“Paramos el mundo por un minuto: el minuto Rozín”, anuncia una voz para dar el pase a Gerardo Rozín y un espacio para la reflexión. “Quería encontrar una respuesta a una de las preguntas más difíciles que me hice a mí mismo en mucho tiempo. Llamé por teléfono a un rabino, a un cura y a un psicólogo, porque quería saber qué se le dice a una persona que perdió a un hijo o una hija. Cuál es la mirada que tiene cada religión sobre esto y me formé bastante, quería hacer un programa sobre esto y ahora volví a la pregunta, para otra vez descubrir que no hay un discurso único frente al dolor”, abrió el debate.
Este segmento, que era un clásico de su programa de radio y en el que el conductor se permitía filosofar sobre distintos temas, leer cuentos o simplemente, compartir un parecer, era un espacio muy festejado por sus oyentes, que sentían cercanía y empatía con sus propios problemas y vivencias.
En esta ocasión, Rozín se preguntó cómo sobrellevar la muerte y salir adelante luego de una verdadera pérdida, de esas grandes que sacuden cuerpo, corazón y alma. Entonces, contó que luego de los llamados de rigor a las distintas corrientes que podrían darle una respuesta, llegó a una conclusión. “Para algunos, el dolor de verdad que genera una pérdida es como una piedrita en un camino más largo: entonces se fue para allá, estará mejor y luego lo encontrarás, es difícil entenderlo ahora pero en rigor, allá te están esperando, es una parada en el medio del camino. Para otros, es el fruto de lo que hiciste antes, hay mucho de premio y de castigo, hiciste esto y esto otro entonces, por tal motivo, vas a ser castigado, vas a ir al infierno o a lo que carajo fuere. Hay quienes dicen que se puede usar el dolor como motor y entonces, a partir de esto, volver a armarse y salir para adelante como un hombre nuevo, algo que los psicólogos a veces te lo dicen pero con palabras más difíciles. Lo cierto es que dentro de las religiones, filosofías y ciencias, hay distintas variantes y respuestas a la pregunta ‘qué se hace con el dolor’”.
Entonces propuso repasar un cuento, un episodio de su vida muy pedido por sus oyentes, que ya había contado en otras oportunidades. “Tiene que ver con una tía mía, tiene que ver con el dolor y la familia, que a mí me marcó muchísimo, lo viví de grande, en el cementerio de la Chacarita porque todos mis parientes los tengo enterrados en Rosario”, arrancó explicando para meterse de lleno en la historia: “Cargamos a una tía, llevamos su cajón con toda la dignidad del mundo. Los más cercanos desgarrados del dolor llorando, los otros, acompañando. Esas cosas raras que tienen las despedidas, donde todo el mundo está afectado y nadie está afectado como el de al lado. Entonces llegamos y, quizás porque la quería más de lo que yo mismo me acordaba que la quería o porque los rabinos y los curas y los que se encargan de manejar las cuestiones espirituales se trabajan para eso, me hicieron llorar”.
Y continúo de lleno en la historia: “El rabino le preguntó a mi prima, a su hija, ‘¿la perdonaste? Este es el momento de perdonar al que se va y sentirte perdonada, y a otra cosa’. Y es un poco así, ya está, de qué sirve quedarte con una bronca con alguien que ya no está. Todo lo que te jodió esa persona, que en este caso era la madre, y sabés qué, depende la cagada que hiciste, sentite perdonado también”.
Luego explicó cómo uno de los rituales de la religión judía y lo que esa simple acción representa en la ceremonia del último adiós, cambió para siempre su perspectiva: “A mi tía le cortaron un pedacito de la manga de la camisa, eso es desgarrarse. No hay que hacerse el boludo frente al dolor, no lo dijo así el rabino pero hay un momento en el que hay que desgarrarse en el dolor y chau. Algo tuyo queda ahí y es indisimulable, y pasa cuando se muere alguien o se muere una pareja: vos sos vos, yo soy yo, y los dos juntos hicimos una pareja. Vos seguís viva, yo sigo vivo, la pareja se murió, y ahí hay que desgarrarse. Y a otra cosa mariposa”.
“Una perdona, el otro perdona, el otro se desgarró, taza taza cada cual a su casa y cuando trato de emprender el regreso buscando el auto, como no conozco el cementerio vuelvo por el mismo camino y me llama el rabino. ‘Por ahí no, por ahí vinimos. No podés volver por ahí porque el camino al dolor se transita una sola vez’. Me encantó la enseñanza aunque en ese momento no lo entendí. Por ese camino habíamos llevado el cajón y ya no se podía volver a caminar por ahí. El camino del dolor hay que atravesarlo, y la muerte hay que cargarla, y hay que perdonarse, y hay que desgarrarse y todo bien, pero el camino del dolor hay que recorrerlo una sola vez. No se puede volver por el camino del dolor, lo atravesás una vez y hay que volver por otro lado”, continuó desarrollando su teoría, aplicándola a cualquier otra despedida que toque afrontar en la vida.
Para finalizar, compartió la conclusión a la que llegó tras sus charlas y su propia experiencia: “Yo sigo sin saber qué se le dice a un amigo que está pasando por una perdida grande, un dolor fuerte. Yo no sé qué se le dice, lo único que pensé todo el día es que ningún amigo de verdad, no se entera que uno está. Y eso no necesita mensaje de texto, cuando uno quiere decirle a alguien que está, eso ya lo sabe si es tu amigo. Yo estoy. Y lo segundo, aunque parezca increíble es ‘ya está'. Ya nos desgarramos mucho. Ya se lloró, ya cargamos todo, ya nos desgarramos, ya perdonamos, ya nos perdonaron y vamos macho, porque por el camino del dolor se pasa una sola vez”.
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