1. Nació el 12 de junio de 1968 en la Clínica Parini, en Capital. Su papá, Armando Antonio De Santo, era contador público, y su mamá, Amelia Norma Ferrero, era profesora de Geografía y Contabilidad; además hablaba seis idiomas. Damián pasó su infancia y adolescencia en Caballito.
2. Sus padres se separaron cuando él tenía seis años y su hermano mayor, 10. “Entre ellos había mucha agresión verbal. Mi vieja se ponía muy violenta. Él no le pegaba pero sí vi forcejeos cuando intentaba contenerla y que no gritara, porque ella abría la ventana y sacaba el escándalo a la calle. Era tremendo.” (Infobae).
3. La madre los amenazaba: “Si ustedes se van con su papá, no vienen más”. Un día, cansado de que ella no lo autorizara a viajar con los chicos, entonces de siete y 11 años, el padre los buscó en la escuela y se los llevó una semana a Cataratas. De regreso, los dejó en la puerta de la casa y se fue, pero la madre no les abrió. Cuando se hizo de noche, tomaron un taxi y fueron a casa del padre.
4. Por decisión de un burócrata juez, por 12 años no pudo ver a su papá. Sin que él lo supiera, su padre tomaba un café en la esquina de su casa solo para verlo cuando salía al colegio y seguirlo de lejos. Damián se enteró de esto de grande porque se lo contó el dueño del bar.
5. “A los 17, casi 18, yo salía del colegio, y veo a mi viejo parado en la salida, me acerqué... y casi se arrodilla ante mí. Y yo le dije: ‘Levantate, tranquilo, yo sé todo…no te preocupes, lamento haberte herido de chico si en un momento dije que no te quería ver, necesito retomar la vida con vos’. Y la retomamos… Le dije a mi madre que estaba viendo a mi viejo: ‘Lo voy a disfrutar muy a pesar tuyo, lamento si te fue mal con él pero es mi papá'”. (Infobae)
6. A los 10 años diseccionaba pájaros porque su sueño era ser veterinario. Después quiso ser abogado y policía, recién en el secundario descubrió que quería ser actor.
7. “Curtí mucho la calle”, reconoce. Se juntaba con los amigos en la esquina de Canalejas y Espinosa, jugaba al fútbol con los de la barra de Ferro y estudió en el Hipólito Vieytes, de Caballito. “Estoy criado en un barrio pulentoso, así que manejo bastante el código”.
8. De adolescente robaba las chapas de bronce que decían “Abogado”, “Médico”, y las vendía. Lo atraparon y no lo hizo más. Con amigos robaban las luces de colectivos y camiones para hacer iluminación para boliches.
9. Participó de Domingos para la juventud y ganó la prenda Yo sé interpretando “Balada para un loco”. Fue el empujón para empezar a estudiar teatro.
10. Uno de sus recuerdos más tristes es la vez que su abuelo se enganchó con la correa del perro, se cayó, fracturó y terminó con una depresión. Para animarlo, Damián le cantaba en italiano, le cocinaba y lo cuidaba a la noche, evitando que se quitara la sonda.
11. Gracias a su abuelo reconoce que tiene una visión de la muerte “que no es tan jodida”. Es que de chico, el hombre lo llevaba al velorio de todos sus amigos. Terminaban comiendo una pizza en Donato Álvarez y Gaona mientras le contaba la historia de vida de cada uno.
12. Se recibió de perito mercantil. Su mamá quería que fuera contador o biólogo así que estudió tres años Biología Marina en la UBA.
13. Su vocación fue producto de una prescripción médica. Desde chico cargaba con una úlcera de duodeno, que empeoró a los 17. Consultó un gastroenterólogo que luego de darle una dieta muy meticulosa, le preguntó: “¿Qué es lo que te gusta? No lo que tenés que hacer. Lo que te gusta.” De Santo le respondió: “Estudiar teatro”. “Hacelo, te vas a curar”, predijo el médico.
