Una apuesta sobre las despedidas, un tango de Lepera y un beso: Reynaldo Sietecase relató su último encuentro con Gerardo Rozín

Amigos desde hace más de treinta años cuando ambos daban sus primeros pasos en el medio en su querida Rosario, el periodista contó cómo se despidió del productor hace menos de una semana

Reynaldo Sietecase y Gerardo Rozín

“Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando. Su boca, que era mía, ya no me besa más. Se apagaron los ecos de su reír sonoro. Y es cruel este silencio que me hace tanto mal. Fue mía la piadosa dulzura de sus manos. Que dieron a mis penas caricia de bondad. Y ahora que la evoco, hundido en mi quebranto. Las lágrimas trenzadas se niegan a brotar. Y no tengo el consuelo de poder llorar ¿Por qué tus alas, tan cruel, quemó la vida?¿Por qué esta mueca siniestra de la suerte? Quise abrigarla y más pudo la muerte. Cómo me duele y se ahonda mi herida. Yo sé que ahora vendrán caras extrañas. Con su limosna de alivio a mi tormento. Todo es mentira, mentira es el lamento. Hoy está solo mi corazón”.

Con ese tango de Carlos Gardel y Leperea, recitando un verso cada uno, se despidieron Gerardo Rozín y Reynaldo Sietecase en la tarde del martes pasado. Horas más tarde el productor y conductor se durmió y el viernes por la noche falleció a sus 51 años. Aún dolido por la muerte de su amigo, colega y compañero desde su juventud en Rosario, el periodista contó en Radio con Vos cómo fue aquel último encuentro.

Reynaldo Sietecase contó su último encuentro con Gerardo Rozín

“El martes pasado fui dispuesto a quedarme todo el día en al casa de él, entonces llevé un libro, una antología de cuentos de fútbol de Fontanarrosa. Como él estaba con dificultades para leer, fui dispuesto a leer y me dijo ‘dejate de joder, leí todo de él, contame vos anécdotas divertidas’, y así estuvimos 40 minutos, yo contándole cosas de fútbol más que nada, y nos reíamos”, comenzó a contar.

Ernesto Tenembaum le preguntó si había sentido aquel encuentro como una despedida, a lo que respondió que ‘más o menos’: “Me engañó, , le dije si quería que me quedara y me dijo que fuera a la noche y a la noche no estaba mas para hablar. Sabía y me dijo eso, me engañó, esa fue la despedida, nos dimos un beso, que no nos dábamos beso, pero no sentí que fuera el último”.

“No sé quien de los dos recordó el tango de Lepera, ‘Sus ojos se cerraron’, recitamos un verso cada uno, ‘se que verán caras extrañas con su limosna de alivio a mi tormento, todo es mentira, hoy esta solo mi corazón’ cerró él. Me dijo que le gustaban mucho las canciones de todos los géneros, pero que en el tango estaba todo lo que hay que decirle a alguien, y nos despedimos con ese cruce”, contó compungido el periodista.

Amigos desde jóvenes cuando ambos daban sus primeros pasos en el medio en Rosario, recordó una broma que solían hacer, pero que hoy se resignifica: “Jugábamos desde aquella época a ver quien iba a escribir la despedida del otro. Y me tocó a mí, no pensé que sería así, pensé que él escribiría de mí. ‘Gané' me decía, ‘yo hubiera escrito algo peor’”.

Una amistad que empezó en la redacción y se fortaleció en Buenos Aires

“Nos conocemos desde que el tenía 18 y entró a Rosario 12″, dijo y lo describió como “un pibito rarísimo”: “Yo le llevaba diez años y en esa redacción traía una nota que había hecho sobre un boliche gay, lo había mandado Fontanarrosa a hablar con el jefe de redacción. Llamó la atención, su humor, ironía, esa cosa inteligente de reírse de sí mismo. Después se vino para acá, tenía tanto talento que al poco tiempo de llegar ya producía a Grondona, Georgina Barbarossa, Sábado Bus”, contó sobre el comienzo de su amistad.

Gerardo Rozín y Reynaldo Sietecase, hinchas de Central

Años más tarde al instalarse en Buenos Aires, Sietecase se aferró mucho a Rozín: “Me costó mucho estar acá y él me ayudó mucho, teníamos códigos y complicidad. El siempre dijo que estaba en el exilio porteño, amaba esta ciudad pero era un rosarino exagerado, y jugábamos a buscar analogías con Rosario, mirábamos gente de una mesa y decíamos, ‘estos trabajan en el banco de santa fe’”.

Como profesional destacó: “Era un gran entrevistador porque escuchaba y tenía esa cosa de ser amable, porque no tenes que ser agresivo para preguntar cosas fuertes. Y a nivel televisivo hacía reír, llorar, no apeló al chisme ni a la vida privada y se cansó de hacer productos, como periodista podía hacer cualquier cosa. Cuando preguntas bien con curiosidad, sos riguroso, lo haces bien, averiguaba mucho de los entrevistados y hacía cinco horas de vivo, con músicos, cocineros, se va a sentir su falta en la tele”.

Al ser consultado sobre las cosas que más extrañará de su colega, dijo que el conductor de Morfi era un gran consejero para él, sobre todo a nivel profesional: “Hablaba mucho con él, él fue el inventor de Corea del Centro es él, no veía que había un lugar en el medio. Eso fue luego de que Lanata me destrozó, yo estaba mal y Gerardo me dijo, ‘es lo mejor que te pasó desde que estás en Buenos Aires, si estás convencido de que hay lugar, esta 678 y Jorge en 9, 10, 11 quedate en el 8.30 que es u n lugar muy bueno para hacer periodismo’ y me quedé ahí y 830 era la radio de Rosario, me gustó. Y como eso cantidad de cosas y de veces, siempre le preguntaba, no le hacía caso en que hiciera mas tele”.

Como buen amigo, destacó que incluso en esos consejos a veces podía haber cosas no tan fáciles de escuchar: “Aportaba y te decía criticas duras y yo jugaba el rol de hermano mayor entre comillas para otros temas”.

Entre las cosas que más les gustaba hacer en dupla estaba ir a comer y mirar a fútbol: “Le encantaba el ceviche y yo vivía en el barrio de Abasto, ya teníamos algunos lugares marcados para ir, íbamos a la cancha o a los bares a ver los partidos de Central también, pero no le interesaban a nadie, entonces teníamos que pedirle a la gente de los lugares que los pusiera en la tele”.

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