“Para mí, subirme al escenario es como una gran borrachera, porque nunca me acuerdo nada de lo que hice. Es la adrenalina, la locura de todo lo que está sucediendo en vivo”, le dice Natalie Pérez a Teleshow. Y a juzgar por sus dichos, hoy debe estar con resaca, ya que este viernes se presentó en Lollapalloza Argentina. “Cuando me veo en las fotos y los videos de los shows digo: ‘No, esa no soy yo. Yo no hice eso”, se ríe.
Para afirmar su punto, lo justifica con una anécdota. “Cuando toqué en Vorterix, en un momento fui corriendo por todo el escenario y me tiré de rodillas para cantar. Y mi manager, que es mi amiga, me dijo: ‘¡Qué bueno cómo te tiraste!’. Y yo le dije: ‘¡No me tiré!’. ‘Sí, Nati, te tiraste’, me contestó. Después me vi y tenía las rodillas lastimadas, pero no recordaba que lo había hecho. Fue la locura del vivo que me llevó a hacer eso. Y yo ni me acordaba”, vuelve a reírse Pérez.
“Haber tocado en el Lolla me emociona y me da fuerzas para seguir haciendo lo mío, me incentiva a seguir por este camino”, dice la también actriz, quien alguna vez estuvo en la mira de los prejuiciosos que desconfiaron de su transición a cantante. “Los prejuicios no me importan mucho. ¿Quién puede juzgar a alguien que hace lo que le gusta, con amor, con intenciones de crecer, de mejorar? A los que juzgan, les mandamos un besito y que se miren al espejo primero”, desafía. Y abre la mira: “El arte es muy amplio y a los artistas nos gusta jugar. No somos contadores, hay algo que está siempre en movimiento y esa cosa de no querer dejar de jugar que tenemos los artistas. Quizás al contador eso no le pasa, no quiere jugar nunca más”.
Antes de volcarse al canto, Natalie venía con un bagaje de comedias musicales e, incluso, un precoz debut discográfico a los 12 años con una efímera banda llamada Dance Kids. “Sé de música porque estudié, sé cómo hacer coros y embocarle a una nota. No soy una paracaidista de la música, aunque sí empecé oficialmente hace cuatro años”, cuenta.
—Los actores suelen tener muchas cábalas y costumbres. ¿Vos también?
—(Se ríe) Cuando actuaba tenía más cábalas. Ahora, como atrás de un escenario es todo más caos, solo tenemos un saludo grupal con la banda. Hacemos nuestro ritual previo al show pero tampoco tanto. De por sí, el camarín ya es un ritual, una previa. Ahora me lo tomo bastante relajada. Me gusta divertirme y siempre antes de cantar pienso: “Estoy saliendo a hacer lo que me gusta”. Me encanta el momento del escenario, esa hora en donde es solo eso: no hay celular, no hay llamadas, nada. Es la música y nada más.
—Hablemos de tus últimas colaboraciones. ¿Cómo fue grabar con Soledad?
—¡Me invitó ella a participar de un tema suyo! No tengo ni idea por qué se le ocurrió que podía ser yo. Pero me invitó y, obviamente, si la canción no me gustaba, yo igual le iba a decir que sí. Porque es la Sole: crecí con ella y con su música. Siempre me identificó su fuerza, que empezó de tan piba, que se la bancó con todo. Me encantaba cuando revoleaba el poncho, me parecía espectacular. Pero por suerte la canción me gustó, tiene bastante del espíritu que yo manejo en mi música: esa cosa fresca, alegre, bailable, una linda historia sobre el amor... Y haberla conocido a ella me encantó. Me identifico mucho su forma de ser: es super laburanta, va al frente, le encanta el escenario, es super sociable, amable.
—¿Y con Chano? Se habló mucho en la previa de un posible romance entre los dos.
—¡Ay, sí! Todos esos rumores... (se ríe). Me parecía que no estaba bueno todo ese ruido para la canción. Pero yo le dije a él: “Che, qué podemos hacer, ya está, listo, esta olla ya se destapó, no tiene sentido...”. Y ahí muchas veces nos damos cuenta de que hablan sin sentido en todos lados. Para mí era muy importante porque es una canción muy hermosa. Chano tiene esos aciertos musicales que son, para mí, un éxito asegurado. Y eso habla mucho de él como persona. Cuando me compartió la canción, me pareció muy linda.
—Encima la canción se llama “El himno de nosotros”. Parece una joda.
—(Risas) La verdad que sí. ¿Chano lo tendría todo planeado y yo no lo sabía? (se ríe). No, él es demasiado sincero, lo hubiera dicho... ¡Se le hubiera escapado!
—¿Y con Santiago Motorizado? Él se subió a un especial tuyo a cantar una canción de El mató y en el video se notó que sos fan de la banda y del tema, ¿no?
—Tuve un día de suerte, porque me dijo que sí y después no pudo decir que no (se ríe). Cuando me convocaron para hacer ese show, me dijeron: “Tenés que tener a algún invitade”. Y me puse a pensar y dije: “Con el único que me gustaría cantar es con Santiago y hacer ‘El tesoro’”. Fue muy generoso, estuvo toda la tarde ahí para cantar una canción, compartiendo con nosotros. Fue alta alegría. Yo estaba re nerviosa y no lo conocía a él, que es súper simple y tímido. Al tema lo cambié un poco porque no me quedaba en mi registro vocal y fui viendo para donde salir. Y salió eso, que la hizo un poco distinta, pero creo que quedó bien.
—Después de Un té de tilo por favor y Detox, ¿estás trabajando en un disco nuevo?
—¡Sí! Estoy preparando mi tercer disco. Estoy muy entusiasmada con los nuevos hallazgos musicales que he adquirido acá en mi casa, con la guitarra. Me encontré frente al instrumento y la composición desde otro lugar después de estos años de caminar la música. Me siento más cómoda, más confiada. Y por ahora quiero componer sola, no quiero componer con nadie. Estoy en ese plan. Para mi disco anterior probé de juntarme con otros artistas. Fui aprendiendo, esa es la verdad. Pero ahora estoy muy metida con esto. Ya tengo dos temas producidos y estoy muy a gusto con el nuevo sonido que encontré y esta nueva obra que está surgiendo. Espero que salga antes de fin de año.
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