apunta y dispara Irione en diálogo con Teleshow.
Toca este domingo 10 de abril a las 19 horas en The Roxy Bar & Grill (Av. Lacroze 3499, CABA). “Van a ver lo que soñé toda mi vida, con mi banda en vivo. Van a escuchar a raperos tocando instrumentos, con partes muy emotivas”, adelanta sobre el show con el que celebra 20 años con la cultura rap y en el que estará acompañado por Robbie Finkel, director musical y guitarrista; Mauricio Girson en la batería; Seba Pielach en bajo; Toto Brukman con los teclados y los arreglos; y Cancún en coros. “Esto cierra una etapa, totalmente. Creo que estoy diciendo públicamente que soy una de las personas más longevas en este género”, asegura.
Nació en 1986 en Wilde con el nombre de Juan Manuel Fernández Maciuk. Hijo de un papá obrero y una mamá psicóloga, hoy jubilada. También es hijo de discos de BB King, Pappo, Johnny Winter, Jaime Roos y Canario Luna. Y de una hermana que lo acercó a shows de Eterna Inocencia y Fun People. Hasta que un día -o mejor dicho, una noche de un día de semana-, ella con 15 y él con 11, fueron juntos a Tower Records para la presentación del mítico compilado Nación Hip Hop, producido por Zeta Bosio.
“Ese día yo escuché en vivo a A.M.C., Super A... Estaban presentando el disco ahí, en una tarima chiquita, con un dj scracheando, rapeando. Era algo que nunca había visto en mi vida y me voló la cabeza. Tenía un pantalón de corderoy marrón que me puso mi mamá. Y al ver los pantalones Roll 77 del público, cuando salimos de ahí me los empecé a bajar para que parecieran más anchos”, recuerda Irione y se ríe.
”A la semana le pedí plata a mi mamá y me compré ese casette... Y no paré de escucharlo. Me volví loco. Al poco tiempo, me crucé con mi tío. Hoy él es cirujano plástico, tiene casi 60 años... pero en ese momento me dice: ‘Ah, ¿te gusta esa música? Yo tengo esto’. Y me pasó Beastie Boys, Cypress Hill, Tricky... todas cosas que me detonaron. Tenía oro en las manos”, cuenta sobre la música que lo volcó a esta cultura. “Desde ahí, no paré nunca. Y a veces pienso si esto no es una enfermedad, si no me habré arruinado mi vida. Con eso te digo todo”, sentencia.
Además de mantener una carrera musical prolífica, Juan Manuel también es obrero en una fábrica desde hace 14 años. “Yo sé lo que es levantarse a las 6 de la mañana para trabajar. Me encantaría laburar en una oficina, pero esto es lo que me da de comer y estoy bien”, dice, a la vez en que asegura que eso le permite hablarle de igual a igual “al obrero, al laburante”. “Cuidé autos en la esquina, fui lavacopas, limpié mierda en baños de Recoleta... ¿Cómo no le voy a hablar a la gente que labura? Por eso me cuesta entender que pongan como ‘la voz de una generación’ a un nene que canta reggaetón romántico”, dice.
En su discografía, nutrida de álbumes y mixtapes, se destaca un concepto que lo lleva como una (otra) de sus banderas: “Antifama”. Así lo define: “Eso lo escribí en el momento en que toda esta escena estaba explotando. Me encantaban las competencias de freestyle, hasta que me di cuenta de que todo pasó a ser por el premio y nada más que por el premio. El hip hop quedó relegado. Se transformó en un circo en el que cualquier salame iba a berretinear con los pibes. Obvio, había competencias honestas como el Halabalusa, que hacía Dtoke, pero siento que al rap lo manipularon, lo utilizaron. Parezco un viejo hater pero ¿soy el único que piensa distinto? El 99% de los argentinos dicen: ‘Qué bueno, qué lindo, qué fantasía... Irione, desplegás odio’”, analiza e ironiza de un tirón.
“Cuando yo empecé con todo esto, no me imaginaba que se iba a dar este boom que hay ahora. Sí me imaginé que la cultura podía crecer. Yo me enamoré del hip hop como cultura. Pero tampoco me imaginaba que nos íbamos a tener que comercializar tanto para poder vivir de esto. Sabía que íbamos a tener que transar con marcas y multinacionales, y está buenísimo, porque queremos vestirnos bien, viajar, comer rico. Pero tampoco a cualquier precio. Por eso, yo puse la contracultura: muchos van a pensar que yo soy un fracasado, pero yo me paro en la mía y trato de hacer la revolución desde mi lado”, opone.
Con todo, Irione se esperanza con que esto se de vuelta, que decante y queden en el camino quienes apuesten por algo distinto, real. “El poder está en la gente que piensa, esa a la que no le dicen lo que hay que escuchar, ya sea por las publicidades, los sellos o las listas de reproducción. Antes nos tomábamos un tren para buscar un cd de una banda que nos gustaba. Ahora, parece que la gente no quiere buscar música. Es la generación que baila lo que le ponen adelante. Yo me crie con música que sonaba toda distinta. ¿Hoy no se dan cuenta de que todo suena igual? Nos están estafando, boludo. Los productores tienen la plantilla para cada artista y no se ponen a mezclar las voces, a hacer un disco. Graban lo que tienen y todo suena igual”, cierra.
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