La muchacha no pasa desapercibida. Sonrisa angelical pero mirada de diabla. En el estudio de televisión se sienta con un osito de peluche sobre su pubis, mira a cámara y aclara, como al pasar: “No me estoy masturbando. Lo sostengo acá para que no vean mi vagina. Es que nunca uso bombachas”. La muchacha transmite inocencia y sensualidad, candidez y erotismo. Sabe que mueve cada vez que se mueve y -como dirían las abuelas- “no tiene ni un pelo de tonta”. En los 80 se convertirá en reina del porno, en los 90 será electa diputada y su nombre -sobrenombre- dará la vuelta al mundo: es la Cicciolina, la mujer que despertó un mundo de fantasías y que hoy vive una vida sin sexo.
Ilona Staller nació el 26 de noviembre de 1951 en Budapest, Hungría. Su padre biológico, Laszlo Staller, se fue para nunca más volver cuando su hija era una beba. Su mamá -que trabajaba como obstetra- rearmó su vida y tuvo tres hijos más. En su autobiografía, Ilona contó que fue abusada sexualmente cuando tenía 10 años y un novio la violó cuando tenía solo 14.
A los 13, por iniciativa de su mamá, había comenzado a trabajar como modelo. Al mismo tiempo consiguió trabajo en un hotel de lujo de Budapest. Y acá las versiones difieren. Algunos aseguran que su tarea era hacer la cama de los huéspedes y otros, retozar en la cama con ellos. Lo cierto es que un día se le acercaron tres jóvenes muy bien vestidos que le propusieron integrar el servicio secreto. Aceptó. No le dieron un arma al servicio del recontraespionaje pero sí una grabadora. Su misión no se asemejaba a la de la angelical 99, del Superagente 86, sino más bien era una mezcla de Mata Hari, Ángeles de Charly y catadora de tragos.
Sentada en el bar, tomaba una copa con los huéspedes -estadounidenses y árabes; latinos en general, y argentinos en particular, no clasificaban- y los interrogaba sobre qué harían en el país. Después, redactaba un informe. Por su tarea, según contó, recibía unos mil dólares semanales, retribución poco patriótica pero bastante más práctica.
En el hotel conoció a Salvatore Martini, un italiano 25 años mayor. Se casó con él y se mudó a Italia. El matrimonio duró unos meses, pero su vínculo con el país fue para toda la vida. En la península se asoció al fotógrafo y productor de cine erótico, Ricardo Schicchi. Juntos decidieron armar un programa radial entre innovador y desprejuiciado, entre escandaloso y vanguardista: Voulez-vous coucher avec moi?, que en castellano sería ¿Quieres acostarte conmigo? En el programa una voz femenina entre ingenua y sensual hablaba de sueños, sensualidad y mechaba consejos hot. A cada uno de sus oyentes los llamaba cicciolino, un apelativo cariñoso. La voz sensual era la de Ilona, que se transformó en la Cicciolina, que puede ser traducido como “querida” o “cosita sexy”.
Para esa época comenzó con sus shows eróticos, espectáculos tan osados como inclasificables. Una de sus rutinas incluía una serpiente pitón y la llamada chizzi d’ oro, donde empapaba a los espectadores con orina. El show casi siempre terminaba en escándalo y con denuncia penal por actos obscenos. Ilona se presentaba ante el juez arropada en un tapado de piel, con una coronita de flores en su cabeza y un osito en la mano; siempre era sobreseída.
Su mayor provocación no era tanto lo que hacía sino lo que decía: “Estoy convencida de que la cultura del placer puede ser en esta sociedad la consigna más revolucionaria. A mí no me incomoda estar desnuda. Al contrario, me gusta mucho”, explicaba en una entrevista en Página 12 en 1990. Fue una de las primeras mujeres que habló sin tapujos sobre sexualidad en los medios, la primera que hizo un desnudo integral en un lugar público y la primera en hacer un topless en la televisión italiana.
En 1983 filmó su primera película condicionada, pero el éxito comercial llegó por otro lado. En Italia, para evadir las leyes que penaban la obscenidad, el negocio más importante eran los videos VHS. Sus títulos vendían cientos de miles de copias por año. En un mercado en el que las grandes figuras ganaban entre 20.000 y 30.000 dólares por película, el cachet de ella ascendía a los 250.000 dólares. Un repaso de sus títulos da una idea de los argumentos: Vicio en la ciudad, Las pícaras aventuras de Drácula, La profesora lo enseña todo, Vicios privados, virtudes públicas, Deseo de mujer, En la cama con el enano Mimmo, Vacaciones al desnudo y La perversión del ángel.
Consolidada como estrella del cine erótico, el Partido Radical, especialista en encontrar candidatos shockeantes, le propuso ser candidata a diputada en las elecciones de 1987. Para convencer a los votantes proponía sexo libre, enseñanza sexual en las escuelas, visitas íntimas para los presos y legalización del aborto, junto con propuestas más globales y bastante ideales como eliminar las guerras, los armamentos y las centrales nucleares. Para demostrar que lo suyo no solo eran meras intenciones, durante la Guerra del Golfo le dijo al dictador Sadam Hussein que estaría dispuesta a tener sexo con él a cambio de que acabara el conflicto.
Lo que parecía una brillante estrategia de marketing de un partido minoritario terminó con la Cicciolina sentada en el Parlamento. Obtuvo 20 mil votos. Los defensores de la moralidad pusieron el grito en el cielo: exigían desde que no fuera aceptada hasta que su conducta se ajustara a los cánones de vestimenta (hasta ese momento inexistentes) parlamentarios. La quema pública de los VHS les pareció muy Torquemada, y quizás por eso no la propusieron. Asumió su banca el 16 de junio de 1987. “¿Qué bombachita trajiste hoy?”, “¿Tenés puerto el portaligas?”, la acosaban los honorables diputados. No hubo periodista o intelectual -y no hablamos solo de los italianos- que dejara de escribir sobre ella. Umberto Eco resumió la cuestión en un aforismo: “Prefiero una actriz porno a un ladrón”.
En 1991 dejó los shows eróticos y se casó con Jeff Koons, el escultor y pintor vivo más cotizado del mundo. Con él tuvo a su único hijo, Ludwig. La pareja duró tres años y peleó en los tribunales la custodia del pequeño, que pasaba de un padre al otro según el juez de turno. Mientras estaba con su madre, ella le bloqueaba la computadora para que su hijo no viera sus películas porno. Con los años, Ludwig desarrollaría una fuerte adicción a las drogas. Los carabinieri encontraron en uno de los apartamentos de Cicciolina heroína y marihuana por valor de 4.000 euros, y Ludwig fue acusado de posesión ilegal de estupefacientes.
Entre shows, política y amores, la Cicciolina se hizo tiempo para visitar la Argentina. En 1988 se había hecho correr el rumor que ella había decidido donar dinero para que en el país se construyeran “Parques del amor”, especies de Villas Cariños distribuidas en las grandes ciudades, sponsoreadas por empresas importantes en las que las parejas pudieran tener sexo gratis. El 20 de agosto de 1990 llegó por primera vez al país.
Como relató Infobae, apareció en el Aeropuerto de Ezeiza con un vestido celeste con volados y un toque ingenuo. Rodeada de decenas de periodistas y curiosos, nunca perdió la calma. Algunos hombres de seguridad -patovicas improvisados- le hacían espacio. Hasta que llegaron a una sala. Pero no había ni escritorios ni micrófonos preparados. Solo un sillón de cuero marrón de dos cuerpos.
La Cicciolina no dudó ni un instante. Subió al sillón, se sentó en el respaldo, se bajó el escote del vestido y mostró su pecho izquierdo. Le dio más de un minuto a los periodistas para que retrataran el momento y cambió de perfil. Luego de ocultar el primero, mostró el pecho derecho. Con eso concluyó la conferencia de prensa. Luego se acomodó el vestido, bajó del sillón y dejó el salón.
Al llegar al hotel miles de personas la esperaban. Para ellas también se bajó un lado del vestido. Su arribo fue portada de los diarios y nota central en los noticieros. Conversó con Susana Giménez, hizo algunos shows en la disco New York City y otras presencias. En su calidad de legisladora italiana pretendió conseguir una cita oficial con el presidente Carlos Menem. La reunión se confirmó y se negó varias veces, pero finalmente no se concretó, al menos en público. Los diarios de la época calcularon que la Cicciolina, en su primer raid argentino, recaudó cerca de 100.000 dólares.
En 1997 regresó para presentarse brevemente en el programa de Antonio Gasalla. Una década después ofició de madrina del Festival de Cine Erótico. En 2008 participó en el Bailando por un Sueño. La estadía fue corta. Una buena previa, con su gracia habitual, un baile deficiente, una pésima coreografía al ritmo de ”I Will Survive”, de Gloria Gaynor, y una rápida salida gracias a la elegante excusa de una fisura en las costillas y el reemplazo de Adabel Guerrero.
En Italia fracasó en el intento de reelección como diputada. En los años siguientes regresó en varias oportunidades a la política. Fundó un nuevo partido, DNA (Democrazia, Natura e Amore), con el que buscaba regular la prostitución. En cada intento y en cada jurisdicción (Roma, Milán y hasta en Hungría) el número de votos que obtuvo fue muy marginal.
Sus shows también cambiaron, dejaron de ser explícitos para convertirse en espectáculos picarescos en los que contaba anécdotas y mostraba su cuerpo. Eso sí, no modificaba su uniforme: el rubio platinado, la corona en la frente, los ojos remarcados por la pintura, gruesas capas de maquillaje y los labios de un rojo furioso.
En el 2017 fue condenada un año de prisión en suspenso por un intento de estafa entre bizarro e insólito. Denunció que un perro la mordió y pidió una indemnización, pero la aseguradora investigó el caso y descubrió que era todo un montaje. Para sumar desgracias, uno de los pisos de lujo que tenía en el centro de Roma sufrió un incendio que casi termina con sus pertenencias.
A los 70 años, la Cicciolina asegura que está en bancarrota. Los tres mil euros que recibe de pensión como diputada no alcanzan, así que vendió parte de sus pertenencias y un piso de 250 metros cuadrados donde alguna vez vivió con un tigre de bengala al que “nunca lo sacaba de casa porque una vez mordió a una niña pequeña en el parque”. Para ganarse unos euros ofrece experiencias a sus fans a través de Instagram, como cenar pizza con ella o incluso desafiarla a una partida de ajedrez, deporte en el que, asegura, “podría vencer a un profesional”. Además, editó un libro de 230 páginas con sus memorias, que incluyen sus viajes, firma, fotografías a color desnuda y vestida, y hasta un beso.
La mujer que en 1997 declaraba hacer el amor “en todas las posiciones del Kamasutra sin problemas”, y a la que no le quedó “ninguna experiencia sexual por vivir”, hace un tiempo reconoció a Vanity Fair que llevaba tres años sin tener relaciones sexuales. “Hago el amor en casa conmigo misma, y los hombres ya ni siquiera lo intentan conmigo. Si pudiera elegir hoy, confieso que me gustaría tener una pareja seria, alguien me ame”.
Es que aunque hayas sido mito erótico, diputada vanguardista y fantasía de miles, aunque haya vivido mil vidas en una vida, la Cicciolina es una persona y como toda personas sabe que, a veces nos duele el alma, pero a veces nomás.
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