14. Se anotó para estudiar con Lito Cruz pero como no tenía vacantes terminó en la Casa del Teatro con Julio Baccaro. Era un curso intensivo todos los sábados desde las diez de la mañana a las diez de la noche.
15. Apenas terminó el secundario, limpió vidrieras. Después fue preceptor en un colegio nocturno. Él tenía 18 años y los alumnos arriba de 30.
16. Vendió relojes y llaveros, manejó un camión para una empresa de transporte. Fue vendedor de medias, perfumes truchos y ropa interior bicolor: la bombacha de un tono y el corpiño de otro. También trabajó en una empresa de inyección de siliconas contra la humedad de cimientos y fue jefe de cuentas corrientes en un banco.
17. Entre sus rebusques fabricó bombas caseras. No, nada serio: juntaba palos de escobas que simulaban explosivos y le sumaba un reloj incrustado en el medio. Promocionaba la artesanía como el Reloj dinamita y lo vendía como regalo empresarial.
18. El Reloj dinamita fue un éxito. Al principio fabricaba diez por semana y llegó a cinco mil en cuatro meses. Cada noche, antes de que recolectaran la basura, recorría el barrio buscando palos de escoba que luego cortaba con un serrucho.
19. En los 90 debutó en el escenario en La tiendita del horror. “Yo era una planta pero estaba fascinado”. En esa obra comprendió que le interesaba “disfrutar y no figurar”.
20. Llegó a la obra Drácula de Pepe Cibrián mediante un casting y salió con tres contratos. Lo tomaron para tareas de mantenimiento, como jefe de operaciones de escenografía y actor polifacético. Podía actuar, según le pidieran, de paje eunuco, acróbata animador o de espíritu del Conde.
21. Su primer trabajo en la televisión fue en la novela Princesa. “Hablé recién en el capítulo 140. Dije ‘¡Presente!’, y todos aplaudieron”.
22. “Creí que no iba a progresar en esta profesión porque no soy alto, ni flaco, ni rubio de ojos claros. ¡A mí me salvaron la simpatía, la voz de galán de dormitorio y las ganas de hacer algo que me hacía feliz!”. (Tiempo Argentino, diciembre, 2013).
23. Realizó pequeños papeles en Aprender a volar y Canto rodado. Hasta que el actor con cara de muchacho bueno demostró que podía actuar de malo. Encarnó a un drogadicto irreversible en El Sheik, a un metebombas en Poliladron y a un violador en Zona de riesgo.
24. No fue fácil que lo dejaran encarnar personajes oscuros. Un productor le largó un “tenés cara de buen tipo”. “Le contesté: ‘Aguantame’. Me fui a mi casa, me puse ropa medio rota, aparecí con barba, un gorrito de lana; primero no me reconoció y después se mató de risa”.
25. Y esa técnica nunca la cambió. “Salgo a hacer las compras, ando siempre que doy vergüenza. Ahora, cuando me produzco, genero sensación. Cinturón de cuero, perfume, me peino y encima te hago el personaje”, cuenta sin divismos y se ríe como persona que no se cree personaje.
26. Es uno de los actores más fantásticos para entrevistar. Respetuoso del trabajo del periodista, lejos del rol de divo, siempre atiende con cordialidad, contesta con simpatía y sin respuesta de casete. Intercala bromas, realiza alguna imitación pero sobre todo, brinda respuestas inteligentes.
27. Está casado con Vanina Bilous una exquisita bailarina de tango que bailó con la orquesta de Osvaldo Pugliese. Tienen dos hijos, Joaquín y Camilo.
28. Se reconoce un romántico. Le encanta cocinarle o esperarla con la bañera llena de sales, velas y buena música.
29. En el año 2000, durante el embarazo de Joaquín, su primer hijo, Vanina tenía pérdidas y necesitaba reposo. Fueron a las cabañas de unos amigos en Villa Giardino y ella no tuvo más problemas. Decidieron afincarse en el lugar con un emprendimiento turístico al que llamaron Umbral del Sol.
