Teme despertarse y descubrir que todo esto no era más que un sueño. A pesar de estar cursando su octavo mes de embarazo y de sentir a diario cómo se mueven en su vientre los gemelos que está gestando, Verónica Perdomo (45) no pude creer que su deseo esté a punto de convertirse en realidad. Hace trece años, cuando estaba en el momento cúlmine de su carrera, la actriz y conductora sufrió un accidente cerebrovascular (ACV) que la puso al borde de la muerte. Entonces no solo tuvo que luchar por su vida, sino que una vez fuera de peligro tuvo que aprender a escribir, a hablar, a comer... Nunca hubiera podido imaginar, en esas circunstancias, que algún día iba a lograr convertirse en mamá. Sin embargo, el destino le tenía preparada una sorpresa doble que, en apenas unas semanas, llegará a sus brazos para colmarla de felicidad.
—¿Cómo estás transitando el final de tu embarazo?
—Con un poquito de ansiedad...Hasta el domingo pasado, estaba muy relajada. Pero me cayó la ficha cuando mis amigas me hicieron un baby shower. Ahí dije: “¡Falta poco! ¡Los nenes van a nacer y yo no tengo casi nada!”. Entonces empecé a llamar a todo el mundo, porque me di cuenta de que estaba por llegar el momento del nacimiento. Pero la verdad es que estaba muy tranquila hasta que vi todo lo que me habían preparado las chicas, pensaba que todavía me quedaba un montón de tiempo por delante. Y, de repente, entendí que todo esto era verdad y que, en unos días, los bebés ya van a estar en casa.
—¿Para cuándo se supone que tenés fecha?
—En realidad, la fecha de parto sería el 24 de mayo. Pero, como son gemelos, me dijeron que lo más probable es que me tengan que programar una cesárea entre el 15 y el 30 de abril. Los bebés ya están pesando un kilo y medio cada uno. Igual, yo tengo esperanzas de que puedan estar unas semanas más en la panza, para que estén más formaditos y no tengan que ir tanto tiempo a neonatología. O sea que, más allá de lo que me explicaron los médicos, yo creo que ellos van a aguantar hasta el mes que viene.
—¿Ya elegiste los nombres?
—¡Todavía no! Estoy en crisis con eso...Pero siento que en algún momento me van a salir. Me encantaría decir que ya los tengo, pero la verdad es que no sé cómo los vamos a llamar.
—¿Y qué más te falta para recibirlos?
—Tengo un montón de ropita, la cunita, pañales y miles de cosas dando vueltas. Me falta armar el bolsito para cuando llegue el momento de ir a la clínica. Y no consigo el cochecito, que tiene que ser doble, porque la mayoría son para dos hermanos con poca diferencia de edad pero no para gemelos. ¡Y yo necesito uno que venga con los dos “huevitos” para bebés! Así que en estos días me tengo que poner en campaña con eso.
—Sé que te pidieron que no te estresaras, pero que no tuviste problemas ni siquiera en los primeros meses del embarazo...
—Una de las cosas más mágicas, para mí, fue que mi médico, Antonio Cattáneo, nunca me dijo “sos de riesgo”. Él me conoce desde que tuve el derrame y, además, es mi ginecólogo. Cuando le dije que me gustaría ser mamá, me acompañó junto con la doctora Romina Navarro. Obviamente, yo entiendo que soy de riesgo porque tuve un ACV, porque todos los días me tengo que poner una inyección de anticoagulante, porque tomo aspirinas...Y, cuando creían que iba a tener un bebé, estaba todo bien. Pero, cuando me dijeron que eran dos, los doctores se re preocuparon y me empezaron a dar más de todo. Ahí pensé: “Puede pasar algo”. Pero gracias a Dios, hasta ahora mi embarazo fue espectacular.
—¿Ningún malestar tuviste?
—Nunca tuve los pies hinchados ni tuve nauseas o vómitos. Solo cuando se mueven mucho los bebés, siento un dolor reflejo en la espalda. Pero nada más. Creo que estoy tan contenta y tan agradecida, que la mente me ayuda a sentirme bien. Me digo: ”¿Por qué no voy a poder llevar mi embarazo de esta forma?”. Aunque sí es cierto que tenía todos los números como para tener que transitarlo en una cama. De hecho, al principio tuve perdidas y, como no había llegado a los tres meses, el médico me pidió que hiciera una semana de reposo absoluto.
—¿Y?
—Hasta ese momento, yo me la pasaba caminando, practicando gimnasia y haciendo de todo. Y le pregunté como era eso. Entonces me dijo que tenía que quedarme en la cama y levantarme solo para ir al baño. ¡Al segundo día me dolían muchísimo las piernas! Yo pensé: “Voy a tener que estar todo el embarazo así”. Entonces mi amiga Carla me contó que su mamá había estado siete meses acostada. Y dije: “Si ella sobrevivió, yo también. ¡Que me toque lo que me tenga que tocar y lo voy a superar!”. Pero, por suerte, a los cinco días pude volver a hacer vida normal.
—¿En algún momento tuviste miedo teniendo en cuenta todo lo que habías pasado?
