En tiempos en los que el streaming se convirtió en la opción principal para los amantes de las películas y las series, Inventando a Anna es el caballito de batalla de Netflix. La serie estadounidense que se estrenó hace algunas semanas rápidamente escaló hasta posicionarse en lo más alto en el ranking de lo más visto de la plataforma.
La ficción está basada en la historia real de Anna Sorokin, la estafadora rusa que también es conocida como Anna Delvey. La mujer, que hoy tiene 31 años, llegó a Estados Unidos cambiando su apellido por el de Delvey (es el materno), y cometió una infinidad de estafas entre 2013 y 2017. Se hizo pasar por una millonaria heredera alemana y por su estilo, elegancia y glamour, nadie dudó de ella.
A partir de esta identidad hizo negociados con contactos que entabló en la elite estadounidense, inversores y bancos. La Justicia de Nueva York la acusa de haber dejado un tendal de cheques rechazados y de haber presentado documentación falsa para hacerse con grandes sumas de dinero. Anna se defiende diciendo que solo fueron malos negocios y que nunca estafó a nadie.
Su historia provocó que se creara una ficción que resultó incluso más atrapante que la real. Se desarrolló a partir del trabajo que hizo Jessica Pressler, periodista del New York Magazine, en 2018. Para el papel de la astuta estafadora se eligió a la actriz Julia Garner. Desde su primera escena atrapó a quienes no la conocían. Su talento a disposición de la actuación marca que todavía está lejos de su techo.
Quién es esa chica
Garner nació en Nueva York, Estados Unidos, el 1 de febrero de 1994. Comenzó a ganar notoriedad por un papel secundario en otra serie muy reconocida de Netflix: Ozark. Allí, su personaje se ubica en las antípodas de Anna, demostrando su versatilidad como actriz.
En cuanto a su vida privada, se sabe muy poco. Julia buscar mantener su intimidad a resguardo de la prensa y los admiradores. Está casada con el músico Mark Foster: recién a mediados de 2019, cuando se comprometieron, trascendió que estaban de novios. A fines de ese año se casaron. Habían empezado a salir dos años antes, pero lo mantuvieron en absoluta reserva.
Retomando su carrera artística, sus primeros pasos en el medio fueron como modelo: aún hoy cumple con algún trabajo esporádico. Era todavía una adolescente cuando sintió la necesidad de dar un paso más. En este sentido, la actuación llegó casi por casualidad. En alguna oportunidad manifestó que era extremadamente tímida y que sus padres le recomendaron estudiar teatro para lograr desenvolverse mejor. A los 14 años empezó a tomar clases y, casi sin querer, a desarrollar un talento que desconocía por completo, pese a que -sin notarlo- ya lo había empleado.
Su infancia no resultó sencilla. Aquella manera de ser retraída no tenía que ver solamente con su propia personalidad, sino también con ciertas cuestiones vinculadas a su etapa escolar. Ya tenía 10 años cuando aprendió a leer. Nunca pudieron encontrar cuál era el trastorno que le generaba dificultades en el aprendizaje. Los médicos sostenía que se trataba de un impedimento neurológico, pero nunca dieron con el diagnóstico certero.
Julia recordó que no podía seguir el ritmo de sus compañeros: se perdía y le costaba aprender. Aún cuando ya sabía leer, no lo quería hacer en público. “Tuve que aprender a actuar a esa edad, actuar de que sabía y de que entendía de lo que hablaban. De manera extraña, toda la vida me preparé para lo que hago”. También manifestó que el cariño y el respaldo de su familia fueron parte esencial para que nunca bajara los brazos. “Me siento afortunada de haber nacido en el hogar en el que nací”, le contó a The Hollywood Reporter.
Julia tomó clases en T. Schreiber Studio. Ya con sus armas iniciales formadas en un año de estudio, se fue anotando en a distintos castings. El primer sacudón, que casi la aleja de todo, fue en 2009. Se trató de una audición para un proyecto de Nickelodeon. El director que estaba llevando adelante la prueba le dijo unas palabras que aún rebotan en su cabeza, recordándolas como si hubiesen sido pronunciadas ayer: “Cariño, sos genial. Pero no deberías estar aquí”. Pese a la desilusión de entones, Garner le resta importancia al asunto y no guarda rencor: “A veces una necesita que la empujen a los extremos”.
Con 17 años tuvo su ansiado debut en Martha Marcy May Marlene, una película que consiguió varios premios. Su papel fue menor, pero empezó a abrirse paso en el rubro. Se mudó a Los Ángeles para intentar ser parte del mundo de las figuras de Hollywood, pero el sueño duró poco y regresó a Nueva York para seguir sumando experiencia en películas independientes.
En 2012 llegó a su primer protagónico con la película Electrick Children. Un año más tarde también cumplió el mismo rol, pero en otro género, en el de terror, en el filme The Last Exorcism II. Un lustro más tarde tuvo un rol secundario en The Americans; ya comenzaba a llamar la atención de los productores más importantes. Fue entonces cuando la convocaron para Ozark en 2017, poniéndose en la piel de Ruth Langmore.
“Sentí que era el proyecto indicado para terminar de consolidarme. Por lo general viene un bus, sale un bus, tratas de subir al siguiente. Esta vez, pensé: ‘Tengo que subirme a este bus’”. El primero en hablar de sus cualidades fue el protagonista de la serie, Jason Bateman: “Es tan dulce como amarga, tan hermosa como fiera, y su capacidad para alternar entre esas polaridades la hacen quien es”.
Ese personaje generó que en 2020 que Julia ganara un premio Emmy como actriz de reparto. Desde entonces todos hablan de ella, de lo que presenta y de lo que brinda cada vez que las cámaras la enfocan. En pleno éxito, los directores se pelean por tenerla en sus filas. Las propuestas se multiplican, pero Garner va con pie de plomo, paso a paso, sabiendo que está en pleno crecimiento. En este mundo al que ingresó por casualidad, para superar una escollo, se volvió una de actrices más prestigiosas.
SEGUIR LEYENDO: