Uno a uno van ingresando los espectadores a la sala del teatro El Nacional, sobre la calle Corrientes, a escasos pasos del Obelisco porteño. Cada función de Inmaduros arranca con localidades agotadas, por lo que conseguir un ticket requiere de algo de paciencia y tiempo de espera, un hecho que exacerba aún más la expectativa por ver la obra protagonizada por Adrián Suar y Diego Peretti, y dirigida por Mauricio Dayub. Ya el mix de esos tres nombres invita, al menos, a ver de qué se trata la experiencia.
Luego de las selfies de rigor junto al banner de la obra y de fotografiar algún rincón de la imponente sala Alejandro Romay, los visitantes se acomodan en sus butacas. Conocen de sobra a los protagonistas, dos actores populares y queridos que vienen encabezando elencos en televisión y cine, y saben que van a reírse: restará ver qué resulta de la conjunción de ambos factores.
Unos metros más abajo, luego de sortear escaleras laberínticas, el centro de operaciones. Vestuaristas, maquilladores, técnicos, productores que van y vienen por los pasillos. Todo sucede en un ambiente armónico. “Faltan 10″, anuncia una asistente de producción dando un golpecito en la puerta de los camarines. Cada uno tiene su espacio personal pero se visitan para hacerse algún comentario, compartir un dato o charlar unos minutos antes de la función. Otros prefieren encerrarse solos para conectar con lo que vendrá.
“En la obra corremos mucho, hablamos mucho. Por momentos descansamos un poco con letra pero tenemos que correr, nos agarramos. Me preparo mentalmente sabiendo que es una comedia que tiene mucha precisión, para eso tengo que estar bastante concentrado. Precisión es que una vez que se arma la maquinaria hay cierto mecanismo de pie, de entrega, que no pueden fallar”, asegura Suar sobre sus costumbres para la previa.
“Me encanta este momento en el que me preparo para salir a escena, es una obra que me hace muy feliz”, cuenta Patricia Etchegoyen, una de las actrices del elenco que completan Fernanda Metilli, Jessica Abouchain y Carla Pandolfi.
Brocha en mano, dándose los últimos toques de maquillaje frente al espejo, Pata ajusta su cabellera tras los postizos y avisa que ya está lista para salir. “La gente se ríe mucho y eso es lo importante. Por suerte mi personaje es muy querido, muchas mujeres se deben sentir identificadas”, asegura entre risas esta actriz de larga trayectoria que se luce sobre el escenario y se gana sus aplausos en buena ley interpretando a una mujer decidida que sabe lo que quiere a la hora del amor.
En los pasillos ya se vibra una energía movilizante: la alegría por pisar un escenario, la adrenalina de los minutos previos, la comunión del encuentro entre pares y púbico, y una noticia ya repetida pero que a Nacho Laviaguerre -el productor de la obra junto a Adrián Suar- le gusta darles igual antes de la largada: “se viene otra noche de sala llena”. Se van juntando. Fer Metilli se ata los cordones de sus borcegos, las chicas se acomodan el vestuario y se miran entre ellas chequeando que cada cosa esté en su lugar. Será Diego Peretti quien arranque la arenga final en ese semicírculo humano que conforman entre todos y que constituye uno de los máximos rituales del universo teatral.
“Voy a tratar de no decir los furcios que digo siempre, de estar en eje”, bromea el actor. “Hoy todos trabajamos para Diego”, propone Suar mimar a su compañero. “Hoy es el día mundial del teatro, al teatro gracias por todo siempre”, estimula el ex Simulador mientras su compañero de fórmula incita: “Y hoy como siempre, la mejor función”. Juntada de manos final, grito colectivo, aplausos y al escenario.
¿Pero cuál es el secreto, la fórmula del éxito de la obra? Adrián Suar tiene su teoría. “Hay muchos factores: una coincidencia con un momento en el que la gente tiene ganas de reírse; una dupla de actores populares, y que la obra toca temas que la gente los tiene en la cotidianidad, como los inmaduros, los personajes que las actrices vienen a interpretar, y ponen en jaque ciertas cosas del imaginario y de la actualidad. Esa mezcla en comedia y la gente que se ríe mucho, creo que son las claves para el éxito de Inmaduros”, explica el actor en dialogo con Teleshow.
Diego Peretti coincide con la hipótesis de las múltiples razones pero le suma la variante generacional: “Además de ciertas variables que tienen que ver con la popularidad, con el buen trabajo que hizo Mauricio Dayub, con lo bien que están los personajes femeninos, me parece que el plus del éxito es que la temática apunta a un lugar neurálgico que estamos viviendo, que es la incomunicación. Primero, por la inmadurez no aceptada de ellos por el paso del tiempo, pero además, por la incomunicación que tienen personajes de esta edad con la nueva deconstrucción de género que hay en el mundo, en la Argentina muy acentuada también, y lo bien que está. Eso causa un contraste muy grande, que provoca humor, mucha gracia”.
Esas mismas risas que genera el texto y las interpretaciones debajo del escenario, entre el púbico, en ocasiones se replican y se hacen extensivas a los actores. ¿Cómo manejar entonces, las tentaciones? “A veces puede pasar una complicidad entre nosotros. Yo soy muy tentado pero trato de que no, porque no tengo filtro. No soy como algunos actores que puede pasar otra cosa en el escenario y aguantan. Yo no aguanto, soy un desastre”, asume el productor. Peretti asiente: “él es fácilmente tentable, me doy cuenta, alguna vez me pasó pero no soy de tentarme. Y veo que el material es endeble con respecto a lo que le provoca la gracia, enseguida se desmorona, así que especialmente tengo que tener cuidado porque apenas hago un gesto o le digo algo paralelamente, él capta la complicidad”.
La comedia tuvo un preestreno en septiembre pasado y desde enero se presenta en la sala ubicada en Avenida Corrientes 960. La obra, escrita por Juan Vera y Daniel Cúparo, ya llegó a las 57 funciones con un total de 57.500 espectadores, entre ellos, Lionel Messi que sorprendió a todos cuando subió al escenario para el saludo final.
En la trama, Alfi (Adrián Suar) y Fideo (Diego Peretti) son amigos de toda la vida. No pueden ser más diferentes: Alfi es un publicista, separado y con un hijo al que apenas ve, que rehúye de cualquier compromiso afectivo, a excepción de Alexa... su casa inteligente. Fideo, en cambio, es un psiquiatra muy conservador en sus costumbres y afectos, casado hace más de 25 años con su primera novia.
Una noche, poco después de separarse de su mujer, Fideo va a ver a su amigo en busca de consuelo. Alfi, para ayudarlo -a su manera, obviamente-, arma un plan para presentarle mujeres que lo alejen de la melancolía y la depresión, que Fideo acepta a regañadientes. De este modo, cuatro mujeres reales y una virtual, a través de sus particulares percepciones de la vida y el amor, les van a hacer descubrir el lugar central que las mujeres -lo femenino- han tenido en sus vidas.
Saludo final y una platea que aplaude de pie, misión cumplida. Se vacía la sala, se apagan las luces, y entonces vendrán los saludos de rigor en la puerta del teatro desde un pasillo improvisado por vallas, fotos, despedida y hasta la próxima función. Porque no hay nada mejor que hacer reír en tiempos necesarios.
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