Un perchero lleno de trajes y fantasías: pelucas, anteojos, lentejuelas. El escenario de la Sala Apolo de Barcelona se encendió el último martes de marzo con Miranda! y no se apagó hasta la última hora del jueves. Fueron dos fechas distintas, pero el ambiente quedó hecho un fuego. Juliana Gattas y Ale Sergi se presentaron solos en un formato de canciones en vivo más pistas y cambio de vestuario in situ que no decae ni un segundo, durante los 90 minutos que dura el show. Los tickets se agotan, ellos no. La gente, menos.
Un rato antes de que la magia suceda, cuando la sala todavía está vacía, Juliana y Ale se prestan a charlar con Teleshow, a responder. Mientras el staff deambula con listas de temas y ajusta detalles, los dos terminan el ensayo y se sientan al borde del escenario. En un rato serán las bestias pop que todos querrán tocar, fotografiar, grabar, pero en este momento -medio limbo entre ser un ser humano de a pie y un semidios- ellos corografían respuestas como cuando cantan o bailan. Cada uno a su turno, sin pisarse, sin pedirse permiso, sin frases hechas. Pasemos a lo bueno.
—En 2020 Miranda! fue la banda que abrió una serie de shows sin público en el Movistar Arena, en medio de la pandemia. A la distancia, y ahora en medio de una gira, casi en la normalidad total, ¿cómo describirían la sensación que tuvieron en ese momento?
Juliana: —¡Fue el paraíso! Veníamos de no tocar hacía un montón y yo estaba extasiada con subir a un escenario, con maquillarme. El vestuario que armamos… Yo creo que nunca le puse tanto amor.
Ale: —¡Había tiempo, también! Fue reencontrarnos con nuestro equipo; solo con Juli nos habíamos visto algunas veces.
Juliana: —Y a todo el mundo le pasaba lo mismo. Personas que nunca habíamos visto en nuestra vida, ese lugar que inauguraba, los que filmaban, ¡todos estaban felices de estar saliendo un rato de la casa! Era muy contagioso. Nosotros pensábamos que íbamos a sentir un vacío enorme porque íbamos a hacer un streaming en un lugar gigante, sin gente, y sin embargo fluyó tanto esa energía de volver a hacer un poquito lo que amás hacer... Nos divertimos y bajamos re excitados del escenario como si hubiese público. Era necesario.
—Ahora volvieron a tocar en España después de tres años y cuando llegaron a Barcelona enseguida se juntaron con Varry Brava, una de las bandas más llamativas de la escena pop española. ¿Cómo surgió esa colaboración?
Ale: —Estuvimos componiendo, fue una sesión de composición en la que hicimos una canción que quedó muy linda. Nos gusta. Nos juntamos a componer sin ningún fin, pero algo salió, y ya veremos…
Juliana: —Además, grabamos el año pasado en una colaboración a distancia. Varry Brava es una banda que nos gustaba, pero a la que no conocíamos. Y esta vez, a propósito de juntarnos a componer, nos invitaron a cantar en vivo en la Sala Apolo (una semana antes del show de Miranda!). Así que fue multipropósito este viaje.
—Varry Brava llega como finalista de España al festival de Eurovisión con una oda a Raffaella Carrà, artista admirada en todo el mundo. ¿Cómo se llevan ustedes con los iconos?
Ale: —Hay muchos que no voy a poder conocer nunca porque ya no están, pero en general somos respetuosos de los artistas de mucha trayectoria.
Juliana: —El gran ícono para nosotros que tiene que ver con estas tierras, es Fangoria, Alaska, y todas las bandas que tuvieron y todo lo que pudimos conocer a través de ellos, Las Nancys Rubias, lo fantasmagórico, las referencias estéticas… Todo lo que Alaska significa encaja perfectamente en la palabra ícono.
—Ustedes llegaron justamente de la mano de Alaska hace ya 15 años. Ese público los recibió, con los años se multiplicó y hoy ustedes son referentes de muchas bandas españolas. ¿Sintieron ese crecimiento en este último viaje?
Juliana: —Es más sano estar mucho más atento a tus propios íconos que a ver quién te nombra a vos como ícono. Es muy halagador y algunos artistas nos lo dicen y algunos nos invitan, pero vamos bien por nuestro caminito pensando más en nuestro futuro que en la huella que dejamos. Es muy lindo saberlo, pero no le damos tanta bolilla.
Ale: —Es así… ¡para no creérnosla! (Risas).
Juliana: —¿Qué vamos a contestar? Es muy halagador, pero no hay respuesta en la que no quedes como un creído total.
Ale: —En verdad, nosotros nos sentimos un eslabón de la cadena de la música que nos gusta. Ni más ni menos que eso. Nosotros seguimos un estilo musical y creo que lo cultivamos de tal manera que a otra gente le da ganas de seguirlo también. Con eso nos alcanza y nos sobra.
—Siempre se está aclarando que el rock está vivo, que el punk no murió, que el reggae resiste, pero el pop se reinicia todo el tiempo y no hay que aclarar nada. ¿Lo sienten ustedes así?
Ale: —Lo que pasa es que el pop fagocita todos los otros estilos. Dentro del pop podés escuchar pop más rockero, más punkero, más electrónico, urbano, reggaetonero… El pop es la canción, y se viste de diferentes maneras. Yo creo que es un estilo que viene desde hace más tiempo: el pop es desde siempre. La canción popular es lo que se canta y lo que se escucha, y lo que la gente escucha desde que hay soportes de grabación. La canción pop nació influida por mil estilos diversos y los artistas que nos dedicamos al pop solemos ser muy abiertos en cuanto a influencias musicales, no escuchamos una sola cosa, sino muchas diferentes. Un ícono grande como es Madonna, es un claro ejemplo de eso. Ella empezó tocando como un disco soul, después fue variando a la electrónica, se puso un poquito más triphopera, ahora tiene algo más reggaetonero. Ella siempre está variando. Lady Gaga también cambia mucho.
Juliana: —Son personas que tampoco tienen una definición vocacional tan estricta: son actrices, cantantes, bailarinas. Creo que somos los más elásticos, entonces es como que cubrimos más kioscos.
Ale: —A cada uno le gusta lo que le gusta. A nosotros nos gusta tener más libertad. Y el estilo nos da esa libertad.
—Con Souvenir (2021) ustedes desarrollaron una estética gauchesca, bien argentina. Luego lo hizo Lali con su tema “Como tú”, junto al grupo de malambo Malevo, y Lit Killah con “La trampa es ley”, un homenaje al Chaqueño Palavecino. ¿Creen que es un buen momento para reivindicar lo argentino y perder la vergüenza de mostrar nuestras costumbres a las nuevas generaciones?
Ale: —Yo cantaba folklore en un coro de chiquito y a mí siempre me gustó, pero sí estoy de acuerdo con vos en que se está perdiendo la vergüenza. Antes había mucha conciencia del qué dirán, te perseguías mucho con lo que se supone que la gente podía pensar de vos. Creo que con el correr del tiempo ese pensamiento se va liberando y ya nadie hace lo que se supone que tendría que hacer. Y antes sí. Yo siento que siempre ha habido respeto por la música folclórica argentina, pero a veces tanto respeto por ahí imponía temor de que pudiera ser tomado a mal. Si eras un rapero, ¿cómo lo ibas a hacer? Si tocabas pop electrónico, ¿cómo te vas a vestir de gaucho? Y antes por ahí se decía: “No hagas esto porque la gente no va a entender nada”. Y la gente no solo entiende, sino que agradece ese tipo de aperturas.
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