Felices, cansados, expectantes, orgullosos pero, sobre todo, entusiasmados. Durante su encuentro con Teleshow, Mariano Cohn y Gastón Duprat dejan ver sus sentimientos al ver a Competencia oficial en la cartelera. Luego de su estreno en el Festival de Venecia, su nuevo filme llegó a los cines argentinos dispuesto a poner en marcha a la industria en el año post pandemia. “Es una película para volver al cine, y confío en un espectador activo que tenga que hacer cierto ejercicio para terminar de completar la obra después de verla”, invita Cohn, con la mirada aprobatoria de su compañero y marcando el sello distintivo de la dupla.
La historia del filme nace a partir de las ganas de Antonio Banderas y Penélope Cruz de actuar junto a Oscar Martínez y ser dirigidos por Cohn y Duprat, en un proyecto del que también iba a formar parte Javier Bardem. Un verdadero dream team que quería trabajar con ellos para poder desplegar todos sus recursos actorales. Méritos no les faltan, con cartas de presentación en España como El ciudadano ilustre, 4x4 y Mi obra maestra. Sin embargo, los directores no dejan de sorprenderse por estas pequeñas muestras de humildad en un mundo de megaestrellas, de aviones privados y mansiones vidriadas, en el que acaban anclar por primera vez y donde fantasean con quedarse.
En Competencia oficial también permiten retratar ese universo mega egocéntrico que rodea a la industria del cine, con las licencias y las exageraciones del caso. Antonio y Oscar interpretan a dos actores brillantes y de universos opuestos, enfrentados por una directora (Penélope) dispuesta a sacar lo mejor de ellos con un abanico de manipulación sorprendente. Que a priori no se parece en nada a ellos, aunque en algunas cuestiones pueden identificarse. Al fin y al cabo, no dejan de ser colegas jugando un rato a ser ellos mismos: “Es una inmersión en el mundo de la creación actoral”, resume Cohn sobre la película que conquistó España y ya puede verse en las salas de todo el país.
—¿Cuánto hay de real en lo que vamos a ver en el cine?
Duprat: —Mucho, porque el puntapié inicial de la película es un empresario millonario de la industria farmacéutica (interpretado por José Luis Gómez, un actorazo español) que quiere limpiar su imagen pública ligada a negociados y se inclina por una película, para transitar alfombras rojas, festivales y estar con los artistas. Y esa gente existe en todos lados. A partir de ahí, queríamos abrirle una ventana al espectador para mostrarle cómo es el mundo de la creación actoral.
—¿Cuánto se parecen a ustedes a Lola, la directora que interpreta Penélope? Necesito hacer el paralelismo con esta mujer que es brillante, talentosa, pero muy extravagante, y lleva a los actores a un límite complicado.
Duprat: —Yo diría que en nada. Eso no significa que uno sea un alma pura ni nada de eso, sino que nuestras estrategias son más crípticas. Un director tiene que tener estrategias con los actores durante un rodaje: son muchas fuerzas que uno tiene que dominar y encausar, y hay maneras de hacerlo. La nuestra de ningún modo es enfrentar a los actores, como sí hace esta directora, para sacar mejor rédito artístico. Pero es algo que sí existe; de hecho, Antonio Banderas nos contó que le pasó en una película.
Cohn: —Somos mucho más aburridos. Ojo que a veces está el caso contrario. No sucedió en esta película, pero está el actor que tiene mucho oficio, mucha experiencia, muchas horas de filmación, y le da el golpe de estado al director al segundo día de rodaje y termina dirigiendo la película.
—¿Alguien lo ha intentado con ustedes? ¿Alguien se atrevió, aunque no lo haya logrado?
Cohn: —No, porque tenemos un estilo de trabajo y de construcción diferente. Y encima somos dos, y es mucho más difícil también dar ese golpe, porque siempre trabajamos de una manera que es como participativa. Yo no muero con mi idea, Gastón no muere con su idea tampoco, lo discutimos, y las ideas que quedan en la película son las que resisten el análisis y el okey de los dos. Inclusive también abrimos este juego muchas veces a los actores, somos de compartir mucho el material, y a medida que vamos filmando vamos editando también, montando, y eso se va compartiendo.
