“Chica, ¿qué dices?”. Es lo primero que se escucha junto a unos fills de batería jazzera y la pregunta va en dirección a quien recibe pero también a quien lo emite. Tras los monumentales y solemnes Los Ángeles (2017) y El Mal Querer (2018), Rosalía vuelve a patear su propio tablero con Motomami, un disco asimétrico, sinuoso, polémico, de diseño, japonés, sexual, triste, celebratorio, inabarcable, guiado por su voz que se dobla y no se rompe, para repetir una y otra vez y seguir encontrándole detalles.
Con la producción se encendió una aceitada maquinaria de marketing en función al lanzamiento, que no le baja el precio pero que sí monopoliza la conversación: en Twitter (con las máximas de lo que implica ser una motomami), en Instagram (en su cuenta no verificada con una especie de diario del proceso), en TikTok (íntimos videos lo-fi e incluso una performance inmersiva que rompe con la lógica de los challenges), en YouTube (videoclips oficiales de alta fotografía, también su histórica presentación en Saturday Night Live), en la vía pública (stencils, afiches falsos con referencias a las nuevas canciones), en los medios (entrevistas contadas con los dedos de las manos, incluyendo esta).
Luego de una colección de singles con la que fue dando señales de esta transformación, la catalana pone en juego todo lo que le pasó en los últimos tres años y monedas, lo que incluye: estrellato, fama, vivir entre aviones, hoteles, galas y escenarios, pandemia, desarraigo (la emotiva “G3 N15″ está dedicada a su sobrino Genís e incluye un audio de su abuela, “la verdadera motomami”), las esquirlas de una separación (¿mensajes para C. Tangana en “Candy”?), un nuevo amor (la singular “Hentai”, oda al pene que la maravilla, muy probablemente el de su novio reggaetonero Rauw Alejandro, a quien no se lo puede ni mencionar en este diálogo), Dios erigido como el mejor artista (tampoco se puede hablar de religión). Mezcla de la heroína Aeon Flux y una improbable Daft Punk motorizada, en la portada se desnuda como la Venus de Boticcelli. Flamenco, dembow sad, bolero, bachata, baladas. De Héctor Lavoe a Daddy Yankee & Wisin, de Camarón de la Isla a Björk, de Juan Luis Guerra a Frank Ocean, de Pharrell Williams a Patti Smith. Rosalía encanta, aturde, empalaga, emociona, calienta, hace reír. Y sin embargo...
Al prenderse su cámara, del otro lado de la pantalla se la ve tan cálida, tan cercana, tan cómplice, tan divertida (ay, su sonrisa cuando se transforma en risa). Claro que hay un guion, pero es humana después de todo. “Hace tres años que estoy trabajando en este proyecto. Y para mí es muy excitante ver que cuando uno lanza un concepto, la gente de golpe ha empezado a decir qué es lo que ellos consideran que es una ‘motomami’ o un ‘motopapi’. Me parece increíble que hoy en día la gente construya el concepto mientras tú lo estás compartiendo”, le dice a Teleshow, tras los saludos de rigor.
—¿Cómo llegaste a la síntesis “motomami”? ¿Es una palabra que inventaste vos?
—“Motomami” era el nombre del e-mail account de una amiga mía, hace muchos años ya tenía este e-mail (se ríe). A mí nunca se me olvidó esa palabra. La palabra en sí te da una sensación, la sonoridad te invita a una serie de imágenes, a una serie de ideas. Cuando llevaba ya prácticamente un año y medio trabajando en el proyecto, empecé a darme cuenta de lo que tenía, con las piezas sobre la mesa, las miraba y pensaba: “Ok, tengo estas canciones, estos sonidos, estos conceptos, está pasando esto”. Entonces lo quise recoger y encontré que la palabra que resumía mejor lo que estaba pasando y el sentimiento era “motomami”. Y por eso es que ahí está. “Moto” significa “más duro” en japonés, y “mami” es la figura de la madre, las mujeres como fuerza creadora. Mi madre siempre ha llevado motos, Harley... Las motos siempre han formado parte de mi vida. Yo llevo moto desde que tenía 9 años, cuando empecé a llevar mi primera moto de trial. Iba con mi padre en moto. Las motos y los motores siempre han estado ahí, en mi adolescencia, en mi infancia... Tú puedes encontrar por ahí las migas de pan.
