Desde su paso por Masterchef Celebrity, la popularidad del Turco García dio un salto. Si bien tuvo una gran carrera en el fútbol, donde brilló en Huracán y Racing, su participación en el reality gastronómico lo hizo llegar a otro público más masivo. Sin embargo, desde hacía un tiempo no se lo veía en televisión hasta este martes, cuando concedió una entrevista a Flor de Equipo. Apenas entró al estudio, llamó la atención su renovada figura.
“¡Qué flaco que está! ¡Cada día más fachero!”, fueron algunos de los comentarios de los panelistas al verlo. “Bajé 12 kilos”, comenzó expresando el ex jugador, ante los efusivos halagos, especialmente de Nancy Pazos. “Turco querido, los kilos que bajaste me los pasaste a mí”, le dijo en broma Paulo Kablan. Entonces, Analía Franchín indagó: “¿Que pasó, largaste las harinas?”. “Sí, sí, no como ningún tipo de harinas y entreno, juego tres veces por semana al fútbol”, respondió sincero.
“¿Qué te incentivó a convertirte en un metrosexual?”, le preguntó, a modo de chiste, Denise Dumas. “No, siempre fue así, desde que tengo uso de razón. Lo que pasa es que la tele te engorda un poquito, te sube 4 kilos y, si estás gordo, peor. Entonces me saqué 12, me fui al car...”, explicó divertido. Y agregó: “Uno se va viendo mejor. 101 pesaba, y ahora peso 89. Y cuando dejé de jugar, pesaba 85, así que estoy ahí”.
En tanto, Franchín continuó haciéndole consultas: “Mi gran conflicto es el desayuno, ¿vos qué desayunás?”. A lo que él detalló: “Lo mío es raro...toda mi vida es rara. Pero desayuno mate cocido, y a veces le mando una o dos chocolinas”. “Pero si dejaste las harinas....”, le reclamó Analía. “Bueno, tampoco....una o dos galletitas, pero después no como harinas. Ni fideos, ni ravioles. No me costó porque nunca fui adicto a las harinas, hay gente que sí. La mayoría de los jugadores come pizza, pero en mí es muy raro. Mi debilidad es el dulce”, resumió.
En agosto del año pasado, García fue entrevistado por Gastón Pauls para Seres Libres (Crónica HD), donde reveló el peor momento de su adicción, que casi lo lleva a la muerte. “Me compraba un papelito de papel glasé, como se vendía en ese momento: me compraba un gramo y me duraba un mes. Después, ya no era un ‘tac’: era un gramo por día. Y después, dos por día. Nunca dije cuánto tomaba por día, porque si la gente me ve así, dice: ‘La droga no es tan mala, mirá que bien que está’. Pero yo tomaba muchísimo, lo suficiente como para morirme, para que me agarre un ACV”, había dicho y recordó que estuvo a punto de llegar a ese límite: “Un día me empezó a zumbar la cabeza y rescaté la escena de una película: me corté la yema de un dedo, me saltó la sangre y me relajó un poco. Tomaba lo necesario para que me pasara cualquier cosa: sabía, pero no me importaba, porque estás en Disney, no ves la realidad”.
Tras la muerte de su padre, entró en un espiral de consumo desenfrenado y, a la vez, comenzó con un particular ritual para conmemorar a su padre: “Cinco años seguidos, todos los 25, me compraba una docena de sánguches de miga, una sidra, y droga. Iba al cementerio tipo 5 y media. y me escondía cuando cerraban. Desde las 6 de la tarde hasta las 7, 8 de la mañana, me quedaba con mi viejo. Le ponía cigarrillos, porque fumaba. Yo comía, tomaba, todo... era una cosa de la que no me podía despegar, no podía cortar eso. Dos años antes de dejar de consumir, dije: ‘Ya está, ya me despedí bien, ¿por qué tengo que hacer esto? estoy sufriendo demasiado’”.
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