—¿Cómo le explicás a un tipo que no cree que creer le puede cambiar la vida? Que Dios existe. Que todo lo horrible que pasa, pasa, pese a que Dios existe.
—Dios está en cualquier lado. En todas partes. Encontrar a Dios no es una excepción. Cualquiera puede encontrar a Dios. El asunto es tu disposición y saber si para encontrar a Dios necesitas estar en el pozo más hondo de la depresión, o para encontrar a Dios necesitas la llenura a pesar de tenerlo todo.
—¿En vos, cómo apareció?
—Con eso. Lleno por completo de tener lo que cualquier ser humano puede pensar que es lo más importante, que es tener la familia que yo quería, el auto que yo había soñado, la casa que yo quería. Y un poco más: me conocían en América Latina, cantaba y grababa discos que se vendían. “¿Qué le podía faltar a este tipo?”. Sin embargo, en otra época, cuando conocía a Cristo, yo me metía en el cuarto después de llenar un estadio y me acostaba vacío.
—¿Vos lo sentís así de verdad?
—Totalmente vacío. Y lo peor es que el que no lo vive no lo puede entender. ¿Cómo vas a estar vacío después de tener el ego allá arriba? ¿De haber llenado un estadio?
—La familia contenta. El bolsillo lleno. Ya está.
—¿Tu sabes cual fue mi detonante? En el hotel en Montevideo, después de llenar el estadio Centenario. No se cuántas miles de personas había ahí. Y llegué a mi habitación y me sentía el tipo más solo del mundo. No me preguntes por qué pero llegué a casa con un peso que no soportaba. Y no eran las valijas. Era un peso extraordinario, difícil de explicárselo a alguien. Y al no encontrar respuesta, muy normalmente Marlene la tiene. Cuando yo no encuentro respuesta, o cuando tu no encuentres respuesta para algo que te suceda en tu corazón si todavía no sientes que pueden consultarlo directo con Dios, busca la persona con la que vives y a quien amas y que sabes que jamás te traicionaría y jamás te diría algo por decírtelo. Alguien que va a hablarte con sinceridad, con honestidad, con verdad. Y el día que llegué a Caracas le dije eso mismo a mi esposa. Y me dijo: “Tu lo que necesitas es a Dios. Ese vacío te lo llena Dios nada mas”. Y ahí me atreví a probar.
—Muy lindo, de verdad.
A Gerardo Rozín y Ricardo Montaner los unió una profunda amistad durante 17 años. El viernes por la noche, cuando el músico se enteró que el conductor había fallecido, comunicó en sus redes sociales que estaba de duelo y pidió a sus seguidores que le dieran el pésame. Además, compartió una de las últimas entrevistas que habían tenido en televisión con una de las tantas charlas profundas que mantenido sobre Dios.
Ya habían hablado en privado sobre ello otras tantas veces. Así como también de cualquier situación cotidiana de la vida, como dos grandes amigos que, además, unieron a sus familias: Marlene Rodríguez -esposa del músico- y Eugenia Quibel -última pareja del periodista- también tenían un excelente vínculo. Los cuatro solían ir a comer en cualquier parte del mundo: en Buenos Aires, cuando los Montaner estaban de visita, o en Miami, en donde los recibían en su casa.
“Tengo un profundo agradecimiento por todas las charlas que me dedicó y por todas las cuentas de los restaurantes que se apresuró a pagar”, dijo el intérprete de Me va a extrañar, entre otros éxitos, en la conmovedora carta de despedida que publicó en sus redes sociales, en donde lamentó que Rozín “al final tuvo razón”: “Se iba a ir pronto”.
Para los Montaner, el productor e histórico conductor de La Peña de Morfi era “el tío Rozín”: así lo llamaban los hijos del matrimonio, con quienes tenía una excelente relación y su vínculo era como el de una familia. Por caso, Gerardo y Eugenia viajaron en febrero 2020 a Miami ya que estuvieron invitados al casamiento de Evaluna y Camilo. Y también asistieron a la boda de Stefi Roitman y Ricky Montaner, en enero pasado, en Argentina. Quienes más conocen al periodista, aseguran que él estaba muy ilusionado con aquel evento y se preparó mucho para poder estar presente.