—La moto es un vehículo con cierto sex appeal, a la vez en que puede ser muy peligroso al ser uno mismo la carrocería.
—Es verdad, las motos son una cosa que, si las usas con dos dedos de frente, las puedes disfrutar. A mí siempre me ha gustado la sensación de ir en moto porque realmente te ancla en el presente: no puedes estar mirando hacia atrás, ¿sabes? Tienes que estar ahí, aquí y ahora, en lo que está pasando en cada momento (chasquea los dedos) mientras conduces. A mí siempre me ha relajado mucho conducir una moto, dar unas vueltas, perderme por ahí. Si tú miras hacia atrás cuando estás conduciendo, te estrellas. Por eso es que siempre estoy mirando pa’lante, agradecida con lo que otros proyectos y otras canciones me han dado, agradecida con el cariño que se han recibido. Pero siempre mirando, pensando: “What’s next”, siempre excitada por lo que está pasando y por lo que va a venir.
—También le dedicás mucho espacio a tu familia, pensando en cómo fueron estos últimos años para vos.
—Mi familia siempre ha sido muy importante para mí porque me ancla. Y siempre que puedo, vuelvo a ellos. Siempre, siempre, siempre. Y es algo que en este disco uno puede sentir lo presente que les tenía, porque llevaba dos años lejos del lugar en el que yo crecí, de las personas que yo más quiero. Estos años fueron muy duros para mí, al estar realmente intentando tirar para adelante un proyecto mientras no tenía nada de lo que me suele anclar. Yo creo que el echarles de menos, desde la tristeza por no estar cerca, me hizo escribir algunas de las canciones, como “G3 N15″, que, para mí, sin dudas son indispensables.
—El hecho de extrañar a tu gente se mezcla con la alta exposición que venís transitando y la cuestión de cumplir con los compromisos que te impone tu trabajo.
—Cierto. Muchas veces este estilo de vida, esta vida que a mí me ha tocado, a la que le estoy muy agradecida porque constantemente estoy viajando, estoy conociendo personas nuevas, conociendo culturas nuevas, conociendo cosas que antes no conocía... Eso lo disfruto mucho y me encanta. Pero hay un punto en el que: ¿cómo un árbol se va a enraizar si las raíces no tocan tierra, si no tiene las raíces ahí? Mi vida ha cambiado completamente, completamente. Y en realidad, pues, hacer estas canciones yo creo que era para intentar acercarme a ese lugar que extrañaba, aunque estuviera tan lejos.
—En “Sakura” hablás de que “ser una popstar nunca te dura”, y también decís: “Voy a reírme cuando tenga 80 y mire pa’trás”. Sabemos que falta mucho para eso, ¿pero alguna vez fantaseaste con el retiro, con cómo será el día después de todo esto?
—Pues, probablemente tenga un huerto y cuide mis plantitas y mis animales... Yo quiero hacer música toda mi vida, pero a lo mejor, a lo largo del tiempo, pues cambie mi relación con la música; igual que yo, estoy en constante cambio. A lo mejor, con los años produzco para otras personas, escribo para otros... Siempre que tenga algo que decir, me buscaré la manera de decirlo. Pero cuando no tenga nada que decir, pues no diré. Siempre lo pienso desde ahí, ¿sabes? Que ojalá pueda hacer discos hasta que tenga 70 años, 80. Y evidentemente, cuando digo eso en “Sakura” es porque... it’s just a fact! (es un hecho). Sabes, es un fact (se ríe). Y yo creo que está bien ser consciente de que hay cosas que duran lo que duran. Que duran hasta aquí (chasquea) o duran esto (chasquea de nuevo), entonces está bien saberlo así porque entones tú no estás a merced de eso. Yo nunca doy nada por sentado.