Duprat: —Un director tiene que transmitir seguridad a los actores porque los actores están en manos del director y están en una situación como de fragilidad. Ahora, si eso no sucede y el actor ve que es todo flácido, que la cosa no tiene sentido, que las decisiones son arbitrarias o estúpidas, bueno, también es un mecanismo de defensa para el actor meterse.
—¿Les ha tocado trabajar con actores que se detesten como sucede entre Félix (Banderas) e Iván (Martínez)?
Duprat: —Yo no sé qué se detesten, pero algo de ego y algo de competencia en su justa medida está bien porque lleva a hacer mejor las cosas. Lo que mostramos nosotros en la película es cuando se va al carajo eso y pasan cosas insólitas e incluso muy divertidas o muy patéticas.
—¿Qué es lo más loco que les pidió un actor o una actriz?
Duprat: —En realidad esos pedidos por suerte se los hacen al productor. Los pedidos que pueden parecer excéntricos en el mundo de las celebridades, cuando uno empieza a verificar las tensiones que sufren, los embates y que no pueden salir a la calle, y que todo el mundo está pendiente de ellos, uno empieza a entender que esas no son cosas tan arbitrarias, sino que tienen que ver con cierta protección. Lo vimos con Penélope y Antonio en Venecia, como la gente los volvía locos tratando de hablar con ellos, de sacarles un pedazo de la ropa, de tirarles el pelo. Y creo que esas cosas que suenan exorbitantes son para poner un poco de límite y protección personal.
Cohn: —Un dato como de color que nos llamó la atención es que Penélope y Antonio tienen asistente de dirección personal como tienen los directores. En una película, el asistente de dirección es el que prepara el set y coordina absolutamente todo: son como los ojos del director antes de que el director llegue a la escena. Ellos, que son actores de primera línea y son productores también de la película, cada uno tiene un primer asistente que lee las escenas, que se informa, que pregunta los contenidos y que se las transmite al actor.
—Esto que mencionaban, que no les gusta que les hablen, ¿sucede o es un mito?
Duprat: —Yo lo puedo entender, a mí tampoco por ahí me gusta que me hable alguien que no conozco y se me abalance. Igual, todas estas excentricidades son fuera del set. El director está en un set como este y ahí son actores. Solo actores. Se matan por el personaje y uno puede disponer de ellos al 200% hasta para el más mínimo detalle porque son híper profesionales.
—Estamos hablando realmente de las grandes ligas.
Duprat: —Es una liga muy grande, nunca habíamos trabajado así. Es muy bueno igual porque ayuda a detectar un montón de cosas.
—Volviendo a lo que mencionaban de los asistentes de dirección que tiene cada uno, mientras estén todos de acuerdo, bien. ¿Pero no trae problemas que haya cada vez más gente opinando?
Cohn: —Es que, de todas maneras, las películas, desde las chicas o las más grandes como esta, tienen una cosa vertical en la que el director manda. Muchas veces para bien, muchas veces para mal, porque es mucha soledad la del director manejando todo ese Titanic y puede irse al tacho. Es mucha presión y hay que manejar muchas energías.
—¿Cómo se armó este dream team de actores?
Duprat: —Surgió con un llamado telefónico de los actores españoles que querían trabajar con nosotros porque habían visto nuestras películas. Y que también querían trabajar con Oscar porque habían visto El ciudadano ilustre. Así que nació al revés; nunca es así.
—Antonio y Penélope dicen: “Es con Gastón y Mariano”.
Duprat: —Exacto.
Cohn: —Sin película inclusive: no había película.
—¿Y ustedes qué dijeron? “¿Ay, lo tenemos que pensar?”.