“Un rosarino sin más fe que en la música y en su ciudad es parte de esta familia que regala un amor desconocido para mí. Que vivan los novios”, escribió el conductor en su Instagram cuando compartió una foto de la pareja recién casada agradeciendo poder haber sido testigo y parte de aquella celebración.
Según recordaba Gerardo Rozín, su amistad con Ricardo Montaner nació por una “pregunta animal” sobre Dios y la fe. “Aunque no me creía, me supo escuchar con emoción y respetó a mi fe, a la fe que decía no tener”, destacó el artista sobre aquella conversación que tuvieron hace 17 años y que siguió detrás de cámara. Por ese entonces, la entrevista terminó y ellos decidieron continuar su debate, ya sin un micrófono de por medio.
Luego, intercambiaron teléfonos, llegaron las invitaciones a comer y comenzaron a compartir experiencias con sus familias. Y cada vez que Eugenia y Gerardo viajaban a Miami, Marlene y Ricardo los recibían en su casa. No necesitaban hacerlo con previo aviso. Para ellos, eran parientes. De esos que no anticipan su llegaba porque siempre son bien recibidos. De esa forma, también nació el vínculo con los hijos del matrimonio Montaner: además, todos los músicos de la familia pasaron por La Peña de Morfi.
Mau y Ricky definen su relación con el tío Rozín como una “amistad improbable pero tan real como de toda la vida”. Él también los trataba como a unos sobrinos, y así los llamaba a quienes les “alegraban los días”. Ricky, en tanto, recordó que cuando conoció a Stefi Roitman a través de las redes sociales, lo primero que hizo fue preguntarle al conductor acerca de la actriz argentina de quien poco sabía hasta ese entonces.
Y una vez que le contó que se encontrarían en Buenos Aires, e irían a comer en lo que fue su primera cita, Gerardo y Mau dijeron presente sin previo aviso: sin que la ahora pareja lo supiera, el conductor y el hermano del músico ingresaron al restaurante y pasaron de lejos por la mesa en la que estaban sentados. Y, a la distancia, Rozín miró a su sobrino enamorado, le hizo un gesto cómplice dejando entrever que lo estaban observando de cerca. Siguieron caminando y el resto, es historia.
Una semana antes de la muerte de Gerardo Rozín -el pasado viernes 11 de marzo-, Ricardo Montaner lo visitó en su casa de Buenos Aires. Rezó por él, le pidió a Dios por la salud de su gran amigo. No quería perderlo. No estaba preparado -nadie lo está- para seguir su vida sin su amigo entrañable, de esos pocos que se cuentan con los dedos de una mano, según él mismo lo definió.
“Estoy seguro de que Dios en su infinita misericordia ya lo recibió allá arriba en la cima del cielo, donde deben llegar a descansar las buenas personas como el tío Rozín”, escribió en su Instagram.
Marlene también estuvo presente y a disposición de la familia Rozín. Días atrás, cuando su estado era delicado, llamó por teléfono a Eugenia y hablaron durante una hora. Allí, confió en que sucedería un milagro, que Gerardo ganaría la batalla contra la que luchó desde el año pasado. “Al final, fue como dijiste, siempre llevadito de tu parecer”, indicó ella en la emotiva despedida en sus redes sociales, en donde compartió algunas de las charlas más profundas que tuvo con su amigo, aquellas que hoy atesora en su memoria y también en su celular: aún lee el historial de mensajes de WhatsApp. Y lo hace riendo, como él hubiera querido.
Para Rozín, los Montaner eran su familia. “Soy de esta gente”, afirmó más de una vez. “Ellos son míos”, ratificó. “Hasta cuando estamos lejos vamos juntos”, agregó y agradeció a Ricardo y Marlene “la posibilidad de haber compartido todos estos años cerca de gente tan luminosa”. Un vínculo único, una unión inquebrantable que acumuló cientos de anécdotas que hacen que hoy lo recuerden con una sonrisa, pese a la tristeza infinita de su partida.
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