30. En el emprendimiento, De Santo volvió a demostrar su habilidad manual. Levantó paredes, convirtió las celosías de su casa natal en puertas para los bajo mesadas y plantó 50 árboles, entre otras tareas.
31. En su complejo, que atiende personalmente, todas las puertas de las cabañas están orientadas hacia el oeste para poder ver la puesta del sol detrás de las sierras y las primeras estrellas.
32. Mientras protagonizaba Botineras a su hijo le llamaba la atención ver a su papá insultando en pantalla, ya que en su casa jamás lo hacía.
33. Buen tipo, si ve prendidas las luces de un auto estacionado, toca timbre en las casas y avisa. Cuando maneja, si viene primero te deja pasar. “He llegado a correr chorros y me podría haber matado, pero lo volvería a hacer. No lo puedo evitar”.
34. Generoso de su tiempo, si alguien le pide que grabe un saludo para una radio que se inaugura en Chascomús, no solo lo grabará con amabilidad y sin esperar retribución, además mandará tres versiones distintas “para que uses la que te parece que queda mejor”.
35. “Soy un gordo en potencia. Si me desato, ¡me como hasta la vida! No me interesa cuidarme aunque me interesa mantenerme dentro de cierto peso. No tengo ínfulas de ser bonito ni súper flaco. Una cosa es hacer deportes y otra diferente, milagros”. (Crónica, mayo, 1997).
36. En la obra Amor, valor, compasión, de Alberto Ure, su personaje le exigió pasearse por el escenario durante una hora y veinte, desnudo. El día que sentó a leer la obra con sus compañeros lo hizo sin ropa, y el día del estreno, “me temblaban las piernas”. Desde esa vez, desnudarse en escena le resulta algo cotidiano.
37. Lo conocen como “el besuquero” porque le gusta repartir besos ruidosos.
38. En su mesita de luz siempre hay crema de manos. Como el clima cordobés es muy seco tiene curtidas las manos y los pies. “Especialmente si junto leña o bosta para el abono, me quedan a la miseria”, explica divertido.
39. Cuenta una anécdota que vivió con Oscar Martínez. “Él hacía ART y nos encontramos y me lanzó: ‘No te envidio la altura porque soy más alto, tampoco el talento porque soy mejor actor. Ni siquiera te envidio cómo imitás a Sandrini porque lo hago mucho mejor. Lo que sí realmente te envidio son tus cabañas en Córdoba’”.
40. “No puedo creer esa gente que dice: ‘Ojalá mi hijo tenga guita, ojalá se case con alguien de plata’. Lo que hay que desear es que sea feliz. Conozco gente de plata muy feliz y gente de plata infeliz. Lo mismo con gente sin un mango. Es cierto, la guita resuelve. Pero cuando estás con una persona feliz y que te hace feliz, el espacio importa poco. Podés tener una prepaga increíble pero el que te atiende es el médico que también cura en el hospital”. (Infobae).
41. “Yo amé mucho, con intensidad, la profesión, a mi familia, y siento que en algún momento vuelve. Estoy viejito, por eso me emociono. Te voy a decir algo que dijo Alfredo Alcón una vez: ‘Cuando Damián te saluda y te pregunta cómo estás, te mira a los ojos, y de verdad te pregunta cómo estás. Y hasta que no le contestás, no se va. No pregunta cómo estás y sigue viaje’. Me definió ahí, enseguida. No lo hago por interés. Alcón compartía con nosotros camarín, me lo he comido a besos, he tenido el gusto de abrazarlo y besarlo cuando lo admiraba como profesional. Todos terminan mostrando su parte humana, no conmigo, con el grupo donde estamos. Que le digan a mis hijos que yo he sido un buen tipo es mi plazo fijo para ellos”. (Infobae).
SEGUÍ LEYENDO