Y entonces Julian Casablancas se tomó otro trago de uno de sus tres vasos rojos, se dio vuelta para mirar al resto de The Strokes y reclamó sobre el micrófono: “¿Alguna vez vamos a dar un show normal en Argentina?”. Pero antes de que parezca un reproche hacia la banda, el cantante se volvió a su público y sonrió: “No me malinterpreten, esto ES normal”, selló Casablancas, sarcástico y divertido con el hecho de que entre los cinco no se pusieran de acuerdo acerca de cómo debían arrancar con la canción siguiente. Pero qué importaba: en el final del sábado en Lollapalooza Argentina 2022, los rockeros neoyorquinos volvieron a ser locales con un set encantador, sucio y desprolijo. Así como son ellos.
100 mil personas y una alta expectativa por este momento que se venía palpitando mucho, incluso desde antes que aparecieran esas desopilantes fotos del frontman en el país: esa en la que está con un mantecol en la mano recién llegado a Ezeiza o aquella otra de informal look -camiseta de la Selección Argentina haciendo juego con unas alpargatas rojas destruidas- en la puerta del hotel en el que pasó sus últimos tres días.
Sobre el escenario, tampoco hay etiqueta. Gafas negras, ojos blindados, un largo y ajado sobretodo, humor y actitud entre Luca Prodan y Liam Gallagher: Casablancas se despojó de su barbijo y un pañuelo, agitó el puño izquierdo (en el que calzaba un guante tejido; en la otra mano, uno de automovilista) y junto a Albert Hammond, Jr., Nick Valensi, Fab Moretti y Nikolai Fraiture edificaron una trifecta que trazaría el guion del show en adelante. “Bad decisions”, “You only live once” y “Under control” representaban, respectivamente, una de The New Abnormal -su último disco-, un hit y un gema no tan visitada de su primera época.
¿El público? Muy agitado adelante, calmo aunque conectado más atrás. Por momentos, estas “paralelas” se encontraban, como cuando sonaron los primeros acordes de “The Adults are Talking”: el tema uno del álbum que lanzaron en la época más hermética de la pandemia provocó un grito popular seguido de un suspiro, que dejó en evidencia de que estas canciones le salvaron el confinamiento a miles de personas.
Mismo fervor tuvo el neón ochentoso de “Brooklyn Bridge to Chorus”, con su melodía indestructible y tan típicamente stroke que fue tan coreada que le llamó la atención al cantante. “Ustedes tienen mejor voz que cualquier audiencia”, elogió Casablancas. De paso, celebró que en el país haya “un montón de chicas divertidas”, aunque después volvió sobre sus pasos. “Creo que hay algo mal en lo que dije, siendo 2022. Oh, acabo de ser cancelado, pero fue divertido. ¡Yo amo a todos los géneros en Argentina!”, dijo Julian para hacer reír a su gente por enésima vez.
Un intento de valle tropical en “Razorblade” sonó como para querer renovar la seducción con los argentinos. Y más adelante insistieron con eso al querer replicar con tracción a sangre el remix cumbiero de “Reptilia”, aquel que habían utilizado como intro en su último show en el país (2017, también en Lollapalooza). Pero el chiste resultó fallido y decidieron ir por todo con la rabia punk de la versión original. La adusta mirada del Lou Reed de Transformer en el pecho de Albert Hammond Jr. parecía reprobar la secuencia, aunque en la espalda del guitarrista también se leía un “Rock n Roll Animal” (título de un disco en vivo de Reed, acaso el guía espiritual de esta banda) que justificaba cualquier pifie.
Mientras tanto, el eco seco del reggaetón de fábrica de Justin Quiles llegaba desde el fondo y cortaba el clima entre canciones. Deshilachados y algo fastidiados, los Strokes se fueron a un breve descanso tras el cual regresaron para una última descarga: “Killing Lies”, “New York City Cops” y “Ode to the Mets” marcaron un final dulce y melancólico que casi no tuvo despedida.
“¡Ar-gen-ti-na!”, saludó Doja Cat, sílaba por sílaba y con autotune, para pedir que le hagan coros antes de “Addiction”. No hacía falta, porque su gente ya estaba ahí, totalmente imantada por su carisma sexy. Con otras armas y un audio distinto, Amala Ratna Zandile Dlamini -tal es su nombre real- también apeló a los juegos de seducción ante el público local para terminar de metérselos en el bolsillo.
Pícara y desenvuelta, Doja le puso el pecho al fresco de la noche bonaerense, tomó lo mejor de sus discos para servir un destilado ultra femenino (explicitado en Planet HER, el más nuevo) desde su largo y rosado micrófono mientras iba y venía entre sus bailarinas por una escalinata y le bailaba a sus músicos rockeros.
Su música bebe del r&b y del hip hop y la altera con un filtro pop tanto de princesa como de Prince. Así, el arranque con “Juicy”, el hit “Kiss me more”, las versiones recortadas de “Shine” y “Talk Dirty” y el final con “Say So” -después de unos minutos con el show interrumpido por una avañancha- estuvo entre lo más celebrado de su debut en el país.
Y si hablamos de mujeres encantadoras, hay que nombrar a la actriz Megan Fox, que estuvo entre anvils a un costado del escenario Flow, gozando de la música de su novio Machine Gun Kelly y su show fogoso. Más cerca de la guitarra que de rapear, Colson Baker capitaneó una dosis de punk pop pirotécnico que hizo mella en el entusiasmo del público que celebró con algo de pogo y grititos.
“Nunca vi tanta gente junta así”, dijo MGK sorprendido por cómo la multitud reaccionó a su enérgico comienzo. Y decidió devolverles la energía con temas como “concert for aliens”, “emo girl”, “drunk face” y hasta un cover de Paramore (”Misery Business”).
Durante la tarde y entre los shows nacionales se destacó el de El mató a un policía motorizado. Los rockeros platenses aprovecharon su rato para comprimir lo más redondo de su repertorio (”La noche eterna”, ”Chica de oro“); para dedicarle “con amor” la canción “El tesoro” al rapero Dillom, que estuvo viéndolos desde muy cerca; y hasta le tiraron un guiño a The Strokes con un pedacito de la intro de “Last nite” antes de su “Yoni B”.
“No sé qué pasa en este lugar / Todo el mundo es más joven que yo”, cantó Santiago Motorizado en “Mundo extraño”. Y sin quererlo, esos versos resumen lo que puede llegar a sentir cualquiera que camine entre las propuestas de Lollapallooza -cinco escenarios, docenas de rincones-, sin importar la edad que se tenga. Siempre habrá algo más nuevo por ver.
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