Duprat: —(Risas) Nosotros siempre tenemos ideas igual, estamos siempre pensando. Pero ellos nos transmitieron que querían hacer una película donde puedan desarrollar sus dotes actorales. Porque por ejemplo, Antonio venía de hacer películas de acción donde están un día para hacer 20 segundos de él manejando un auto. No hay actuación ni tampoco demasiada interacción entre los actores. Entonces armamos Competencia oficial para que ellos puedan actuar y puedan interrelacionarse artísticamente.
—¿Cómo fue el primer contacto? ¿Quién los llamó?
Duprat: —Justo estábamos en España, nos conocimos, nos caímos bien, y cuando les dijimos que teníamos la idea, Banderas nos invitó a su casa.
Cohn: —Era gracioso porque él estaba en Los Ángeles y le decía a Penélope: “Paso con el avión, te busco por Madrid y seguimos a Londres”.
Duprat: —Era un viernes, ponele, y nos encontramos el domingo en Londres. Les dijimos que queríamos una película que mostrara cómo trabajan los buenos actores, cómo son sus estrategias, cómo hacen para transmitir esa cosa tan abstracta y tan compleja que es la emoción al espectador. Porque hay muchas películas que muestran cómo se hace una película. Eso no nos interesaba. Sí queríamos mostrar lo otro. Y les gustó.
—¿Cómo es que te reciba Banderas en su casa?
Duprat: —En ese momento vivía en una casa en las afueras de Londres con paredes de vidrio, pisos de vidrio, con el piano de cola. Divina la casa.
—¿Te recibe con masitas, te recibe con un café?
Duprat: —No, bastante escueto eso. Después de la reunión, con Mariano y Andrés (Duprat, el guionista) nos fuimos a comer unas hamburguesas.
—Banderas, te pido por favor media pila: te estamos mandando lo mejor que tenemos.
Duprat: —Es muy fan del dulce de leche, de levantarse a la noche y comerse una cucharada. Nos encargó si le podíamos llevar, y le llevamos.
Cohn: —Antonio es muy fan de la Argentina y de los actores argentinos.
—Ahora, en esa charla estaba Penélope, pero Oscar todavía no.
Cohn: —No, en esa charla no estaba Oscar pero estaba Javier Bardem, que iba a ser de la partida pero no pudo por una cuestión de fechas. Y luego se sumó Oscar, y entre todos decidimos no esperar a Javier porque se podía hacer perfectamente con los tres y no ponía en riesgo al proyecto. Son actores que tienen agenda completa a cinco años y buscar ajustar los tiempos de todos puede terminar en que no se haga nunca.
—¿Quién fue el que más dolores de cabeza les dio de los tres?
Cohn: —La verdad es que nos llevamos bien. Hay tensiones en los rodajes, sí, pero todo fue dentro de un marco amable: todos manifestaron que quieren volver a hacer otra película con nosotros. La pasaron muy bien. Los rodajes a veces no son tan...
—La cara de Gastón…
Duprat: —No, yo te quería aportar algo sobre los diferentes métodos de actuación que nosotros disfrutábamos y aprendíamos con verlos. En el caso de Oscar, ya lo conocíamos: Oscar es la precisión absoluta, la relojería. Antonio tiene otro tipo de encare: él llega a la escena, te da lo máximo y después empieza a bajar. Nos lo dijo él: “Yo les voy a dar una paleta y después ustedes eligen y me van guiando”. Y Penélope es al revés: antes de sentarse a hacer la escena, necesita hablar y entender el sentido específico del personaje para atrás, para adelante y en toda la película.
—¿Qué expectativas tienen con el estreno y el regreso del público a las salas?
Duprat: —Creo que, después de dos años de estar todos encerrados mirando películas y series, hay un espectador mucho más sofisticado, mucho más exigente, que ya no se conforma con ver algo barato y berreta. Y esta película es justamente todo lo contrario. Tiene una gran autoestima por el espectador y confiamos en un espectador inteligente que se quiera divertir y que elija ir a verla al cine.
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