—Sí, mucho. Es que antes del derrame yo era una mina re sana: nunca consumí drogas, no tomaba alcohol, jamás fumé, comía sano...Hacía todo bien, pero el estrés me jugó una mala pasada. Y, sumado a eso, tomaba pastillas anticonceptivas que tenían hormonas. O sea que mi ACV, por lo que me dicen los médicos, fue por el estrés más las hormonas. Y yo, cuando empecé el tratamiento para quedar embarazada, me estaba metiendo en el cuerpo, nuevamente, hormonas.
—Entiendo.
—Obviamente, yo tengo a mi hematólogo, al que voy a ver todos los meses y me tiene re cortita. Porque yo tengo problemas de la sangre. No sabemos si fue antes o después del derrame, pero yo tuve una enfermedad que se llama “Púrpura” y es como que se come las plaquetas. A mí me la descubrieron cuando me hice una punción en la médula y, entonces, comencé con un tratamiento. Pero todo el tiempo tengo que estar controlada. Así que, cuando decidí hacerme la inseminación, el médico tuvo que hacer una carta explicando todo lo que tenían que tener en cuenta. Ahí yo le pregunté cuánto riesgo corría.
—¿Y qué te dijo?
—Que no lo podía saber. Que yo estaba en mi derecho de hacerlo si es lo que deseaba, pero que no se podía prever cómo iba a actuar mi cuerpo. Yo quería saber el porcentaje que tenía de probabilidades de tener algún problema, pero él me dijo que no me lo podía decir. Y aceptó que me dieran solo determinadas hormonas. Obviamente, si él me aseguraba que no podía hacerlo porque me iba a morir, yo no lo hubiese hecho. Pero entre mi ginecólogo y él se hablaban todo el tiempo, porque la verdad es que no era nada simple mi caso.
—Sin dudas, no lo era....
—De todas formas, yo dije: “No puedo postergar más esto”. Y sí, me dio mucho miedo cuando empecé a tomar las hormonas. Me angustié. Pensé: “Si lo hago, ¿qué es lo peor que me puede pasar? Que me muera en el intento. Y bueno, no tengo mucho para perder ¿O sí? Tengo a mi novio, a mi madre que sufrió la muerte de un hijo, a mis amigos...No está bueno. Pero tampoco puedo, por miedo, dejar de hacer algo que yo deseo tanto como es ser mamá”. Y pasó algo increíble.
—¿Qué?
—Cuando me hice la inseminación dije: “Ya está, el Universo va a decidir si voy a quedar embarazada o no”. Y tomé una frase de mi amiga Sole que es: “Suelto y confío”. Quedé en el primer intento. Y, desde el día que me embaracé, no tuve más miedo. Me empecé a sentir poderosa. ¿Viste que dicen que las mujeres se sienten más seguras, se ven más lindas, lucen más radiantes durante la gestación? Yo estaba como más fuerte, me parecía que estaba perfecta. Y ya no temí nada, sabía que no me iba a morir. Es más, cuando fui a hacerme los estudios con el hematólogo, me dieron los mejores niveles de plaquetas en la sangre de toda mi vida.
—¡No te puedo creer!
—Yo lloraba, literalmente. Le dije al médico: “¿Me estás cargando?”. Y él me explicó que como los bebés se mezclan con mi sangre, hoy estoy mejor que nunca. Entonces pensé: “Encima, estos bebés me están dando más vida. ¡Esto es buenísimo!”.
—Vos pediste que te implantaran un solo embrión, pero llegaron dos niños. ¿Cómo fue eso?
—Yo tenía tres embriones en el freezer, como le digo yo al centro Fertilis. Y pedí que me pusieran uno solo porque ningún médico aceptaba que me implantaran más. Pero se dividió. Cuando me mostraron los dos corazones en la ecografía no lo podía creer. Yo digo que se copiaron la información, porque son gemelos idénticos. Varoncitos. Y aunque al principio me quedé helada, hoy estoy feliz.
—Ser mamá era un deseo que tuviste desde siempre, ¿verdad?
—Sí, pero también lo postergué bastante. Uno viene con el chip de casarse, tener hijos, formar una familia...Y si bien yo siempre quise ser madre, no era una prioridad para mí. Yo me casé a los 24 años y podría haber tenido varios hijos, pero no quise. Me dediqué a mi carrera. Pero, en un momento, sentí que era una experiencia que no me quería perder. Y creo que llegó en el momento perfecto. La cuarentena me mostró que no tenemos el control de nada, que hoy estamos y quizá mañana no. Yo justo había dejado de trabajar y dije: “Si no lo hago ahora, no lo hago nunca más”.
—¿Cómo te imaginás el momento en el que ya puedas tener a tus hijos en brazos?
—Lo pienso y lloro de la emoción. No sé qué voy a hacer con dos bebés al lado mío, me voy a morir de felicidad. Siento que no voy a poder parar de darles besos y de abrazarlos. ¡Creo que voy a enloquecer de amor!
Fotos: Mili Delcourt (Instagram @milidelcourtph) / Make up: Soledad Castro (Instagram @solecastro_mkp)
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