El texto con el que Roberto Moldavsky despidió a Gerardo Rozín en sus redes sociales -en una de las tantas despedidas que se hacen ante la partida de un amigo, porque también están las otras, más cercanas, privadas, y además está la íntima, la del dolor visceral, aquel que no se ve- describe al productor en su esencia más pura. Y en su conclusión, define el desconcierto frente a la muerte de una manera rotunda.
El humorista volcó sus palabras en su cuenta de Instagram en la medianoche del viernes, a pocas horas del fallecimiento de Rozín, buscando expresar en palabras ese pena recién inaugurada por la partida cercana. Posteó una selfie de los dos, tomada en un back de Morfi, cuando lo invitó a personificar a un rabino en la parodia de una boda: a Roberto se lo ve sonriente, a Gerardo se lo nota en paz. Y entonces, reveló una anécdota hasta aquí desconocida.
“Rozín fue operado hace un año de un tumor en la cabeza -comenzó narrando Moldavsky-. A la salida de esa operación, todos esperaban ver cuál sería su reacción, sus primeras palabras. De fondo jugaba Central y en el medio de un silencio tenso en la habitación, se escucha: ‘¡¡¡Corré, Marinelli y la pqtp!!!!’”. El reto del productor al joven Alán Marinelli, jugador del club de sus amores, no puede más que provocar la empatía de cualquier otro hincha, sin importar los colores que defienda. A Gerardo, en cambio, le dio un poco de vergüenza. “¿No es terrible que haya sido lo primero que dije?”, le comentaría más tarde a Roberto este canalla visceral, que enarboló su pasión por encima de cualquier adversidad futbolística.
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El humorista no puntualiza qué le respondió en ese momento a su amigo, en la habitación de aquel hospital, con ese hombre volviendo de la anestesia y preocupado por la marcha de su equipo antes que por su propio estado. Puede que Roberto le haya dicho alguna palabra al pasar, le ofreciera una sonrisa, le hiciera un chiste cómplice, la lanzara un preocupado: “¿Cómo te sentís, Gerardo?”. Da igual. Porque lo que vale es lo que escribió hoy, lo que le contesta ahora, cuando ya no escuchará más sus insultos en un partido: “Lo terrible es que te hayas ido tan pronto, con tanto que teníamos ganas de hacer juntos”.
¿Qué les quedó pendiente a estos dos amigos? “Ir a Israel para que veas cómo te conocen por La peña (de Morfi), escribir esa sitcom, hacer juntos un programa o ir a cenar a un lugar nuevo y prometernos que empezábamos la dieta al otro día”. Y eso -se intuye- solo por empezar... Les quedaba el resto de una vida compartida al resguardo de la amistad.
Moldavsky continúa su escrito -que lleva acumulados más de 55 mil Me gusta- haciendo otra confidencia: habló con Rozín hace poco sobre lo que sucedería con él. Por eso, cuenta: “Me preguntaste si te iba a extrañar y te dije que mucho, y es así, me destruye ver tu foto en todos lados diciendo que ya no estás”.
Enaltece su figura destacando que “la tele pierde a uno que levantaba la vara”, porque de cara a la competencia por el rating Gerardo solía sostener, seguro de su talento: “Les gano con lo mío”. Pero Roberto también advierte que hay una pérdida que no resulta cuantificable: “Yo pierdo a un amigo, que me ayudó muchísimo y al que admiro siempre. Te quiero Rozín”. Y es aquí cuando cierra con un exabrupto que, desde su crudeza, no puede ser más acertado: “Qué mierda todo”.
Y sí, Roberto. Es así.
Todo.
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