—Antes de que saliera el disco dijiste que se trataba de “contrastes”, y parece haber un balance entre las historias tristes y los momentos felices que viviste en el tiempo que te llevó hacerlo.
—Son energías distintas. Por eso Motomami para mí tiene dos lados muy contrastados entre sí. Yo quería dar cabida a todo eso y que hubiera canciones que son más celebrativas y otras más introspectivas, que tiene que ver más con la vulnerabilidad. Creo que la forma más humana que he encontrado para procesar el cambio radical en mi vida ha sido escribiendo, haciendo música sobre ello y reflexionando. Y diciendo: “Ok, si voy a hablar de la fama, o del estar expuesto, voy a hacerlo desde un lugar personal, como yo lo siento y pienso, con ese approach en todo”. Si voy a hablar de cuáles son mis pilares, voy a hablar de la espiritualidad. Si voy a explicar algo más mundano que tiene que ver con el contexto del día a día, a lo mejor pues me escribiré una canción como “La Combi Versace” (con Tokischa) o “Chicken Teriyaki”.
—También se destaca tu sentido del humor, casi una novedad en tu música.
—Dejé la puerta abierta para eso porque en mi día a día, soy así. Yo estoy constantemente “jiji, jaja”, haciendo bromas todo el tiempo. Entonces, ¿por qué no dejar que eso pasara en este proyecto? En los anteriores es como si hubiera hablado siempre desde un lugar muy serio y muy solemne... Y está muy bien también, porque Los Ángeles es sobre la muerte. Y El Mal Querer era sobre una relación oscura, un amor oscuro, entonces tenía sentido ese tono. Pero en Motomami quise experimentar, encontrar otros códigos, empujándome a escribir y a producir de una manera diferente a cómo la he hecho antes. Por eso es que puedes encontrar todos estos estilos, todos estos sube y bajas tienen sentido. Es un caos plenamente ordenado. Lo que intenté hacer es casi como un diario personal, como un “intento” de autorretrato de este momento, de sacar una foto de lo que estoy viendo, de lo que me está pasando. “¿Cómo puedo hacerlo, porque será al final lo más honesto que pueda hacer en este momento?”, yo pensaba. Y esta ha sido la manera que he encontrado, hablando de todas estas temáticas, que para mí están todas al mismo nivel entre ellas.
—En la previa te tiraron cierto hate por el estribillo de “Hentai”. ¿Reflexionaste algo al respecto?
—Yo empatizo con que la gente pueda tener hard feelings, especialmente cuando llevo casi tres años sin haber sacado un proyecto y viniendo de un lugar que tenía un tono diferente. La letra también tiene mucho de ironía y de hablar crudo de sexualidad, de sensualidad. Lil’ Kim lleva mucho tiempo haciendo letras crudas, Björk ha hecho canciones que inspiran... Yo creo que la sexualidad forma parte de la vida, es algo tan natural hacer una canción sobre ello. Y si no lo es para los demás, pues se tendrán que acostumbrar porque las mujeres van a hacer canciones de lo que les apetezca, no solo de ser cutes y femeninas todo el rato.
—En la portada también hay otro contraste entre tu desnudez y el casco. Una motomami en pleno.
—Yo me sentí maravillosamente haciendo esa foto. Es una celebración de la feminidad. El casco tiene que ver con el lado más “moto”, con el artificio, con ese lado más agresivo. Y el lado más “mami” es el que está conectado con la feminidad, con la naturaleza. Si hubiera ido cubierta de tela, probablemente el casco no hubiera tenido la misma importancia.
Ya casi no queda tiempo pero Rosalía aprovecha el final para arrojar una promesa. “Tengo muchas ganas de estar allí, en Argentina. Si hay tour de Motomami, seguro que pasa por ahí. Cuenta con ello”, dice, sonríe por enésima vez y apaga la cámara. La gira, aun no anunciada, es un casi un hecho: según reveló su tour manager -el argentino Agustín Boffi-, la viene trabajando desde hace más de un año. Acá la esperamos.
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